TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte  

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Alfonso Klauer

La base de la pirámide social

Tanto los yanaconas como las acllas, e incluso muchas generaciones de mitimaes, eran pues grupos que cambiaban su condición después de nacidos. De seres libres en sus pueblos y naciones de origen, pasaban a tener condición virtualmente esclavizada bajo el régimen imperial.

Ése –y otros– radicales cambios de condición social –así como muchas prácticas dentro del imperio–, se concretaban porque así convenía, específicamente, a la élite social hegemónica. O, si se prefiere, porque así estaba prescrito en el diseño implícito del proyecto imperial inka. Y no pues porque conviniera a los “intereses del estado” –como de manera laxa e imprecisa se afirma en muchos textos–.

En los casi 100 años que duró el Imperio Inka, por ser hijos de mitimaes y yanaconas, miles de hombres y mujeres nacieron en tierras que no eran las de sus padres. La política imperial los obligó a aceptar como propio un mundo y un entorno que sus padres no habían querido darles. Ni unos ni otros habían migrado voluntariamente.

En esas condiciones, no es difícil imaginar, el generalizado sentimiento de desarraigo que existió en millones de habitantes de los Andes en el siglo XV.

Si como es posible imaginar, las condiciones de vida de la mayor parte de los yanaconas eran inferiores a las del resto de la población, su promedio de vida, necesariamente, debió ser menor. Así, la reposición de las bajas a que estaban obligados los pueblos representaban un reclutamiento incesante. Y no menos compulsivo debió ser el reclutamiento y recluimiento que soportaron miles de acllas.

Por último –según Rostworowski y Espinoza–, en el estrato más bajo de la compleja pirámide social del Imperio Inka, estaban los piñas. Como la más maltratada variante de mitimaes, ayllus enteros, poblaciones íntegras de pueblos indómitos, fueron esclavizados en condición de piñas. Así, centenares de cañaris, cayambis, quitos y chachapoyas, fueron desterrados a cultivar cocales en la selva alta –afirma Espinoza –.

En resumen, entre mitimaes, yanaconas y piñas, mamaconas y acllas, y las familias de todos ellos, quedaba reunido un porcentaje muy significativo de gente que veía gravemente afectados sus intereses con la conquista inka. Ocupaban, todos ellos, en condición virtualmente esclavizada, la base de la pirámide social del imperio.

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