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Alfonso Klauer
d) Resolución de contradicciones
Una vez más estamos en presencia de un concepto particularmente caro para la
historia: contradicción. En términos coloquiales se entiende usualmente por
contradicción la acción de ponerse en oposición con lo que se dijo o hizo
antes ; como cuando un autor se dice y desdice en un mismo o distintos
textos; o como cuando un acusado se contradice en sus argumentaciones. No es
pues una definición relevante para lo que aquí nos ocupa.
Hay sin embargo en los diccionarios de la lengua otra definición que es en
todo caso más pertinente para el análisis de los hechos de la historia,
aquella que define contradicción como incompatibilidad de ciertas cosas,
y para la que se pone como ejemplo: dos caracteres en contradicción .
Relaciones contradictorias
En efecto, el primer tipo de contradicción relevante para la historia es el
que se refiere a incompatibilidad, pero no pues de dos caracteres
(individuales), sino entre los intereses de dos colectividades. Y es, para
el tema que nos ocupa, la que se da entre los intereses del pueblo imperial,
y los de los pueblos conquistados y sojuzgados.
¿Por qué es contradictoria la relación, en qué reside la incompatibilidad?
En que en las decisiones políticas imperiales en ningún caso quedan
satisfechos ambos tipos de interés. Pero más aún, prevalecen los intereses
del pueblo hegemónico, a costa de los intereses de los pueblos conquistados.
Es decir, el beneficio de aquél es a costa del perjuicio de éstos. ¿Puede
ser eterna una relación de esa índole? No, o, en todo caso, la historia
viene demostrando palmariamente que no. La explicación es relativamente
sencilla.
En efecto, si se prolonga indefinidamente la relación contradictoria, los
pueblos sojuzgados terminarían desapareciendo, por absoluta inanición. Si
ello hipotéticamente llegara a darse, porque nunca se ha dado, no sólo
terminaría allí la relación en tanto que desaparece una de las partes; sino
que la superviviente dejaría automáticamente de ser el centro de un imperio
porque habrían desaparecido las víctiman a las cuales sojuzgaba y con cuyos
recursos se financiaba. Liquidada la fuente de enriquecimiento colapsa el
poder imperial, como cuando muere el parásito al morir la víctima receptora.
Ésta es, pues, y en esencia, la característica de toda relación
contradictoria; es decir, en sí misma está encerrado el germen de su propia
destrucción.
Pero insistimos, no ha ocurrido nunca que tras el exterminio de los
pueblos conquistados termine también exánime el pueblo conquistador. Antes
de que un extremo de esa naturaleza ocurriera, la contradicción ha sido
invariablemente resuelta de otro modo. En efecto, en toda la larga historia
de la humanidad, llevados los pueblos conquistados a situación límite, en
defensa de su propia supervivencia, estallan contra el agresor. O, antes de
llegar al límite, aprovechando circunstancias favorables (agresiones
externas contra el imperio, catástrofes naturales, etc.), se alzan
derrotando al poder hegemónico.