EL MUNDO PRE-INKA: Sobre el “estado de la cuestión” en Historia  

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Alfonso Klauer

La nación lima

Inmediatamente al sur, pero ya en la costa central del territorio andino, ocupando una franja desértica de 250 Kms. de largo, interrumpida por los estrechos valles de Huaura, Chancay, Chillón, Rímac y Lurín, los distintos grupos del pueblo lima materializaron en este período las que se ha dado en llamar “Cultura Chancay” y “Cultura Ichma”.

Su actividad principal, como en el caso de los chimú, fue la agrícola. No obstante, el carácter marcadamente estacional en la variación del volumen de todos esos cursos de agua, pero sobre todo la pobreza de las descargas anuales de los ríos de los valles de Lima, fue siempre una gran limitación. El excedente producido nunca fue por eso de gran magnitud.

La pluralidad de valles y su equivalencia agronómica fue el signo distintivo de esta parte de la costa andina. De allí quizá que, en el área, ninguna de las respectivas fracciones de población alcanzara a predominar, prolongada y significativamente, sobre las otras. Es probable que ese condicionamiento de la naturaleza explique la ausencia de una gran ciudad en la costa central de los Andes y, en cambio, sí la presencia de varios pequeños poblados.

Cajamarquilla, el más grande de todos los centros urbanos del área, a orillas del Rímac, floreció bajo el Imperio Wari. Albergó a los representantes del poder central, a las huestes militares y mitimaes chankas que llegaron destinados a sojuzgar y administrar esa parte del territorio y, seguramente, a sectores del pueblo lima más sumisos a los conquistadores.

Es de suponer que, por esa razón, fueron drásticas en Cajamarquilla las consecuencias de la guerra de liberación contra los chankas, al cabo de la cual fue abandonada como testimonio y símbolo de la debacle del Imperio Wari.

Abandonada Cajamarquilla, y quizá hasta saqueada, en este período de autonomía compartieron importancia diversos pequeños centros poblados entre los lima: Chancay, Zapallal, Mangomarca, Lurigancho, Huaycán, Limatambo, Maranga, Carabayllo, Mateo Salado, Pucllana y Armatambo, principalmente.

Dentro de los dominios del pueblo lima, aunque quizá como tierra santa neutral, Pachacámac logró mantener su condición de gran centro religioso.

Siguió concitando la atención de muchos pueblos de la costa norte y sur y de diversos pueblos de la cordillera. Incluso –como está dicho– de gentes que llegaban desde la lejana zona ecuatorial. Mas, como todo el resto del territorio andino, cayó en el siglo XV bajo la férula de los inkas.

Pachacámac era en verdad un pueblo construido de adobe –como la mayor parte de las edificaciones costeñas–.

Era, pues, altamente vulnerable a los reiterativos aunque episódicos temblores y terremotos que asolan con frecuencia al área sur de la costa. Al fin y al cabo, el territorio de Lima, después del de Ica –y más específicamente del de Nazca–, es el más próximo a la “placa tectónica de Nazca”, y próximo también a la zona más densamente volcánica del territorio andino.

Así, los derrumbes producidos por los movimientos sísmicos obligaban a un trabajo de refacción constante y oneroso.

En irrepetible coincidencia, durante su primera y fugaz “visita” a Pachacámac, en 1533, el conquistador español Hernando de Soto y sus acompañantes fueron testigos de excepción de un temblor de tierra y sus destructivas consecuencias.

El gran templo, no obstante, fue durante muchísimos siglos el edificio más importante del pueblo lima –y de toda la zona central de la costa peruana–.

Esta mezquita [está] entre tierras muy pobladas y ricas..., dijo al conocerla el veedor y cronista español Miguel Estete, precisamente uno de los privilegiados acompañantes de De Soto.

Y no se equivocó Estete en cuanto a la densidad demográfica. Pero tampoco en cuanto a la riqueza del del territorio “visitado”: no por simple casualidad ésa y la que fue con destino al Cusco, fueron las únicas expediciones que envió Pizarro para apresurar la cobranza del “rescate” de Atahualpa.

¿Se desilucionaría De Soto de recoger en Pachacámac sólo el 7 % de lo que fue el total del “rescate”? El hecho es que reunió tanto como 90 000 pesos de la época. ¿Mucho? ¿Poco? Pues depende de cuánto se considere que son 407 kilos de oro, que –según calculamos–, es su equivalente actual más probable.

Al cabo de siglos de acumulación de “ofrendas”, el templo–oráculo de Pachacámac –como había ocurrido con el de Delfos en la Grecia antigua–, había logrado reunir una gran riqueza.

Los postes que soportaban los techos estaban “guarnecidos de hoja de oro y plata” –afirmó Estete–, que también vio por lo menos una puerta tejida “de corales y turquesas y cristales y otras cosas”, y, en torno al “ídolo” de madera mal tallada que tanto los desilucionó, vio “cosillas de oro y de plata” .

Dicho sea de paso, De Soto y sus compañeros no dejaron ni el santo ni la limosna. Resultó una buena cosecha para venticinco días de “trabajo”.

En otro orden de cosas, vale la pena recordar que el “sacerdote mayor del santuario costeño” –como lo llama Del Busto–, estando con Atahualpa en Cajamarca a la llegada de Pizarro, fue precisamente comisionado por el Inka para guiar y asegurar la rápida llegada de De Soto y su pelotón hasta Pachacámac (y el pronto acopio del “rescate”.

¿Cómo entender que el “obispo” de Pachacámac –como lo titularon los primeros cronistas–, estuviera en plena guerra fratricida imperial al lado de Atahualpa? Aparentemente al menos, él no podía haber estado allí, como su par de Chincha, por razones comerciales.

¿O sí?

Si se revisa otra vez el Mapa N° 15 (Tomo I), se observará claramente la ubicación de Cajamarca (6), Chincha (15), Pachacámac muy cerca al norte de ésta, y Cusco (17).

Es decir, como Chincha, también el célebre santuario estaba más cerca del Cusco que de Cajamarca.

¿No parecería así más razonable que tanto el altísimo funcionario religioso panandino como el gran kuraka de Chincha fueran aliados de Huáscar, y no de Atahualpa? Por lo demás, mientras a la élite tradicional inka del Cusco la conocían bien ambos altos dignatarios, la que desde Quito quebrantaba gravemente el orden imperial debía resultarles completamente desconocida.

Aún más extraño el asunto entonces. Sin embargo, como el análisis atañe también al comportamiento del gran kuraka mercader de Chincha, dejaremos el común análisis para más adelante, cuando hablemos de la nación ica y su élite chinchana.

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