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Alfonso Klauer
Sobre el estado de la cuestión en Historia
Durante años, en carne propia como estudiantes, y en la frustrante experiencia de nuestros hijos, venimos sufriendo al rechazar y renegar de la Historia tradicional que se nos viene ofreciendo y conocemos. Y sufriendo en la inabdicable ilusión de amar a esa otra que aún no conocemos.
En la inacabable búsqueda de la verdad, y en tanto llega, los pueblos del Perú tienen derecho a que se les presente otras versiones de la historia que reflejen mejor sus avatares.
Y en las que ellos tengan el protagonismo, colectivo y anónimo pero real, y no quienes se lo han enajenado. A versiones cada vez más científicas. Cada vez más completas y objetivas. Cada vez más útiles e inteligibles.
Y cada vez más amenas.
El reto es formidable. Pero tratándose de nuestra historia, la motivación resulta enorme. E inabdicable e inalienable el derecho a contribuir a reformularla.
María del Rosario Vega nos recordaba hace diez años sobre el concepto estado de la cuestión en la ciencia. Pues bien, nuestros hijos estudian con textos de Física, Química o Matemática, por ejemplo, cuyo contenido y alcances están muy lejos del estado de la cuestión en esas ciencias. Pero muy cerca de sus bases más sólidas y elementales.
Es decir, van pues por buen camino.
Pero y ella lo sabe perfectamente, estudian la Historia del Perú en textos donde el estado de la cuestión casi no difiere del alcanzado hasta ahora por esa rama del conocimiento. Bien podría decirse que los textos de hoy salvo los recursos gráficos, que no son precisamente un aporte de la Historia, no son muy distintos ni están técnica y conceptualmente muy distantes de los escritos de Herodoto, que por cierto sí son muy entretenidos.
Ése es el estado de la cuestión que debe importarnos: aquél al cual acceden nuestros hijos. No aquel al que acceden unos cuantos y privilegiados especialistas. Debemos desterrar, por errónea, la trasnochada idea de que las ciencias progresan con el aporte de unos cuantos eruditos. No, progresan cuando son miles y millones los que están involucrados en su quehacer y en su dinámica. Es a miles y millones de niños a quienes tenemos que darles una sólida base en Historia, para que luego más gente se incorpore a su desarrollo.
Pero para terminar, cómo puede alguien preciarse del estado de la cuestión de la Historia del Perú, si ésta no es capaz de responder clara y sólidamente a ninguna de las interrogantes sobre nuestro acuciante presente como país.
Por lo demás, son los historiadores quienes tienen que responder por qué es tan pobre, ininteligible, inútil y aburrido el estado de la cuestión en Historia que llega a manos de nuestros hijos. Difícilmente serán los químicos o los contadores, por ejemplo, quienes mejor respondan a esa pregunta.
Pero eventualmente sí. Desde que recordamos que fue un médico, Julio C. Tello, quien, en su tiempo y para su tiempo, hizo algunos de los más grandes aportes a la Arqueología e Historia del Perú.