Gerencia pública y economía informal  

 

Alexei Guerra Sotillo

CAPITULO II

MARCO TEÓRICO

Bases Teóricas

Pese al carácter no tan novedoso de la informalidad y la actividad microempresarial en el ámbito latinoamericano, se hace evidente la diversidad conceptual y la heterogeneidad de posturas y enfoques que intentan indagar en dichos constructos teóricos.

En la opinión de Barrantes (1997) el Sector Informal Urbano (SIU) fue definido no por lo que es y tiene, sino, por lo que no es: lo no estructurado, lo no formal, lo no rentable, lo no estético, lo no legal, lo no legítimo; y por lo que no tiene: capital, razón, organización, educación y, antes de El Otro Sendero (De Soto, 1987), espíritu neolibreempresarial.

Hay que precisar además, que el debate actual sobre el desarrollo económico, la Tercera Vía, y la construcción de modelos de crecimiento socio-productivos que superen las deficiencias, exclusiones y efectos perniciosos ocasionados por la aplicación de las políticas de “shock” de corte neoliberal propugnadas por el FMI y el BM en América Latina en años recientes, ha incorporado como tema de la agenda pública la emergencia del denominado Tercer Sector, ámbito nebuloso que agrupa a las organizaciones que no pertenecen al espacio del mercado, pero que tampoco encajan en las dimensiones y lógica de funcionamiento de la acción estatal.

En una línea argumental distinta a la de Barrantes (1997), Bombarolo (2001) alude a la problemática de homogeneizar desde una concepción sectorial, a las expresiones organizativas, variadas por naturaleza, para agruparlas en el mencionado Tercer Sector, y plantea críticas al mito del conflicto Estado, Mercado y Tercer Sector. En relación a esta idea, Bombarolo (2001) sostiene que

...no existe unidad sectorial alguna que nos permita hablar del Tercer Sector como un “actor social universal”. (...) Tan grandes son las diferencias, posiciones, tamaños, sentidos, orígenes, actitudes, que resulta casi imposible encontrar puntos vinculantes más allá del hecho de que se trata de “organizaciones de personas”. Las visiones funcionalistas desde donde se construye aquel “supuesto actor”, se construyen y conducen a privilegiar “lo formal” de las organizaciones antes que “el sentido de su quehacer” (...) La historia demuestra día a día que el enorme y heterogéneo universo de las organizaciones no actúa como “sector” ante los hechos cotidianos o las decisiones macrosociales.

El mencionado autor expone así, los matices no sólo económicos o laborales de la informalidad, sino también los inconvenientes o riesgos en que se puede caer al momento de “etiquetar” o analizar la realidad desde un único enfoque conceptual o ideológico.

Según Bombarolo (2001)

es necesario poner en duda la tan difundida disputa o distancia sectorial entre Estado, Mercado y Tercer Sector. Para descubrir el sentido de las argumentaciones que sostienen aquella diferenciación, sería necesario revisar cuál es el rol que se le asigna al Estado en los procesos de construcción social, cuál al sentido de democracia y cuál al sentido de lucro.

 

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