Pulse aquí para acceder al índice general del libro. Pulse aquí para bajarse el libro completo en formato PDF comprimido ZIP (2,7 Mb) |
El tamaño empresarial como factor de diversidad
Alfonso Galindo Lucas
Capítulo II: Diversidad y Tamaño empresarial
3. 3. El tamaño según el valor contable de los activos
Se ha utilizado el importe total del activo como criterio clasificador de tamaños en importantes trabajos empíricos, como Osteryoung et al. (1992) y González et al. (2002). Este criterio, a pesar de tener una relación intuitiva inmediata con el tema del tamaño y aun siendo plausible su elección, desde un punto de vista teórico (García et al., 1997), ha sido utilizado en pocos estudios empíricos, tal vez por la escasez o el coste de los datos. Su validez teórica es acorde con el marco conceptual que hemos expuesto, basado en los recursos y concretamente en los derechos de propiedad. Guarda una relación directa con el problema de la financiación, cuya importancia en la creación de empresas ya se ha comentado en el capítulo introductorio y en multitud de trabajos.
Utilizar este criterio con abstracción de la cifra de negocios o de la rentabilidad implica prescindir del tema de la eficiencia actual del proceso productivo y centrarse en la mera potencialidad de beneficios futuros. Del mismo modo que una pequeña empresa puede lograr un gran volumen de facturación o una eficiente reducción de costes, una compañía grande puede perder cuota de mercado o sufrir una bajada de precios (por diferencias de cambios, descenso general del consumo, etc.) y no por eso deja de ser una gran empresa en cuanto a volumen de recursos. Salvo que la empresa se vea sometida a un redimensionamiento o a un proceso de concentración o escisión, la cifra total de capital suele ofrecer una estabilidad considerable para cada empresa, a lo largo de varios periodos.
En el informe sobre la Industria Española, del antiguo Ministerio de Industria y Energía (MINER, 1998), se asume que los inmovilizados guardan relación directa con el tamaño, aunque en dicha publicación, éste se ha definido por el número de empleados.
Como principal inconveniente, la cuantificación del capital total de la empresa puede ser bastante imprecisa si se contempla la posible existencia de activos intangibles. Sería difícil cuantificar el valor de los acuerdos de cooperación con otras empresas o la fidelidad del personal o la clientela. Debido al principio de prudencia valorativa, estos fenómenos sólo se registran cuando son conocidos y ciertos, es decir, en la transmisión de la empresa. A pesar de ello, el caso de las empresas que nacen presenta singularidades, pues todo lo que se precisa financiar va a ser adquirido en el mercado y no es hasta transcurridos unos años que se torna significativa la potencialidad de beneficios de los intangibles (contratos implícitos, especificidades, economías conjuntas, etc.). Por este motivo, aun cuando existan activos extracontables, toda la financiación necesaria para crearlos se ha obtenido en el mercado de bienes y servicios. Además, en vista de los problemas de asimetría informativa a que se enfrenta la reputación de la PYME y la rentabilidad del proyecto (Salas, 1994) en su relación con entidades crediticias, las garantías que sustentan el importe de la financiación otorgada no suelen ser más que lo meramente embargable, en propiedad del deudor o su avalista.
La cuantificación de las masas patrimoniales de la empresa puede presentar dificultades que la hagan desaconsejable: En primer lugar, la naturaleza de los activos constituye un aspecto problemático, puesto que el detalle de las partidas que se pueden considerar funcionales , no aparece en la mayoría de los datos disponibles, tales como los depositados en Registros Oficiales. Eso significa que, normalmente habrá que considerar la totalidad del activo, independientemente de su implicación en la creación de valor. Además, la funcionalidad actual o potencial de los recursos productivos altera el valor que se les podría atribuir dentro de la empresa .
En segundo lugar, puede existir escasa información disponible respecto a los activos revalorizables o provisionables, o acerca de hechos extracontables, como la existencia de avales, la pertenencia a Sociedades de Garantía Recíproca, la solvencia de posibles responsables subsidiarios de la compañía, la clasificación del riesgo, etc.
En la época actual y dados los fundamentos teóricos más recientes, el principal inconveniente de considerar esta variable como definitoria del tamaño es la creciente importancia que adquieren los recursos intangibles para la competitividad y, por ende, para la supervivencia de la empresa. La única forma de registrar estos intangibles sería de forma conjunta y con la condición de transmitir en bloque la propiedad de la empresa.
Para evitar todo este complicado análisis de cuantificación de hechos cualitativos, se nos podría ocurrir abordar la cuantificación del poder financiero a partir de los pasivos, según su precio de mercado. En mercados perfectos, este precio sería el reflejo del valor de las inversiones; por eso, Julien (1994) habla de valor de los activos empleados, en vez del importe contable de los mismos. Esto plantea un problema de valoración de empresas aparte de la recurrente discusión sobre la eficiencia de los mercados en el que pueden influir muchas variables difícilmente observables en las PYME, que no cotizan sus pasivos en mercados oficiales.
Esta salvedad afectaría casi exclusivamente a las grandes empresas y las de rápido crecimiento, amplificando las diferencias de tamaño, puesto que se asume que solo realizan importantes inversiones en intangibles aquellas empresas que superan un tamaño determinado (Fernández et al., 1996a). Este problema puede explicar la alta tasa de fracaso en las PYME y su escasa esperanza de vida.