Fundamentos de valoración de empresas

 

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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

Capítulo II

EL PAPEL DE LA CIENCIA ECONOMICA

Hacia un nuevo paradigma

Todavía está presente en Economía el enfoque interpretativo, debido a la frustración de las exigencias empírico- analítica y su no-aplicabilidad total al comportamiento humano. Sin embargo, hay quienes persisten en adoptar una apariencia de precisión y positivismo, al estilo de los grandes economistas matemáticos y los genios de las Ciencias Naturales. Por último, el método materialista, sin ser una postura ecléctica entre las otras dos, pretende ser más científico que la hermenéutica y menos preciso que la analítica. El uso de esta metodología es totalmente factible en la Economía, pues desde que la estanflación hizo mella en el keynesianismo, se demanda un nuevo paradigma para nuestra Ciencia.

El neo-institucionalismo se ha postulado como un paradigma emergente (Rutherford, 2002) en la Economía. En trabajos recientes, se intenta presentar este enfoque como alternativo y, por lo tanto, incompatible con el marxismo. Sin embargo, es el materialismo histórico el paradigma general para las Ciencias Sociales y el neoinstitucionalismo una de las teorías posibles dentro de este enfoque. Pasar por alto la objetividad del enfoque materialista nos lleva a planteamientos inicialmente institucionalistas que encubran discursos, como el de Kalmanovitz (2003), tendentes a justificar .en vez de explicar . el funcionamiento y naturaleza del liberalismo económico (y del protestantismo). El análisis institucionalista, con todas sus virtudes (entre ellas, el reconocimiento del papel de la Historia en la Economía), tiene como principal inconveniente que se detiene en las instituciones y no trata de enlazar con teorías políticas o sociológicas acerca de por qué existen dichas instituciones y quién está detrás de ellas; por ejemplo, los competidores aparentes.

Fue en 1975 cuando se produjo el redescubrimiento de la obra de Ronald Coase y en 1991 cuando se le otorga el premio Nobel, por lo publicado en 1937. Williamson fue el artífice de este descubrimiento. Usando la Teoría de constes de transacción, de Coase, Williamson (1975, 1985) advierte que muchas decisiones económicas relevantes no se toman en un contexto de mercado, sino mediante el uso de la autoridad. Argumenta que la ausencia o el desigual reparto de la información impide que exista mercado. Trabajos como éste o como los de Penrose (1959), tan conocidos y utilizados en estudios conceptuales o teóricos, han tardado mucho en ser empleados en investigación (Suárez, 1999), ¿qué significa este retraso y por qué precisamente en la etapa globalista recobra vida esta teoría?

Como ocurre con los inventos tecnológicos, también las teorías tienen su clientela.

En la actualidad, ningún economista razonable afirmaría defender los principios del neo-liberalismo, no tanto por ser un enfoque incorrecto, sino por su identificación con regímenes dictatoriales atroces. El paradigma liberal ya no es válido, puesto que las empresas podero- sas restringen ellas mismas la libertad de entrada, violando los principios del mercado y su misma existencia en muchos sectores. El esquema institucionalista parece ser el objetivo intelectual de los poderes empresariales para procurarse un marco justificativo adulterado. El neo-institucionalismo es inmune a la forma de política económica adoptada. Teóricamente, valdría tanto para una economía tipo laissez faire, como para un socialismo escandinavo, un centrismo peronista o una economía más bien centralizada, basada en planes quinquenales.

La palabra “institucionalismo” rescata una cierta idea de Estado providencia y alivia el oído de los usuarios del léxico económico. Sin embargo, el carácter científico del “neo-” institucionalismo actual ha cedido y se ha convertido en la doctrina de una nueva realidad económica y política, cual es la crisis de los estados y el poder político de los intereses empresariales multinacionales. La potenciación del institucionalismo como paradigma emergente es más bien una estrategia de confusión, en la que caen reputados economistas. Corremos el riesgo de terminar defendiendo políticas agresivas desde el punto de vista social y justificando el poder de mercado, bajo la terminología del neo-institucionalismo, si nuestro análisis en este enfoque no se asoma más allá de las instituciones (incluida la Ciencia) para vislumbrar a las multinacionales. El descubrimiento de dichos intereses puede servirnos para explicar muchas injusticias de índole mercantil, social, medioambiental, sanitaria, bélica, de política económica, etc.

La Administración, en su papel reciente de mero consumidor, no tiene como labor principal la de realizar un consumo que reporte mejor servicio al administrado, sino una buena salida de existencias al proveedor. A veces esas existencias no son las más apropiadas o no tienen tanto valor como reflejaría el precio de la transacción.

Otro tipo de clientes cuya creación se está fomentando cada vez más, a través de dichos poderes públicos, es la asociación o, en su denominación globalista, “organización no-gubernamental” (ONG). Por último, las empresas de nueva creación son otro fenómeno cuyo fomento está ocasionando grave despilfarro en los fondos públicos.

El desvío de las funciones públicas legítimas está muy relacionado con el carácter democrático de las entidades de derecho público, es decir, el grado de participación y control por parte de los votantes o, dicho en términos económicos, los problemas de agencia de los contribuyentes.

En los organismos multilaterales, como sabemos, dicha participación no existe, pues son instituciones que se crean y se rigen en virtud de actos sucesivos de delegación. En resumen, el principal motivo por el que empieza a imponerse el enfoque neo-institucionalista es su permisividad con respecto a aplicaciones perversas. En los años 70 se empieza a hablar de empresas transnacionales y se crea la patronal global denominada Trilateral Commission.

Sin embargo, desde 1989, aproximadamente, la mayoría de trabajos publicados en este marco teórico (que no paradigma) han omitido la corrupta relación de agencia que existe entre las Instituciones de Derecho público y las multinacionales, es decir, se oculta de un modo u otro aquello que sucede “de las instituciones hacia arriba”. De las instituciones hacia abajo, parece existir el mercado, las empresas compiten entre sí, los empleados también y los consumidores, la iniciativa empresarial parece renacer debido a las políticas de autoempleo, los incentivos implementados al respecto aparentan superar las barreras de entrada (y las de salida se ven salvadas por los continuos fracasos empresariales).  

 

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