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Una revisión de la Economía dominante

Alfonso Galindo Lucas

Capítulo XI.

ECONOMÍA Y DEMOCRACIA

El papel de la prensa

En la mayoría de las ocasiones en que se critica al sistema capitalista, se ataca al denominado “pensamiento único”73, esa herramienta o “superestructura”, de la que uno de los principales cómplices es la Ciencia Económica. Pero, ¿Quién es el verdadero artífice de ese pensamiento único? La prensa: Muchas de las críticas que hacemos a los prejuicios de las Ciencias Sociales son en realidad reproches a los comentarios frecuentes de los medios de masas y su nefasta actuación como vehículo de divulgación.

De modo similar a la profesión del economista, el periodismo ha sido desde hace mucho tiempo el campo de batalla de la honradez contra la amenaza y la oportunidad juntas. Hoy sigue estando la profesión del periodista en una irresistible tensión, debido al carácter restringido de las fuentes originales (Agencia EFE, Reuters y poco más) y la presión hacia el alineamiento políticoempresarial. Esto se une al gran desconocimiento e incultura de muchos de los que ejercen una labor aparentemente periodística. Todo esto lleva a la profesión del periodista a un desasosiego similar a la del economista.

La prensa es uno de los subsistemas que, en la más recurrente opinión de nuestros antecedentes más acreditados, (Sartori, 1997; Ash, 2000) faltan a la función que teóricamente tienen asignada y sirve de pieza clave a todo sistema con vocación de permanencia. El problema de fondo viene a ser, precisamente, la utopía del mercado, es decir, la ausencia de éste.

En primer lugar, ocurre que la prensa es un sector empresarial maduro y, como tal, se encuentra concentrado en grandes conglomerados, que son, al mismo tiempo editoriales y plataformas de emisión audiovisual. En España, el grupo de los Polanco, bajo el nombre de Prisa u otras razones sociales (Cacho, 1999) rivaliza con los grupos afines al Partido Popular, que hoy se sostiene gracias a la empresa Telefónica, S. A., antes CTNE. Cuando el duopolio se hace patente, la regulación del sector se convierte en un gran dilema ¿Es más acorde al interés general asistir a esta guerra “incivil” 74 susceptible de un fin violento o una feliz colusión, o bien, crear una plataforma única regulada por el Estado, donde puedan entrar hipotéticos competidores futuros, normalmente extranjeros?

Dado que el Estado no se encuentra claramente en un nivel jerárquico superior al de los conglomerados empresariales, la plataforma tecnológica propugnada por Jesús Cacho (1999) podría convertirse en “una grande y ¿plural?” arma propagandística del partido que ocupe el poder.

En segundo lugar, las tecnologías proporcionan un salidero cibernético al público no masificado que puede poner en peligro la opinión creada por los medios tradicionales (radio, TV y periódicos) y la propia imagen de la prensa en los países occidentales. Gracias a Internet, las propias tecnologías tradicionales encuentran una vía alternativa para buscar “mercados”, pero también se arriesgan a perderlos, si el espectador percibe que las alternativas informativas son más veraces.

Las clases dominantes, en todas las épocas, tienen interés en utilizar argucias (especialmente mediáticas) para confeccionar una legislación que termina por dispensar más protección a los propios mecanismos del sistema frente a posibles intromisiones de otros grupos. Cada vez quedan más desprotegidas las víctimas y las instituciones tratan de rentabilizar su desgracia utilizándola como excusa para promover reformas. La reforma es más grave en tanto que no sólo arremete contra las libertades civiles, sino que devalúa nuestra integridad física. Los códigos penales empiezan a prescribir menores condenas a los crímenes sexuales y de sangre (especialmente, cuando se ven favorecidos por causas atenuantes y regímenes penitenciarios) que a la destrucción de bienes físicos, mediante la etiqueta “terrorismo”, previamente normalizada en los medios sensacionalistas.

Con todo lo narrado en estos y otros trabajos al respecto de los siniestros y maquiavélicos cometidos políticos de la prensa, en el propio deterioro de la Ciencia Económica, la prensa actúa de modo determinante. Ya se ha hablado del fenómeno del capitalismo popular y de las repercusiones que pueden tener las declaraciones de expertos. También en las propias concepciones erróneas que economistas y ajenos puedan formarse en sus trabajos académicos ha influido necesariamente la prensa, puesto que todos sin excepción estamos sometidos a su efecto, ya seamos o no investigadores.

En diciembre de 2004, los noticieros dieron la noticia acerca de lo que “se van a gastar los españoles en estas fiestas”; ni siquiera se necesitó advertir de que se trataba de una estimación, ya que durante muchos años sucesivos, se ha acertado en la cifra, más o menos exacta, que se aporta. Por fortuna, el público no presta mucha atención a estos documentos considerados de relleno, pero si analizamos cualitativamente este enunciado, resulta grave el echo de que se está anunciando algo que supuestamente depende del libre albedrío, después de décadas proclamando que el capitalismo permitía la toma de decisiones libres en la elección (Friedman y Friedman, 1980).

Tres episodios recientes son ilustrativos del papel de la prensa: Las invasiones de Afganistán y de Irak, las últimas elecciones generales en España y, hace ya algunos años, la clausura del periódico egin y la editorial Ardi Beltza, con encarcelamientos. Los métodos rigurosos empleados por la televisión de Qatar, “Al-yazira” representaron un auténtico calvario para la campaña desinformativa necesariamente asociada a la invasión de Afganistán. Sus informes se propagaron gracias a Internet y también en la red nos enteramos de que el atentado del 11 de Marzo de 2004 en Madrid había sido obra de un grupo islamista; la falsedad de ciertos medios informativos (y del propio Gobierno) quedó al descubierto y el partido del poder recibió un castigo electoral.  

 

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