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Una revisión de la Economía dominante
Alfonso Galindo Lucas
Capítulo XI.
ECONOMÍA Y DEMOCRACIA
Estado de Derechas y fascismo de baja intensidad
Estas fueron dos expresiones de las que más escandalizaron al lector, cuando se colgó en la web de Historia a Debate un trabajo que publiqué hace años en Unidad y Lucha, órgano de lo que antes fue el denominado Partido Comunista de los Pueblos de España. En este artículo ejemplificaba, mediante un ejercicio de periodismo, las críticas que normalmente se hacen .ya hasta con desidia . a las instituciones supuestamente democráticas.
Argumentaba que las reformas acaecidas en el Código penal español para tratar de combatir al terrorismo separatista devaluaban la integridad física de las personas, con tal de extender la punición a más sujetos considerados enemigos de dicho Estado.
Algunas de las críticas más usuales parecen haberse convertido en refranes: La democracia es una dictadura de las mayorías, la democracia ocurre cada cuatro años,... Ingeniosas sin duda, pero se quedan cortas: La nueva democracia es el despotismo de unos cuantos ilustrados, que rara vez cambian cada cuatro años.
Como se ha explicado, el capitalismo global es un sistema de economía planificada: Las denominadas empresas transnacionales no sólo planifican su producción y sus inversiones, sino que intentan ordenar más bien con éxito- las decisiones de consumidores, pequeñas empresas y trabajadores. Fijan unos estándares o cantidades previstas de producción y consumo de factores, pero también de demanda, precios de suministradores y, en definitiva, decisiones que teóricamente dependen del albedrío de otros sujetos. A diferencia de los regímenes autárquicos y socialistas del pasado, la democracia burguesa no tiene legitimidad para decretar dichos comportamientos, entre otras cosas, porque debe hacer valer el principio de libertad que, desde 1789, le otorgó el liderazgo histórico. Así pues, opta por planificar determinados valores y creencias que va inculcando de forma subrepticia y tendenciosa, con apariencia de naturalidad y voluntariedad. Esta nueva globalidad no es tanto una realidad geográfica como ideológica, moral. La planificación abarca ahora temas culturales, religiosos, familiares, etc. El estado de la cultura en una sociedad se puede decir que favorece la permanencia de unos cuantos poderosos.
También es de sospechar que, en sentido inverso, son esos poderosos los que favorecen una determinada cultura.
Con todo lo que hemos dicho y recopilado acerca de la palabra democracia, su significado tiende, por el contrario, a reducirse a un mero sinónimo de elecciones periódicas, con el matiz de que todos los afectados por las decisiones del elegido no tienen derecho a votarle en contra (los afganos no votaron a Bush, como tampoco a Clinton los kosovares, ni a Bush padre los kuwaitíes).
Esa votación bipartidista presenta escasa alternativa de elección, listas cerradas, desinformación y un sinfín de despropósitos, que pueden variar, desde la ley DHont en España, hasta los pucherazos en Florida en 2000 y 2004 y el extraño caso de los dos Viktor Yuschenko. Esta malograda palabra viene utilizándose en todos los países como eufemismo para alianza; si no se está dentro, se es anti-democrático.