ENCUENTROS ACADÉMICOS INTERNACIONALES
organizados y realizados íntegramente a través de Internet



México, como en los viejos tiempos del porfiriato - Científicos y tecnócratas al servicio del poder
 

Martín Carlos Ramales Osorio
(mramales2000@yahoo.com.mx)

Resumen:
Bajo el Porfiriato, el grupo de los científicos, encabezados por el aristocrático José Yves de Limantour, estaba compuesto por los hombres de negocios más prominentes. Como secretario de hacienda Limantour creo la infraestructura productiva y de comunicaciones necesaria para atraer a los inversionistas extranjeros. Hoy en día, sucede algo similar: el grupo de los tecnócratas gubernamentales privilegia, y se alía, a inversionistas nacionales y extranjeros en detrimento del bienestar de obreros y de campesinos.

Palabras clave: Porfiriato, positivistas, científicos, tecnócratas, capitalismo liberal, capitalismo neoliberal, neoliberalismo, inversiones extranjeras, comercio exterior, salinato, zedillato, explotación laboral, oligarcas, minería, maquiladoras, movimiento zapatista, huelgas, globalización.

Este texto fue presentado como ponencia al
PRIMER ENCUENTRO INTERNACIONAL SOBRE
Historia y teoría económica
celebrado del 6 al 24 de abril de 2006

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LA REALIDAD DEL MÉXICO DE HOY (1983 a la fecha) guarda muchas similitudes con el México del Porfiriato (28 de noviembre de 1876 a 25 de mayo de 1911). Bajo el Porfiriato, el grupo de los científicos, encabezados por el aristocrático José Yves de Limantour, estaba compuesto por los hombres de negocios más prominentes.

La fuerza política de los científicos se consolidó gracias a la labor de Limantour, descendiente de franceses y que despreciaba a los indígenas y a los mestizos, que como secretario de hacienda saneó las finanzas públicas y creó la infraestructura productiva y de comunicaciones necesaria para atraer a los inversionistas extranjeros.

Hoy en día, sucede algo similar: el grupo de los tecnócratas, definido en su momento por Salinas como un grupo compacto y con valores, postgraduados en prestigiadas universidades norteamericanas (Yale, Harvard, Stanford, Chicago, Princeton, Massachussetts), proceden de manera similar: privilegiando, y aliándose, a inversionistas nacionales y extranjeros en detrimento del bienestar de obreros y de campesinos.

Bajo el Porfiriato, el impulso económico se logró en gran medida gracias a las inversiones extranjeras y el desarrollo del país se fundamentó en el capitalismo liberal (Adam Smith et. al.) introducido por los positivistas, mejor conocidos en las esferas gubernamentales como “los científicos”.

En el México de la postmodernidad, el escaso crecimiento económico descansa en el comercio exterior y en las inversiones extranjeras, sobre todo en las directas ya que el financiamiento de la cuenta corriente con inversiones de cartera culminaron en el “error de diciembre” de 1994. Y la política económica del país se sustenta en el capitalismo neoliberal (Milton Friedman y tutti quianti) introducido por “los tecnócratas”, entre los que destaca el actual secretario de hacienda, don Francisco Gil Díaz, doctor en economía por la Universidad de Chicago.

En diciembre de 1905, Limantour informaba que por primera vez el país tenía un superávit comercial de 13 millones de pesos, que el país contaba ya con 16 mil 630 kilómetros de vías férreas y que la red telegráfica ascendía a mil kilómetros. Asimismo, en ese año la minería mostró un auge extraordinario: además de los metales preciosos, aumentó la explotación de metales industriales como el cobre, el plomo y el hierro, la cual sobrepasó la explotación de oro y de plata. De esa manera, en 1905 México se posicionaba como el quinto productor mundial de plomo. No obstante, el progreso económico no beneficiaba a las clases trabajadoras, cuya situación se hacía cada vez más grave; en consecuencia, las huelgas se generalizaron en distintas industrias del país.

Hoy en día, Vicente Fox, tal cual moderno Limantour, nos informa que tenemos una economía muy fuerte, que tiene grasa como para aguantar a alguien con ideas populistas y demagógicas como Andrés Manuel López Obrador. Y quizás en parte tiene razón, sólo que la grasa que tiene el país hace más ricos a los ricos (como a Carlos Slim, el empresario consentido del salinato y de las administraciones neoliberales subsecuentes) pero que no es capaz de aguantar y de contener a millones de compatriotas que emigran a los Estados Unidos. El mejor muro que pueden levantar nuestros gobernantes para evitar que muchos de nuestros compatriotas emigren, es generar empleos bien remunerados. De nada sirve que el país sea la séptima potencia exportadora si sólo beneficia a unos cuantos oligarcas.

Bajo el Porfiriato, a pesar de que la producción minera y petrolera tuvo un auge importante desde 1901 (en ese año la Mexican Petroleum, con pozos en Tamaulipas y en Veracruz, alcanzó una producción de 10 mil barriles que comenzaron a exportarse a Estados Unidos, Inglaterra y Holanda. En tanto, los metales industriales no ferrosos, como el cobre, el plomo, el antimonio, el mercurio y el zinc, representaron, entre 1900 y 1901, el 90 por ciento de toda la producción minera; los combustibles, como el carbón y el petróleo, cerca de 9 por ciento; y el hierro y el grafito, alrededor del 1 por ciento) las condiciones de vida y de trabajo de los obreros eran deplorables: salarios de hambre, jornadas de 12 horas y discriminación en favor de privilegios a trabajadores extranjeros.

En este aspecto el parangón es indiscutible entre el México de hoy y el México del Porfiriato, y nos remite por fuerza a Grupo México y a la tragedia ocurrida hace unos días en la mina Pasta de Conchos localizada en San Juan Sabinas, Coahuila: si bien bajo el Porfiriato “los científicos”, primos hermanos de nuestros modernos “tecnócratas”, crearon la infraestructura productiva y de comunicaciones que benefició sobre todo a las grandes compañías extranjeras que explotaban el petróleo, los recursos minerales del país y la mano de obra de muchos mexicanos, hoy en día la situación es todavía más grave: “los tecnócratas” se han aliado directamente, ya sea como directivos, consejeros o accionistas, con los grandes oligarcas industriales y financieros del país.

En 2001, por ejemplo, Luis Téllez Kuenzler (economista egresado del ITAM y doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachussets, Secretario de Energía durante el zedillato) era designado consejero del poderoso consorcio Fomento Empresarial Mexicano, S. A. (FEMSA), cuyo presidente vitalicio es el aristocrático empresario regiomontano Eugenio Garza Lagüera.

Hoy en día, Luis Téllez Kuenzler aparece vinculado a Grupo México, dueño de la mina de Pasta de Conchos, y aparece como accionista del Grupo comandado por Germán Larrea Mota Velasco, que además de presidente del Consejo de Administración y Director General de Grupo México funge al mismo tiempo como integrante del Consejo de Administración de Televisa, presidido a su vez por Emilio Azcárraga Jean.

Pero no solamente Luis Téllez está aliado al poderoso empresario Germán Larrea Mota Velasco, sino que también aparecen otros ex funcionarios salinistas y zedillistas: Carlos Ruiz Sacristán (Secretario de Comunicaciones y Transportes durante el zedillato), Juan Rebolledo Gout (Subsecretario de Relaciones Exteriores durante el salinato) y Armando Ortega Gómez (Subsecretario de Comercio Internacional de la Secretaría de Economía, dependencia encargada precisamente de regular a los consorcios mineros). ¿Casualidad que ex secretarios y ex subsecretarios de Estado que ocuparon carteras vinculadas al sector minero aparezcan ahora como accionistas, consejeros o directivos en el consorcio minero comandado por Mota Velasco? Esto sin olvidar que Luis Téllez fue el autor intelectual de la reforma salinista al artículo 27 constitucional, artículo que paradójicamente establece entre otras cosas lo siguiente: “La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado el país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población rural y urbana...”.

En los hechos letra muerta, pues las riquezas del suelo y del subsuelo en vez de regularse en aras del beneficio social y a fin de mejorar las condiciones de vida de la población rural y urbana se regulan pero en beneficio de unos cuantos oligarcas vinculados al poder. Como en los viejos tiempos del Porfiriato, la explotación de los mineros por parte de Grupo México es atroz: condiciones infrahumanas de trabajo, ausencia de medidas de seguridad, ausencia de prestaciones laborales, pago a destajo en jornadas en que el domingo es un día más y las horas extras como único recurso para ganar un poquito más. El resultado de esta expoliación para el Grupo minero: ¡ganancias por poco más de 30 mil millones de pesos al año!

Bajo el Porfiriato, la atroz explotación de los mineros por parte de compañías norteamericanas desencadenó en la famosa Huelga de Cananea. En junio de 1906 los mineros de la Cananea Consolidated Koper Company integraron la Unión Liberal Humanidad para exigir a los patrones estadounidenses salario mínimo, reducción de la jornada labora y eliminación de los privilegios concedidos a los obreros extranjeros. Ante la negativa de los patrones, estalló la huelga y cuando los trabajadores intentaron dialogar con los dueños, fueron recibidos a balazos. Los líderes del movimiento minero (Esteban Baca Calderón, Manuel M. Diéguez y José María Ibarra, entre otros) estaban vinculados con los magonistas revolucionarios.

En el México de hoy, el movimiento zapatista, encabezado por el sub comandante Marcos, pretende convertirse en el portavoz de los reclamos, inquietudes y demandas de obreros y de campesinos que escasos o ningún beneficio obtienen del neoliberalismo y de la globalización.

Bajo el Porfiriato, la prensa crítica y de oposición fue severamente perseguida y reprimida por simplemente denunciar los excesos del régimen porfirista y por simplemente proclamar que era necesario y urgente mejorar la calidad de vida de obreros y de campesinos y de realizar reformas sociales que redundaran en beneficio de los mismos.

Hoy en día, sucede algo similar. El caso más notable, el ocurrido hace algunos días: la periodista Lydia Cacho escarmentada por el poder económico (personificado en el empresario textilero Kamel Nacif Borge) aliado y vinculado al poder político poblano (en este caso personificado en el gobernador Mario Marín) por haberse atrevido a denunciar los vínculos del empresario textilero con una red de pederastas que probablemente opera a nivel internacional.
Pero las cosas con Kamel Nacif no empiezan ni terminan ahí. En las maquiladoras de pantalón de mezclilla de Nacif la explotación laboral es atroz: jornadas laborales de más de 12 horas diarias y con sobrecarga de trabajo, ausencia de prestaciones sociales como el IMSS, descuentos por retardos o faltas injustificadas, prohibición para conformar sindicatos y despidos injustificados sin indemnización alguna. Pero Nacif es solamente uno de tantos empresarios que hace descansar sus ganancias en una intensa explotación laboral. En el Valle de Tehuacán, Puebla, no es el único que recurre a la explotación de sus trabajadores.

Lo mismo que en Puebla, Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Tlaxcala, Yucatán o Campeche, el empresariado maquilador recurre a dicha práctica a fin de que las firmas para las que maquilan (Sun Apparel, Gues, Gap, Levi Strauss, Wrangler, Polo Ralph Lauren, Tommy Hilfiger y Sara Lee, entre otras ) puedan competir en los encarnizados mercados globales.

Aquellos que se atreven a denunciar la explotación laboral en las maquiladoras, se arriesgan a ir a la cárcel. Al respecto, destaca el caso del presidente de la Comisión de Derechos Humanos y Laborales del Valle de Tehuacán, Martín Barrios Hernández, que fue detenido y encarcelado en la capital poblana acusado de chantaje por el maquilador Lucio Gil Zárate, cuyas empresas son subcontratadas por Kamel Nacif. La verdad es que Barrios Hernández ha denunciado en tribunales laborales a los empresarios maquiladores que violan las garantías constitucionales de sus empleados.

Durante el Porfiriato sucedía algo similar: jornadas de 12 horas, con sólo 45 minuto para comer, sin derecho a visitas de familiares y con el cobro de herramientas rotas durante el trabajo fueron las causas de la huelga de 6 mil obreros de fábricas textiles en Puebla. En pocos días, la huelga se extendió a Tlaxcala y Veracruz. Intransigentes, los empresarios anunciaron el cierre de fábricas en 5 estados del país: significaba el desempleo de más de 30 mil personas.

No obstante, y quizás hoy como durante el Porfiriato, el movimiento obrero no busca cambios radicales en la economía, la sociedad o la política, sino sólo el respeto a los derechos humanos y laborales por la vía legal; pero si la ley de aplica a favor del empresariado y éste no está dispuesto a compartir con los trabajadores de manera justa sus beneficios se puede acumular mucha tensión social que puede estallar de manera violenta, tal como sucedió en 1910. Toda proporción guardada.

 


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