LA TIERRA Y LA CUESTIÓN SOCIAL

Joaquín Costa Martínez

  Concurrencia de jornal y huerta en Zaragoza

La jornada legal de ocho horas.-La jornada de ocho horas causó por fin estado en la industria agrícola de la capital de Aragón y en algunas otras poblaciones del Ebro, por una como transacción entre los braceros del campo, que la pretendían menor, y los hacendados y el Poder público que aspiraban á imponerla de sol á sol, conforme al uso común en la mayor parte de la Península. La historia de esta contienda es sobremanera instructiva, y se halla todavía por escribir.

Según resulta de una constitución del rey D. Fernando de Antequera, promulgada en 1415, hace cerca de quinientos años, los braceros del campo no salían á la labor hasta la hora de tercia y se volvían á la ciudad al toque de vísperas, lo cual representaba unas siete horas de ocupación al día, computándose en ellas la ida á la heredad: el rey dispone que en lo sucesivo salgan dos horas antes, al toque de prima de la Seo, y no cesen en la labor hasta la puesta del sol, bajo pena de perder la soldada del día.-Nadie hizo caso de la orden, y las cosas siguieron como antes. Sesenta años más tarde, en 1475, el Gobierno de la ciudad trató de ponerla en vigor, decretando en un estatuto que lleva la fecha de 21 de Noviembre, que la jornada durase de sol á sol, bajo multa de diez sueldos al propietario y pena al bracero de perder el importe de su jornal.- Otra vez los trabajadores triunfaron en su resistencia; y así como un siglo después nos encontrarnos á la burguesía de la ciudad reduciendo sus pretensiones á que la jornada fuese de ocho horas: una ordenanza ó estatuto municipal dado á 21 de Marzo de 1577, con objeto de reprimir "los abusos y excesos que los jornaleros que van á trabajar en las huertas de la ciudad hacen en daño y perjuicio de los amos de las tales heredades, porque no trabajan en ellas las horas y tiempo que conforme á los estatutos y costumbre antigua son tenidos y obligados", ordena que los tales jornaleros y peones hayan de trabajar en servicio del amo ocho horas continuas, contando en ellas la ida, mas no la vuelta, bajo pena de 60 sueldos y treinta días de arresto.-Pocos años después, en 10 de Marzo de 1582, dictóse nueva ordenanza á estos dos objetos: 1.º, declarar que, de las ocho horas, no podían los jornaleros distraer -mas que una en descansos ó bebidas, y 2.º, "enfrenar la insolencia y codicia insaciable" de los braceros, poniendo tasa al precio de sus jornales, porque dice que los exigían tan crecidos, que á muchos agricultores érales forzoso renunciar á la labranza, dejando yermas sus heredades.

Algo de cierto debía haber en esto, aunque acaso no tanto como ponderaban los dueños de huertas. Una de las preocupaciones constantes del Concejo de Zaragoza era la competencia que al aceite de la ciudad hacían los aceites forasteros, más baratos siempre que aquél; y de ahí la prohibición de importarlo de ninguna otra población mientras no hubiese alcanzado dentro un cierto precio, decretada en 1518, en 1560, en 1586 y en otras varias fechas. La causa de esto dice el estatuto que estaba en lo excesivamente costoso de la mano de obra, labores y recolección. Puede dudarse, sin embargo, que fuera ésta la principal, cuando vemos á los propietarios, á últimos del siglo XVI y principio del XVII, cortar y arrancar los olivos de sus huertas en gran escala, no obstante la exagerada protección de la aduana municipal. De esto he de ocuparme en otra ocasión. Lo que si parece filera de toda duda es que la jornada de ocho horas, con descuento de una para descansos intermedios y del tiempo invertido en llegar á la labor, iba lentamente abriéndose camino en la opinión, gracias á no haber desmayado nunca la clase jornalera en su resistencia, cuatro veces secular. Todavía á fines del siglo pasado, D. Ignacio de Asso, en su Historia de la Economía política en Aragón, hallaba intolerable y odiosa la práctica de las ocho horas, hija (decía) "de la flojedad y haraganería de los jornaleros", y tronaba contra ella, aunque sin esperanza de remedio, contentándose con que "á lo menos se asegurasen las horas íntegras que prescribe la ordenanza de 1577, so pena de trabajar quince días con grillete de sol á sol en las obras públicas". La irritación que espumea y se desborda en estas palabras no era enteramente científica y desinteresada, porque el autor poseía tierras en Zaragoza y las administraba personalmente.

En la actualidad ya nadie se queja: se ha llegado á una situación de equilibrio cuyos factores conviene discernir y poner en su punto, por lo que puede adelantar el problema sumando las conclusiones positivas de la experiencia con las afirmaciones doctrinales de Fichte, Marx y sus continuadores y discípulos.

La jornada es actualmente de ocho horas justas, así en invierno como en verano, contadas desde el momento de la salida de la ciudad hasta que se hace punto en el trabajo. De las ocho, se distrae una para un descanso de tres cuartos de hora (almuerzo), y otro de quince minutos (el "ratico"), lo mismo que en 1582. Quedan, por tanto, liquidas para trabajar menos de siete horas: seis y media si el campo cae á media legua de distancia; seis si está á una legua, etc. En primavera y verano, la hora de salida es las cuatro de la mañana; en punto de las doce sueltan la azada y se vuelven á casa: han ganado su jornal, que normalmente es de 9 reales; 10 á 14 en el mes de Julio, en que coinciden diversas labores urgentes y hay gran demanda de brazos. La tarde, después de comer con la familia, la dedican á una de las tres siguientes cosas: 1.ª, descanso y solaz en la taberna ó en la cantina, que han alcanzado las proporciones de una institución, formando parte integrante del sistema orgánico (consuetudinario) del trabajo en la ciudad; 2.ª, jornal "de tardada", que es decir un segundo jornal de tres á siete de la tarde (con media hora para descanso), que les vale de cinco á seis reales; 3.ª, los más, cultivo propio y por su cuenta de una, dos ó tres cahizadas de tierra ("corro"), ordinariamente arrendada, en que producen hortalizas, judías y patatas para su consumo, maíz, trigo ó alfalfa para pago del arriendo, nabos y pastura para uno ó dos cerdos, y de que sacan con que ir acaudalando la libreta del Monte de Piedad, dotar las hijas, comprar bestia, etc., además de servirles para colocar útilmente el trabajo de los viejos, que no pueden ya ganar jornal remunerador, y al propio tiempo como caja de resistencia para rechazar con éxito las imposiciones de los patronos, impidiendo que el precio de los jornales descienda por bajo de un cierto tipo. En las poblaciones de Ebro arriba siguen, lo que parece, un orden inverso: los jornaleros, de cuatro á ocho de la mañana (las horas de más vigor), trabajan el campo propio, y á las ocho empiezan el jornal para el "amo".

En la investigación que llevé á cabo y no he podido todavía ordenar, preocupóme la cuestión de la competencia, porque Zaragoza exporta maíz, y en las poblaciones limítrofes la jornada sigue siendo de sol á sol y cuesta uno ó dos reales menos. Parece que se ha operado una adaptación, por virtud de la cual la menor duración se compensa con una mayor intensidad. En sustancia, se trata de que el jornalero zaragozano trabaja en las ocho horas tanto como el de fuera en diez ó en doce, porque come mejor y descansa más. Por esto, el bracero forastero que toma vecindad en Zaragoza no puede seguir los de la ciudad, no puede cavar con ellos en brigada, hasta que poco á poco va adquiriendo aptitudes para el nuevo régimen. Es opinión que aun el mismo jornalero zaragozano no despacharía más faena en diez ú once horas que la que hace en ocho, porque consumiría la diferencia en charlar y fumar, en paradas más frecuentes, en trabajar más despacio ó ahondar menos en la labor, siendo imposible resistir el trabajo con su actual intensidad más de siete horas. El jornal suplementario de la tarde sólo pueden soportarlo los más jóvenes y robustos, y aun éstos durante una temporada muy corta del verano, menos de un mes, y empleándose en labores más ligeras, menos sofocantes y agotadoras que las de la mañana (cava de maíz ó de viña, etc.), tales como sembrar judías ó maíz de rastrojo, cavar pimientos, guadañar y recoger alfalfa á destajo, etc.

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