Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE SEGUNDA. - De la circulación de la riqueza.

CAPÍTULO X. - De los bancos agrícolas.

La riqueza mueble disfrutó por largo tiempo de una manera casi exclusiva de los beneficios del crédito, sin que la inmueble lograse apénas participar de su buena suerte. Y sin embargo la industria agrícola necesita, no ménos que la fabril y comercial, capitales para emprender costosas mejoras que aumentan la fertilidad espontánea de la tierra, y para anticipar los gastos ordinarios del cultivo, sin cuya condicion en vano se piden al cielo abundantes cosechas.

Cuando el labrador se halla escaso de fondos, acude á un capitalista que le impone la ley exigiéndole un interés crecido y obligándole á hipotecar su propiedad. Sucede con frecuencia que una mala cosecha, las inundaciones, las epizoótias ú otras calamidades públicas ó desgracias privadas no permiten al labrador extinguir la deuda dentro del plazo convenido, y entónces aumenta la carga que pesa sobre la tierra en vez de disminuirla, y vá creciendo de dia en dia y consumiendo la renta, hasta que llega uno en que se procede contra él por tramites de justicia, y se le despoja de la casa y patrimonio de su familia, y el acreedor se cobra bien ó mal, cuando no sobreviene otro acreedor privilegiado que excluye su derecho.

Así se explica por qué apénas respira la tierra oprimida con tantos gravámenes, y por qué el desvalido labrador fué en todos tiempos y lugares víctima de la usura. La poca seguridad de la hipoteca, la tardanza del cobro, las dilaciones, riesgos, gastos y dificultades de los pleitos, todo influía en la cuota elevada del interés; y juntábase á estas razones la oferta escasa de capitales, repugnando muchas personas de conciencia timorata contribuir por su parte á irritar la lepra de los campos.

No hay remedio: ó el crédito acude en auxilio de la agricultura para que el labrador obtenga capitales á

un precio moderado, ó la propiedad territorial naufraga en una próxima bancarota. Viéronlo así los economistas y algunos gobiernos de Europa, y procuraron redimir á la agricultura de su cautiverio por la virtud y eficacia del crédito territorial.

Partiendo del principio que la tierra es la mejor y más segura caucion que puede ofrecer un deudor, imaginaron facilitar los préstamos hipotecarios mediante la institucion de bancos agrícolas, hipotecarios ó territoriales.

Los bancos ordinarios no pueden prestar ningun servicio á la agricultura, porque las mejoras que se hacen en una finca se incorporan á ella y forman parte del capital fijo, y de consiguiente son de tardío reembolso. Esta tardanza no conviene á los bancos de circulacion y descuento que si han de favorecer el desarrollo del crédito, deben combinar la entrada y salida de los valores de tal modo, que siempre haya una reserva cumplida para convertir sus billetes en moneda.

Hemos dicho en otro lugar que crédito es confianza: de donde se infiere que no basta la tierra por si sola para fundar el crédito territorial. Si no consta el estado de la finca; si se ignora la situacion del propietario, ó no goza de buena fama por su inteligencia, laboriosidad y economía, la tierra no será una hipoteca verdadera y positiva. Puede haber servidumbres, censos, cargas y obligaciones que disminuyan el valor de los bienes raices y consuman su renta, y lo que todavía es peor, puede haber hipotecas anteriores que no consten en los registros, tácitas ó expresas, privilegiadas ó no privilegiadas, todo lo cual aumenta los riesgos del dar prestado. Por eso hay propietarios que hallan con suma facilidad cuanto dinero necesitan á 4 ó 5 por 100, miéntras otros no lo obtienen de ningun modo, ó si lo obtienen es allanándose á pagar muy crecidos intereses.

Así, pues, para organizar el crédito territorial, es preciso empezar reformando la legislacion hipotecaria vigente en la mayor parte de los pueblos de Europa. Débese, lo primero, suprimir toda hipoteca tácita ó legal, y no reconocer otra prueba de los derechos que se pretende tener en la propiedad ajena que la inscripcion en el registro público; y lo segundo simplificar los trámites del juicio ejecutivo, de modo que quien presta esté seguro de ser prontamente pagado ó resarcido á costa de los bienes del deudor.

Hecha la reforma, quedan todavía obstáculos principalmente en donde quiera que la propiedad se halla muy dividida y el dominio desmembrado; pero sea fácil ó difícil la empresa, es posible constituir el crédito territorial, porque hay base sobre la cual descanse.

Existen en Prusia, Polonia, Wurtemberg y otros estados de Alemania desde fines del siglo pasado ciertas sociedades territoriales que más tarde cundieron por Bélgica, Dinamarca y Suiza. Cada sociedad constituye una persona moral y emite obligaciones hipotecarias que circulan como si fuesen títulos de la deuda pública ó billetes de banco.

Cuando un propietario necesita tomar dinero á préstamo, acude al banco agrícola, hipoteca sus bienes hasta la concurrencia de la mitad ó los tres quintos de su valor, se obliga pagar por lo comun 4 por 100 de interés y 1 más de amortizacion, y en cambio recibe un papel hipotecario que negocia en la plaza, y así levanta el empréstito á la medida de su posibilidad y su deseo.

Los propietarios quedan obligados para con el banco, y éste es el único deudor y responsable para con el portador. El instituto del banco agrícola es avalorar las propiedades hipotecadas, determinar el grado de crédito que puede otorgar cada propietario, y entregarle la cantidad que representa en billetes de su emision. Es un medianero entre el propietario y el capitalista que facilita en extremo el contrato de hipoteca. Con una mano recibe todos los años de los propietarios los intereses vencidos, y con otra los distribuye á los portadores de su papel que se cotiza en la bolsa.

La extincion de la deuda hipotecaria era al principio de la institucion del crédito territorial obligatoria y de una sola vez dentro de cierto plazo. Despues se hubo de mitigar tanto rigor admitiendo la extincion parcial y sucesiva y por último se dió la preferencia al sistema de lenta amortizacion.

Los bancos agrícolas proporcionaron allí donde fué bien comprendida y planteada la institucion, seguridad á los acreedores, facilidad á la circulacion, empleo á los capitales, mejoras á la agricultura, igualando el crédito de la tierra con el crédito público ó privado más sólidamente establecido. Gracias á ellos la propiedad sacudió, allí donde existen, el yugo de la usura, rescató su libertad, triunfó de su miseria, y en fin, se cumplió una revolucion pacífica sin daño de nadie y sin asomos de peligro. Respiró la agricultura, porque se le otorgaron plazos bastante largos para coger el fruto de un capital que tarde se recobra, y creciendo las rentas particulares, crecieron asimismo el bienestar de los pueblos y la fortuna de la nacion.

En Francia no sacó gran partido la agricultura de la institucion del crédito territorial, pues ni descargó sensiblemente la deuda hipotecaria, ni suministró capitales de consideracion para acometer y llevar al cabo ciertas mejoras costosas, tales como riegos, desecacion de terrenos, compra de máquinas y otras semejantes. Empresas y negocios de todo punto ajenos á la industria agrícola, pero que convidan con mayores dividendos á los accionistas, fueron y son todavía el objeto predilecto de sus operaciones.

No hay por qué extrañarlo, considerando que estas instituciones de crédito sólo aprovechan á la agricultura cuando se localizan, pues sólo de cerca es posible apreciar el valor de la hipoteca y la solvencia del propietario. Un banco central está demasiado léjos del labrador para hacerle préstamos con seguridad; y por su parte el labrador, fiando poco de una institucion que no vé, y dejándose llevar de la costumbre ó la rutina, continúa dirigiéndose en caso de apuro á su vecino el capitalista particular.

Si el nuevo Banco territorial de España sigue el ejemplo del Crédit foncier, no responderá á su título, ni á los deseos del gobierno, ni á las esperanzas de la agricultura. La reforma hipotecaria nos dá derecho á mejores frutos; mas para lograrlos es preciso que el Banco se persuada de que sus negocios no están en la córte, ni siquiera en las ciudades, sino en los campos.

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