Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE PRIMERA. - De la producción de la riqueza.

CAPÍTULO XXIX. - De la balanza de comercio.

Consecuencia rigorosa del sistema mercantil es la teoría de la balanza de comercio que vamos a exponer en breves palabras, más bien con el objeto de darla a conocer al lector en razón de su importancia pasada, que considerando su aplicación a lo presente, y mucho menos la necesidad de refutarla después de lo dicho en punto al comercio exterior.

Partiendo del falso principio que toda riqueza se funda en la posesión de metales preciosos, era lógico asentar corno una verdad fundamental que las importaciones representaban la pérdida, y las exportaciones la ganancia de los pueblos. Cuando la suma de aquellas y éstas guardaba perfecto equilibrio, la balanza del comercio estaba en su fiel, y no había pérdida ni ganancia, porque el debe y el haber de cada nación se compensaban. Pero si alguna de las dos entre quienes suponemos establecido el tráfico importaba más que exportaba en un periodo determinado, en un año por ejemplo, perdía una parte de su riqueza, pues comparando los valores importados y exportados, resultaba contra ella un saldo que debía pagar en oro ó plata; y si exportaba más que importaba, toda la diferencia era riqueza. Así decían los sectarios de la escuela mercantil que en el primer caso la balanza de comercio era adversa, y en el segundo favorable: doctrina errónea enlazada con la distinción del comercio activo y pasivo (V. Part. I, cap. XXVII.).

Sin embargo, subyugó el ánimo de los gobiernos, y determinando la política mercantil de todos los estados de Europa, abriéronse registros en las aduanas, creáronse oficinas de balanza, recogiéronse y guardáronse escrupulosamente los datos y noticias relativas al movimiento de los puertos, entrada y salida de géneros y frutos, valores que representaban y otros mil pormenores útiles sin duda en cuanto contribuyen a formar la estadística del comercio y de las rentas públicas, pero que nada dicen al que pretende averiguar por este camino el movimiento de la riqueza nacional.

Queda dicho y repetimos que el oro y plata son riqueza verdadera, mas no la riqueza única, ni aun la riqueza por excelencia. La abundancia misma de los metales preciosos es nociva, porque el valor de la moneda se determina, como el de todas las cosos, por la proporción entre la demanda la oferta, y huye de los mercados donde menos vale hacia los mercados donde más se estima. Así se restablece el equilibrio de los precios de las primeras materias, de la obra de mano y de todos los elementos de la producción sin temor de que la nación en apariencia más rica sea en realidad la más pobre, porque no puede dar salida a sus productos más caros en competencia con otros más baratos.

El comercio es una serie infinita de permutas en que se dan valores por valores equivalentes, llámense vinos, algodones, granos, oro ó plata. El nombre de los artículos dados ó recibidos no altera la esencia del cambio, ni aumenta ó disminuye la utilidad reciproca de los contratos.

La nación poseedora de minas debe considerar los metales preciosos como el fruto de su industria particular, y no aspirar al monopolio del oro y de la plata de todo el mundo, porque no es posible ni conveniente. No es posible, pues el dinero se rezuma por los poros de la nación ahíta de moneda, sin que basten las leyes ni las penas a cegar los conductos subterráneos que abre el interés individual: no conveniente, pues el exceso de numerario en circulación entorpece el comercio, porque bajando su valor, por ejemplo, a la mitad, se necesitan dos piezas para hacer el oficio de una sola. La moneda es como los fluidos que siempre tienden al nivel.

Si el menor cambio entre particulares supone equivalencia de valores, y si por otra parte la moneda propende al equilibrio, siguese que la libertad de las transacciones mercantiles mantiene derecha la balanza del comercio, y que cualquiera otra balanza es puro y vano artificio de los hombres. La suma anual de las importaciones se compensa necesariamente con la suma anual de las exportaciones; y por eso decía nuestro Dormer a los prohibicionistas de Aragón: « Según vosotros todos los años se sacan del reino 300,000 libras más que entran; y no habiendo millón y medio de plata, en dos años no debería quedar rastro de ella. Sin embargo, no está agotada después de ocho de salida, con ser tan poca la cantidad que se ha labrado ».

Además de ser viciosa la teoría de la balanza de comercio, peca contra la verdad de los hechos. No figuran en los estados oficiales ciertas prestaciones unilaterales que no exigen reembolso, unas que proceden de actos privados, v. gr., sumas consumidas por los naturales en tierra extranjera, valores remitidos por medio de letras de cambio, fortunas adquiridas a titulo de sucesión, riquezas sacadas en tiempos de emigración, pérdidas ocasionadas por averías y naufragios, y sobre todo, las importaciones y exportaciones furtivas que anota en su cuenta el contrabando; y otras que resultan de actos públicos ó de gobierno, a saber, gastos de guerra, subsidios a una potencia aliada, intereses de la deuda exterior, sueldos de embajadores y ministros acreditados cerca de los gobiernos amigos, agentes consulares, etc.

Son estas omisiones y faltas demasiado graves y numerosas para admitir la fidelidad de los datos y reconocer la exactitud de los cálculos que se fundan en el sistema de la balanza de comercio; pero basta ya de una teoría reprobada por los economistas, desmentida por la historia y abandonada de la opinión menos competente.

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