EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

Silvio Gesell

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3. El supuesto “Valor”

La moneda de oro alemana tiene su pleno valor: es decir, su valor de oro está plena y totalmente garantizado por el valor de su material. Plata fina vale solamente la mitad del tálero acuñado y lo mismo sucede con la moneda alemana de plata; su valor como substancia es inferior a su valor como dinero.” (Carlos Helfferich: "La cuestión monetaria", p. 11).

Los Estados de economía sana siempre prestaron su mayor atención a un dinero cuyo valor intrínseco y cuya estabilidad de valor estuviera a cubierto de toda sospecha.” (Ibidem, p. 46).
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El oro y la plata gozaron de una estimación general; se los acumuló, en consecuencia, para asegurarse poder adquisitivo; sirvieron, pues, como sostenedores del valor. Bien pronto, las monedas ya no fueron sólo instrumentos de cambio, sino que se tomó más bien la costumbre de medir los valores de todos los productos por su valor en dinero. El dinero se convirtió en medida de los valores. Nosotros medimos todos los valores con el dinero. Todas las oscilaciones de valores las consideramos como variaciones con respecto al valor de la moneda. El valor del dinero parece ser el único metro que mide todo de igual manera.” (Otto Arendt: “Manual de la cuestión monetaria”).
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En las obras de controversia de los dos citados representantes de las teorías del patrón único y del bimetalismo, se concede igualmente al supuesto valor una importancia fundamental. No se discute la cuestión: ¿Qué es el valor? Tampoco se aborda la cuestión crítica del valor, planteada por Gottl: ¿Traduce la palabra valor un objeto determinado, una fuerza, una materia? Para ambos contendientes la existencia de una realidad que se denomina valor está por encima de toda duda. En este asunto de importancia trascendental, ellos no divergen en absoluto de opinión. Ambos emplean la palabra "valor" y sus diversas derivaciones de una manera completamente ingenua, como si jamás hubieran oído algo de la “cuestión del valor”, la “investigación del valor” y la “teoría del valor”. Consideran que las expresiones “materia de valor, valor de la materia, valor intrínseco, estabilidad del valor, sostén del valor, guarda valor, medida del valor, petrificación del valor, depósito del valor” tienen un mismo significado (1). Los dos suponen tácitamente que también la gran masa de lectores se compenetrará tan exactamente del sentido de esas palabras como requiere la comprensión de sus obras, ante el aparente papel primordial que creen desempeñar.

Ahora bien; ¿qué dice la ciencia de la expresión “valor”?

Para ilustrarse sobre este punto, léase la obra de Gottl: “La idea del valor, un dogma encubierto de la economía política (2). Si bien es cierto que el profesor, por cortesía hacia sus colegas, no lo dice abiertamente, su exposición expresa con claridad que el llamado valor es un fantasma, un producto de la imaginación, que carece de toda realidad.

Por otra parte, Marx, que en sus estudios de economía política partía de la teoría del valor, decía: "El valor es un fantasma". No obstante lo cual procuró rebatir al fantasma en tres libros voluminosos. "Si abstraemos -decía Marx- de las substancias elaboradas, las cualidades corporales (3), queda tan sólo una propiedad, el valor".

Quien acepta estas palabras escritas al principio de la obra "El Capital" sin descubrir en ellas algo sospechoso, puede seguir leyendo tranquilamente. Ya no se pervertirá. Pero quien se plentee el interrogante: ¿qué es una cualidad separada de su materia?, quien intente concebir esta frase fundamental de la obra citada desde el punto de vista del materialismo, o perderá la razón, o la tachará de tontera, y su punto de partida de fantasía.

¿Cómo puede un cerebro compuesto de materia percibir, especificar, clasificar y transformar semejante abstracción absoluta? ¿Dónde estarían luego los puntos de apoyo, afinidades y transiciones requeridas para alcanzar el concepto? Concebir algo quiere decir basarse en alguna forma en lo material, significa hallar en nuestra mente objetos de comparación acumulados, en los cuales el nuevo concepto pueda apoyarse; pero una formación de concepto librada de toda materia y de toda fuerza, es tan inabarcable, como fuera inalcanzable la manzana para Tántalo.

La.abstracción que hace Marx no puede demostrarse en ningún crisol. Así como se desprende por completo de nuestro entendimiento, también se divorcia de todo lo material. Pero es de extrañar que esta completa abstracción tenga, sin embargo, otra propiedad más: su origen en el trabajo humano (4). Ciertamente es una "propiedad rara" que se presta a convertir un idioma en jerigonza. De acuerdo con esto también el dinero alemán tendría otras cualidades, según proceda su materia del tesoro de los hunos, de los miles de millones manchados de sangre, o bien de los puños honrados de los buscadores de oro. El origen de las mercancías forma parte de la historia, no de las propiedades de las mismas; si no fuera así, cabría dar por exacta la afirmación (muchas veces repetida) de que la escasez del oro constituye una de las cualidades del oro, y esto es, evidentemente, un absurdo.

Pero si tal fuera, si Marx confundió el origen y la historia de las mercancías con sus cualidades, no ha de extrañarnos que al seguir tratando su materia viese cosas tan raras y se asustase del fantasma.

Cito a Marx, pero los otros tratadistas no son nada mejores. Ninguno logró separar la "Materia del valor", asociar la "propiedad del valor" a una materia determinada y ponerla en evidencia; el valor flota siempre por encima de la materia, es impalpable, inaccesible como si fuese "el rey de la selva entre los sauces" de la poesía de Goethe.

Todos los investigadores coinciden, como se expresa Knies, en que la teoría del valor es de importancia capital para la ciencia de la economía política. Y si es así, tanto más ha de serlo en la vida real. ¿Cómo se explica, entonces, que esta "teoría del valor" sea completamente ignorada tanto en la economía política como en la economía privada? Porque si fuera, efectivamente, de tan vital importancia, en la primera página de todo libro Mayor, a continuación de las palabras "Con Dios", ¿no debería estamparse acaso la "teoría del valor" sobre la cual el empresario jura y la que ha de servirle de norma en la dirección de sus negocios? ¿Y no cabría suponer que toda empresa fracasada deba su quebranto a un mal fundamento o sea a una teoría del valor incompleta o quizás falsa?

Pero si la teoría del valor es realmente la base de la ciencia económica, ¿cómo se explica, entonces, la completa ausencia de ese valor en la esfera comercial? Además, en todos los campos de la actividad humana, la ciencia y la vida se complementan hoy recíprocamente: Sólo en el comercio se ignora la teoría fundamental de su ciencia. En las transacciones diarias sólo encontramos precios determinados por la demanda y la oferta, y el comerciante que habla del valor de una cosa entiende con ello el precio probable que podría obtener bajo ciertas circunstancias de tiempo y lugar. El valor es, pues, una estimación que por ajustamiento de la transacción se convierte en una cantidad exactamente medida de bienes de intercambio, o sea en el "precio". El precio puede calcularse con toda precisión, el valor sólo puede estimarse. Esto es toda la diferencia, y, por consiguiente, la definición del concepto "precio" debe ser aplicable tanto al precio como al valor. Una teoría del "valor" está demás.

Las expresiones empleadas sin mayor comentario por los dos escritores mencionados anteriormente, encierran aproximadamente este sentido: el oro tiene una "propiedad", denominada valor, la cual, como el peso del oro, se confunde con la materia del oro, propiedad que llamamos valor (valor de la materia). Esta "propiedad", al igual que el peso y las afinidades químicas del oro, es inseparable del oro (valor intrínseco), inmutable e indestructible (estabilidad del oro). Así como el oro no puede imaginarse sin peso, tampoco puede concebirse sin valor. Peso y valor son simplemente características de la materia. Un kilo de oro equivale a un kilo de valor: valor de la materia - materia del valor. La existencia del valor se comprueba en la balanza: Pleno valor. Ignoramos si todavía hay algunos otros procedimientos para comprobar el valor. Este permanece indiferente ante los reactivos químicos.

La brújula no se desvía bajo la influencia del valor, resiste también las temperaturas más altas. En general, nuestros conocimientos de la materia del valor aún son algo rudimentarios, pues de él sólo sabemos que existe, lo que es de lamentar, dada la importancia "fundamental" que tiene en la ciencia y en la vida. Nuevos horizontes sobre la naturaleza del valor ofrece la propiedad hallada por el señor Helfferich, de que en algunas materias valiosas, el valor no está siempre en relación con la materia. La materia del valor o valor de la materia. Helfferich descubrió que el valor de la moneda de plata es dos veces mayor al valor de la plata en sí, lo que significa que la moneda de plata contiene un valor de doble concentración que, por consiguiente, es ya un extracto de valor. Este descubrimiento importante nos abre perspectivas completamente nuevas en la naturaleza del valor, pues se ha logrado extraer el valor, condensarlo y, diremos así, separarlo de la materia, de manera que es de esperar que la ciencia del valor algún día conseguirá presentarlo químicamente puro, lo que, por otra parte, significaría contradecir la teoría, pues así llegaríamos, por rodeos, al sistema monetario "patrón papel" que conoce sólo precios, desconsiderando la teoría del valor.

El valor es, pues, sencillamente, una quimera (5). Así se explica lo que dice Zuckerkandl: "En la teoría del valor "casi" todo, comenzando por las definiciones, es discutible todavía". Y esto también explica la frase de v. Boehm-Bawerk: "A pesar de los numerosos esfuerzos, la teoría del valor ha sido y será una de las partes más oscuras, más enredadas y más discutidas de nuestra ciencia".

Los fantasmas abundan. Abandonados a su propia suerte son capaces de formar una entidad incontrovertible, cerrada, presentándose así ante nosotros como algo completamente conciliable con nuestra mentalidad. Ellos, como el milagro, están por encima de la naturaleza, viven, crecen y florecen alegremente en el cerebro del hombre. Empero en el propio espacio chocan las cosas con obstáculos. En el mundo de las realidades no hay lugar para fantasmas, forzosamente tienen que esfumarse, porque no hay cosa más real que la actividad económica; tanto la del individuo como la del Estado, ella es materia y fuerza. Lo que se aparta de ahí no puede ser más que una creación insana de la imaginación. Y esto es el "valor". Una ciencia construída sobre el fantasma del valor sólo puede producir otros tantos fantasmas y está condenada a la esterilidad. Mientras las ciencias en todas partes fecundizan la vida diaria, sirviéndole de guía, la economía política ha de limitarse hasta hoy a su experiencia propia. Ni siquiera ha sabido formarse un lenguaje, pues "empezando por las definiciones todo es aún discutible". Esta ciencia erigida sobre la base del valor carece hasta hoy de teoría del interés, teoría del salario, teoría de la renta, teoría de la crisis, ni teoría monetaria, aunque no saltan ensayos al respecto. Esta ciencia fundada sobre el fantasma del valor no es capaz hasta hoy de explicar científicamente los acontecimientos diarios más sencillos, ni prever fenómeno económico alguno, ni establecer con anticipación el efecto de ninguna medida legal (por ejemplo, supresión de los impuestos a los cereales, del impuesto territorial, etc.).

Ningún comerciante, especulador en la bolsa, empresario, banquero, editor de periódicos, diputado o político, puede esgrimir esta ciencia como arma ni utilizarla como escudo; ninguna empresa comercial, ni siquiera el Reichsbank actúa de acuerdo con consideraciones científicas. En los parlamentos esa ciencia que ha tomado por base el valor queda relegada al olvido; ni una sola teoría de esta ciencia puede vanagloriarse de haber sido elevada a la consideración legislativa. ¡Ni una sola! Esterilidad absoluta es la característica de esta ciencia.

Ahora bien; si esta esterilidad fuera el único mal en esta cuestión fácilmente podría conciliarse uno con ella. ¿No han perdido, acaso, miles de nuestros cerebros mejor dotados su precioso tiempo en disquisiciones teológicas? Si a éstos agregamos algunas docenas de hombres que sólo se ocupan de problemas del valor, ello será sin duda lamentable, mas no desesperante para un pueblo que cuenta con millones de habitantes. Pero la creencia en el valor nos cuesta más que la colaboración fecunda de estos hombres. No obstante ser una teoría completamente estéril, hay quienes están esperando todavía algo de ella, dejan de encaminar sus esfuerzos hacia campos más fecundos, y es así que esa teoría resulta dañosa por su sola existencia.

En Alemania hay muchos comerciantes prudentes, inteligentes, hombres de espíritu activo, que buscan ansiosos explicaciones sólidas en todas las ramas del saber, pero que en las cuestiones relacionadas con la economía política rehuyen toda clase de discusiones. Estos hombres, siempre los primeros en sentir los desaciertos de la legislación y en pagar sus consecuencias, (o a lo menos en adelantar los gastos para ello), y que por ello podrían considerarse como los verdaderos paragolpes entre la economía y la legislación, que siempre se ven en peligro de ser aplastados por alguna crisis, estos hombres tratan de eludir toda polémica sobre problemas científicos de su ramo. ¿Por qué? Simplemente porque, educados, por un lado, en ambiente de severa disciplina prusiana, no pueden librarse de la fe en la autoridad, opinando que la ciencia está bien cuidada en manos de nuestros catedráticos (6); por otra parte dotados de un criterio clarividente y práctico, no han logrado comprender la teoría del valor expuesta por sus profesores, ni siquiera concebir el objeto de esa teoría y se avergüenzan ahora de confesar públicamente su incapacidad intelectual. Y todos estos escépticos, entre los cuales no suele faltar el bolsista judío de criterio claro, se dejan despachar con frases huecas que traslucen un increíble absurdo. El temor al ridículo les impide confesar públicamente su ceguera en materia del valor, en no ver el objeto de la teoría, cual si ésta fuera "la camisa invisible del rey" del cuento de hadas.

Esto es el único fruto real de la teoría del valor. Incalculable es el daño que ha originado este engendro de la fantasía a la economía política y a su ciencia. Esta ciencia, asentada sobre la ilusión, condujo finalmente a que todo el pueblo dudara de su propio juicio, a que rehuyera el estudio de las leyes de la economía y no se creara con ellas una ciencia popular.

Una administración monetaria que se rige por cualquier teoría del valor está condenada a la esterilidad e inactividad. ¿Qué podría administrarse en el valor intrínseco del oro? La ilusión figurativa del valor impide, desde un principio, todo progreso en la cuestión monetaria. Y así no se requiere mayor explicación sobre la razón por la cual rige desde hace 4000 años el mismo sistema monetario. Teóricamente, por lo menos; porque en la práctica hemos adoptado el sistema monetario del "patrón papel". Ha ocurrido eso silenciosa y secretamente. Nadie debía enterarse, pues si llegaran a saberlo nuestros profesores, su grito de alarma podría causar un daño enorme. Papel-moneda, dinero sin "su valor intrínseco" es, según ellos, desde luego, imposible y lo imposible debe derrumbarse.

 

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(1) En el “Hamburger Fremdenblatt” de febrero de 1911, dice J. A. F. Engel: “Tenemos que admitir que el oro, por cierto, es de gran importancia como medida de valores, pero de una importancia inferior en su calidad de depósitos de valores."

(2) Jena, Fischer.

(3) “Productos de trabajo”, dice Marx, pero esta expresión se presta a confusiones. Lo que queda después de semejante abstracción, no es una cualidad, sino simplemente la historia del objeto, el conocimiento de que en aquel cuerpo había trabajado el hombre.

(4) Marx, Capital, tomo 1, p. 4. "Si se prescinde del valor de uso de las mercancías, sólo les queda una propiedad, la de ser productos de trabajo".

(5) En el comercio, "valor" significa una estimación del precio que se puede obtener por una mercancía. El precio presunto que puede ser obtenido según las condiciones del mercado es el valor de una mercancía. El inventario de los comerciantes, por ejemplo, se levanta de acuerdo al "valor" así entendido. El precio de venta lo dirá luego si la estimación ha sido acertada.

(6) El lector podrá juzgar si es así por lo siguiente: Bund der Landwirte (Unión de agricultores) 7-8-1915: En Ruhland predominaba desde el comienzo la idea de ofrecer una teoría científica que sirviera de base a una política económica, práctica capaz de crear una economía agraria, industrial y comercial próspera. El así que desde el principio rechazó la interpretación de Roscher sobre las tareas de la economía política, que dice: "La economía política se ocupa de lo que existe y de lo que ha existido, pero no de la que debería existir". Lo mismo dice Schmoller: "La tarea de la ciencia no consiste en influir inmediatamente sobre la decisión del día. Esto es obligación del estadista. Schmoller y Roscher habían reconocido precisamente que no tenemos aún una verdadera ciencia económica, sino más bien una economía estadual de clases y que la investigación sobre la anatomía de este Estado no incumbe a la escuela. Es de lamentar que no fueran consecuentes con sus conclusiones; deberían haber dicho que el estudio de la economía del Estado de clases no tiene absolutamente nada que hacer en nuestras universidades. ¡Eliminemos de la Universidad una materia que no ha de revelarnos su ciencia! Lo pernicioso que resulta la economía política para las universidades lo expresa el profesor Lujo Brentano: "En la ciencia económica, las verdaderas teorías se aceptan tan sólo cuando responden a los intereses de un partido político gobernante pero llegado al poder otro partido resulta que hasta las teorías más erróneas vuelven a reconocerse si es que aparentan servir a los intereses de los poderosos".