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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

3. Aires de California sobre la economía y la política

A mediados de 2001, en el curso de la moderación de la discusión sobre Moneda Social en el marco del Polo de Socioeconomía Solidaria, promovido por la Alianza para un Mundo Solidario, plural y responsable (http://money.socioeco.org), incluimos un texto de referencia denominado Más allá de la codicia y la escasez: el futuro del dinero, entrevista hecha al economista belga Bernard Lietaer por la periodista Sara Van Gelder, de la Revista Yes, periódico de futuros positivos, en 1998. Ese primer contacto generó un conocimiento más profundo de su obra y un proyecto de colaboración en curso, por lo cual nos pareció relevante incluir algunos conceptos de ese ejemplo de pensamiento inquieto y abierto a la búsqueda de alternativas radicales... a la altura de la crisis global. Nos interesa especialmente presentar sus ideas precisamente porque desconocía hasta entonces la experiencia de las redes de trueque en la Argentina.

Bernard Lietaer cuenta con veinticinco años de experiencia profesional en sistemas monetarios, desde una amplia variedad de perspectivas. Durante catorce de esos años, fue consultor profesional en administración trabajando con corporaciones multinacionales, bancos y gobiernos en cuatro continentes. Mientras estuvo en el Banco Central Belga, fue uno de los co-diseñadores de la ECU, el primer mecanismo de convergencia que ahora condujo a la moneda única europea. También se desempeñó como presidente del sistema electrónico de pagos belga. Fue profesor de Finanzas Internacionales en la Universidad de Lovaina, y gerente general y operador monetario de los Fondos de Cobertura Gaia. Es autor de nueve libros, publicados en cuatro idiomas. Los más recientes son The Mystery of Money (2000) y The Future of Money (2001). Actualmente es profesor visitante en el Centro para el desarrollo sustentable de la universidad de California en Berkeley.

Según propone en un artículo escrito para la Enciclopedia Internacional de Negocios de Bloomsbury, el dinero es un acuerdo dentro de una comunidad para utilizar algo como medio de pago. Actualmente se está gestando un importante cambio en la facultad de crear dinero, desde el sistema bancario hasta las monedas privadas. Esto podría crear nuevas posibilidades en una amplia variedad de ámbitos, incluso en la manera de hacer negocios y en facilitar los cambios sociales.

Cuando nos preguntamos acerca de qué es el dinero, constatamos que los libros de texto de economía definen al dinero por lo que hace, es decir, por sus funciones clásicas de estándar de valor, medio de cambio y reserva de valor. Pero, en realidad, ¿qué es el dinero?

La definición operativa de Lietaer es, entonces, que el dinero es un acuerdo dentro de una comunidad para utilizar algo como medio de pago. Desde una perspectiva comercial, el dinero también es el primer objetivo de una empresa. Si una empresa no logra tener una mayor entrada que salida de dinero, está condenada a desaparecer. Los libros de texto sostienen que las empresas compiten por mercados o recursos. De hecho, compiten por dinero utilizando mercados y recursos en el proceso. La prueba está en que –siempre que un mercado o recurso en particular resulta menos prometedor a nivel financiero– simplemente se trasladan a áreas con mayor potencial. Dado el esfuerzo que se emplea en tratar de capturar parte del flujo de dinero, resulta curioso que se dedique tan poco tiempo a pensar acerca de dónde proviene el dinero, o qué es el dinero.

En vista de la definición propuesta, existen hoy una serie de diferentes tipos de moneda de uso extendido. Podemos distinguir entre:

Monedas de curso legal: son las que sirven para el pago de todas las deudas, públicas o privadas; ello significa que si alguien tiene una deuda y ofrece pagar con esta moneda; si se rechaza la moneda la deuda puede declararse nula. Una deuda importante cubierta en este sentido son los pagos de impuestos. Por lo general, las monedas nacionales son la única moneda de curso legal de un país.

Monedas comerciales privadas: son aquellas comúnmente denominadas monedas de fidelidad, de las cuales las más conocidas son las “millas de viajero frecuente”. Compañías telefónicas, supermercados, cadenas de librerías y e-business ahora también están emitiendo monedas de fidelidad. Las monedas de trueque son otro tipo de monedas comerciales privadas.

Monedas complementarias: Monedas que se aceptan para pagos, pero que no apuntan a reemplazar sino sólo a complementar la moneda nacional convencional. Por lo tanto, están concebidas para funcionar en paralelo con las monedas convencionales.

Monedas con fines sociales: Monedas complementarias que apuntan a resolver una serie de problemas sociales, tales como monedas para el cuidado de ancianos, monedas para el desempleo o monedas para el medio ambiente.

El secreto de crear dinero moderno es poder persuadir a la gente a aceptar el TE DEBO (una promesa de pagar en el futuro) como medio de cambio. Quienquiera que obtenga esa condición puede obtener un flujo de ingresos del procedimiento, por ejemplo, los intereses sobre el préstamo que crea el dinero. Dichos ingresos son llamados “señoraje”, una palabra derivada del derecho del señor feudal (“seignior” en francés antiguo) para imponer el uso de su moneda a sus vasallos.

Cuatro aspectos clave caracterizan a nuestro dinero nacional convencional. Se puede sostener que, hoy, el dinero está por lo general geográficamente ligado a: (1) un Estado-nación; (2) es dinero “fiduciario”, es decir que es creado de la nada, mediante (3) deuda bancaria, contra el pago de (4) intereses.

Por ello tenemos problemas en imaginarnos cualquier moneda que no sea la emitida por un país dado, o en el caso del Euro, un grupo de países. No obstante, la gran mayoría de las monedas históricas fueron, de hecho, emisiones privadas efectuadas por el soberano o por alguna otra autoridad local. Compartir una moneda común crea una frontera informativa invisible, aunque muy efectiva, entre “nosotros” y “ellos”. Esta es la razón por la cual las monedas nacionales se perciben como un atributo distintivo de la independencia de una nación.

La sencilla pregunta “¿De dónde proviene el dinero?” nos conduce al mundo de la magia. El dinero de hoy es dinero “fiduciario”, es decir, es creado de la nada. De hecho, cada libra, dólar, euro o cualquier otra moneda nacional en circulación comenzó como un préstamo bancario, ya sea para el gobierno o una entidad privada. Así como el mago necesita agitar un pañuelo sobre el sombrero antes de que pueda aparecer el conejo, el dinero bancario tiene un velo adicional. En el proceso de crear dinero, la atención se dirigirá a los aburridos aspectos técnicos, como los mecanismos para fomentar la competencia entre los bancos por los depósitos, los encajes legales y el papel del banco central en la afinación de las válvulas del sistema. Aunque todos estos aspectos técnicos tienen un objetivo perfectamente válido (como lo tiene el pañuelo), simplemente regulan cuánto dinero fiduciario puede crear cada banco (la cantidad de conejos que puede extraerse de cada sombrero).

La última característica obvia de nuestro dinero son los intereses. Aquí nuevamente tendemos a olvidar que durante la mayor parte de la historia los intereses no fueron una característica del dinero. De hecho, las tres “religiones de la Biblia” (el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam) proscribieron enfáticamente la usura, definida como cualquier interés sobre el dinero. La aplicación de intereses sobre los préstamos que crean dinero tiene un efecto penetrante sobre la sociedad. Por ejemplo:

1. Los intereses fomentan en forma indirecta la competencia sistemática entre los participantes del sistema, porque sólo se crea el capital en un préstamo, y no los intereses. Cuando alguien devuelve intereses está utilizando, de hecho, el capital de otra persona.

2. Los intereses concentran la riqueza gravando a la mayoría en favor de una minoría. Vale la pena destacar que –cuando los intereses se tornaron legales – los países democráticos sintieron la necesidad de introducir una tributación progresiva para equilibrar ese proceso de concentración de la riqueza.

3. Los intereses alimentan constantemente la necesidad de un crecimiento económico interminable.

4. Por último, los intereses programan a los ejecutivos influyentes a pensar a corto plazo. La técnica de Actualización de los Flujos de Fondos muestra porqué los ingresos o costos futuros pueden actualizarse hasta lo inaplicable cuando se utiliza una moneda que devenga intereses.

En su extenso estudio titulado La Historia del dinero desde la antigüedad hasta la actualidad, Glyn Davies (1994) señala que durante los cinco mil años transcurridos sólo han habido dos innovaciones fundamentales en la tecnología del dinero. El primero fue el papel moneda, inventado en China durante el siglo IX, extendiéndose a Europa Occidental a fines del Renacimiento. Permitió la transferencia del poder de creación de dinero, de reyes y emperadores al sistema bancario. Ahora estamos en medio de la segunda innovación fundamental: el dinero electrónico. Ya hoy, más del 95% del dinero existente en el mundo reside en forma de bits y bites en computadoras de bancos y brokers. Todas las señales indican que este nuevo vuelco de la tecnología también puede implicar un cambio en el poder de crear dinero.

Mientras que las monedas convencionales de deuda bancaria mantendrán su condición privilegiada de moneda de curso legal en la mayoría de los países, otros tipos de monedas podrían convertirse en “moneda de uso corriente”. Las monedas comerciales privadas, por cierto, ya han quebrado el monopolio del dinero convencional como medio de pago. En un principio, las monedas de viajeros frecuentes de aerolíneas eran sólo una artimaña de comercialización emitidas por cada aerolínea en forma individual. Pero hoy, por ejemplo, 2/3 de todas las millas de British Airlines se utilizan para algo más que comprar pasajes aéreos. Sainsbury, la cadena de supermercados más grande del Reino Unido, ahora está aceptándolas como medio de pago en sus establecimientos. El trueque comercial –antes considerado una forma “primitiva” de cambio– ahora está creciendo un 15% por año, tres veces más rápido que las operaciones denominadas en monedas normales. Barter News estima que los negocios de compensación facilitados por brokers ahora ascienden a aproximadamente U$S 10.000 millones por año. Más significativo aún es el comercio compensatorio, el término técnico para el trueque corporativo internacional.

El Departamento de Comercio de los Estados Unidos, la Organización Mundial de Comercio (OMC), y The Economist estiman todos que el comercio compensatorio ha alcanzado un asombroso volumen de entre $800.000 millones y $1,2 billones por año. ¡Esto representa entre el 10% y el 15% de todo el comercio internacional! Fortune informa que dos de cada tres de las principales corporaciones mundiales ahora realizan dichas operaciones en forma rutinaria, y tienen departamentos especializados que se concentran en dichas transacciones.

Por otro lado, las monedas complementarias con fines sociales han experimentado, de manera similar, un crecimiento explosivo durante los últimos quince años. En 1984, había sólo uno de dichos sistemas. Para 1990, uno podía encontrar cerca de cien en todo el mundo. ¡Hoy hay más de 3000 distintos!

Hay una amplia variedad de fines sociales detrás de dichos sistemas monetarios complementarios locales. Varían desde el cuidado de ancianos hasta el desempleo local; de la restauración del espíritu de comunidad en un vecindario adinerado cerca de Washington D.C. a sacar a los jóvenes de las drogas y el delito en los barrios pobres de Chicago; funcionan en la ciudad de México y en pueblos pesqueros de Canadá; utilizan desde sistemas de baja tecnología en base al papel en Berkeley, California, hasta aplicaciones de tarjetas inteligentes de alta tecnología en Asia; se diseñaron para pequeños grupos de 50 personas en Australia, para una ciudad de 2,3 millones de personas en Brasil o para distritos de 10 millones en Japón.

Aunque la mayoría de estos sistemas fueron puestos en marcha por activistas locales con un bajo presupuesto, los gobiernos ahora también apoyan activamente algunos de estos sistemas:

- la oficina de planificación de la ciudad de Curitiba, la ciudad capital de Paraná al sur de Brasil, lanzó y administró durante 25 años una moneda local que ahora está proveyendo hasta un tercio de todos los ingresos de sus ciudadanos, y ha sido clave para su extraordinario desarrollo como la “ciudad más ecológica del mundo” según estándares de la ONU; - en Australia y Nueva Zelanda las autoridades locales están financiando la puesta en marcha de monedas locales en centros de alto desempleo; - en los EE.UU., el IRS ha declarado a uno de dichos sistemas (dólares a plazo) oficialmente libre de impuestos; y ahora treinta y un Estados pagan a sus propios empleados para poner en marcha dichos sistemas; - en Japón, el jefe del Departamento de Servicios del Ministerio de Comercio e Industria Internacional (MITI) ha iniciado cuarenta diferentes “proyectos eco-monetarios” experimentales, a fin de optar por los modelos que sean más apropiados para su aplicación general en el país; - en el Reino Unido, en el 2001, el gobierno de Blair financió una puesta en marcha de un Banco a Plazo en Londres por 500.000 libras esterlinas.

Si bien hay muchas diferencias entre ellos, lo que importa aquí es lo que tienen en común: - el 95% de estos sistemas son manejados por computadora; - ya han demostrado que pueden resolver problemas sociales de la vida real sin agobiar a los contribuyentes ni a los presupuestos gubernamentales; - la gran mayoría son operaciones de pequeña escala que se mantienen deliberadamente a escala local.

El único sistema bien establecido hoy (el WIR en Suiza) tiene en la actualidad a 80 mil miembros, incluyendo una cuarta parte de todas las pequeñas y medianas empresas del país, y goza de un volumen de negocios de US$ 2.000 millones. Quizá lo más intrigante acerca de este fenómeno es que ha demostrado que es errónea una hipótesis implícita en economía que data de la época de Adam Smith, de que el dinero debe tener un valor neutral.

De hecho, tanto el trabajo empírico en el terreno, como la investigación teórica, han demostrado que el uso de diferentes clases de moneda no afecta en forma significativa la conducta y las relaciones de la gente que la utiliza.

También resulta interesante que ninguno de los tres mil sistemas monetarios complementarios con fines sociales que han surgido espontáneamente durante los últimos quince años tiene incorporados los intereses, mientras que todas nuestras monedas nacionales convencionales invariablemente los tienen. Estas innovaciones monetarias brindan nuevas posibilidades para que las empresas utilicen sus existencias como capital de trabajo, o para que se encaren cuestiones sociales con menos dinero de los contribuyentes.

Deberíamos dejar la última palabra sobre el futuro del dinero a Georg Simmel (1990), un filósofo alemán y autor de un estudio aún no superado sobre la filosofía del dinero de 1900: “El debate sobre el futuro del dinero no es acerca de inflación o deflación, tipos de cambio fijos o flexibles, patrón oro o papel moneda; es acerca de la clase de sociedad en la que el dinero debe funcionar”.

Por último, para incorporar algunas de las ideas de Lietaer a los tipos de instrumentos utilizados en las redes de trueque, no quedan dudas de que el bono de La Bernalesa (el “arbolito” del PAR) constituye una moneda comercial privada, mientras los bonos de los clubes y redes de trueque solidarios, una moneda complementaria con fines sociales.

El problema del que tenemos que hacernos cargo quienes estuvimos cerca/ dentro del proceso fue no advertirlo a tiempo y haber podido separarlas de entrada en sus ámbitos de aplicación.  

 


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