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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

1. El origen de la moneda

Dichas preguntas merecen una respuesta también en el caso de la moneda que han comenzado a emitir los centros de trueque en la Argentina. Menger descarta que el origen de las monedas sea una convención o una ley, ya que “presupone el origen pragmático del dinero y de la selección de esos metales, y esa presuposición no es histórica”. Considera necesario tomar en cuenta el grado de “liquidez” de los bienes, es decir, la regularidad o facilidad con la que puede recurrirse a su venta. Y suelen elegirse aquellos productos que sean de fácil colocación, por un lado, y que mantengan el valor por el cual han sido comprados al momento de su venta, esto es, que no presenten diferencias entre un precio “comprador” y otro “vendedor”.

“El hombre que va al mercado con sus productos, en general intenta desprenderse de ellos pero de ningún modo a un precio cualquiera, sino a aquel que se corresponda con la situación económica general. Si hemos de indagar los diferentes grados de liquidez de los bienes de modo tal de demostrar el peso que tienen en la vida práctica, sólo podemos hacerlo estudiando la mayor o menor facilidad con la que resulta posible desprenderse de ellos a precios que se correspondan con la situación económica general, es decir, a precios económicos. La alta liquidez de un producto no es revelada por el hecho de que sea posible desprenderse de él a cualquier precio, incluso el que sea el resultado de una desgracia a accidente. En este sentido todos las productos son bien e igualmente comercializables. Depende de que resulte posible desprenderse de él con facilidad y seguridad, en cualquier momento y a un precio que se corresponda, o que por lo menos no sea incompatible, con la situación económica general, es decir, al precio económico o aproximadamente económico. Una mercancía es más o menos líquida si podemos, con mayor o menor perspectiva de éxito, desprendernos de ella a precios compatibles con la situación económica general, a precios económicos.” (Menger, 1985).

Aunque parezca alejado el tema por estar considerando una moneda metálica, lo cierto es que los principios que hacen a una buena moneda, aquella que ha sido seleccionada por la gente para ser utilizada, son los mismos. Por lo que una moneda será aceptada dependiendo de: “1. Del número de personas que aún necesitan la mercancía en cuestión y de la medida y la intensidad de esa necesidad, que no ha sido satisfecha o que es constante. 2. Del poder adquisitivo de esas personas. 109 3. De la cantidad de mercancía disponible en relación con la necesidad (total), no satisfecha todavía, que se tiene de ella. 4. De la divisibilidad de la mercancía, y de cualquier otro modo por el cual se la pueda ajustar a las necesidades de cada uno de los clientes. 5. Del desarrollo del mercado y, en especial, de la especulación; y por último, 6. Del número y de la naturaleza de las limitaciones que, social y políticamente, se han impuesto al intercambio y al consumo con respecto a la mercancía en cuestión” (Menger, 1985).

Entonces, termina cumpliendo el papel de moneda aquel producto que permite a la gente pasar de un producto menos “líquido” hacia otro más “líquido”. Desde este punto de vista, el origen de la moneda tiene una clara característica de “espontáneo” u evolutivo, o al seguir de aquella frase del filósofo escocés Adam Ferguson, el resultado de la acción humana, no del designio humano.

“No es imposible que los medios de cambio, sirviendo como lo hacen al bien común, en el sentido más absoluto del término, sean instituidos a través de la legislación, tal como ocurre con otras instituciones sociales. Pero ésta no es la única ni la principal modalidad que ha dado origen al dinero. Su génesis deberá buscarse detenidamente en el proceso que hemos descrito, a pesar de que la naturaleza de ese proceso sólo sería explicada de manera incompleta si tuviéramos que denominarla ‘orgánica’, o señalar al dinero como algo ‘primordial’, de ‘crecimiento primitivo’, y así sucesivamente. Dejando de lado premisas poco sólidas desde el punto de vista histórico, sólo podemos entender el origen del dinero si aprendemos a considerar el establecimiento del procedimiento social del cual nos estamos ocupando como un resultado espontáneo, como la consecuencia no prevista de los esfuerzos individuales y especiales de los miembros de una sociedad que poco a poco fue hallando su camino hacia una discriminación de los diferentes grados de liquidez de los productos” (Menger, 1985).

Será importante tener esto en cuenta, ya que la imposición por parte de las autoridades emisoras de una moneda monopólica para los centros de trueque se enfrentará con estas mismas circunstancias, y habrá de destacarse que gobiernos de todo tipo se enfrentan con serios problemas para administrar sus propias monedas debido a ello. El tipo de moneda que busca utilizarse en los centros de trueque, pareciera querer aumentar su “liquidez” al castigar su atesoramiento. Comenta Schuldt (1997):

“Pero Gesell fue más allá de la teoría cuantitativa, extendiéndola y precisándola en varias direcciones. A ese efecto, su interés principal radicaba en asegurar la circulación efectiva del dinero, algo que no estaba necesariamente garantizado por el libre juego de la oferta y la demanda. Las interferencias que causaba a la vida económica el desmesurado atesoramiento monetario constituían uno de los fenómenos que más le preocupaba y que en su opinión determinaba la ciclicidad del proceso económico y sus conocidas secuelas de vaivén entre inflación-sobreempleo y deflación-desempleo” (negrita en el original). Sostendremos aquí, no obstante, que existe una clara diferencia entre la “liquidez” de un medio de cambio y su “oxidación”, y que fomentando o imponiendo esta última se acelera la circulación de esa moneda, pero no por ello se mejora su “liquidez”, la cual es la capacidad de desprenderse de ella en el momento deseado, no la necesidad de hacerlo en forma forzada.  

 


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