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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

2. Los estudios sobre el trueque en la Argentina

Las investigaciones empíricas sobre el trueque

e. Las organizaciones populares y el trueque en cuanto actor sociopolítico

Nicolás L. Strangis (2002), analizando la Red Global del Trueque, considera que el Club del Trueque configura un nuevo desafío para las ciencias sociales en tanto se ha “convertido en un fenómeno de extraordinario crecimiento en un escenario de crisis económica y política”. En ese marco, su trabajo se propone realizar un estudio de tipo exploratorio “intentando elucidar sus orígenes, su proyección y su sustento ideológico, de modo tal de comprender mejor su naturaleza”.

Para ello, después de describir someramente algunos aspectos básicos del funcionamiento del Club del Trueque (CdT), caracteriza el escenario que permitió su aparición y expansión como fenómeno social. Luego analiza el panorama configurado por la coexistencia de tres sectores –el mercantil/capitalista; el estatal y el sector civil/social–, e intenta demostrar que este nuevo fenómeno social pertenece al sector social antes que al ámbito del mercado capitalista. Sobre este punto opina que: “[..] los actores que participan de las Organizaciones Económicas Populares (OEPs), ya no son los clásicos sujetos históricos de décadas anteriores –los trabajadores– sino los desempleados, los pobres, en fin, un vasto grupo … ‘los pobladores’. Pero ¿quiénes son estos pobladores, que se van a constituir como principales actores de las OEPs? Se trataría de un vasto sector social compuesto por distintos sujetos, a saber: a) aborígenes, b) campesinos pobres, c) trabajadores rurales precarios, d) jefes y jefas de familia desocupados, e) desocupados jóvenes, f) nuevos pobres, es decir, sectores que ven deteriorarse su –relativamente buen– nivel de vida y g) jubilados”.

Acerca de si las organizaciones económicas populares son verdaderamente alternativa al capitalismo o si su naturaleza es de origen complementario, existen visiones opuestas, pero en este ensayo manifiesta que: “[...] consideramos que las OEPs, en tanto organizaciones de la sociedad civil, promueven prácticas alternativas, pero que, en su conjunto, no son alternativas al sistema, en tanto los tres sectores pueden convivir, complementándose. Al entender al tercer sector de esta forma (incluyendo al Club del Trueque) el mismo genera medios de vida para la subsistencia de quienes no pueden obtenerla de ninguno de los otros dos sectores”.

Por ello, para Strangis, “Coraggio muestra una excesiva confianza en el componente solidario presente en el CdT”, y señala al respecto que sus propios fundadores la conciben como “una amplia red en funcionamiento para promover la iniciativa empresaria” o “una incubadora de empresas”. En ese sentido, considera que el CdT no se desarrolla hacia formas más solidarias sino más bien parece promover su “paulatina formalización”, es decir, su entrada en el sector privado y, por lo tanto, “puede desencadenar su corrimiento desde el tercer sector hacia el del mercado capitalista”. Entiende que estas tendencias se hacen más fuertes en la medida que cada vez son más los municipios que aceptan los créditos para el pago de impuestos municipales y tasas adeudadas, e influye también la creciente participación de empresas medianas en el CdT, impulsada por los fundadores de la red. En lo que atañe al género entiende que: “[..] En gran medida la inclusión de las mujeres en organizaciones de economía popular, como el CdT, son verdaderamente positivas ya que no sólo generan una intervención más importante de las mujeres en la obtención del sustento del hogar sino también las libera, en cierta medida, de la sujeción respecto de sus maridos dentro de la sociedad patriarcal”.

No obstante, Strangis señala que la producción y consumo en la economía feudal eran términos relacionados dentro de la economía familiar, si bien existía una división sexual del trabajo. Citando a Hamilton considera que “las mujeres tuvieron un papel sumamente importante en la producción y administración, que dio como resultado una cierta igualdad rudimentaria pero efectiva entre ellas y sus maridos”.1 Con el desarrollo de la economía capitalista los ámbitos laboral y familiar se escinden; como resultado de esta separación tajante, comenzó a rediseñarse la distinción entre trabajo y vivienda. En este nuevo esquema la mujer queda a cargo de las labores domésticas.

Ahora bien: “[..] al haber afirmado que en la economía popular el ámbito de la producción, por lo general, se reubica dentro de la vivienda, o sea, en términos de Hamilton, en el ámbito doméstico, entonces ambos espacios vuelven a mezclarse, reproduciendo, una situación similar a la feudal –en cuanto a la organización familiar– por lo que esta nueva valoración del rol de la mujer puede deberse antes a la confusión producida entre los ámbitos del consumo y la producción (pero manteniendo un orden patriarcal) que a una alteración en las asignaciones de los roles al interior de la familia”.

Respecto de la comparación de los movimientos sociales urbanos en distintos periodos: “…los sectores populares evidencian un modo de movilización distinto al de la etapa anterior. En efecto, a diferencia de la movilización política de masas –típica del anterior modelo de dos sectores–, en la actualidad asistimos a una movilización de carácter defensivo, o sea, busca mantener los derechos adquiridos antes que avanzar en la consecución de nuevos derechos, y se encuentra canalizada mediante una multiplicidad de actores que ya no responden a un único movimiento”.

Indica que algunos autores señalan que los procesos de transformación económica y social sufridos en la Argentina desde 1976 se concretaron en un modelo de movilización donde pequeños actores, como las organizaciones de la sociedad civil –desarticulados entre sí– realizan sus reclamos puntuales en forma desordenada. “El carácter puntual de estos reclamos y su naturaleza desarticulada se deben a la imposibilidad de generar actores corporativos o de clase en una situación donde las divisiones al interior de los sectores populares se hacen cada vez más evidentes.”

En consecuencia, se registra una fragmentación de los sectores populares que redunda en su falta de organización unificada y, por tanto, en la existencia de expresiones propias de cada subsector (movimientos de desocupados, de piqueteros, de ahorristas, de trabajadores agrupados en organizaciones sindicales separadas, 2 desarticulados entre sí): “Entendemos que en el marco de la crisis de representación se produce un alejamiento de los canales políticos partidarios tradicionales que, en el caso argentino, se materializó en el resurgir de las organizaciones de la sociedad civil. La salida propuesta por las mismas se relacionaría por lo tanto más en forma individual y económica que por la vía de la protesta política canalizada hacia los partidos políticos”.

Se torna evidente para Strangis que: “[..] las organizaciones que como el CdT surgieron en un clima de emergencia económica y de retirada del Estado, pero también de crisis de representatividad y caracterizados por la pérdida no sólo de confianza en la clase política, que empieza a ser vista como un sector escindido del resto de la sociedad, sino también de proyectos utópicos […] Y efectivamente encarna una forma de solución de los conflictos por la vía individual y económica, en tanto cada prosumidor se asegura una situación de satisfacción de necesidades mínimas y no genera ninguna participación en la política institucional”.

Hasta el momento, para el autor: “[..] pese a los vínculos solidarios generados entre los prosumidores, no puede encontrarse en ellos una práctica alternativa que genere un sistema distinto al actual, ya que los prosumidores, y entre ellos los fundadores de la red, considerarían al CdT como una plataforma para convertirse en pequeños productores, que luego de hacerse competitivos –vía la cooperación al interior de la red– puedan integrar parte también del mercado capitalista, generando un sistema de ‘penny capitalismo’, que, en cierta forma, daría al sistema un rostro más humano”.

De esta forma las prácticas del CdT podrían ser entendidas como alternativas respecto del actual sistema en tanto “no capitalistas” y, por lo tanto, complementarias de los otros dos sectores. Al menos en el corto plazo, no devendrán prácticas anticapitalistas, planteando un modelo global alternativo, sino más bien, “…todo lo contrario, tenderán a insertarse en el sistema –humanizándolo– alejándose del tercer sector para introducirse en el del mercado capitalista”.


1. Hamilton, Roberta, La liberación de la mujer: Patriarcado y capitalismo, Barcelona, Editorial Península, 1980, página 6.

2. Las mismas son, según Strangis, las dos CGT (oficial y disidente), la CTA y el MTA; pero incluso en el interior del movimiento piquetero se encuentran distintas vertientes.


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