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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

Parte I. La experiencia del trueque

El estudio que presentamos busca dar cuenta de cambios en la sociabilidad en clases medias en descenso social. Fuimos a buscar representantes de estos sectores en una de las redes sociales en la que interactúan: el Club del Trueque. El trabajo de campo que incluyó cincuenta entrevistas en profundidad se llevó adelante durante el año 2000. Para aquel entonces, la actividad del trueque se hallaba muy difundida en nuestro país. Existían más de quinientos nodos o clubes en todo el país, en quince provincias, registrados como parte de la Red Global de Trueque.

El Club del Trueque era una organización estructurada en base a redes surgidas en Bernal, Provincia de Buenos Aires, reuniendo a 60 personas en 1995. Desde entonces, su crecimiento fue en aumento: en 1996 eran 1000 socios y 2300 en 1997, llegando a 180.000 en 1999. En ese año, presenta un salto importante que alcanza a 320.000 personas que se encontrarían relacionadas directa o indirectamente con esta práctica en cerca de 400 nodos ubicados en quince provincias y la Capital Federal. Tuvo un primer reconocimiento por parte del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, desde la Secretaría de Promoción Social y luego de la Secretaría de Industria, Comercio, Turismo y Empleo; actualmente el trueque fue declarado de interés municipal en más de diez municipios argentinos de distintas provincias que también lo declararon de interés provincial: Córdoba, Mendoza, Jujuy, entre otras.1 Una caracterización global de la red del trueque, sus principios programáticos y su metodología, puede ser apreciada a partir de los documentos elaborados por el “grupo fundador” de esta iniciativa. Según el diagnóstico de sus promotores, en la Argentina el hambre no era entonces un tema social relevante, pero sí comenzaba a serlo el desempleo por lo que el trueque aparecía como una alternativa a esa nueva necesidad social. Dicho grupo ha desarrollado una metodología mínima de arranque para la formación de “nodos” que se trasmite a partir de un entrenamiento de los futuros coordinadores.2 La red cuenta, a su vez, con un código de comportamiento que intenta regular por medio de componentes normativos estos nuevos vínculos sociales.3

La actividad central de la red es el trueque, definido en estos términos por sus documentos de base: “El trueque hoy es lo que fue el trueque siempre: yo tengo algo, que vos necesitás y vos tenés algo que yo necesito... entonces, trocamos. Y ahí no hubo ningún intermediario. Simplemente acordamos entre nosotros que yo necesitaba esto y vos necesitabas esto y ahí está liquidada la operación. Eso es trocar”. Así, se fue transformando un trueque muy sencillo entre personas, prácticamente directo, que luego pasó a ser multirrecíproco, entre varias personas, y a generar acceso a servicios de reparación del hogar, y luego se extendió a viajes, y luego a servicios médicos, etc. Los productos, servicios y saberes que hoy se intercambian abarcan desde alimento no procesado, comida preparada, ropa, artesanías, servicios varios para el hogar, servicios médicos, turismo, jardinería, astrología, tarot, análisis clínicos, electricidad, terapias, etc. Al poco tiempo se introdujo el “vale” o “bono” o “crédito” para facilitar las operaciones entre varios miembros y por ello, existen hoy distintas clases de vales: locales, zonales y nacionales.

La actividad de “trocar” aparece investida de todo un ideario que habla de “reinventar el mercado”, “reinventar la vida” y se postula como una alternativa al un patrón de desarrollo que ha llevado a la exclusión social a amplios sectores de la población. Para sus ideólogos, el trueque aparece como un vínculo social de otro tipo que se basa en la “confianza y la reciprocidad” como valores fundantes que tendrían el poder de cambiar las relaciones sociales, o para decirlo en los términos que expresa su doctrina: “barajar y dar de nuevo las reglas del juego social”.

Las entrevistas fueron realizadas en nodos de Almagro, Castelar, San Fernando y Moreno. Posteriormente, a los efectos de analizar la extensión del trueque a los sectores populares, se incluyó uno más en José. C Paz. Presentamos ahora una breve caracterización de cada uno, que incluye una descripción general de: sus socios, antigüedad, intercambios que se realizan y el barrio. Si bien esta caracterización es importante para describir el contexto en el que se realizó el trabajo de campo, debe tomarse en cuenta que la investigación probó que, a medida que aumentan las necesidades de las personas y que éstas toman al trueque como un “trabajo”, aumenta la rotación entre nodos para buscar mejores oportunidades, por lo que se construyen menos lazos de arraigo en cada nodo en particular y mayor circulación entre ellos. En todo caso, lo que parece verificarse es la construcción de grupos más primarios de afinidad con compañeros de trueque más cercanos con quienes se comparte información y se elabora un itinerario entre diversos nodos. Lo que sí parecía marcar una frontera que ordena el movimiento de las personas es la existencia de “zonas”: zona oeste, zona sur, zona Capital, zona norte, etc. Así eran identificadas por las personas y esto guarda relación con una seria limitación que presentan: el costo del transporte, la imposibilidad de disponer de efectivo y la dificultad del traslado de la mercadería en esas condiciones. El nodo de Almagro era uno de los nodos más antiguos de la Capital. Está ubicado en un barrio cuyas características corresponden a un barrio de clase media, con muchos edificios de departamento y comercios de distintos rubros.

Funcionaba en dos sedes. Un día, en un local cedido por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La población que asiste corresponde a un sector social medio bajo, en su mayoría gente desocupada o trabajadores informales, que podrían ser ubicada con edades que van entre los 40 a los 70 años, aproximadamente. Con respecto a los productos que se intercambian, en su mayoría son comestibles (elaborados artesanalmente, también verduras y productos de granja), y artículos de primera necesidad. La actividad se desarrolla en un espacio amplio que facilita los intercambios (materiales y sociales) y con una gran concurrencia de socios.

Los días sábado funciona en el local de una FM local. En este lugar, el nodo adquiere otras características. En lo que se refiere a la población, ésta se ubica en un sector social medio, en su mayoría se encuentra inserta en el mercado de trabajo, ya sea formal o informal. El intercambio de productos es muy variado, y se puede encontrar desde alimentos de primera necesidad, hasta sushi o servicios de masajes “reiki” o tarot. Se ha observado, por otra parte, un gran “intercambio intelectual’’, favorecido por la disponibilidad de espacio, se cuenta en el lugar con mesas, sillas y un servicio de cafetería, donde los socios tienen ocasión de encontrarse y desplegar otros lazos sociales más allá del estricto intercambio de bienes.

El nodo de Castelar abría los días domingo. Tenía cuatro años de antigüedad, y contaba con aproximadamente 300 socios. Las actividades se desarrollan en el local de un colegio parroquial que se encuentra ubicado en un barrio de clase media y media baja. En la zona hay pocos comercios. Está alejado del centro comercial y a unas diez cuadras de la avenida principal. El perfil de los participantes es muy heterogéneo, personas de diferentes sectores sociales, medio, medio bajo y bajo. Se ha podido advertir la participación de un grupo de profesionales, que lidera la organización del nodo, capacita a los socios y se encarga de las actividades de difusión e intercambio con otros nodos y otras organizaciones. Los productos que se intercambian son muy variados, como así también la calidad de los mismos, predominando los alimentos. La visión que tienen de este lugar los socios de otros nodos es que aquí se consigue de todo, lo definen como el “shopping del oeste’’.

El nodo de San Fernando funciona un día de semana, en un salón de usos múltiples de un barrio. Tenía tres años de antigüedad. Se encuentra ubicado en un barrio compuesto por torres de departamentos, habitado por una población perteneciente a un sector social medio bajo y bajo. El perfil de los participantes es bastante homogéneo, en su mayoría gente de la zona, pocos son los socios que se acercan desde otros nodos. Hay gran cantidad de desocupados o trabajadores informales, los productos que se intercambian son alimentos, indumentaria (la mayoría usado) y servicios domésticos. En el barrio también hay maestros y profesores que ofrecen sus servicios a cambio de créditos, a esto los socios lo llaman “intercambio de saberes’’. Se ha percibido en este lugar un clima de mucha confianza y familiaridad entre los socios que se conocen por compartir al vida del barrio.

El nodo de Moreno abría un día de semana en el salón de una parroquia en la zona céntrica. El salón es muy amplio y tiene una gran concurrencia de socios. El perfil de la población participante corresponde en su mayoría a un sector social medio empobrecido, aunque se fue incrementando la concurrencia de sectores bajos de la población. Concurren muchas mujeres acompañadas con sus hijos, e inclusive, familias completas . Los productos que se intercambian son muy variados, aunque al igual que en otros nodos, predominan los comestibles y la indumentaria. La diferencia aquí está en que la indumentaria que se intercambia en su mayoría es nueva. Se ha podido observar, también, la presencia de artesanos ofreciendo sus productos.

El nodo de José C. Paz se diferencia de los anteriores ya que se ubica claramente en un barrio popular y la mayoría de su público no es de clase media en descenso social. Parte del barrio fue construido a partir de un sistema de autoconstrucción, promovido para erradicar la villa de William Morris, ante la construcción de la autopista del Buen Aire. La idea de formar un nodo de trueque surge al interior de un grupo de mujeres formado por una autodenominada “psicóloga social”, Elvira. Este grupo tiene como uno de sus objetivos encontrarle solución a los problemas cotidianos por los que atraviesan las mujeres de un barrio muy carenciado.

En un principio el nodo funcionaba en el patio de la casa de una de las personas que participaba. A medida que fue creciendo, el lugar resultó chico y debieron buscar otro en el barrio. En la actualidad, las reuniones se realizan en el local de una escuela de formación profesional, donde antiguamente funcionaba una escuela primaria. Dicho local se encuentra ubicado en un barrio donde habitan sectores bajos de la población. Las viviendas son muy humildes y se observa, a una cuadra de la escuela, un asentamiento que tiene varios años de antigüedad. Entre los productos y servicios que se intercambian predominan los de primera necesidad, alimentos, ropa, plantas, servicio de peluquería, herrería, electricidad, zapateros, jardinería, enfermería, se hacen electrocardiogramas. Con respecto a la población participante, en su mayoría son desocupados o amas de casa, muy poca gente cuenta con un ingreso fijo en pesos. La mayoría son desocupados del sector industrial, operarios poco calificados o de la construcción.

Exceptuando los asistentes al nodo de José C. Paz –que, expresamente, fue seleccionado para analizar la extensión de la experiencia del trueque a los sectores más populares–, las características de la población entrevistada, en general, confirmó el perfil que estábamos buscando: sectores medios en descenso social. Dentro de las personas entrevistadas, un 44% se encontraba desocupada, lo que induce a pensar que el trueque se presenta como una alternativa para la subsistencia en situaciones de necesidad. Dentro de los que tenían trabajo, un 35 % correspondía a trabajadores más o menos informales y un 25% a empleados.

El nivel de ingresos del grupo familiar que declararon las personas (hubo casos en los que se negaron) divide a la población en estos estratos: a) menos de $ 500 al mes: el 70%; b) entre $ 500 y 1000: el 39%; c) más de $ 1000: el 28%. Esto indica que la práctica del trueque (aunque no de un modo excluyente) se estaba focalizando en los “nuevos pobres”. Con respecto al nivel educativo, encontramos que: a) tenían terciario o universitario incompleto el 28 %; b) secundario completo el 53 %; c) y sólo primarios el 19 %. El 86 % de las personas son propietarias de su casa y sólo el 14 % alquila o convive con otros familiares.

Con respecto a la edad, a) hay un claro predominio de personas de edad mediana y grandes, un 56 % se encuentran entre más de 40 y los 60 años; b) un 22% entre los 30 y los 40; c) y un 20 % de mayores de 60 años los que indica que el trueque también convoca a jubilados o personas definitivamente expulsadas del mercado de trabajo; d) la participación de jóvenes es baja. Un 64% corresponde a mujeres y un 36 % a varones. Esta proporción, guarda relación con el tipo de concurrencia que es posible apreciar (aunque no medir) en la práctica del trueque donde parece verificarse una cierta división del trabajo dentro de las familias que hace recaer en las mujeres la actividad del trueque para garantizar la provisión de alimentos y ropa, y a los hombres el trabajo en la economía formal para obtener dinero en efectivo para el pago de servicios que no se consiguen vía trueque: pago de luz, gas, impuestos, transporte, etcétera.  


1. Ésta es la estimación aproximada que realizaban algunos de sus promotores y que fuera publicada en el diario Clarín 20/8/2000.  

2. Véase el Anexo I.  

3. Véase el Anexo II.  

 


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