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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

Historia y características

En la ciudad de Mar del Plata, ciudad balnearia de la provincia de Buenos Aires, sede administrativa de la Región Mar y Sierras, las actividades de trueque se venían realizando desde el año ’93, momento en que el municipio local había autorizado el armado de Ferias de Trueque en determinadas plazas de la ciudad. Tras la aparición del grupo fundador del primer Club de Trueque en Bernal de lo que luego sería la Red Global de Trueque Solidario (RGTS), en un programa televisivo de alcance nacional, en esta ciudad se conformaron varios grupos interesados en trasladar esa idea a la zona. Tras dos presentaciones en la ciudad, se conformó el grupo impulsor que daría pie al primer Club de Trueque del interior del país, en el año ’96: el Nodo A.M.I.

Para la edición de los primeros créditos se ideó algo innovador: el sistema de los avales. Este sistema consistía en que un futuro prosumidor se acercaba a la oficina del CDT, con su “producto”, al cual le estipulaba su precio en créditos, los que se le entregaban, constando en su reverso sus datos particulares, previa deducción de aproximadamente un 20% para gastos administrativos. Igual criterio se asumía con los “servicios”, donde la persona entregaba “órdenes de servicio” por un determinado monto. Dichas órdenes podían incluso ser adquiridas por otro prosumidor, quien las pagaba al precio real y las utilizaba como parte de pago de dicho servicio. La idea era buena, pero dependía de una correcta administración. Así, los créditos ingresaban al sistema avalados por producción, y no como moneda fiat. A partir de A.M.I surgieron otros nodos: San José, de efímera existencia; Los Pinares, que aún hoy existe, luego City, Cnel. Dorrego, Santa Clara del Mar, B. Rivadavia, el Puerto, el Elite y Faro Norte.

Ya desde aquel nodo A.M.I. comienza una profusa historia de conflictos, envidias, irresponsabilidades y ambiciones particulares –típicas de todo grupo humano – amparados en muchos casos en el desinterés de los asociados, que no era más que el reflejo de lo que ocurría en nuestra sociedad en general. En muchos otros casos dichas actitudes fueron fomentadas o avaladas por intereses externos a la zona.

Mas ya desde ese momento, las presiones grupales por preservar la idea de una economía solidaria actuaban como anticuerpos contra aquellos que confundían el trueque multirrecíproco con negocio.

Otra innovación que surgió como idea del grupo original y luego retomada al consolidarse la organización, fue darle un cariz legal a la red, como fue el hecho de obtener la personería jurídica como entidad sin fines de lucro.

El crecimiento como red local se manifestaba sin prisa pero sin pausa, lo que evidenciaba la necesidad de lograr una mejor organización de la red, al menos en cuanto a establecer pautas de convivencia explícitas más claras. Además, los nodos comenzaban a exceder los límites de la ciudad, por lo que el Club de Trueque Mar del Plata pasó a convertirse en la Zona Mar del Plata de la RGTS, ahora con una nueva innovación: la existencia de un estatuto, que regulaba el funcionamiento de los nodos y los intercambios que en ellos se producían en esa época. Ya cuando comenzaron a sumarse a esta forma de hacer trueque nodos de ciudades vecinas, la zona pasó a convertirse en Región Mar y Sierras.

Evidentemente, decir “época” parece irrisorio pero la dinámica de la corta historia de este fenómeno social, al analizarla a la distancia, demuestra la existencia de hitos que separan claramente diferentes períodos temporales muy marcados.

Obviamente, la existencia de reconocimiento estatal así como reglas taxativas, provocaba cierto escozor en las restantes redes que adherían a este sistema, debido a su concepción, por llamarlo de alguna manera y no despectivamente, más anárquica. No obstante ello, esa reglamentación, en cierta forma nos permitía dar pie a una organización solidaria, autogestiva, horizontal y transparente. El hecho de establecer reglas del juego claras permitía que ese crecimiento fuera más armonioso.

Además, daba a nuestra red regional una estructura con la cual trabajar para constituirse como un ente integrador de:

a. Las organizaciones, grupos y personas que participan en la región en acciones sociales y estén dispuestas a compartir sus experiencias y conocimientos, potenciando la labor social, mediante una estrategia comunicativa permanente de democratización y acceso al conocimiento.

b. Iniciativas ciudadanas que incidan en nuevos modelos de relación entre ciudadanía-Estado, motivando estas ideas para que se conviertan en referentes de decisiones políticas. Es decir, ese paso cualitativo de ser habitantes a ser ciudadanos.

c. Líderes en el campo social, quienes serán parte de un proceso de formación donde se utilizarán modelos pedagógicos alternativos, que innoven constantemente la acción social articulando teorías y prácticas sociales efectivas.

d. Propuestas de cambios estructurales y cambios cotidianos, partiendo de la persona, buscando transformaciones profundas de actitudes que se multipliquen y practiquen en los entornos de participación.

Muchos habíamos ingresado a la Red no por problemas económicos sino motivados por una razón filosófica –confiando en que era algo no contaminado–, y con deseos de recuperar un espacio de militancia social comenzamos a estudiar el fenómeno. Paralelamente, empezábamos a avizorar que lo que hasta ese momento era un sistema ideado para cierta clase media en decadencia, en algún momento no muy lejano, y dadas las condiciones y evolución del modelo socioeconómico hegemónico, sería la única opción como estrategia de supervivencia. De ahí la necesidad de contar con una estructura organizativa que permitiera, ordenadamente, acoger en su seno a las miles de personas que acudirían al sistema. Ello implicaba también la necesidad de prever los instrumentos para pasar, cuando se dieran las circunstancias, de una etapa de crecimiento a una superior de desarrollo.

Otra característica que se ha mantenido a lo largo de los años ha sido el voluntariado. El trabajo de los coordinadores y revisores de cuentas de nuestros nodos realizan su trabajo ad honorem, entendiendo que “los voluntarios sociales son mensajeros de esperanza que ayudan a las personas y a los pueblos para que éstos se ayuden a sí mismos”. Entendemos por lo tanto que siempre cabrá la cooperación, pero nunca la imposición que no respete la libertad, la conciencia, la justicia y el derecho fundamental a buscar la felicidad, pues el ser humano ha nacido para ser feliz. Y la felicidad no puede imponerse de forma alguna

Estamos contestes en que la palabra solidaridad se refiere a una realidad firme y fuerte conseguida mediante el ensamblaje de seres diversos. También de la responsabilidad asumida in solidum con otra persona o grupo. Las personas se unen porque tienen conciencia de ser personas, seres abiertos a los demás porque son seres de encuentro y no meros individuos aislados. De ahí que la solidaridad va unida con la responsabilidad y ésta depende de la sensibilidad para los valores.

Éstos no se imponen sino que atraen y piden ser realizados. La solidaridad sólo es posible entre personas que, en su conciencia, sienten la apelación de algo que vale la pena y apuestan por ello. De ahí que la solidaridad implique generosidad, desprendimiento, participación y fortaleza.

Así, entendemos que toda acción voluntaria debe incluir estos elementos: • Ocuparse de los intereses de los demás. • Carecer de interés económico personal. • Desarrollarse en un marco organizado. • Responder a una elección libre.

Un voluntario social –un militante social como lo denominamos en nuestra red regional– apuesta por el ejercicio libre, organizado y no remunerado de la solidaridad ciudadana.

De ahí que insistamos en la “capacitación permanente” de nuestros coordinadores, ya que un voluntariado sin formación sólo es voluntarismo, una actividad vacía de coherencia, sin un sentido vital y sin una visión global de la sociedad. El voluntariado social tiene como objetivo luchar contra toda forma de opresión, discriminación y marginación de forma altruista. Sin embargo, también para ayudar a los más necesitados es imprescindible una formación que permita realizar este trabajo de forma profesional y responsable.

Por lo tanto, como los excluidos están acostumbrados a fallar y a que les fallen, los voluntarios deben transmitir, fundamentalmente, honestidad. Y las pruebas de ello las tenemos incluso dentro del sistema del trueque. A miles se les ha fallado, se los ha explotado, mas el crecimiento y desarrollo de nuestra red regional en su zona de influencia demuestra justamente que el valor que tiene la honestidad es reconocido por la gente.

Justamente esto es lo que permitió el crecimiento de la región Mar y Sierras en forma organizada sobre una estructura sólida, tanto teórica como práctica. Y esas previsiones se vieron justificadas cuando, en 1998, sin existir todavía la crisis económica que luego eclosionaría, la red zonal, con sólo 7 nodos y 700 socios se convertía en red regional pues en sólo un año, ascendía a más de 30 nodos y 7.000 socios. A partir de ese momento el crecimiento fue geométrico, agudizándose los últimos meses del 2001 y principios del 2002.

Al día de hoy, en la región Mar y Sierras –que se extiende por la región homónima como es el Sudeste de la provincia de Buenos Aires– existen 105 nodos, con más de 46.000 prosumidores –entre activos y pasivos– participando de un sistema que les pertenece. La cantidad de nodos y cantidad de asistentes a ellos es directamente proporcional a la población de cada localidad, así como al grado de crisis socioeconómica por la que atraviesa esa gente.

Así, la Zona Mar del Plata, con uno de los índices de desempleo y subempleo más altos del país, concentra la mayor parte de los socios en aproximadamente el 40% de los nodos, con ferias que van de 300 a 2.000 asistentes. Luego le sigue la Zona Cuenca del Quequén con el 20 %. Las restantes localidades donde existen nodos, se extienden en su mayoría sobre las rutas que en forma radial confluyen sobre Mar del Plata (226, 11, 88 y la Autovía 2). Tendríamos así ciudades como Azul, Chillar, Tandil, Balcarce, Madariaga, Sta. Teresita, Pinamar, Gesell, Sta. Clara del Mar, Gral. Pirán, Cnel. Vidal, Vivoratá, Batán, Est. Chapadmalal, Otamendi, Miramar, Mar del Sur, Necochea, Quequén, Lobería, J. N. Fernández.  

 


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