EL PRECIO Y EL PRINCIPIO DE LA DISTRIBUCION DE LOS RECURSOS SOCIALES
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
 

Alejandro A. Tagliavini

 

 

 

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EL PRECIO Y EL PRINCIPIO DE LA DISTRIBUCION DE LOS RECURSOS SOCIALES.

Había dicho, pues, que lo cierto es que el precio y el valor son dos cosas diferentes: cualquier persona valora mucho más el oxígeno que el oro y, sin embargo, el oxígeno, en principio, es gratis, en tanto que el metal tiene un precio alto. El precio es, en definitiva, aquello que estamos dispuestos a pagar (o no) por alguna cosa, básicamente, en función de nuestras 'necesidades operativas' y nuestra disponibilidad de otros recursos (bienes de intercambio). Y es un índice que informa acerca de la situación imperante en el mercado natural: los recursos 'excedentes' en un lugar y los recursos 'buscados' en otro lado. Promoviendo, de este modo, el intercambio (la coordinación) tendiente al equilibrio social.

Por ejemplo, si Pedro pasa por un comercio y ve un artículo a diez pesos, este precio le está informando que el comerciante está dispuesto a cederlo por esa cantidad de pesos porque así le conviene (necesita más los diez pesos para hacer eficiente su gestión, que la mercadería en cuestión); si ésta información le es 'útil' a Pedro (está dispuesto a quedarse con la cosa por ese dinero porque así le conviene) se concretará una distribución eficiente de los recursos. La Escuela Austriaca explicaría (y muy bien) la formación del precio (la curva de oferta y demanda) a través de la utilidad marginal (que sería subjetiva). Recordando que, personalmente, quiero insistir en independizar el valor del precio por cuanto está claro que, dentro del orden natural, la función del valor es la de dirigir nuestra conducta (asegurarnos de que respiremos oxígeno) en tanto que la función del precio es la de encauzar el movimiento de los recursos dentro de la sociedad de manera eficiente (voluntaria, natural).

Así, el precio casi coincide con lo que explican los austriacos a través de la teoría de la utilidad marginal, si no fuera que ésta es, para los liberales, subjetiva, cuando finalmente no lo es de modo absoluto. Porque, al fin de cuentas, el precio resulta de la oferta y demanda, ahora la oferta y la demanda dependerán de 'factores naturales' (incluido el libre albedrío), entre otras cosas, de la cantidad de recursos tecnológicos y materiales disponibles y la utilidad en función, finalmente, de la eficiencia en el ordenamiento natural.

"En primer lugar, se debe observar que el precio es considerado justo o injusto no por la naturaleza de las cosas en sí mismas - esto nos conduciría a valorarlas de acuerdo con su nobleza o perfección - sino por sus habilidades en servir la utilidad humana. Porque este es el modo en que son apreciadas por los hombres, y entonces comandan un precio en el mercado y en los intercambios. Más aún, este es el fin por el cual dio Dios las cosas al hombre, y con este mismo fin los hombres distribuyeron entre ellos el dominio de todas las cosas...", asegura el jesuita y escolástico español Luis de Molina (48).

Ya se ve, pues, que el precio es algo que tiene que ver, más que con el valor de la cosa, con el intercambio en el mercado, es decir, con la distribución eficiente (siempre de acuerdo con el orden natural) de los bienes en la sociedad (49).

Por otro lado, está claro que el precio nada tiene que ver con el costo. De aquí que, los empresarios, no se manejen por costos sino por beneficios. Luis Saravia de la Calle, escolástico español, fue, probablemente, el primer pensador en demostrar que los precios determinan los costos y no a la inversa. Así, escribió que "aquellos que miden el precio justo por el trabajo, costo, y riesgo incurrido por la persona que trata con la mercadería están en un gran error. El justo precio se encuentra no contando el costo sino por común estimación" (50) de la gente. Efectivamente, si algo le salvará la vida, cualquier persona estaría dispuesta a pagar un alto precio por la cosa en cuestión, aun cuando el costo fuera bajo. Pero no porque la valore más, que más valora a los hijos y, sin embargo, probablemente, no pague nada, sino porque la utilidad eficiente (de acuerdo con el orden natural que se dirige a la vida) de aquello que le permite salvar su vida es mayor que los bienes materiales que posee. En cambio, nadie pagaría ni siquiera un precio bajo por algo que no le interesa en absoluto, aun cuando la cosa en cuestión tuviera un costo altísimo.

Así es como el precio, en el mercado natural, en definitiva, no es otra cosa que un índice que sirve para dirigir los recursos sociales. Por ejemplo, si la sociedad necesita muchos zapatos, lo que ocurrirá es que la demanda de éste artículo aumentará. Y esto, en principio, inducirá un aumento de los precios. Este aumento provocará grandes ganancias a los productores y, entonces, esto atraerá a nuevos fabricantes, aumentando así la producción hasta quedar satisfechas las demandas sociales. Cuando los requerimientos de la sociedad queden provistos, los precios volverán a bajar, hasta el nivel que el mercado decida, en función de sus necesidades.

En otras palabras, el precio es un potente transmisor de información, al explicitar las necesidades y movimientos de la sociedad, en función del proceso coordinador del mercado natural en su dirección hacia la vida, hacia la perfección (hacia el equilibrio). En consecuencia, si estos índices son distorsionados coercitivamente, artificialmente (extrínsecamente al mercado natural), por el método que fuera (precios máximos o mínimos, inflación, impuestos aduaneros, y demás), los recursos sociales serán ineficientemente asignados y distribuidos.

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