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EL FUTURO, DE LA ESPERANZA
Alejandro A. Tagliavini

LA TEOLOGÍA COMO CIENCIA PRIMERA

Esta claro que hasta ahora he venido sosteniendo que, inevitablemente, necesariamente, la 'idea de Perfección (o Absoluto)' aparecerá en algún momento (y de algún modo) en toda mente humana. De aquí, la justificación gnoseológica de la Ciencia del Absoluto, la Teología, como ciencia primera, porque hace al primer concepto. Así es que, hasta el controvertido Desiderio Erasmus, en su Carta a Martín Dorp, en respuesta a la que éste teólogo le había escrito luego de haber leído 'Praise of Folly', que Erasmus había dedicado a su íntimo amigo, santo Tomás Moro, llega a afirmar que "...valoro tan elevadamente el aprendizaje teológico que a nada más le doy el nombre de aprendizaje..."(1).

Vamos a ver. Está claro que todo conocimiento a partir del hombre es relativo, es decir, que somos incapaces de conocimiento absoluto, porque para esto deberíamos ser perfectos. Sí somos capaces, según hemos visto, a través de la fe, de saber de la existencia del absoluto, pero nuestro conocimiento siempre será relativo, en el sentido de parcial y referido a un parámetro. Parámetro que, en el caso de la Teología, en última instancia, es la Revelación Divina. De manera que, de no ser por la Teología, el hombre entraría en un circulo vicioso irresoluble y desconcertante.

Efectivamente, lo relativo hace referencia a lo absoluto. Algo es relativo con respecto a un absoluto. Pero, si nuestro conocimiento proviniera solamente de la razón del hombre, nuestra idea de 'absoluto' también sería relativa. Con lo que nuestro conocimiento relativo sería con referencia a un 'absoluto' relativo, es decir, que sería relativo con referencia a otro relativo. Una 'absoluta' indeterminación. Algunos dirán que, en este caso, lo que vale es la experiencia de aquello que es bueno, pero ¿qué es bueno si todo es relativo? En definitiva, mi querido lector, de cualquier modo que lo mire, el hombre no tiene solución si Dios no existe.

Paul Feyerabend, explica que "... no hay razones que obliguen a preferir la ciencia y el racionalismo occidental a otras tradiciones, o que les presten mayor peso... su excelencia sólo puede demostrarse de una forma circular, suponiendo una parte de lo que debería demostrarse... Ni hay nada así como un 'método científico', o un 'modo científico de trabajo'"(2).

Es decir, que la ciencia no es un método absoluto sino un 'arte', una 'tradición', que, necesariamente, se maneja en un mundo relativo realizando 'actos de fe', según hemos visto, e implícitas o explícitas referencias a verdades 'supuestas' anteriores. Los Dogmas, por tanto, por no ser 'circulares' (porque no se supone nada ni nada debe demostrarse) son verdades que exclusivamente se refieren al Absoluto, aun cuando puedan utilizarse términos naturales, y consecuentemente, posibilitan, a partir de aquí, el resto del conocimiento humano.

Así es como, muchos cristianos, han 'caído en la trampa' del racionalismo, que les ha hecho creer que debían justificar 'científicamente' sus afirmaciones. Logrando, con esto, que los católicos se 'olviden' de la absoluta primacía de la Ciencia Teológica, para entrar en una discusión racionalista (supuestamente científica) en donde, por cierto, llevan las de perder. Sencillamente porque, discutir la vida a partir de las 'ciencias naturales' (físicas) y no a partir de la Ciencia Primera, es empezar por reconocer que los racionalistas tienen razón, que la vida es, básicamente, 'natural', esto es, física, material. Así, por ejemplo, he visto a católicos intentar refutar a los abortistas afirmando (en términos médicos) que, el feto, es un ser humano desde su concepción y no recién a partir del tercer mes (o del tiempo que fuera). Pero, lo cierto es que, y todos lo sabemos, la 'ciencia médica' hoy dice una cosa y mañana otra. De hecho, una de las razones por las que, personalmente, prefiero no tomar ninguna clase de productos medicinales, es porque ya estoy cansado de escuchar que se recomiendan determinados productos, que luego descubren que son cancerígenos, y más tarde descubren que no son tanto y, finalmente, no sé si sirven para curar seres humanos o para matar toros. En cambio, la Teología, básica y fundamentalmente, ha mantenido triunfalmente, durante centurias, la primacía de los mismos principios absolutos de vida eterna, resistiendo los embates más crudos de todas las 'ciencias' racionalistas.

Por otro lado, irónicamente y probablemente sin darse cuenta de lo que estaban diciendo, algunos autores católicos se oponen a la idea de la Ciencia Superior. Así, por ejemplo, José Miguel Ibáñez Langlois, a quién no tengo el honor de conocer personalmente pero deduzco que tendrá unas calidades humanas y espirituales significativamente más elevadas que las mías (lo que, en rigor de verdad, no es difícil de lograr), asegura que "... en cuanto ética y en cuanto teología, la doctrina social de la Iglesia no puede prescindir de la mediación indispensable de la filosofía perenne -sobre todo de la metafísica- en favor de las mediaciones relativas y superables que pueden ofrecerle determinadas hipótesis sociológicas"(3).

Vamos a ver. Está claro que todo el conocimiento humano está íntimamente interrelacionado, desde que 'la mente' (el alma intelectiva, diría santo Tomás) es única. No se puede 'desconectar' el pensamiento teológico del filosófico y del de las ciencias aplicadas. También está claro que, en el saber, como en todo el universo, existe un orden que, necesariamente, implica jerarquías, según hemos visto. Ahora, si lo que dice Ibáñez Langlois fuera cierto, resulta que lo 'imprescindible', lo 'indispensable' es la 'filosofía perenne', y no ya la teología. En abierta, clara y simple oposición a lo que afirma santo Tomás: "La ciencia sagrada es, entre todas las sabidurías humanas, la sabiduría por excelencia, no solo bajo un aspecto determinado, sino absolutamente hablando"(4). Es decir que, la Teología es la primera ciencia en la jerarquía del conocimiento y, por tanto, debe 'iluminar' con su sabiduría al resto (debe regir) y nunca quedar supeditada, ni siquiera indirectamente, a ciencias inferiores.

Lamentablemente, el error de este autor católico ha sido común. Probablemente, otra hubiera sido la historia de la humanidad si los intelectuales hubieran sido estrictos, como debe ser, en el respeto a las jerarquías del saber. El resultado fue que, como la ciencia primera es, necesariamente, dogmática, y, para éstos lo primero es la 'filosofía perenne', lo primero resulta ser una 'filosofía con dogmas', es decir, prejuicios, es decir, una ideología. Y esta ideología les resulta imprescindible porque, de otro modo, ¿cómo deducir, por ejemplo, la veracidad de la 'violencia justa' a partir de la Teología, del Absoluto, de la Infinita Misericordia, de la Infinita Sabiduría, de la Infinita Bondad, de la Infinita Libertad? Pues no hay modo, ni epistemológicamente, porque no se puede deducir un particular negativo de un absoluto, ni racionalmente.

Así, algunos, entre otros 'dogmas' (prejuicios, en rigor), han tenido que apelar a esta suerte de 'momento estático' metafísico (como el del fin de la historia hegeliano) que les permite, de hecho, obviar al Infinito (lo Eterno), por cuanto, al no ser un orden 'de movimiento', que conduzca desde y al Infinito (lo Eterno), no necesitan hacer del Infinito (lo Eterno), una necesidad metafísica concreta sino un simple 'ideal para contemplar'. En rigor, lo que aquí sucede es que están confundiendo Eterno con tiempo infinito, olvidando que el hombre nunca será eterno en esta tierra (consecuentemente, nunca estará fuera del tiempo, consecuentemente, siempre estará sometido a una evolución). De aquí que descrean de un orden que dirige hacia el Bien, sino que el orden, para ellos, no es más que una 'situación' con respecto al Bien. De todo esto surge, de lo errado de esta doctrina que esbozan algunos autores católicos, según iremos viendo, su justificación del Estado coercitivo, ya que, como para ellos, en definitiva, no existe la Teología (y lo que esto implica) tampoco existe la Autoridad Moral y, consecuentemente, necesitan 'darle poder' a la autoridad a través de la coacción, de la violencia. De aquí, también, su implícito pesimismo ya que, evidentemente, no dejan de advertir no sólo el fracaso ostensible de su ideología neohegeliana (en mi opinión), sino la imposibilidad de conformar al hombre según su pensamiento, la imposibilidad de que una ideología sea racional o que una filosofía sea dogmática.

En fin, la Ciencia Primera, la Ciencia del Absoluto es la Teología que, no sólo debe regir a las demás, sino que, eventualmente (frente a un aparente conflicto irresoluble), podría existir y operar con absoluta independencia de las otras ciencias. Por el contrario, las ciencias inferiores, en ningún caso, pueden existir con independencia total de la Teología so pena de ser irreales, por cuanto, esto implicaría desconocer la definitiva realidad humana que constituye su imperiosa necesidad esencial de absoluto, para su propia existencia y para poder referirse a lo externo.


(1) En 'Praise Of Folly', Erasmus, Penguin Classics, Gran Bretaña 1978, p. 227. Recordemos que "La teología se organiza como ciencia a la luz de un doble principio metodológico: el auditus fidei y el 'intellectus fidei'. Con el primero, asume los contenidos de la Revelación tal y como han sido explicitados progresivamente en la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. 'Dei Verbum' sobre la divina Revelación, 10). Con el segundo, la teología quiere responder a las exigencias propias del pensamiento mediante la reflexión especulativa", S.S. Juan Pablo II, Encíclica 'Fides et Ratio', Roma 1998, n. 65.

(2) 'Adiós a la Razón', Ed. Tecnos, Madrid 1992, pp. 59-60.

(3) 'Doctrina Social de la Iglesia', Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile 1988, p. 11. Por cierto que tampoco coincido con que "Si se prescinde del uso de la metafísica en la teología, ésta no logrará el carácter de ciencia, y difícilmente podrá verse libre de errores y de ambigüedades", según aseguran Tomás Alvira, Luis Clavell y Tomás Melendo en 'Metafísica', EUNSA, Pamplona 1986, p. 24. Me parece que aquí hay una confusión, por un lado, entre Teología (Superior) y teología natural (Teodicea), y por otro, aquí cabría una discusión epistemológica para determinar que entendemos por ciencia en este caso. S.S. Juan Pablo II habría dicho algo parecido que, en rigor, no lo es. Efectivamente, el Papa afirmó que "... la metafísica es una mediación privilegiada en la búsqueda teológica", Encíclica 'Fides et Ratio', Roma 1998, n. 83. Lo que el Santo Padre está intentando hacer es reivindicar a la metafísica como ciencia en momentos en que algunos intentan despreciarla injustificadamente. Y se refiere al 'proceso personal' en la búsqueda de la verdad, es decir, metodológicamente es muy difícil sino imposible, para las personas, avanzar en el estudio teológico sin ayudarse con la metafísica (no se pueden desconectar 'psicológicamente', 'ontológicamente'). Esto es muy diferente a pretender que la teología es dependiente de una filosofía perenne (una ideología, finalmente). La 'Philosophia Perennis', dicho sea de paso, es una frase acuñada por Leibniz que, dentro de su racionalismo, llega a advertir el proceso científico del orden natural que describiré más adelante (ver la nota 8 al Capítulo II siguiente); llegando a notar que, a través del tiempo y las diferentes escuelas, se prolongaría una 'filosofía troncal' común a todas las diversas posiciones, en definitiva. S.S. Juan Pablo II hace referencia al resultado de este proceso natural (cfr. Encíclica 'Fides et Ratio', Roma 1998, Introducción, en particular el n. 4: "...es posible reconocer, a pesar del cambio de los tiempos... un núcleo de conocimientos filosóficos cuya presencia es constante..."). Actualmente, los 'neoescolásticos' (y probablemente de aquí surja la posición de Ibáñez Langlois), utilizan mucho esta idea (a mi modo de ver, en forma peligrosa) refiriéndose especialmente al tomismo, como si éste configurara esta 'filosofía troncal' a la que se refería Leibniz. Sin duda, el tomismo es preclaro, pero confundirlo con el proceso natural de decantación del conocimiento es sacarlo fuera de contexto. Es hacer lo que hizo Hegel: creer que el fin de la historia 'llega' con una filosofía determinada (para Hegel la suya, para algunos neoescolásticos su interpretación del Doctor de Aquino). De hecho, lo que están haciendo es equiparar a la filosofía con la Teología, porque sí es cierto que 'el fin de la historia llega' con la Ciencia Primera. De modo que, son muy diferentes la 'doctrina perenne' (básicamente revelada, teológica) a la que permanentemente hace referencia la Iglesia y las 'tradiciones' (como proceso natural de decantación del conocimiento), de la 'filosofía perenne' (ideología, finalmente, por cuanto implica suponer a priori que un cuerpo de ideas de origen netamente humano no puede cambiar) a la que hacen referencia algunos autores.

(4) S.Th., I, q. 1, a. 6.

 


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