Este texto forma parte del libro
Historia del Pensamiento Económico Heterodoxo
del profesor Diego Guerrero
Para obtener el texto completo 
para imprimirlo, pulse aquí


 











Capítulo 8. Sraffianos y neorricardianos.

 

            Puesto que Sraffa dedicó muchos años de su vida a la edición minuciosa y exquisita de las obras completas de Ricardo, convirtiéndose así en un intérprete cualificado[1] de la obra de éste, y puesto que en su propia obra -cuantitativamente reducida pero extremadamente polémica- se autoconsideró un crítico del marginalismo que desarrollaba su crítica a partir de los planteamientos hechos por Ricardo, traducidos a un lenguaje y a un contexto diferentes, es lógico que en este capítulo, antes de estudiar a Sraffa y a los sraffianos, dediquemos un epígrafe a ciertos puntos básicos de la obra de Ricardo.

 

 

            8.1. El legado de Ricardo

 

            Aparte de la importancia excepcional de los planteamientos positivos de Ricardo, son muy importantes también las críticas que realiza tanto a la teoría de la oferta y la demanda como a la vinculación de la teoría del valor con la utilidad y la escasez. En el capítulo XXX de sus Principios afirma que "la opinión de que el precio de las cosas depende exclusivamente de la proporción existente entre la demanda y la oferta se ha convertido casi en un axioma en Economía política y ha sido fuente de muchos errores en dicha ciencia" (1817, p. 385). Por ello, tras criticar a Buchanan, Say y Lauderdale en este punto, admite que los artículos "que son monopolizados" varían de valor "según la ley sentada por Lord Lauderdale; bajan a medida que los vendedores aumentan su cantidad y suben en proporción al deseo que demuestran los compradores". Sin embargo, en el caso general, es decir cuando las mercancías "están sujetas a la competencia", el precio "dependerá en último término no del estado de la demanda y la oferta, sino del aumento o de la disminución del coste de su producción", de forma que la presión al alza de un aumento de la demanda sobre el precio de una mercancía "sólo sería temporal, a menos que subiera el coste de producción [...], es decir, su precio natural" (p. 388).

 

            Otro punto importante es su crítica a los autores que no distinguen entre el valor y la riqueza (capítulo XX). Para Ricardo, la introducción de maquinaria y la división del trabajo pueden aumentar la riqueza producida por un determinado conjunto de trabajadores a pesar de que éste "siempre producirá el mismo valor" si desarrolla la misma cantidad de trabajo; y ello es así porque "toda mercancía sube o baja de valor en proporción a la facilidad o dificultad de su producción, o, en otras palabras, en proporción a la cantidad de trabajo empleado en su producción" (p. 277). Por tanto, Say está "especialmente desgraciado" al identificar valor y riqueza (p. 283) y también al considerar un error la teoría de Smith que atribuye "al trabajo del hombre solamente la facultad de producir valor" (p. 287). Para Say, también los "agentes que proporciona la Naturaleza" y "el capital" contribuyen al valor, pero Ricardo le recuerda que "estos agentes naturales, aunque aumentan mucho el valor en uso, no añaden nada al valor en cambio, del que habla M. Say; en cuanto se obliga a los agentes naturales, ya sea con la ayuda de la maquinaria, ya con la de la ciencia, a hacer el trabajo que antes efectuaba el hombre, el valor en cambio de ese trabajo baja en consecuencia" (pp. 287-288).

 

            También critica la idea de la utilidad o de la escasez como fuentes del valor: "La utilidad no es, pues, la medida del valor en cambio, aunque sea absolutamente esencial al mismo. Si una cosa no fuera de utilidad alguna -en otras palabras, si no pudiera en modo alguno contribuir a nuestra satisfacción-, estaría privada de valor en cambio, por escasa que fuese, o cualquiera que fuese la cantidad de trabajo necesaria para procurarla" (p. 28). Y si bien existen algunas cosas "cuyo valor es determinado solamente por su escasez", estas cosas "constituyen una parte muy pequeña de la masa de artículos que se cambian diariamente en el mercado", mientras que "la gran mayoría de esas cosas que son objeto de deseo se obtienen por medio del trabajo" (ibidem).

 

            Ahora bien, si en lo anterior Ricardo apoya a Adam Smith, no por ello deja de criticarlo en otro punto esencial: la idea smithiana de que los salarios determinan el valor. Respecto a esto, escribe: "Adam Smith y todos los autores que le han seguido, sin excepción alguna a mi entender, sostuvieron que un alza en el precio del trabajo sería uniformemente seguida por un aumento en el de todas las mercancías", pero -añade- "espero haber logrado demostrar que esa opinión no tiene fundamento" (p. 62). La tesis original de Ricardo es que una elevación de los salarios sólo tiene efecto sobre el beneficio y sobre la tasa de beneficio (que descenderán), pero no sobre los precios. Sin embargo, tras las críticas recibidas de Malthus sobre este punto (véase Hunt 1992a), reconoce Ricardo que fue un "error dejar de considerar por entero el efecto producido por un alza o baja [del precio] de la mano de obra" al apreciar "las causas de las variaciones del valor de las cosas"; pero que "sería igualmente incorrecto darle mucha importancia" a esta causa, ya que "es relativamente leve en sus efectos", al no superar un porcentaje que puede oscilar "de 6 a 7 por 100", ya que "los beneficios no podrían admitir, probablemente, en caso alguno, una depresión general y permanente que fuese mayor" (pp. 52-53). Este punto es esencial y el propio Ricardo así lo entiende, pero veremos luego cómo la insistencia de Sraffa sobre la incidencia de estos cambios distributivos en los precios relativos -que Ricardo sólo consideraba marginalmente- es una posición más bien malthusiana que ricardiana y, desde luego, "incorrecta" según el punto de vista de Ricardo.

 

            Ahora bien, la teoría del valor de Ricardo estaba lastrada por una serie de errores e incomprensiones relativos a varios puntos interconectados. Marx, que dedicó muchas páginas al análisis de las teorías de Ricardo[2], señaló los siguientes: confusión entre trabajo y fuerza de trabajo; identificación del capital adelantado con el capital variable y, por tanto, de la tasa de plusvalía con la tasa de ganancia y de los precios de producción con los precios directos o valores; confusión entre valor absoluto y valor relativo, y olvido del primero en muchas ocasiones; ausencia de análisis de las formas del valor y consiguiente incapacidad para entender la conexión entre el trabajo y el dinero en el seno de la teoría del valor. Sin embargo, Marx era consciente de que bastaba la aportación ya conseguida por Ricardo para que se rebelaran contra la teoría laboral del valor los representantes subsiguientes de la economía política, como por ejemplo Carey, que "lo denuncia como padre del comunismo" porque "el sistema de Mr. Ricardo es un sistema de discordias... Su conjunto tiende a la producción de hostilidad entre las clases y las naciones" (1848, pp. 74-75, citado en Marx 1862, vol. II, pp. 141-2). Y ello es así porque Ricardo arranca del "punto de partida para la fisiología del sistema burgués", que es "la determinación del valor por el tiempo de trabajo", y esto le permite comprender los conflictos de clase entre la burguesía industrial y la clase terrateniente, y entre ambas y la clase obrera[3] (Véase Hunt 1992a).

 

            Pero si Ricardo, por ser el "padre del comunismo", debía ser atacado, sus hijos, los socialistas ricardianos, y su nieto, Karl Marx, eran ya tan comunistas que había que contradecirlos a cualquier precio[4]. Al estudiar a Hodgskin en el capítulo 2, ya vimos que a pesar de ser corrientemente considerado como "socialista ricardiano", este autor y el resto del grupo deberían llamarse mejor "socialistas smithianos". Pues bien, una confusión similar ocurre con los llamados "ricardianos" de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, ya que todos ellos eran en realidad unos utilitaristas eclécticos que pretendían combinar la teoría laboral del valor con la -para ellos superior- teoría subjetiva del valor basada de la utilidad. Éste es el caso de los conocidos Tugán-Baranovski, Dmitriev y Bortkiewicz, pero también de otros ricardianos de aquella época, como sus compatriotas Struve y Charasoff, el japonés Shibata o el alemán Dietzel.

 

            Tugán-Baranovski escribe que "sólo la teoría de la utilidad marginal nos proporciona una explicación plenamente científica del hecho bien conocido de que el precio de las mercancías depende de la cantidad de la misma que se ofrece en el mercado", y añade que "sólo desde el punto de vista de esta teoría podemos referirnos a la ley de la oferta y la demanda como una ley científica más que como una pura generalización empírica" (1890, pp. 212 y 215, citado en Dmitriev 1904, p. 181). Sin embargo, piensa que "la teoría de la utilidad marginal no contradice el punto de vista de Ricardo y Marx, sino que, al contrario, presenta una confirmación inesperada de las enseñanzas de estos economistas" (ibid., p. 228). Pero, como han señalado otros, "aproximadamente a las mismas conclusiones habían llegado ya Jevons y Wicksteed" (Howard y King 1995, p. 227). Finalmente, se muestra totalmente de acuerdo con la idea de Rodbertus de que "el valor trabajo es la gran idea económica del futuro", ya que será entonces, "cuando los intereses del trabajo lleguen a determinar al sistema económico", cuando la "evaluación por el trabajo adquirirá significado real" (Tugán 1900, p. 633).

 

            Algo similar puede afirmarse de Dmitriev. Aunque a veces se ha encontrado en él una "defensa de Ricardo contra las críticas de Jevons y Walras" (Dobb 1973, p. 309), lo cierto es que "una lectura de los tres Ensayos de Dmitriev debería descartar la impresión de que es un ricardiano", pues Dmitriev "abandona decididamente a Ricardo y muestra que siempre que no se satisfaga al menos una de estas condiciones [rendimientos constantes a escala y competencia perfecta] los precios dependerán también de las condiciones de demanda, y ni siquiera los precios de equilibrio 'a largo plazo' pueden obtenerse directamente del conocimiento de la tecnología y del salario real" (Nuti 1974, p. 20). De hecho, Dmitriev acusa a Ricardo de utilizar la "hipótesis arbitraria" de que "la libre competencia plena tiende a rebajar el precio de los productos a sus costes de producción necesarios", cuando la "regla general" es que "este nivel será siempre superior al de los costes necesarios de producción" (1904, pp. 215 y 217).

 

            Igualmente, Bortkiewicz señala que por medio del "método matemático" puede comprobarse que "la teoría del costo de producción puede armonizarse, sin dificultad, con la ley de la oferta y la demanda o con la determinación de los precios por las valoraciones subjetivas de los compradores [...] Siguiendo el ejemplo de Walras, esto se logra insertando las ecuaciones de coste en un conjunto más amplio de ecuaciones en el que se da cabida también a estas valoraciones subjetivas. Es en esta conexión donde aparece de manera particularmente clara la superioridad del método matemático sobre el método de Marx. Marx fue incapaz de comprender que la determinación de los precios por los costes podía reconciliarse perfectamente con su determinación por la oferta y la demanda. En consecuencia, desestimó la oferta y la demanda como factores explicativos del valor o del precio" (1907, pp. 53-54). Si Bortkiewicz hubiera leído a Malthus o hubiera leído a Marx más detenidamente, habría llegado a conclusiones distintas, pues Marx, tras citar a Malthus -y comprobar que éste admite "que en el caso de dos natural prices de una misma mercancía en diferentes momentos, la oferta y la demanda pueden y deben coincidir en ambos casos"-, concluye: "Pero puesto que en ninguno de ambos casos hay diferencia alguna en la proporción entre oferta y demanda, pero sí la hay en la magnitud del propio natural price, éste obviamente se determina en forma independiente de la oferta y la demanda, y de ninguna manera puede ser determinado por éstas" (Marx 1894, vol. 6, p. 243).

 

            Respecto a los otros tres ricardianos citados, podemos agregar lo siguiente. P. B. Struve pertenecía, junto a Tugán y a S. N. Bulgákov, al grupo conocido en Rusia como los "marxistas legales". Al escribir en 1894 sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia, Struve se caracterizó, en su polémica contra sus adversarios, los "populistas", por dibujar una visión idílica y exclusivamente a base de trazos positivos, del capitalismo, que lo llevó hasta el punto de pedir: "(enrolémonos a la escuela del capitalismo!". Pero desde un punto de vista teórico, su marxismo inicial, ciertamente revisionista desde el principio[5], y entremezclado con ideas neomalthusianas, dio paso, desde comienzos del siglo XX, a un alejamiento total del marxismo, "pero también del materialismo y del socialismo"; y, al mismo tiempo, a una aceptación del "liberalismo, el idealismo y la moderación" (Howard y King, 1989, pp. 186, 184).

 

            El matemático ruso Georg von Charasoff, conocido por su crítica frontal a la ley de la tendencia descendente de la tasa de ganancia, de Marx -de la que decía que "no era ninguna ley... sino un error completo", porque, según sus conclusiones, "la tasa de ganancia no puede caer nunca"-, anticipó en 1910 "muchos de los resultados de las décadas de 1960 y 1970", incluyendo "temas sraffianos como la mercancía patrón, el aparato de los 'subsistemas', la distinción entre mercancías 'básicas' y 'no básicas', y la definición del valor en cantidades de 'trabajo fechado'" (Howard y King 1992, p. 230). Aparte de esto, "Charasoff fue también el primero en interpretar la transformación de los valores en precios de producción como un proceso de Markov", y en haber descubierto "lo que Michio Morishima describió más tarde como 'el teorema marxiano fundamental', que afirma que una condición necesaria y suficiente para que haya beneficios es que la plusvalía sea positiva" (ibidem).

 

            En cuanto al japonés Kei Shibata -que había demostrado en 1934 que el teorema de la tasa de ganancia creciente (defendido por Tugán, Bortkiewicz y Moszkowska) podía establecerse "con modelos especificados en precios tanto como en valores-trabajo", y que proporcionó en 1939 un "ejemplo muy temprano de un modelo input-output de Leontief del que se podían derivar los precios de producción y la tasa de ganancia (dado el salario real)" (ibid., pp. 137-138)-, demostró que la tasa de ganancia podía establecerse sin referencia a magnitudes de valor, y anticipó el teorema de Okishio, adelantándose así, en varias décadas, a muchos de los planteamientos de los neorricardianos modernos.

 

            Por último, el alemán Dietzel creía que no existían diferencias materiales entre la opinión de los marginalistas y la de Ricardo: "Todos los bienes que 'cuestan trabajo', que son 'difíciles de obtener', son bienes 'escasos' -por tanto, la escasez y los 'costes' son solamente dos expresiones distintas de una misma cosa" (citado en Kurz 1995, p. 17). Esta postura de Dietzel es la misma que tenían, en realidad, los neoclásicos Jevons (1871), Wicksteed (1894) y Marshall (1890), como reconocen los neorricardianos Kurz (1995, p. 71) y Steedman, y los marxistas Howard y King (1995), p. 227.

 

            Como conclusión, Howard y King señalan que tanto Charasoff como Shibata, lo mismo que Dmitriev, "anticiparon una de las importantes conclusiones de Samuelson en 1957 y de los economistas sraffianos de los 60 y los 70"; y añaden que estos autores, y también Bortkiewicz, "al cuestionar la afirmación marxiana de la prioridad lógica de los valores, recibieron todos una confirmación poderosa de sus puntos de vista con la publicación de Producción de mercancías por medio de mercancías [de Sraffa]" (ibid., pp. 233 y 250), lo que se refleja en el siguiente esquema:

 

 

 

  

            8.2. Sraffa.

 

            Como se ha dicho, antes de publicar su famoso libro de 1960, Sraffa comenzó a publicar las no menos famosas Obras Completas de Ricardo (cuyo volumen de índices no apareció hasta a 1973, aunque el proyecto se le encargó al final de los años 20). En su interpretación de Ricardo, Sraffa combatió la tendencia neoclásica a ver en Ricardo un simple precedente del análisis marginalista, y a ver, consiguientemente, en su teoría de la renta el núcleo del sistema ricardiano. Sraffa, por el contrario, defendió la teoría de los beneficios como el centro de la teoría de Ricardo y demostró cómo la preocupación de Ricardo por la teoría del valor fue un subproducto de su preocupación por la teoría de los beneficios. Sin embargo, a lo largo de su obra Ricardo evoluciona respecto a la teoría de los beneficios: si en 1815 todavía sostenía una teoría de los beneficios basada en un modelo "triguero", en los Principios (1817) parece haber sustituido este modelo por el "laboral", según el cual si antes era el excedente en la producción de trigo sobre los costos en trigo lo que explicaba la tasa de beneficio como una simple proporción, ahora será el trabajo, al unificar la valoración de los distintos elementos de la producción, lo que permitirá calcular la tasa de beneficio (Dobb 1973, p. 89).

 

            Pues bien, uno de los problemas de Sraffa es que parece preferir la primera teoría de Ricardo a la segunda, por ser aquélla más coherente con su propia preocupación teórica (1960, pp. 131-132), guiada por la idea de obtener una tasa de beneficio como "una razón entre cantidades de mercancías independientemente de sus precios", aunque ello le exija enredarse con la intrincada cuestión de la mercancía patrón y del sistema patrón, que no es, según él, sino una continuación de la preocupación mostrada por Ricardo por encontrar una "medida invariable del valor" (ibid., p. 42). Otra de las grandes preocupaciones de Sraffa, que a Ricardo le parecía una cuestión de segundo orden, es la de encontrar en qué medida un cambio en las variables distributivas afecta a los precios relativos de la mercancía, "porque, como veremos, los precios no pueden determinarse antes de conocer el tipo de beneficio" (ibid., p. 21). Como se apuntó antes, es ésta una preocupación más malthusiana que ricardiana, pues a Ricardo le parecía "igualmente incorrecto darle mucha importancia" a esta causa secundaria de variación de los precios (la originada en la variación en las variables distributivas) que olvidarla enteramente, razón por la cual indica clarísimamente que "en los capítulos siguientes de esta obra, si bien me referiré ocasionalmente a esta causa de variación, consideraré que todas las grandes alteraciones que tienen lugar en el valor relativo de las cosas son producidas por la mayor o menor cantidad de trabajo que se necesite para producirlas" (Ricardo 1817, p. 53).

 

            Sraffa escribe también que, puesto que el excedente no puede asignarse ni antes ni después de la determinación de los precios, la conclusión es que "la distribución del excedente debe ser determinada a través del mismo mecanismo y al mismo tiempo que se determinan los precios de las mercancías" (p. 21). Obsérvese que este planteamiento coincide -aunque no en la terminología- con el de Walras, consistente en deducir "la teoría de la determinación simultánea de los precios de los productos y de los precios de los servicios de la tierra, trabajo y capital" (1874, p. 343). Para esta determinación simultánea[6], se usa un sistema de k + 1 ecuaciones (las k correspondientes a las condiciones sociotécnicas de producción de los k sectores, más la correspondiente a la igualación de la renta nacional con la unidad), "que se comparan con k + 2 variables (k precios, el salario w y el tipo de beneficio r)", con lo que "el resultado de añadir el salario como una de las variables es que el número de éstas excede ahora el número de ecuaciones en una y que el sistema puede moverse con un grado de libertad; y si una de las variables es fijada, las demás serán fijadas también" (p. 28). Finalmente, Sraffa prefiere determinar exógenamente la tasa de ganancia como variable independiente, en vez del salario, debido a que "el tipo de beneficio, en cuanto que es una razón, tiene un significado que es independiente de cualquier precio, y puede ser, por tanto, 'dado' antes de que los precios sean fijados. Es así susceptible de ser determinado desde fuera del sistema de producción, en especial, por el nivel de los tipos monetarios de interés" (pp. 55-56).

 

            Ya hemos visto que tener como objetivo básico "el estudio de los movimientos de precios que acompañan a una variación en la distribución" es algo muy poco ricardiano que sin embargo caracteriza esencialmente la tarea de Sraffa. Sin embargo, Sraffa sigue fielmente a Ricardo en su concepción de la relación entre salarios y beneficios como puramente antagónica. Marx, en cambio, se aparta claramente de Ricardo en este punto: "Si se toma una magnitud dada, y se la divide en dos partes, resulta claro que una de éstas sólo puede aumentar en la medida en que disminuye la otra, y a la inversa. Pero esto en modo alguno es así cuando se trata de magnitudes expansibles (elásticas). Y la jornada de trabajo es una de esas magnitudes elásticas, siempre que no se haya conquistado una jornada normal de trabajo. Con tales magnitudes, ambas partes pueden crecer, ya sea en proporciones iguales o desiguales. Un aumento en una no es provocado por una disminución de la otra, y a la inversa: Además, este es el único caso en que los salarios y la plusvalía, en términos de valor de cambio, pueden aumentar al mismo tiempo, y tal vez inclusive en iguales proporciones. El hecho de que pueden aumentar en términos de valor de uso resulta evidente por sí mismo; puede crecer aun cuando, por ejemplo, se reduzca el valor del trabajo" (Marx 1862, vol. II, p. 350).

 

            Aunque tiene razón Marx en que la 'ley' de Ricardo -la de que la plusvalía y el salario en términos de valor de cambio pueden ascender o descender sólo en proporción inversa- es incorrecta, esta crítica no parece aplicable a Sraffa ya que éste utiliza los salarios y los beneficios como proporciones de la renta nacional. Sin embargo, debemos insistir en que toda la construcción sraffiana parece limitada a ese 6 ó 7% de las variaciones de los precios que según Ricardo podría explicar el análisis de los efectos de las variaciones distributivas sobre aquéllos. El 93% restante queda absolutamente fuera del análisis de Sraffa[7].

 

            Otro problema de la teoría de Sraffa es que no parece consciente de las limitaciones que supone tener que tratar sólo con precios relativos, y no con precios absolutos (véase la nota 12 del capítulo 3), en la teoría del valor. Una gran defensora de Sraffa más tarde, Joan Robinson, escribía en 1933 cómo podía formularse el análisis del valor: "Usted ve a dos hombres, uno de los cuales da un plátano al otro y recibe de él un penique. Usted pregunta: )a qué se debe que un plátano cueste un penique y no otra cantidad cualquiera?" (Robinson 1933, p. 6). Ésta es precisamente la pregunta que Marx quiere responder con su teoría del valor, y a ello dedica todos sus años de estudio de la Economía cuando ya tenía todo un sistema filosófico previo. El esfuerzo por dar una respuesta clara y cuantitativa a esta pregunta, sin renunciar a su sistema filosófico ni a su ideología, le obligó a trabajar durante más de veinte años, hasta convertir su teoría del valor en su filosofía a la vez que su "economía". Es evidente que sólo hay dos tipos de respuestas "cuantitativas" a esta pregunta: la que da la teoría neoclásica del equilibrio parcial y la de la teoría laboral del valor. Ni la teoría del equilibrio general ni la teoría sraffiana son capases de ir más allá de la determinación de los precios relativos, y en ningún caso responden coherentemente a la cuestión de los precios absolutos o monetarios.

 

            En cuanto a la teoría del equilibrio general, Koutsoyiannis escribe que en este modelo "no se puede determinar el nivel absoluto de precios", por lo que sus teóricos "han adoptado el artificio de escoger arbitrariamente el precio de una mercancía como numerario (o unidad de cuenta) y expresar todos los otros precios en términos del precio del numerario. Con este artificio, los precios están determinados sólo como razones (...) Si hacemos que el precio del numerario sea igual a uno, logramos la igualdad entre el número de ecuaciones simultáneas y el de incógnitas (...) Sin embargo, los precios absolutos no están aún determinados: están simplemente expresados en términos de numerario" (p. 500). Ante la duda de si esta indeterminación "puede eliminarse introduciendo explícitamente en el modelo un mercado monetario, en el que el dinero sea no sólo el numerario sino también el medio de cambio y reserva de valor", Koutsoyiannis concluye que "hasta ahora, ningún modelo de equilibrio general ha sido monetizado en forma satisfactoria. Y resulta muy dudoso que el dinero pueda ser incorporado operativamente en un sistema estático de equilibrio general, por las siguientes razones: 1. El dinero involucra elecciones intertemporales y requiere un marco de referencia dinámico, en tanto que la mayoría de los modelo de equilibrio general son estáticos, de un solo periodo. 2. El dinero está ineludiblemente ligado a con la incertidumbre, en tanto que la mayoría de los modelos de equilibrio general se construyen con el supuesto de que existe plena información y de que los participantes en el mercado abrigan determinadas expectativas acerca del futuro. 3. El dinero tiene implicaciones tanto de corto como de largo plazo. Los sistemas de equilibrio general se interesan por el equilibrio a largo plazo. 4. La 'neutralidad' del dinero implícita en los sistemas neoclásicos de equilibrio general es incompatible con la instituciones monetarias más sofisticadas del mundo real, tales con los mercados de capitales y la política monetaria del Estado" (pp. 500, 535).

 

            Lo mismo plantea el sraffiano Ahijado: "el pasar de una economía de trueque a una economía monetaria plantea muchos problemas y anomalías teóricas: el proceso de obtención de las demandas y con ellas de los precios se hace asimétrico, y hay que acudir a reglas institucionales ad hoc; existe una dicotomía, por la que la parte real determina los precios relativos y las funciones son homogéneas de grado cero en los precios, mientras que la monetaria es de grado cero en precios y rentas; el equilibrio real es indeterminado hasta una constante multiplicativa; no se explica el proceso de generación de la oferta monetaria; y no se puede cerrar correctamente el modelo, es decir, eliminar el grado de libertad, al no ser la ley de say sino una identidad y no una nueva ecuación independiente" (p. 492).

 

            En cuanto al modelo de Sraffa, el propio Ahijado no tiene más remedio que concluir su análisis afirmando que "el nivel de precios, esto es, los precios de las mercancías dados los precios relativos de las mismas, se encuentra indeterminado, y, por ello, es preciso introducir una ecuación de normalización adicional (el numerario del sistema). Una vez hecho esto, se obtendrá automáticamente el salario-hora y los precios de las mercancías, que serán positivos y únicos, dada la normalización elegida. Ambos dependen, pues, de la ecuación de definición del numerario manejada". Por otra parte, "los precios de las mercancías y el salario-hora se expresan en las unidades de cuenta imaginarias que hemos tomado para definir el numerario. En cambio, los precio relativos son simples ratios, esto es, números abstractos carentes de unidades de medida" (p. 627). Por su parte, Eatwell y Panico (1987) han señalado que para cerrar el sistema sraffiano de precios relativos se necesita que esté dado el salario real (como en los clásicos) o "bien la tasa de ganancia", como parece preferir Sraffa (p. 450). En cualquier caso, la afirmación de Sraffa de que ésta "es susceptible de ser determinada desde fuera del sistema de producción, en especial por el nivel de los tipos monetarios de interés" (1960, p. 56) no puede ser más coherente con la concepción neoclásica, donde el rendimiento normal que se incluye en el coste medio de producción es precisamente esta tasa de interés.

 

            Steedman nos recuerda en la primera nota de su libro que "Sraffa considera sólo los 'precios de producción'; su libro no contiene ninguna referencia a los precios de mercado"; y añade que "lo mismo se aplica a este libro" (p. 11). Pero también los precios de equilibrio a largo plazo de la competencia perfecta equivalen a los precios de producción, con su tasa de ganancia incorporada igual al tipo de interés y con la anulación completa de la competencia intrasectorial característica del análisis marxista. Sólo cambia la vía por la que se llega a la misma conclusión. Para los neoclásicos, estos precios de producción se obtienen para el nivel de coste que coincide a la vez con el óptimo de explotación de la escala óptima de la empresa representativa de cada sector y con la utilidad marginal de cada uno de los consumidores que contribuyen a determinar la curva de demanda de mercado. Sraffa dirige su obra contra el análisis marginalista y por eso declara que "se ocupa exclusivamente de aquellas propiedades de un sistema económico que no dependen de variaciones en la escala de producción o en las proporciones de los factores" (p. 11); pero comparte con este análisis neoclásico la posibilidad de que haya más de una técnica productiva en el interior de un sector, por lo que imagina a todas las empresas de éste produciendo en las mismas condiciones de coste y, por tanto, ya que todas venden al precio de producción, de beneficio: "a cualquier nivel del tipo general de beneficio, el método que produce a un precio más bajo es, por supuesto, el más beneficioso de los dos para un productor que construye una nueva planta (...) Los puntos de intersección, donde los precios son iguales, corresponden al desplazamiento de uno u otro método a medida que el tipo de beneficio varía. Puede haber una o más de tales intersecciones (...) por otra parte, si no hay intersección alguna, uno de los dos métodos resulta desventajoso en todas las circunstancias y puede ser desestimado" (pp. 115-6).

 

            Un último problema del modelo de Sraffa es su incapacidad para ser utilizado en el análisis de la dinámica de la economía real, tal y como lo plantea la siguiente cita de Joan Robinson: "Llegamos ahora al meollo del asunto. Las ecuaciones técnicas no pueden por sí solas explicar los precios. En la economía real, rigen unos precios. Podemos postular una tasa de ganancia uniforme, y cuando es una tasa fijada -una tasa porcentual por periodo de rotación- podemos establecer cuáles deberían ser los precios. Pero ello no es sino lo que da la casualidad que son. Los precios no se hallan determinados por las condiciones técnicas (...) Desplacemos la tasa de ganancia por todos los valores, del cero al valor máximo (...) y obsérvese cómo se comportan los precios. En el tiempo histórico, naturalmente, no sería posible tener la misma composición física del producto con participaciones de salarios y beneficios diferentes (los capitalistas desearían obtener su participación en acero y caviar, los obreros en queso y botas). El cálculo es únicamente un movimiento en el tiempo lógico (...) Algunos lectores han interpretado el cálculo de los movimientos ascendentes y descendentes de la tasa de beneficio y la participación de los salarios como una referencia ala guerra de clases. Pero se trata de un total malentendido. Con una técnica dada y un producto neto dado, queda poco espacio para una lucha en torno a los salarios (...) En la economía real, en el movimiento en que fue tomada la fotografía de la misma, la participación de los salarios había sido ya alumbrada por la historia pasada" (1977, pp. 100-1).

 

 

            8.3. Los sraffianos.

 

            Mientras que Smith y Ricardo, por diferentes motivos, habían encontrado supuestos en los que, según ellos, no era válida la teoría laboral del valor, lo que se observa en Sraffa es un paso más en esta dirección hacia el "abandono" de la teoría del valor-trabajo, ya que la vigencia de esta teoría queda en él reducida al caso especial de que "el total de la renta nacional va a parar a los salarios", pues lo que ocurre, según Sraffa, es que "a este nivel de salarios, los valores relativos de las mercancías son proporcionales a sus costes-trabajo", mientras que en todos los demás casos "los valores no siguen una regla sencilla para ningún otro nivel de salarios" (p. 29). Muchos discípulos de Sraffa han continuado profundizando en esta dirección, utilizando la teoría del maestro para criticar, no sólo la teoría marginalista neoclásica, sino también la teoría de Marx, especialmente en la medida en que ésta se manifiesta como una teoría laboral del valor con pretensiones de universalidad para todas las condiciones económicas capitalistas. En su conocido libro sobre "Marx después de Sraffa", I. Steedman insiste en la manida tesis de que "la asignación social de la fuerza de trabajo puede determinarse sin referencia a ninguna magnitud de valor", aclarando que, según él, "las cantidades de trabajo incorporadas en las diversas mercancías (...) no desempeñan ningún papel esencial en la determinación de la tasa de ganancia (o de los precios de producción)" (Steedman 1977, pp. 12-13). Steedman aprovecha así el aparato analítico de Sraffa para atacar sobre todo a Marx, asegurando además que "la crítica a Marx basada en Sraffa no puede rechazarse en forma racional por la sencilla razón de que es correcta", por lo que concluye que "debe abandonarse el razonamiento de Marx basado en magnitudes de valor" (pp. 24-25). Cierto es que Steedman no reclama ninguna originalidad en estas conclusiones, pues aparte de otros antecedentes más cercanos que él mismo señala[8], se muestra consciente de que ya en Dmitriev y en Bortkiewicz se encuentran estos mismos planteamientos, hasta el punto de dudar si "Marx después de Dmitriev", o "Marx después de Bortkiewicz" no constituirían "un título más adecuado para el presente trabajo", opción que descarta en favor de "Marx después de Sraffa" sólo porque la obra de éste último ha marcado un punto de inflexión al proveer un marco de análisis riguroso dentro del cual se convierten en casos especiales (importantes) las obras de Dmitriev y Bortkiewicz" (p. 26).

 

            Como ya hemos visto, Dmitriev y Bortkiewicz reivindicaron a Walras y su teoría utilitarista. Pues bien, también en esto se limita Steedman a seguir la estela de estos autores, ya que recurre, como ellos, al argumento de autoridad de los autores neoclásicos. En su libro de 1977, señala que "el análisis de Von Neumann determina, a un alto nivel de abstracción, la tasa de ganancias, la tasa de crecimiento, todos los precios de producción, la asignación de trabajo, la elección de los métodos de producción, la vida económica de los bienes de capital y el patrón de la producción, en términos de los métodos de producción alternativos y del conjunto de salario real especificados en sentido físico" (ibid., p. 211). Además, tal determinación "no involucra ninguna referencia al concepto de valor de Marx"; y aunque "el análisis de Von Neumann puede complementarse con la demostración hecha por Morishima de que la tasa de ganancia y la tasa de crecimiento son positivas si y sólo si es positivo el plustrabajo, en la nueva definición de Morishima", es preciso añadir que "tampoco esta demostración requiere referencia alguna al concepto de valor de Marx" (ibidem). Steedman afirma en su libro que "todo lo que puede expresarse en términos de magnitudes de valor" puede también expresarse "sin recurrir a ellas, ya que éstas derivan de algo más básico como son las condiciones físicas de producción y los salarios reales". Y concluye su libro afirmando: "Hay que subrayar, una y otra vez, que el proyecto de una explicación materialista de las sociedades capitalistas depende del análisis de las magnitudes de valor de Marx sólo en el sentido negativo de que la insistencia en este análisis constituye un gran obstáculo para el desarrollo de tal proyecto" (ibid., p. 214). Howard y King han comentado que "aunque esta conclusión procedía de un marxista que había defendido sus planteamientos en el Bulletin of the Conference of Socialist Economists y en la New Left Review, era virtualmente idéntica, como advirtieron diversos comentaristas, al teorema samuelsoniano de la 'goma de borrar'[9]" (1992, p. 273).

 

            )Qué queda de Marx, como conclusión, después de Sraffa?, se preguntan Howard y King. Y su respuesta es esclarecedora, ya que al menos para algunos neoclásicos como Morishima y Catephores queda el "teorema marxiano fundamental", que explica los beneficios en términos de plusvalía. Sin embargo, un discípulo de Steedman, G. Hodgson, al que volveremos a encontrar en el próximo capítulo, cree que incluso esto es redundante, ya que la noción misma de trabajo incorporado "sólo puede ser una metáfora, desprovista de base material en cualquier realidad social" (Hodgson 1976). Poco después, Steedman escribía, siguiendo a Hodgson, que "hay dos formas de calibrar el producto excedente (...) la existencia de explotación (entendida en sentido estricto) y la existencia de beneficios no son más que las dos caras de una misma moneda: sólo son las expresiones en 'trabajo' y en 'dinero' del hecho de que existe un excedente físico" (Steedman 1979, p. 11).

 

            Como conclusión general, compartimos la opinión de Howard y King, de que "para los sraffianos, la significación de la teoría del valor de Marx es puramente histórica", ya que, según estos autores, tal teoría "fue el principal medio a través del cual se conservó el paradigma del excedente, y se desarrolló, tras el declive de la economía marxiana" (1992, p. 292). Sin embargo, puesto que los sraffianos creen que Dmitriev, Leontief y von Neumann desarrollaron a su vez dicho paradigma más allá de donde lo dejara Marx, estos autores afirman también que "es esencial ser revisionista si se quiere conservar las verdades del marxismo" (ibidem). Empero, no hay acuerdo sobre el alcance de este revisionismo. Unos, como Garegnani, Eatwell y Milgate, propugnan simplemente el desarrollo de las tesis del libro de Sraffa (1960). Otros, como Pasinetti, Morishima y Godwin, prefieren la teoría lineal de la producción a partir de los desarrollos de von Neumann. Un tercer grupo, con Joan Robinson y los postkeynesianos a la cabeza (véase el capítulo 9) insisten en el trabajo de Keynes, interpretándolo "à la Kalecki". Y por último, gente como Marglin (1984), Harris (1978), o Lichtenstein (1983), intentan combinar todo lo anterior. En cualquier caso, una característica común de todos estos grupos es que "la amalgama de las ideas de Marx con las de otros economistas tiene el efecto de diluir su componente específicamente marxiano, de forma que se hace difícil saber qué es exactamente la moderna economía política marxista" (ibid., p. 293).

 

 

                                                           Para seguir leyendo

 

                Una de las obras más importantes de la escuela clásica de Economía, y de toda la historia del pensamiento económico, es el libro de Ricardo (1817), que puede ser completado con la lectura del resto de su obra, editada por Sraffa (1951/55 y 1973), con la colaboración de M. Dobb. Aunque la lectura "sraffiana" de Ricardo se refleja, lógicamente, en los autores que se consideran seguidores de Sraffa, como Roncaglia (1978), Caravale (1985) o Caravale y Tosato (1980), hay también lecturas neoclásicas de Ricardo -véanse Stigler (1952, 1953, 1958), Blaug (1958), Hollander (1979, 1987, 1995), o Samuelson (1987)- que siguen a Schumpeter en considerar a Ricardo como un precursor del marginalismo que no tenía, en el fondo, una teoría del valor-trabajo.

 

                Entre los "neorricardianos" de finales del siglo XIX y principios del XX, verdaderos precedentes del análisis de Sraffa y de los sraffianos, deben leerse los trabajos de Dmitriev (1898), Tugán (1890, 1900 y 1904) y Bortkiewicz (1906/7, 1907 y 1971) para comprobar hasta qué punto estaban influidos por el análisis de la escuela matemética y marginalista.

 

                Sobre Sraffa y los sraffianos, aparte de leerlo a él mismo (1960), junto a otros autores de sensibilidad parecida, como Garegnani (1960) y Pasinetti (1960, 1975, 198), debe leerse a los autores que sentaron las bases del modelo de producción lineal -Leontief (1925, 1951, 1987), von Neumann (1938)- y también a los que desarrollan recientemente esta línea interpretativa, desde Steedman (1977), Kurz (1979) y Schefold (1980) hasta Eatwell y Panico (1987), o Kurz y Salvadori (1993 y 1995). Pero véase también una crítica en Savran (1979).

 

                                                                                           Bibliografía:

Blaug, M. (1958): Ricardian Economics. An Historical Study, Yale University Press, New Haven, Conn. [Teoría económica de Ricardo: un estudio histórico, Ayuso, Madrid, 1973].

Bortkiewicz, L. von (1906/7): "Value and price in the marxian system", International Economic Papers, n1 2, 1952, pp. 5-60.

--(1907): "Contribución a una rectificación de los fundamentos de la construcción teórica de Marx en el volumen III de El Capital", en Sweezy (ed.) (1949): Economía burguesa y economía socialista, Cuadernos de Pasado y Presente, n1 49, Buenos Aires, 1974].

--(1971): La teoria economica di Marx e altri saggi su Böhm-Bawerk, Walras e Pareto, ed. Luca Meldolesi, Einaudi, Turín.

Caravale, G. (ed.) (1985): The Legacy of Ricardo, Blackwell, Oxford.

-- y Tosato, D. (1980): Ricardo and the Theory of Value Distri­bu­tion and Growth, Londres, 1980.

Dmitriev, V. K. (1898): The theory of value of D. Ricardo: an attempt at a rigorous analysis", en (1904): Economic Essays on Value, Competition and Utility, CUP, Cambridge, 1974 [Ensayos económi­cos: sobre el valor, la compe­tencia y la utilidad, Siglo XXI, México, 1977].

Eatwell, J.; Panico, C. (1987): "Sraffa, Piero", The New Palgrave: A Dictionary of Economics, eds. J. Eatwell, M. Milgate, P. Newman, Macmillan, Londres, vol. IV, pp. 445-452.

Garegnani, P. (1960): Il capitale nella teorie della distribuzione, Giuffré, Milán.

Hollander, S. (1979): The Economics of David Ricardo, Heinemann, Londres.

--(1987): Classical Economics, Blackwell, Nueva York.

(1995): Ricardo. The New View. Collected Essays I, Routledge.

Kurz, H. D. (1979): "Sraffa after Marx (reviewing: Ian Steedman, Marx After Sraffa, N. L. B., London, 1977)", Australian Economic Papers, 18 (32), pp. 52-70.

-- y Salvadori, N. (1993): "Von Neumann's growth model and the 'classical' tradition", The European Journal of the History of Economic Thought, 1, pp. 129-160.

--(1995): Theory of Production. A Long-Period Analysis, University Press, Cambridge.

Leontieff, W. (1925): "La balance de l'économie nationale de l'U.R.S.S.: analyse méthodologique des travaux de la Direction Centrale des Statistiques", en Études Économiques, n1 145, 1963, París.

--(1951): The structure of the american economy (1919-1939), 2nd. ed., Oxford University Press, Nueva York [La estructura de la economía americana, 1919-1939, Bosch, Barcelona, 1958].

--(1987): "Input-output analysis", en The New Palgrave: A Dictionary of Economics, vol. 2, Macmillan, Londres, pp. 860-864.

Pasinetti, L. (1960): "A mathematical formulation of the ricardian system", Review of Economic Studies, 27, febrero, pp. 78-98.

--(1975): Lezioni di teoria delle produzione, Il Mulino, Bolonia [Lecciones de teoría de la producción, Fondo de Cultura Económi­ca, Madrid, 1983].

--(1981): Structural Change and Economic Growth. A Theoretical Essay on the Dynamics of the Wealth of Nations, Cambridge University Press, Cambridge [Cambio estructural y crecimiento económico, Pirámide, Madrid, 1985].

Ricardo, D. (1817): Principios de Economía Política y Tributa­ción, Ayuso, Madrid, ed. M. Román, 1973.

Roncaglia, A. (1978): Sraffa and the Theory of Prices, John Wiley, Chichester.

Samuelson, P. (1987): "Sraffian Economics", The New Palgrave: A Dictionary of Economics, eds. J. Eatwell, M. Milgate, P. Newman, Macmillan, Londres, vol. IV, pp. 452-461.

Savran, S. (1979): "On the theoretical consistency of Sraffa's economics", Capital and class, 7, primavera, pp. 131-140 ["Sulla coerenza della teoria economica di Sraffa", Plusvalore, 7, 1990, pp. 3-16].

Schefold, B. (1980): "Von Neumann and Sraffa: mathematical equivalence and conceptual difference", Economic Journal, 90 (337), marzo, pp. 140-156.

Sraffa, P. (1951/1955 y 1973): The Works and Correspondence of David Ricardo, Cambrid­ge, vols. I-X: 1951-1955, vol. XI (índices): 1973 [Obras y correspondencia (ed. P. Sraffa), Fondo de Cultura Económica, México, 1959].

--(1960): Production of Commodities by Means of Commodities: Prelude to a Critique of Economic Theory, Cambridge University Press, Cambridge [Producción de mercancías por medio de mercancías, Oikos-Tau, Vilassar de Mar, Barcelona, 1966].

Steedman, I. (1977): Marx After Sraffa, New Left Books, Londres [Marx, Sraffa y el problema de la transformación, Fondo de Cultura Económica, México, 1985].

Stigler, G. (1952): "The Ricardian Theory of Value and Distribu­tion", Journal of Political Economy, 60 (3), junio, pp. 187-207.

--(1953): "Sraffa's Ricardo", American Economic Review, septiembre, pp. 586-599.

--(1958): "Ricardo and the 93% labour theory of value", American Economic Review, 48, pp. 356-367.

Tugán-Baranovsky, M. I. (1890): "Uchenie o Predel'noy Poleznosti Khnozyaystvennykh Blag" ("Sobre la utilidad marginal de los bienes económicos como determinante de su valor"), Yuridichesky Vestnik, 6, pp. 192-230.

--(1900): "Trudovaya Tsennost' i Pribyl" ("Valor-trabajo y beneficio"), Nauchnoe Obozrenie, 3, pp. 607-634.

--(1904): Los Fundamentos teóricos del marxismo, Hijos de Reus Editores, Madrid, 1915 (trad. del alemán y prólogo, R. Carande).

Von Neumann, J. von (1938): "Über ein Ökonomisches Gleichungssystem und eine Verallgemeinerung des Brouwerschen Fixpunktsatzes", en K. Menger (ed.): Ergebuisse eines Mathematischen Seminars ["A model of general economic equilibrium", Review of Economic Studies, 1946, pp. 221-229, trad. de O. Morgenstern].

 


 


    [1] Lo cual no significa que muchos autores hayan dejado por ello de presentar lecturas alternativas de la obra de Ricardo, como, por ejemplo, Stigler y Hollander desde el punto de vista neoclásico.

    [2] Véase el segundo volumen de sus Teorías de la Plusvalía, casi íntegramente dedicado a él.

    [3] Marx alaba la honradez científica de Ricardo en un párrafo citado en el capítulo 3 (véase también la introducción de M. Román a la edición de los Principios que se cita en la Bibliografía de este libro). Por esa razón, concede tanta importancia al párrafo del Ensayo sobre los beneficios, de Ricardo, que cita en las Teorías: "Lamentaré [...] mucho que consideraciones hacia cualquier clase en particular frenen el progreso de la riqueza y la población del país" (Marx 1862, vol. 2, p. 105).

    [4] James Mill escribió a Brougham que si las ideas de Hodgskin "se diseminaran serían subversivas para la sociedad civilizada" (citado en Robbins 1952, p. 135). Por su parte, Hunt escribe: "La influencia de Hodgskin y las conclusiones radicales de su teoría fueron sin duda factores explicativos importantes del abandono por parte de Nassau Senior y de la mayoría de los economistas conservadores de finales de 1820 y de 1830 de la teoría laboral del valor". Todo lo cual se hace más explícito aún en Dobb: "El grupo vinculado a Senior (y éste incluía a Longfield) estaba alejándose muy a conciencia de las doctrinas más características de Ricardo, y especialmente de aquéllas (tal como su teoría del beneficio con su insistencia sobre la relación antagónica entre salarios y beneficios y entre el beneficio y la renta) a las cuales ellos consideraban socialmente peligrosas y, por lo tanto, insostenibles" (Dobb 1973, p. 127). Todo esto acentuó la tendencia a desmarcarse de la teoría del valor trabajo por parte de muchos ricardianos, pero no debemos olvidar que algunos ya habían defendido otras teorías antes de Ricardo. No sorprende, pues, que el malthusiano Cazenove escriba: "Que el trabajo es la única fuente de la riqueza parece ser una doctrina tan peligrosa como falsa, pues, por desdicha, da argumentos a quienes pretenden afirmar que toda la propiedad pertenece a las clases trabajadoras, y que las partes que reciben otros es un robo o un fraude contra ellas" (1832, citado en Marx 1862, vol. III, p. 53). Lo cual concuerda con la idea de Blaug: "Es significativo que los escritores que atacaron los puntos de vista de los 'teóricos del trabajo' -Scrope, Read y Longfield- estuvieran también entre los primeros en adelantar la teoría de la abstinencia en relación con los beneficios" (Blaug 1958, pp. 224-5; véase también Dobb 1973, pp. 114 y ss.).

    [5] Como señalan Howard y King, el revisionismo de Struve y Tugán es anterior al de Bernstein.

    [6] En su apéndice sobre "referencias a la literatura", Sraffa señala que "la concepción original del sistema de producción y de consumo como un proceso circular se encuentra, por supuesto, en el Tableau Économique de Quesnay y aparece en agudo contraste con la visión presentada por la moderna teoría de una avenida unidireccional que lleva desde los 'Factores de producción' a los 'Bienes de consumo'" (p. 131). A continuación señala cómo la teoría "triguera" de los beneficios de Ricardo (de 1815) puede tener aquí un punto de contacto con la teoría fisiocrática, "en la medida que esta última estaba basada, como indicó Marx, en la naturaleza 'física' del excedente en la agricultura" (pp. 131-132).

    [7] Frente a quienes han atacado la idea de Ricardo señalando que el porcentaje del 6% ó 7% parece poco realista (por excesivamente bajo), pueden oponerse los resultados empíricos obtenidos por quienes se han tomado el esfuerzo de comprobar estas afirmaciones a partir de los datos input-output de las economías reales. Véase el análisis de algunos de estos trabajos en el epígrafe 10.2.

    [8] En concreto, Garegnani (1960), Okishio (1963), Bródy (1970), Morishima (1973 y 1974), Lippi (1976), Abraham-Frois y Berrebi (1976).

    [9] El citado teorema reza así: "Cuando se abre uno camino por entre el laberinto del álgebra y llega a comprender lo que ocurre, se descubre que el 'algoritmo de la transformación' adopta la forma siguiente: 'contémplense dos sistemas alternativos y discordantes. Anótese uno de ellos. A continuación, transfórmeselo cogiendo una goma de borrar y borrándolo. Luego, (sustitúyaselo por otro! (Voilà! Se ha completado el algoritmo de la transformación'. Con esta técnica puede uno transformar el flogisto en entropía; a Ptolomeo en Copérnico; a Newton en Einstein; el Génesis en Darwin -y viceversa: la entropía en flogisto, etc..." (Samuelson 1971, p. 400).