Este texto forma parte del libro
Historia del Pensamiento Económico Heterodoxo
del profesor Diego Guerrero
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Capítulo 3. La crítica de la economía política en Marx.

 

            Marx fue toda su vida un crítico: lo fue antes de saber nada de Economía[1], y lo siguió siendo a medida que tomaba contacto con esta disciplina, y posteriormente, cuando dejó una obra escrita madura que puede caracterizarse sin duda como de predominantemente económica. En una carta de juventud a su amigo Ruge, Marx escribe: "No es cosa nuestra la construcción del futuro o de un resultado definitivo para todos los tiempos; pero tanto más claro está en mi opinión lo que nos toca hacer actualmente: criticar sin contemplaciones todo lo que existe; sin contemplaciones en el sentido de que la ciencia no se asuste ni de sus consecuencias ni de entrar en conflicto con los poderes establecidos"[2]. Y en su libro más importante, El Capital, Marx colocó un significativo subtítulo: "Crítica de la Economía Política". Como ha señalado Mandel, tanto en Marx como en Engels "podemos recorrer paso a paso la trayectoria del pensamiento: de la crítica de la religión a la crítica de la filosofía, de la crítica de la filosofía a la crítica del Estado; de la crítica del Estado a la crítica de la sociedad, es decir, de la ciencia política a la ciencia de la economía política, que culmina en la crítica de la propiedad privada" (Mandel 1967, p. 3). Sin embargo, este capítulo sólo se ocupará de Marx, y no de Engels, y se concentrará en su obra económica madura, después de dedicar el primer epígrafe al primer pensamiento económico elaborado en su juventud.

 

 

            3.1. El pensamiento económico del joven Marx.

 

            El joven Karl Marx que se enfrentaba a sus primeros estudios de Economía (por ejemplo, el autor de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844) era todavía hostil a la teoría laboral del valor (Mandel 1967), y abordaba la esfera de lo económico preocupado fundamentalmente por las cuestiones relativas a la distribución de la renta, planteamiento que él mismo criticaría en su obra madura. Vamos a desarrollar aquí sólo estos dos puntos del pensamiento económico del joven Marx y remitimos para un estudio más completo al citado análisis de Mandel. Como ha escrito precisamente este autor, durante 1845 Marx viajó seis semanas a Manchester desde su exilio en Bruselas[3] y "regresó de Manchester a Bruselas con ideas mucho más favorables en lo relativo a la teoría del valor-trabajo" (ibid., p. 44). La razón es que en ese viaje "descubrió el uso social-revolucionario que escritores socialistas ingleses habían podido hacer de la teoría del valor-trabajo y de las contradicciones que encierra en Ricardo. Entre los escritores que estudió en Manchester en julio y agosto de 1845 figuran T. S. Edmonds y William Thompson, que habían empleado los teoremas ricardianos, precisamente con ese espíritu. (Después de agosto estudió a John Bray, que forma parte de la misma categoría de autores.) Más tarde Marx criticará el análisis del valor-trabajo como si crease un 'derecho del obrero a todo el producto de su trabajo'. Pero es más que probable que el estudio de estos autores haya permitido descubrir las razones apologéticas por las cuales la economía política burguesa se había apartado de Ricardo en la Gran Bretaña. No hay pruebas de que Marx haya leído desde esta época a Hodgskin y a Ravenstone, los dos mejores discípulos proletarios de Ricardo. Pero Engels, que había estudiado con gran detalle la agitación obrera en la Gran Bretaña para redactar su Situación de la clase trabajadora en Inglaterra, conoció por lo menos el efecto que estos escritores habían tenido en la clase obrera y en la clase burguesa" (ibid., p. 43).

 

            En cualquier caso, mucho antes de los exhaustivos estudios sobre la historia del pensamiento económico que realizó en las Teorías sobre la Plusvalía (llevados a cabo durante la década de 1860), Marx se había familiarizado, ya desde su juventud[4], con las obras de los defensores de una concepción "relati­va" de los salarios que tenía su origen en Ricardo. Por ejemplo, en su primer Manuscrito económico-filosófico, de 1844, cita un texto del alemán Wilhelm Schulz que intro­duce los conceptos de "pobreza absoluta" y "pobreza relativa": "Sin embargo, aunque fuese cierto, que no lo es, el aumento del ingreso medio de todas las clases de la sociedad, podrían haber aumentado también las diferen­cias relati­vas entre los ingresos, acentuándose con ello el contraste entre la riqueza y la pobreza. En efecto, precisamente porque la producción global aumenta, y en la misma medida en que esto ocurre, aumentan también las necesidades, las pretensiones y las apetencias, y puede aumentar también, por tanto, la pobreza relativa, al paso que disminuye la pobreza absoluta. El samoyedo no es pobre en aceite de ballena y en pescado rancio, pues en su sociedad cerrada todos tienen las mismas necesida­des. Pero en un estado progresivo, que en el trans­cur­so de una década, digamos, acrecienta en una tercera parte el volumen global de su producción con relación a la socie­dad, el obrero que a la vuelta de los diez años siga contando con los mismos ingresos que antes, no tendrá la misma situación económica, sino que será una tercera parte más pobre" (Marx y Engels 1975, p. 34).

 

            Igualmente, en 1847, en un manuscrito consagrado a esta cuestión, El salario, recoge ya una cita del suizo Cherbu­liez, que es reprodu­cida posterior­mente en las Teorías: "La productividad del capital tiende a dismi­nuir el valor de toda la masa de produc­tos en grado muy conside­rable, con lo cual los pone al alcance de los obreros, y de ese modo aumenta la gama de disfrutes que se encuen­tran en condicion­es de obtener [...] No es tanto el monto absoluto como el monto relativo consu­mido por el obrero, lo que hace que su destino sea dichoso o desdichado. )Qué le importa si ahora se halla en condiciones de obtener unos pocos productos más, que antes resultaban inaccesibles, cuando la cantidad de productos innacesibles para él ha crecido en proporción aun mayor, si la distancia que lo separa del capitalista sólo aumentó, si su posición social se deterioró y se volvió más desventa­josa? Aparte de este consumo estric­ta­mente necesario para el mantenimiento de nuestra fuerza, el valor de nuestros disfrutes es en esencia relativo"[5]. En el mismo manuscrito, hace finalmente los siguientes apuntes, sugeridos por la lectura de la obra de John Francis Bray: "El incremento de las fuerzas productivas en general acarrea las siguientes consecuen­cias: a) empeora relativamente la situación del obrero con respecto al capitalista, ya que el valor del disfrute es siempre relativo. Los disfrutes de por sí no son, en efecto, otra cosa que disfrutes sociales, relaciones" (Marx y Engels 1975, p. 169). Y un poco más adelante señala: "A lo largo del desarro­llo, el salario desciende, por tanto, de dos modos: Primero, en términos relativos, con relación al desarro­llo de la riqueza general. Segundo, en términos absolu­tos, al disminuir la cantidad de mercancías que el obrero obtiene a cambio de su sala­rio" (ibid., p. 172)[6].

 

            Marx sólo comprendió más adelante que el peligro social lo representaba la teoría de Ricardo, más consecuente en el fondo que la de muchos de estos discípulos socialistas o proletarios. Por eso, en las Teorías le concede tanta importancia a su concepto de salario relativo[7] y a la crítica que contra el mismo levantaron los contemporáneos de Ricardo. Porque, en efecto, la mayoría de los economistas de la época no tardó mucho tiempo en rechazar la posición de Ricardo. Las siguien­tes palabras de Edward Cannan, casi un siglo después, son suficientemente represen­tativas de esta actitud: "Decir que la renta y los salarios han bajado cuando admite uno mismo que han aumentado en una mitad, puede difícilmente considerarse exacto, cualesquiera que sean las circuns­tan­cias. Pero, a pesar de la manera equívoca en que se expresa Ricardo [...]" (1890, p. 452). Evidentemente, los intérpretes de Ricardo que -como Cannan- le reprochan su terminología, en realidad no hacen otra cosa que combatir su propio concepto. Por el contrario, Marx considera precisamente dicho concepto como una de las aportacio­nes teóricas fundamentales de David Ricardo: la de haber descu­bier­to que "el valor de los salarios (y por consiguiente de la ganancia) depende en absoluto de la proporción de la parte de la jornada de trabajo durante la cual el obrero trabaja para sí (para producir o reproducir su salario) respecto de la parte de su tiempo que perte­nece al capitalista [lo cual] no es más que otra manera de expresar la teoría real de la plusvalía" (1862, vol. III, p. 28). Precisamente, es por esta razón -por cuanto que lo que Ricardo hace, en realidad, es anticipar en gran medida, con su concepto de "valor real de los salarios", la teoría de la plusvalía de Marx- por lo que se alzan voces de protesta contra las ideas ricardianas, proce­den­tes, de manera especial, de Malthus y de los malthusia­nos: "Escritor alguno que haya conocido, anterior a Mr. Ricardo -escribe Malthus-, usó jamás el término salario, o salario real, para referirse a una proporción [...] Pero siempre se consideró que los salarios aumentaban o disminuían, no según una proporción que pudiesen tener respecto del producto total obtenido por cierta cantidad de trabajo, sino según la mayor o menor cantidad de un producto determinado recibido por el obrero, o la mayor o menor capacidad que dicho producto admite de disponer de los medios de satisfacer las necesidades o atender a las conveniencias de la vi­da" (Malthus 1827, pp. 28-29).

 

            Evidentemente, la oposición de estos autores al concepto de salario como propor­ción no era algo fortui­to, sino resultado de la propia animadversión que sentían hacia la teoría del valor trabajo en su conjun­to. Marx era consciente de todo esto ya en sus años jóvenes, pero sólo lo dejó reflejado en sus Teorías, como cuando cita el siguiente pasaje del malthusiano Cazenove (1832): "Que el trabajo es la única fuente de la riqueza parece ser una doctrina tan peligrosa como falsa, pues, por desdicha, da argumentos a quienes pretenden afirmar que toda la propiedad pertenece a las clases trabajado­ras, y que las partes que reciben otros es un robo o un fraude contra ellas" (Marx 1862, vol. 3, p. 53). En realidad, toda la pugna entra las teorías de Ricardo y Malthus -extendida más tarde a sus seguidores- se desarrolló sobre un trasfondo ideológico notable, que el propio Marx contribuyó a desentrañar. Según Marx, la "esencia social de la polémica" que enfrentó a ambos autores hay que buscarla en que, a diferencia de Ricardo, Malthus representaba los intereses de quienes aceptaban "la producción burguesa mientras no sea revolucionaria, mientras no constituya un factor histórico de desarrollo, sino que sólo cree una base material más amplia y cómoda para la 'antigua' socie­dad" (ibid., p. 44). Malthus, como Ricardo, desea el más amplio des­arrollo de la producción capitalista; pero, a diferencia de éste, no a cualquier precio, sino tan sólo a condi­ción de que dicho desarrollo "se adapte a las 'necesida­des de consumo' de la aristocracia y sus ramas en el Estado y la Iglesia, que sirva como base material para las anticua­das reivindicaciones de los repre­sentantes de intereses heredados del feuda­lismo y la Monar­quía Absoluta"; en cambio, "Ricardo defendió la producción burguesa en la medida en que [significaba] el desarrollo más ilimitado de las fuerzas productivas sociales, sin tener en cuenta el destino de quienes participan en la producción, sean ellos capitalistas u obreros."[8]

 

            Esto le lleva a formarse una opinión sobre la honestidad intelectual de Ricardo que acompañará a Marx toda su vida: pensaba que a Ricardo "le importa muy poco si el progreso de las fuerzas productivas aniquila la propiedad de la tierra o a los obreros", lo que significa que "aquí hay honradez científica", ya que "en general, la concepción de Ricardo coincide con los intereses de la burguesía industrial", pero "sólo porque y en la medida en que sus intereses coinciden con los de la producción o el desarrollo productivo del trabajo humano"; ahora bien, "cuando la burguesía entra en conflicto con ello, Ricardo se muestra tan implacable con ella como lo es en muchas ocasiones respecto del proletariado y la aristocracia" (ibid., vol. 2, pp. 99-100). Esta toma de parido metodológca puede aplicarse también a la propia obra del Marx maduro, que se mostró tan implacable con el proletariado y sus representantes teóricos socialistas como con la burguesía y sus "sicofantes, los economistas" cuando ambos se oponían a los intereses del trabajo, y a los del movimiento comunista que, según él, los pondría en práctica.

 

 

            3.2. El Capital: Teoría del valor y de la plusvalía.

 

            La lectura que se va a hacer aquí de El Capital es puramente "económica", lo que incluye la exposición de la teoría del valor (y el plusvalor), la teoría de la acumulación del capital y la teoría de las crisis. Esta afirmación no debe interpretarse como una contraposición de lo económico, o lo científico, con lo filosófico o ideológico, pues equivaldría a endosar la posición neopositivista de quienes descalifican la obra de Marx simplemente por su contenido "metafísico". Como ha señalado un autor no marxista, hay buena y mala metafísica, y, por tanto, considerar metafísico el contenido de una obra no puede equivaler sin más a descalificarla (Bunge 1985). Por otra parte, tampoco significa olvidar que Marx siempre hablaba y escribía de los economistas en tercera persona, autoexcluyéndose conscientemente del colectivo de los "sicofantes del capital". Más bien, se trata de un punto de vista perfectamente compatible con el del filósofo español que -a nuestro juicio- mejor ha comprendido la economía de El Capital (que es su filosofía, al mismo tiempo): "1) Que todo Das Kapital no es sino la exposición desarrollada de la 'teoría del valor' expuesta globalmente en el capítulo primero, o sea: la construcción efectiva del 'modelo' requerido por las condiciones de aquella teoría. (Cuando decimos 'todo Das Kapital' nos referimos a la totalidad del proyecto, y no sólo a la parte efectivamente escrita). 2) Que la 'teoría del valor', y, por lo tanto, Das Kapital en su conjunto, es la verdadera obra filosófica de Marx, y que, como tal, es un momento esencial de la historia de la filosofía" (Martínez Marzoa 1983, p. 28).

 

            Y, para que no quede duda, este autor aclara que "nada se añade a la teoría del valor ni viene después de ella, sino que todo se limita a exponerla de manera desarrollada", por lo que la obra de Marx es una ontología del capitalismo, "un análisis del modo en que las cosas son en el ámbito de la sociedad moderna" (ibid., pp. 31 y 34). Pues bien, la teoría del valor de Marx no es sólo un análisis cualitativo de la sociedad capitalista -algo que ya tenía bastante acabado en sus años mozos- sino una teoría con una dimensión matemática y cuantitativa fundamental, que le obligó a trabajar durante cerca de cuarenta años en lo que al principio sólo consideraba "esa lata de la Economía" que, según creía, apenas iba a retener su atención de unas pocas semanas o meses. Según esta interpretación, la teoría del valor comprende -y esta enumeración de componentes se hace pensando también en las interpretaciones hechas por otros autores, a las que prestaremos atención en capítulos posteriores de este libro-:

 

            11- una teoría completa del valor, el dinero, los precios y sus medidas;

 

            21- una teoría completa de la competencia (intra e intersectorial), basada en el libre movimiento del capital (y no en el monopolio) y en el intercambio de equivalentes (y no en el imperialismo, como una mezcla de monopolio y de intercambio desigual), que es al mismo tiempo una teoría de la ventaja absoluta y del desarrollo desigual;

 

            31- una interpretación hylemórfica de la sociedad capitalista, según la cual es necesario distinguir entre la materia o contenido de las variables económicas y su específica forma social debida a las relaciones de producción capitalistas; esta interpretación está en el origen de la teoría marxista de la crisis y de su teoría del socialismo.

 

            11. Teoría completa del valor. En el capitalismo, el trabajador colectivo[9] de cada empresa produce una masa de mercancías cuya composición y cantidad son decididas por el dueño de la misma con aparente independencia de las simultáneas decisiones similares de los propietarios de las otras unidades de capital. Estas mercancías tienen todas un precio, que debe servir simultáneamente para que cada capitalista aspire[10] a obtener la máxima valorización de su capital en unas condiciones dadas, y para que la sociedad se pueda reproducir sobre esta base productiva y teniendo en cuenta las necesidades humanas socialmente condicionadas de sus miembros.

 

            Por otra parte, sin trabajo no puede haber producción en ningún tipo de sociedad. Pero el tipo de trabajo que caracteriza a la sociedad capitalista es el trabajo asalariado, de forma que "con arreglo a la orientación variable que muestra la demanda de trabajo", es decir, la acumulación de capital, "una porción dada de trabajo humano se ofrece alternativamente" en forma de un tipo u otro de trabajo concreto (Marx 1867, vol. 1, p. 54). Si nos abstraemos de la forma que revisten estos trabajos concretos -y esta abstracción es una abstracción real, no puramente ideal, en las condiciones del capitalismo-, puede afirmarse que en todas las mercancías hay cierta cantidad de "gasto de trabajo humano en general", del trabajo abstractamente humano típico de la sociedad capitalista reducido a trabajo simple e indiferenciado, a "gasto productivo del cerebro, músculo, nervio, mano, etc., humanos" (ibid.; véase también Rubin 1928).

 

            Por tanto, dejando a un lado ciertos bienes y productos irreproducibles[11], puede afirmarse que las únicas propiedades comunes, cuantificables y exclusivas de todas las mercancías reproducibles por el hombre son las de "ser producto de este trabajo humano" y "tener un precio". Es verdad que hay otras teorías que han insistido en otras propiedades comunes de las mercancías, pero a este respecto hay que añadir que las otras propiedades que citan los críticos -la "utilidad abstracta" de Wicksteed (1884) y Steedman (1995c), la de "ser deseadas por la gente", de Böhm-Bawerk (1896) y Roemer (1988), o la de haber intervenido en su producción, directa o indirectamente, "el trigo" (Sraffa 1960, Roemer 1982), "la energía" (Elster 1978b) o "la mercancía k" (Vegara 1979)- no cumplen alguno o varios de los requisitos citados. Así, la de poseer utilidad, si se interpreta como "utilidad subjetiva", no es una propiedad exclusiva de las mercancías ni es cuantificable. La de tener una "utilidad objetiva", aunque pueda ser cuantificable en el sentido de que dos chaquetas poseen el doble de ella que una chaqueta, no es exclusiva de las mercancías, pues el aire, el sol o el agua también la poseen. Y cualquier otra propiedad imaginable, o bien está incluida entre las dos anteriormente mencionadas, o bien no puede ser realmente una propiedad común a todas las mercancías, salvo en un sentido puramente artificial y contingente, como cuando se pretende, basándose en los datos de las tablas input-output, que cualquier mercancía (al menos, las que Sraffa llamaba "básicas") tiene la propiedad de participar directa o indirectamente en la producción de cualquier otra.

 

            Todo esto conduce a una serie de teorías absurdas del valor, entre las que podemos citar las siguientes:

 

            1) Teoría "triguera" del valor. Esta teoría olvida una cuestión previa, que se refiere a la necesaria conexión de las teorías con la realidad, aparte de con la mente calculadora del teórico. Se trata de que mientras el trabajo ha sido, es y será necesario en cualquier tipo de producción, el trigo no lo es. Para empezar, en las etapas anteriores a la aparición de la agricultura, el hombre se reproducía socialmente sin necesidad de este bien. Por otra parte, esta teoría no puede ocultar su origen eurocéntrico, lo que nos lleva a postular que no puede ser una teoría de universal aplicación; así, en Japón y otros países asiáticos convendría mejor una teoría "arrocera" del valor, y desde luego por esta vía es posible que hayamos encontrado la solución al misterio de la competitividad japonesa (aunque ahora esté puesta en entredicho), ya que es muy posible que las mercancías de este país requieran mucho menos valor-trigo que sus homólogas europeas y americanas. En cambio, en términos de la teoría arrocera, las mercancías euro-americanas deberían ser más baratas.

 

            2) Teoría "energética" del valor. Esta teoría olvida que, aunque la energía esté presente en la producción (y desde luego siempre está presente en ella, junto a otras o en exclusiva, la energía laboral humana), no es un atributo exclusivo de la producción. Si esta teoría fuera verosímil, habríamos descubierto al mismo tiempo la teoría "accidental" o "catastrófica" del valor, ya que mientras mayor fuera, por ejemplo, la energía liberada en un accidente de circulación, mayor sería el valor-energía del producto resultante, y ello sin necesidad de recurrir a la enorme masa de valor que se puede obtener de las catástrofes naturales, como los terremotos, los huracanes o las erupciones volcánicas.

 

            3) Teoría "chupachúpica" del valor. En realidad, )por qué limitarse al trigo, el hierro o la energía? Si se utilizan las tablas input-output, pronto descubriremos que cualquier mercancía que entre en el consumo de cualquier trabajador o su familia -por ejemplo, los chupachups- pueden servir de numerario para una teoría del valor a la carta. Así podremos calcular el valor-chupachup de cualquier mercancía, la tasa de explotación del chupachup, etc.

 

            4) Teoría "nebulosa" del valor. Y desembocamos finalmente en el utilitarismo: )por qué limitarnos al mundo objetivo de los productos y las mercancías, si, andado ya el trecho anterior, poco nos falta para llegar al individualismo metodológico y ontológico? En efecto, si de cosas "deseadas por la gente" se trata, )habrá algo más deseado en España que las nubes en época de sequía? Las nubes, que nos traen el agua, la vida, etc., son indirectamente necesarias para la producción de cualquier mercancía, por lo que no habría inconveniente teórico (dejando a un lado las dificultades prácticas) para propugnar el cálculo de los valores-nube de las mercancías.

 

            La teoría del valor de Marx puede expresarse, sin necesidad de utilizar su propio lenguaje, diciendo que lo anterior le lleva a descubrir, por primera vez en la historia del pensamiento económico, que el valor intrínseco de la mercancía -trabajo abstracto solidificado- se mide indirectamente a través del dinero por el que se cambia de hecho en el mercado. Como ha señalado Ganssmann[12] (1988), esta medida indirecta no es algo típico del valor sino algo muy común en el terreno de las ciencias físicas, que comparten con las ciencias sociales su relevancia práctica para la vida social. Así, la temperatura se mide por la longitud o altura de una columna de mercurio, el peso por la posición de una aguja, etc. Por otra parte, las contrastaciones empíricas realizadas son consistentes al respecto (véanse Ochoa 1984, 1987, 1988 y 1989, Petrovic 1987 y Shaikh 1995).

 

            21. Teoría de la competencia. El valor es el trabajo socialmente necesario para reproducir las mercancías, y lo que significa ese "socialmente" en este contexto requiere una explicación en dos pasos. En primer lugar, en cada rama de la producción se produce una primera "socialización" (competencia intrasectorial) que supone una primera desviación entre los valores individuales y sociales en cada rama. En segundo lugar, se produce una segunda socialización en la interrelación entre las diversas ramas productivas (competencia intersectorial): el cálculo del trabajo socialmente necesario ha de tener en cuenta que el sistema se basa en el libre movimiento del capital, y que éste huirá de los sectores donde la rentabilidad de los capitales reguladores[13] sea inferior a la media y afluirá a las ramas con una tasa de ganancia superior a la media. Esto significa una tendencia permanente a la igualación sectorial, pero una tendencia que se realiza en medio de la permanente desigualdad real de dichas tasas sectoriales (si no, no tendrían sentido dichos movimientos de capital), y en medio de una turbulencia de precios efectivos que se desvían de estos precios de producción (los precios que permiten unos beneficios proporcionales al capital adelantado y no proporcionales al trabajo medio sectorial). Este segundo tipo de desviación no supone una negación de la ley del valor, igual que el primer tipo tampoco la suponía: ambos son parte integrante de la teoría del valor, los precios y la competencia de Marx.

 

            Si suponemos precios directos (Pd) iguales a los valores sectoriales medios, la magnitud monetaria de la producción de un sector (el producto de este precio por el volumen físico producido, Q) sería igual a la suma del capital constante, y el capital variable[14] más la plusvalía (Pd A Q = c + v + pv). Si se adopta un enfoque dinámico, hay que tener siempre presente la perspectiva del tiempo real, por lo que hay precisar con cuidado a qué momento se refieren las variables. Utilizaremos el subíndice 12, 3, etc.) para referirnos a una variable stock cuantificada en el momento 1 (ó 2, 3, etc.), o bien para referirnos a una variable flujo definida para el periodo transcurrido entre los momentos 0 y 1 (o entre 1 y 2, entre 2 y 3, etc.). En ese caso, diremos que un capitalista dispuesto a valorizar un capital productivo K en el momento 0 tiene todo su capital compuesto exclusivamente por elementos de capital constante[15] (sea fijo o circulante), por lo que K0 = C0 (véanse Bertrand y Fauqueur 1978 y Robinson 1978). Para esta valorización necesita una fuerza de trabajo que produzca un valor añadido y, con él, la plusvalía. Al contratar a un número determinado de trabajadores, éstos comienzan a producir mercancías y el capitalista comienza a valorizarlas antes (normalmente=  de que llegue el momento del pago de los primeros salarios. Si suponemos que el capital constante se transmite íntegramente a las mercancías en el primer periodo temporal (esto es, si prescindimos del capital fijo), entonces puede escribirse (para los n sectores indicados como superíndices):

 

                                                     Q11 Pd11 = C01 + V11 + PV11

                                                                  .        .        .

                                                                  .        .        .

                                                                  .        .        .

                                                     Q1n Pd1n = C0n + V1n + PV1n

 

            Con lo que, si sumamos, obtenemos:

 

                                             PV1 = ΣPV1i = ΣQ1i Pd1i - ΣC0i - ΣV1i.

 

            Si ahora pasamos a los precios de producción (PP), podemos escribir:

 

                                                      Q11 PP11 = C01 (1+g1) + V11

                                                                  .        .        .

                                                                  .        .        .

                                                                  .        .        .

                                                     Q1n PP1n = C0n (1+g1) + V1n,

 

con lo que tenemos n ecuaciones y n+1 incógnitas (los n precios de producción más g1, la tasa de ganancia en el periodo 0-1, o sea, g1 = pv1/K0). Necesitamos, pues, una ecuación adicional para resolver el sistema, y ésta no es más que:

 

                                   g1 = ΣPV1i / ΣC0i = (ΣQ1i Pd1i - ΣC0i - ΣV1i) / ΣC0i,

 

que puede también escribirse como:

 

                             g1 = ΣPV1i / ΣC0i = (ΣV1i P'1) / ΣC0i = [ΣV1i (te/tn)1] / ΣC0i.

 

(donde p' es la tasa de plusvalía o tasa de plustrabajo: el cociente entre el plustrabajo, te, y el trabajo necesario, tn).

 

            Los precios de producción obtenidos a la manera de Marx -sin problema alguno de transformación una vez adoptada esta perspectiva dinámica- son los que determinan la oferta normal. Como ha mostrado Rubin (1928), en las condiciones técnicas realmente existentes en cada momento en un sector, los precios efectivos de oferta pueden variar dentro del margen establecido por las mejores y peores condiciones citadas, por lo que el precio efectivo podrá variar dentro de ese margen de acuerdo con la posición de la demanda[16].

 

 

            Competencia a escala internacional. Las empresas capitalistas compiten en el espacio mundial, y para ello tienen que tener en cuenta la existencia de las diversas monedas nacionales. Sin embargo, los principios generales de la teoría de la competencia son, según Marx y en contra de Ricardo,  enteramente válidos para el espacio internacional. Marx desarrolló la teoría de la ventaja absoluta de Smith sobre la base de la teoría del valor-trabajo (véase Shaikh 1979/80). Según esto, tendrá ventaja absoluta intrasectorial la empresa que ofrezca el menor coste para la misma calidad de producto (o mayor calidad para un determinado coste), y este coste unitario menor, que se refleja en precios absolutos menores, no es sino el reflejo de la mayor productividad o eficiencia ligadas a condiciones de producción superiores. Los países desarrollados, que cuentan con empresas eficientes en sectores inexistentes en los países subdesarrollados, o con empresas que tienen ventaja absoluta frente a las de los correspondientes sectores de este segundo grupo de países (porque compensan los mayores salarios comparativos con diferenciales de productividad aún mayores), tienen, frente a los subdesarrollados, ventaja absoluta en una mayoría de sectores, lo que los hace, como conjunto, ser países con tendencia al superávit comercial estructural, frente a la tendencia al déficit de los otros países. No existe, pues, un ajuste automático de las balanzas comerciales, sino que los déficits comerciales habrán de ser compensados con flujos de capital financiero y productivo procedentes de los países desarrollados, que harán posible la reproducción de la brecha que separa a los dos conjuntos de países, aunque algún país aislado pueda saltarla (en ambas direcciones).

 

 

            3.3. El Capital: Teoría de la acumulación del capital y de las crisis.

 

            Aunque lo que Arteta (1993) ha llamado "hylemorfismo social" de Marx es para éste un principio epistemológico esencial, que se manifiesta en toda su obra, desde la doble concepción básica del trabajo (como trabajo concreto y trabajo abstracto), nos limitaremos a analizar su presencia en dos de las teorías más importantes de El Capital: a) la teoría de la acumulación del capital y de la crisis, y b) la teoría del socialismo implícita en la obra de Marx.

 

            a) Teoría de la acumulación del capital y de la crisis. La mecanización, en el capitalismo, es un proceso anárquico, desigual y desequilibrado debido a que está subordinado a las exigencias de la valorización del capital y a la tendencia a la creciente capitalización de la producción, que no debe confundirse con la mecanización en cuanto tal (una cosa son las máquinas y otra el uso que se hace de ellas, como nos recuerda constantemente Marx). Hay una tendencia al exceso de capitalización en el ámbito de los capitales reguladores por los siguientes motivos:

 

            11- aunque no hubiera competencia y sólo existiera un capital o capitalista único, éste tendría interés en maximizar la explotación del trabajo a través de la mecanización de la producción y la creciente subsunción real del trabajo en el capital.

 

            21- la competencia lo que hace es añadir una compulsión adicional a la tendencia anterior. Si llamamos x. a la derivada en el tiempo de la variable x, y x.. a la derivada en el tiempo de x., podemos ver que K. = I/K es máxima cuando K.. es cero, o sea, cuando I. = K.. Pues bien, si el primer factor citado ya impulsa por sí solo al crecimiento de la tasa de acumulación de beneficios (I/B), lo que hace la competencia es reforzar esta tendencia a que I. > B.. Por consiguiente, el impulso natural a maximizar el ritmo de la valorización del capital propio lleva directamente a K. > B., lo que quiere decir que la tendencia a la tasa descendente de ganancia es un hecho, como descubrió Marx, y no una mera elucubración metafísica.

 

            31- La existencia y generalización del crédito con el desarrollo interno del capitalismo materializa las facilidades de la sobreacumulación del capital (cuyo movimiento está ligado en último término con las necesidades de reposición del capital fijo: véase Shaikh 1993), por cuanto pone a disposición de las empresas la posibilidad de incrementar su capital a mayor velocidad que sus beneficios con el simple recurso de convencer al banco de que le transferirá una parte sustanciosa de los beneficios futuros esperados.

 

            Todo lo anterior significa que la masa absoluta de ganancias experimentará, por necesidad, una tendencia periódica al estancamiento que conduce directamente a crisis de sobreacumulación. Si partimos de g = B/K, podemos escribir B = gK, o bien

 

                                                 B. = g. + K. = -a + I/K = -a + Sc g,

 

donde a es la tasa de variación en el tiempo de g (negativa), y Sc es la tasa de acumulación de los beneficios (o propensión media al ahorro, en términos keynesianos), de forma que I/K se descompone en I/B y B/K. Está claro entonces que se producirá una crisis de sobreacumulación cuando B. sea menor o igual a 0, lo cual sucederá siempre que

 

                                                                   

             Lo anterior puede representarse gráficamente así:

 

 

            b) Teoría del socialismo. La lucha de clases entre el trabajo y el capital, la competencia, el crédito y las crisis, junto a la centralización y concentración de capital que todo ello conlleva, desarrollan el lado "social" de las fuerzas productivas, lo que Marx llama fuerzas productivas "sociales" del trabajo: el trabajador colectivo, la gran empresa industrial, el trabajo directivo y de planificación de los ejecutivos de empresa y de los administradores del Estado, el desarrollo de la economía mundial, etc. Las relaciones de producción capitalistas se convierten en un freno para el pleno desarrollo de las mismas, pero existen ya los medios técnicos para terminar con la fuerza de trabajo asalariada y con el mercado; sólo se necesita que los trabajadores se decidan a terminar con ellas. Por supuesto, Marx advierte que esto exigirá la nacionalización de los medios de producción, la planificación económica y la dictadura del proletariado sobre los enemigos del nuevo régimen, pero nada impide que exista una fracción (previamente planificada) del producto social destinado al consumo descentralizado (individuos y familias). Esta descentralización no debe confundirse con el mercado, ni este socialismo con el llamado socialismo de mercado. También es un error pensar que cualquier ejemplo de socialismo realmente existente agota las posibilidades del socialismo marxista. De lo que se trata es de reunir simultáneamente dos condiciones interrelacionadas:

 

            - la dictadura del proletariado debe ser una auténtica democracia al mismo tiempo, y no la dictadura de una camarilla burocrática del partido o de otro tipo. El único medio de conseguirlo es poner las condiciones objetivas que lo hagan posible, y ello exige la democratización plena del poder adquisitivo descentralizado (plena igualdad, como primer paso) y la abolición de los salarios (en efectivo o en especie), de forma que se eliminen las bases objetivas del arribismo y de la burocratización;

 

            - lo anterior implica la supresión del mercado de trabajo, ya que todos tienen derecho efectivo al (y deber de) trabajo, y a ello debe subordinarse toda la política económica; sin embargo, esto no significa la imposibilidad de quiebra o cierre de las empresas sin demanda, y sí, en cambio, que la retribución individual/familiar en bienes colectivos y privados se hace por completo independiente del ámbito laboral para ligarse, por primera vez históricamente, al estatus de ciudadano.

 

 

                                                           Para seguir leyendo

 

                Marx fue un autor prolífico que dejó una obra extensa y difícil que sigue siendo, a pesar de todo, bastante desconocida. A Marx, que es un núcleo importante -posiblemente, el más importante- de la Economía heterodoxa, se le atribuyen ideas que no siempre son suyas, al mismo tiempo que se ignora la paternidad marxista de algunas ideas que son realmente originarias suyas. Por esa razón, es muy importante la lectura del autor en sus fuentes originales.

 

                Para el análisis del joven Marx, son importantes los famosos Manuscritos económico-filosóficos, o "de París" (1844), pero también sus tres obras de 1847, cuando contaba con 29 años (1847a, 1847b, 1847c), todo lo cual puede complementarse con el estudio de Mandel sobre la formación del pensamiento económico de Marx (Mandel 1967).

 

                La obra económica madura sólo se publicó parcialmente en vida de Marx. Concretamente, la Contribución (1859) y el primer libro de El Capital (1867). Pero son de especial interés para la comprensión de su obra los otros dos volúmenes de la última obra citada (1885 y 1894), así como los Grundrisse (1857/58), las Teorías de la plusvalía (1862), de donde proceden diversos manuscritos que también han sido editados separadamente, así como el llamado capítulo "inédito" de El Capital (1863). Un buen resumen de El Capital lo constituye su folleto de (1865), y su texto manuscrito de (1880) es un desarrollo de la cuestión del valor en respuesta al historicista alemán A. Wagner. Por último, en (1875) se encuentra el análisis más detallado sobre la sociedad socialista que, según su teoría, reemplazará al capitalismo.

 

                La introducción que hace Mandel a una edición inglesa de El Capital (Mandel 1976/1981), junto a otras obras que presentan una apreciación global de la obra de Marx, merecen también ser citadas aquí, desde el monumental estudio de Rosdolsky (1968) a los archicitados y contemporáneos libros de Sweezy (1942) y Robinson (1942), o el reciente trabajo editado en español de Shaikh (1990). Otras buenas introducciones en español a la obra de Marx, aparte las de los filósofos Martínez Marzoa (1983), Arteta (1993) y Jerez (1994), son las de Fine y Harris (1979) y Foley (1986); y, entre las no traducidas, Weeks (1981). Una perspectiva de conjunto sobre el pensamiento marxista es el diccionario editado por Bottomore (1983), una buena biografía en español es McLellan (1973) y una excelente selección de textos se encuentra en Rubel (1970).

 

                                                                                           Bibliografía:

Arteta, A. (1993): Marx: valor, forma social y alienación, Ed. Libertarias, Madrid.

Bottomore, T. (dir.) (1983): Diccionario del pensamiento marxista, Tecnos, Madrid, 1984.

Fine, B.; Harris, L. (1979): Para releer 'El Capital', Fondo de Cultura Económica, México, 1985.

Foley, D. (1986): Understanding Capital. Marx's Economic Theory, Harvard University Press, Cambridge [Para entender El Capital. La teoría económica de Marx, Fondo de Cultura Económica, México, 1989].

Jerez, R. (1994): Marx (1818-1883), Ediciones del Orto, Madrid.

Mandel, E. (1967): La formación del pensamiento económico de Marx, Siglo XXI, Madrid, 1968.

--(1976/1981): Introduction to 'Capital', Penguin Books-New Left Review [El Capital: cien años de contro­vers­ias en torno a la obra de Marx, S. XXI, México, 1985].

Martínez Marzoa, F. (1983): La filosofía de 'El Capital', Taurus, Madrid.

Marx, K. (1844): Manuscritos Económico-filosó­ficos (de 1844), en: Marx, K.; Engels, F. (v. a.), pp. 25-125.

--(1847a): "El salario", en Marx y Engels, (1975), pp. 164-182    

--(1847b): Misère de la philosophie [La Miseria de la Filosofía. Respues­ta a la 'Filosofía de la miseria' del señor Proudhon, Progreso, Moscú].

--(1847c): Trabajo asala­riado y Capital, Ricardo Aguilera, Madrid, 1968.

--(1857): Grundrisse [Líneas fundamentales de la crítica de la economía política (Grundrisse), 2 volúmenes, Crítica (Grijalbo), Barcelona, 1977].

--(1859): Contribución a la crítica de la economía política, Ediciones Estudio, Buenos Aires, 1975 (4a. edición)

--(1862): Teorías sobre la plusvalía, 3 volúmenes, Cartago, Buenos Aires, 1974.

--(1863)­: El Capital, libro I, capítulo VI (inédito), S. XXI, Madrid, 1973.

--(1865): Salario, Precio y Ganancia, Ricardo Aguilera, Madrid, 1977 (20 edición).

--(1867): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro I, Siglo XXI, Madrid, 1978, 3 volúmenes.

--(1875): Crítica del Programa de Gotha, Ricardo Aguilera, Madrid, 1971 (4a edición).

--(1880): Notas marginales al 'Tratado de Economía Política' de Adolph Wagner, Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1982.

--(1885): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro II, Siglo XXI, Madrid, 1979 (20 edición, dos volúmenes).

--(1894): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro III, Siglo XXI, Madrid, 1979, 3 volúmenes.

-- y Engels, F. (1975): Escritos económicos varios, Gri­jalbo, Barcelona.

McLellan, D. (1973): Karl Marx: His Life and Thought, Macmillan, Londres [Karl Marx. Su vida y sus ideas, Crítica, Barcelona, 1977].

Robinson, J. V. (1942): An Essay on Marxian Economics, Macmillan, Londres, 20 ed 1966 [Introducción a ala economía marxista, Siglo XXI, México, 1968].

Rosdolsky, R. (1968): Génesis y estructura de El Capital de Marx (estudios sobre los Grundrisse), Siglo XXI, México, 1978.

Rubel, M. (1970): Pages de Karl Marx pour une éthique socialista. 2 vols: I: Sociologie critique, II: Révolution et socialisme, Eds. Payot, París [Páginas escogidas de Marx para una ética socialista, Amorrortu, Buenos Aires, 1974].

Shaikh, A. (1990): Valor, acumulación y crisis, Tercer Mundo Editores, Bogotá.

Sweezy, P. (1942): Teoría del desarrollo capitalista, Fondo de Cultura Económica, México, 110 reimpresión.

Weeks, J. (1981): Capital and Exploitation, University Press, Princeton.

 


 

    [1] Engels escribió a F. Mehring en 1892 que Marx "no sabía absolutamente nada de economía" en sus años de estudiante de derecho y filosofía en Bonn y Berlín; pero Mandel, siguiendo a Plejánov, a Lukács y a Naville, cree necesario matizar esta afirmación de Engels, señalando que en el sistema filosófico de Hegel, maestro del joven Marx, la economía ocupaba un lugar importante: "Marx entendió el sistema hegeliano como una verdadera filosofía del trabajo", pues no en vano Hegel, en su Lógica, entendía el trabajo como "la forma original de la praxis". Mandel se apoya convincentemente en los autores citados para insistir en la importancia que tenían para Hegel los estudios económicos (Mandel 1967, pp. 3-4).

    [2] Carta de septiembre de 1843, citada en Jerez (1994), p. 60 y contraportada.

    [3] En sus primeros años como profesional, Marx fue un periodista incómodo para el gobierno alemán, que acabó expulsándolo del país. Pero tras su primer exilio en París, donde escribió los célebre Manuscritos (que por esa razón son también conocidos como Manuscritos de París), se vio obligado a exiliarse en Bélgica, ya que tampoco las autoridades francesas lo querían (véanse más detalles en la excelente biografía de McLellan 1973).

    [4] También Engels, en su Esbozo de una crítica de la Economía Política, escrito entre 1843 y 1844, resalta, en cierta medida, el aspecto "relativo" del problema de los salarios, cuando escribe: "Al obrero sólo le corresponde lo estrictamente necesa­rio, los medios de sustento indispensables, mientras que la mayor parte del producto se distribuye entre el capital y la propiedad territorial" (Engels 1844, p. 22).

    [5] Marx (1862), vol. III, p. 327-328. La cita está extraída de Cherbuliez (1840): Riche ou pauvre, exposi­tion succincte des causes et des effets de la distribu­tion actuelle des richesses sociales, París.

    [6] Este segundo aspecto, "absolu­to", resaltado en algunas obras de juventud de Marx, es abandonado a lo largo de los años 1850: véase Mandel (1967), cap. IX, pp. 158 y ss. ["Recti­ficación de la teoría de los salarios"].

    [7] Marx comprendió que la categ­oría de salario relativo -cuya importancia radica en que "en verdad no es más que otra manera de expresar la teoría real de la plusvalía"- se había gestado ya en el seno de la Economía Política clásica, especial­mente en Ricardo. A este autor se lo atribuye expresamente Marx, quien puntualiza que "el concepto de salario relativo es una de las grandes contribuciones de Ricardo" ((1862, vol. III, p. 28). Se trata de una contribución que nace, de forma natural, de la propia consideración que hace Ricardo del salario en términos proporcionales, por una parte, y, además, en términos de valor-trabajo, y no meramente de dinero o mercancías, por otra. En una carta a Malthus, fechada el 9-X-1820, Ricardo escribía estas conocidas palabras: "Usted supone que la Economía Política es una investigación de la natura­leza y causas de la riqueza -y yo estimo que debería llamarse investigación de las leyes que determinan el reparto de los productos de la industria entre las clases que concurren a su formación. No puede enunciarse ninguna ley respecto a las cantida­des, pero sí con bastante exactitud para las porciones relati­vas. Cada día me convenzo más de que la primera investigación es vana e ilusoria, y que la segunda representa el verdadero objeto de la ciencia" (citado en Keynes 1936, p. 16.) Pues bien, en el estudio de este "reparto", es decir, de las proporciones en que se distribuye social­men­te el producto o renta nacional, Ricardo da un paso de excepcional importancia respecto a los demás clási­cos, al elaborar el concepto -bautizado así por el propio Marx- de "salario relativo". En realidad, Ricardo no utilizó la expresión "salario relativo", sino una expresión que nos parece hoy bastante más compli­cada. Él hablaba del "valor real de los sala­rios", lo que originó gran número de malentendi­dos entre sus propios contemporáneos, y, posiblemente también muchos de los errores que, aun hoy en día, se siguen cometiendo en la interpretación de la teoría ricardiana de la distribución de la renta. Ricardo, sin embargo, era perfectamente consciente de que las diferencias terminológicas encubrían en realidad diferencias de concepto en relación con los demás autores. Así, por ejemplo, el siguiente pasaje de los Principios refleja claramente su absoluta consciencia de estar utilizando un lenguaje más avanzado -desde el punto de vista científico- que el utilizado por Smith o Malthus: "Si tengo que contratar un trabajador por una semana, y en lugar de diez chelines le pago ocho, sin que haya ocurrido variación en el valor del dinero, es posible que ese trabaja­dor obtenga más alimentos y artículos de primera necesidad con sus ocho chelines que los que obtenía anteriormente con diez; pero esto no se deberá a un aumento del valor real de su salario, como Adam Smith ha dicho y, más recientemente, ha afirmado Mr. Malthus; sino a una baja en el valor de las cosas en que gasta su salario, conceptos perfecta­mente distintos; y, sin embargo, cuando llamo a esto una baja en el valor real de los salarios, se me dice que adopto un lenguaje nuevo y extraño que no puede conci­liarse con los verdaderos princi­pios de la ciencia. Me parece a mí que el lenguaje extraño y realmente incons­ciente es el empleado por mis adversarios" (Ricardo 1817, p. 35).

                Igualmente, en la sección VII del primer capítulo de sus Principios, donde Ricardo trata los "efectos producidos por la alteración en el valor de las cosas que se adquieren con el dinero", como efectos sustan­cial­mente diferentes de los producidos por la "altera­ción en el precio del dinero", añade, en el mismo sentido: "Los salarios sólo deben estimarse por su valor real, es decir, por la cantidad de trabajo y de capital empleados en su produc­ción, y no por su valor nominal en sombre­ros, trajes, trigo o dinero" (ibid., p. 66). Está claro que cuando Ricardo habla aquí de "valor nominal del salario" está refiriéndose, indistintamente y a la vez, a lo que hoy entendemos por salario nominal y por salario real --cuya diferencia radica exclusiva­mente en venir expresada su magnitud en dinero o en otras mercancías, respectivamente--; y cuando utiliza la expresión "valor real del salario", a lo que hace referencia es a lo que Marx llamó "salario relativo" (es decir, la expresión en el ámbito de los precios del valor de la fuerza de trabajo), entendido como la parte del trabajo en el producto total. Esta forma de expre­sarse Ricardo no resultaba, por otra parte, tan oscura para todo el mundo. Por ejemplo, entre sus contemporá­neos, John Stuart Mill la comprendía perfecta­mente: "En su lenguaje [de Ricardo] sólo se hablaba de salarios crecientes cuando este aumento lo era no simplemente en cantidad sino en valor... Mr. Ricardo sin embargo no hubiera dicho que los salarios crecieron por el hecho de haber obtenido un trabajador dos cuartas de trigo en vez de una en una jornada de trabajo­... Un aumento de salarios, para Ricardo, significaba un aumento del costo de producción de los salarios...un aumento de la proporción de los frutos del trabajo que el trabajador recibe para sí mismo..." (Citado en Sowell 1960, p. 112). En cuanto a autores más recientes, en idéntico sentido se mani­fiesta Sowell, quien escribe: "Lo que Adam Smith y otros economistas llamaban salario real era para Ricardo salario nominal. Salario real, en la teoría de Ricardo, equivalía a 'valor de los salarios', es decir, a la cantidad de trabajo contenida en las mercancías que el trabajador recibía. Los salarios reales ricardianos medían el grado en el cual los trabajadores participaban en el producto total, no la cantidad absoluta de bienes que recibían" (ibidem). Leyendo al propio Ricardo, esto no puede ofrecer realmente ningún tipo de dudas. Veamos, como ilustra­ción final de su concepción, el ejemplo numérico que él mismo ofrece, en el capítulo VII citado: "Si de cada 100 sombreros, trajes y cuartas de trigo produci­dos, los labradores recibían antes 25; los propietarios, 25 y los capita­listas, 50 (total=100); y si, después de haber doblado la produc­ción, de cada 100 los labradores recibieran sólo 22, los propieta­rios, 22, y los capita­listas, 56 (total=100), podría decirse que los salarios y la renta habrían bajado, y que los beneficios habrían subido, a pesar de que, como consecuencia de la abundan­cia de productos, la cantidad pagada al propietario y al labrador habría aumentado en la proporción de 25 a 44" (1817, p. 66).

    [8] Ibid., pp. 43-44. En otro lugar, añade Marx el siguiente comenta­rio (que concuer­da perfectamente, desarrollándolos, con los análisis anteriores: ­"En general, la concepción de Ricardo coincide con los intereses de la burguesía industrial, sólo porque y en la medida en que sus intere­ses coinciden con los de la produc­ción o el desarrollo productivo del trabajo humano. Cuando la burguesía entra en conflicto con ello, Ricardo se muestra tan implacable con ella como lo es en muchas ocasiones respecto del proletariado y la aristo­cracia. (Pero Malthus! Este desdichado sólo extrae de las premisas científicas dadas (de las cuales invaria­blemente se apropia) las conclusiones que resultan 'agradables' (útiles) para la aristocracia, contra la burguesía, y para ambas contra el proletariado. Por lo tanto, no quiere la producción con vistas a la produc­ción, sino sólo en la medida en que mantiene o amplía el statu quo, y sirve a los intere­ses de las clases gobernantes" (ibid., vol. 2, p. 99). No ha de extrañar, en consecuencia, que a Malthus no le agradase el concepto de salario relativo o de "valor real de los salarios", que tanto aplaude Marx en Ricardo: "Hasta ese momento, el salario siempre había sido considerado como algo simple, y por consiguiente se entendía que el obrero era un animal. Pero aquí se lo considera en sus relacio­nes sociales. La situación de las clases entre sí depende más del salario relativo que del monto absoluto del salario" (ibid., p. 359).

    [9] Para un desarrollo esclarecedor del concepto marxiano de "trabajo colectivo", véase Nagels (1974). También puede verse una discusión reciente de este concepto en Vence (1994).

    [10] El que todos puedan "aspirar a obtener" la tasa de ganancia máxima no equivale a que todos puedan obtenerla en la práctica. Gran parte de las discusiones contemporáneas sobre puntos importantes de la economía marxista se originan precisamente en la confusión entre estas dos afirmaciones, que se produce porque se confunde a su vez la teoría de la competencia marxiana con una versión de la teoría neoclásica de la competencia perfecta (véase Shaikh 1978 y 1984).

    [11] Que en la teoría de Marx merecen un apartado específico, pues la teoría especial de estos precios exige el desarrollo previo de la teoría de la renta de la tierra, y esto modifica hasta cierto punto la teoría del valor genéricamente desarrollada.

    [12] Otra importante aportación de este autor consiste en su insistencia en la necesidad de distinguir entre las teorías de las precios absolutos y las de los precios relativos, que expresa de la siguiente manera: "a menos que especifiquemos la(s) propiedad(es) que se mide(n) en ci = (pi/pj) cj y li = (mi/mj) lj, estas afirmaciones (del tipo: 1 manzana = 2 plátanos, o 1 unidad de trabajo de un carnicero = 2/3 de unidades de trabajo de un panadero) no tienen ningún sentido. Nada añade a esto dar sencillamente un nombre a esta propiedad, que es lo que se hace al decir: ci equivale a (pi/pj) cj y li equivale a (mi/mj) lj en términos de <dinero>'. Para que estas afirmaciones tuvieran sentido, tendríamos que añadir una explicación de qué es lo que se está midiendo, no una mera referencia a los medios de medida (...) Y, por supuesto, sea cual sea la explicación que añadamos, será cierto que en estas afirmaciones de medida se lleva a cabo una abstracción (...) Así que la cuestión no es si se usa o no un concepto de trabajo abstracto. Su uso es inevitable en la medida en que se intente realizar un modelo de una economía con trabajo asalariado. La cuestión es dar buena cuenta de la abstracción que se hace". Por otra parte, "la cuestión de la medida económica puede plantearse de dos maneras. La primera (la de Steedman y la mayoría de la teoría económica moderna) consiste en adoptar la perspectiva del 'observador exterior' (o constructor de un modelo) de una economía (...) La otra (la de Marx) consiste en preguntarse cómo pueden los agentes en una economía medir aquello que estén interesados en medir" (Ganssmann 1988, 468-9). Pero volviendo a la cuestión de la medida, Pfanzagl señala que, según la interpretación científica y filosófica contemporánea del concepto de "medida", al "medir una propiedad, nos abstraemos de todas las demás propiedades que los objetos en cuestión puedan tener (...) Aunque siempre comencemos con relaciones entre objetos, son las propiedades las que constituyen el objeto de la medida, no los propios objetos" (citado en Ganssmann, ibid., p. 464). Y siguiendo a Lorenzen, p. 198, afirma Ganssmann que "puesto que la propiedad es inseparable (lo que no quiere decir indistinguible) de los objetos, y los objetos no nos interesan sino como 'portadores' de la propiedad en cuestión, estamos tratando con objetos abstractos. En ese sentido, las mercancías se vuelven objetos abstractos en su expresión como valores de cambio" (p. 464). Para este autor, "la referencia de Marx al trabajo humano abstracto puede leerse como el punto de partida para una explicación de la construcción social de un espacio de medida para los objetos (y procesos) económicos en las economías de producción mercantil" (p. 467). Por tanto, la siguiente expresión, que significa que los valores de cambio son medibles como productos del trabajo humano, y que en la medida de éste lo que cuenta es su propiedad como "absorción de tiempo de vida de los agentes", o tiempo de trabajo, representa tanto el pensamiento de Ricardo como el de Marx:

                                                                     ci = beta cj --> li = beta lj --> tli = beta tlj.

Pero Marx va más allá que Ricardo en dos sentidos: 1) en que lo anterior implica que "en el acto mismo de medir diferentes trabajos concretos en términos de tiempo se lleva a cabo una abstracción"; 2) e implica también una diferencia con la forma elemental de medida que es gi = betai g0, y en la que "la medida se realiza con referencia a un patrón (socialmente aceptado) y por medio de un objeto, g0, que encarna ese patrón (como una pieza de hierro de un kilo de peso)". Por el contrario, "en ci = beta cj, el medio de medida es cualquier otra mercancía arbitraria". Por tanto, la cuestión que se plantea Marx es: ")podemos explicar la evolución espontánea de un medio de medida que mide la propiedad de valor de las mercancías hacia una medida uniforme que usa un patrón socialmente aceptado? En otras palabras: )cómo y por qué se ponen de acuerdo los agentes en usar una mercancía c0 para medir a todas las demás en términos de ésta, de forma que ci = betai c0?" En la respuesta de Marx, el patrón es, evidentemente, el dinero, pero lo que distingue a este autor de todos los demás es la diferente forma de abordar la cuestión de la medida. Se trata de la diferencia "entre la medida como una operación teórica y la medida que llevan a cabo los agentes en el interior de una economía". Lo importante de esto es que Marx toma el dinero como "medida indirecta" del trabajo abstracto: "Las medidas indirectas no son nada inusuales en la vida práctica. Por ejemplo, medimos la temperatura observando la altura de una columna de mercurio. De esta forma medimos una longitud para poder medir la temperatura. La peculiaridad de la medida económica (o 'del valor') no se debe al método indirecto de medida, sino a que, según Marx, comenzamos observando actos espontáneos de medida y tenemos que empezar por preguntarnos qué es lo que se está midiendo" (466-7).

    [13] Véase una explicación de este concepto en Guerrero (1995), p. 118.

    [14] Ambos se miden en términos monetarios, por las cantidades realmente desembolsadas en el sector.

    [15] El capital variable no cuenta en la contabilidad empresarial como elemento de los activos de la empresa, aunque sea correcto suponer que una parte de éstos no son sino la materialización de cierta magnitud de capital, que al circular en el proceso de rotación de los activos, fluye como capital variable. Pero es precisamente esta fluidez lo que hace del capital variable una variable flujo que sólo se convierte en stock multiplicando por el periodo de rotación (o sea, dividiendo por el número de rotaciones).

    [16] Ahora bien, si representamos el precio de producción, la figura en S aplanada de la oferta que él obtiene (Rubin 1928, p. 273) se convierte en una línea recta completamente horizontal, y en ese caso el único papel desempeñado por la demanda es el de determinar la cantidad de producto realizado en el sector.