La Industria Turística

CAPÍTULO VI

 

LA INDUSTRIA HOTELERA: GENERALIDADES

 

Orígenes y breve historia de los hoteles

 

El origen y la historia de la hospitalidad es de gran interés y resulta fascinante. Posiblemente, los viajes y la hospitalidad comercial tienen su origen y su raison d’etre en las necesidades del comercio y del transporte en la Antigüedad. Mientras en la antigüedad más remota no había alojamientos abiertos al público en sentido moderno para ofrecer acomodación a los viajeros a cambio del precio estipulado. A los extranjeros se les ofrecía hospitalidad de un modo generalizado por ser una obligación social y un gravamen público que obligaba a los súbditos. Quienes realizaban un viaje al extranjero no estaban seguros de encontrar un recibimiento agradable. Los extranjeros eran recibidos en el establecimiento y, al partir, se les preguntaba el nombre, el domicilio permanente y el objeto de la estancia (Ver K. Lange: Die Geschichte des Gasthausgewerbes im Altertum, en Stehle: Der Hotel- Restauration- und Kaffeenhausbetrieb. Tomo 1. Heinrich Killinger Verlagsgeselschaft m.b.H. Nordhausen am Harz.) Muchos ricos de la Antigüedad competían entre sí ofreciendo libre hospitalidad a los extranjeros. En Grecia, entre el año 1000 y el 500 a. de C. se hicieron acuerdos entre estados para realizar intercambios comerciales en los que se contempló la apertura de alojamientos libres para los comerciantes. Algunos de estos antiguos estado griegos construyeron hospederías estatales en los que los peregrinos comían y se alojaban libremente. Olimpia, por ejemplo, tenía una posada que fue construida por los lacedemonios en la que se ofrecía hospitalidad a los reyes y a los embajadores de los estados amigos con origen griego. Así también en la Isla de Delos y en Delphi había posadas en las que se alojaban los extranjeros a expensas del estado.

En los primeros tiempos del Imperio Romano las posadas se construían y gestionaban a expensas del Estado y se destinaban a las necesidades del los funcionarios estatales y de los embajadores de los países extranjeros. Nerón ordenó al procurador de Tracia dedicar el edificio pretoriano para el uso de los funcionarios. Adriano tuvo que construir una calzada en el litoral del Mar Rojo, debidamente fortificada y dotada de posadas que eran mantenidas a expensas del estado. Estas posadas eran en primer lugar para los funcionarios pero que tenían suficientemente habitaciones para ofrecer a los viajeros ordinarios de paso. (Ver Friedländer: Roman Life and Manners under the Early Roman Empire, pag. 291. Routledge & Sons. Londres). Es obvio que las cosas no permanecieron invariables durante largos periodos de tiempo, sobre todo por el desarrollo del transporte y el comercio entre el próximo y el lejano Oriente. Sabemos por Rostovtzeff que “Tan pronto como aparecieron las primeras civilizaciones en los deltas del Tigris, el Eufrates y el Nilo y se desarrollaron, las caravanas de diferentes procedencias empezaron a viajar a Babilonia y Egipto. Primero llegaron los vecinos más próximos: los árabes del desierto y los habitantes de las montañas iraníes. Las caravanas de camellos. Les siguieron las caravanas de los elegantes dromedarios de Arabia que llevaban mercaderías de las montañas de Irán. Caravanas de asnos cargados procedentes de Siria y de Asia Menor, en el norte, transitaban por los valles del Tigris y el Eufrates. Al mismo tiempo, las primeras embarcaciones atravesaban los mares procedentes de Egipto y del las playas del golfo Pérsico, del sur de Arabia y de la costa de la India. Las caravanas iban cargadas con objetos que escaseaban en Babilonia y en Egipto, cosas que eran algo más que una necesidad y algo menos que un lujo en la vida cotidiana de los pueblos civilizados: piedras para erigir los templos, los palacios y las ciudades, cobre para fabricar armas, aperos de labranza y herramientas para la industria. Oro y plata, marfil, maderas nobles, piedras preciosas, perlas, incienso para los dioses y para la cocina. En Siria y Capadocia, en la meseta iraní y en la India, en el sur y en el centro de Africa, estos productos eran abundantes y, a cambio de ellos, las sociedades civilizadas les enviaban productos elaborados de metal como armas para la caza y la guerra, colorantes artificiales, vasos, vino, dátiles, aceite y pastelería. Los alimentos eran especialmente aceptados por los mal alimentados beduinos del desierto. Más tarde surgió un comercio similar entre países civilizados, pues era imposible para ellos evitar el comercio de sus productos más novedosos. De este modo, Babilonia enviaría sus últimas novedades a Egipto, y Egipto las suyas a la India. Es evidente que debió contemplarse la necesidad de atender el alojamiento y la protección de aquellos auténticos ejércitos de mercaderes con sus animales de carga y sus costosas mercancías, y por eso encontramos a lo largo de las antiguas rutas comerciales cómo surgían los refugios, amplias plazas de edificios que parecían fuertes desde lejos (Stehle, Sarkis). Estos refugios de caravanas eran construidos por los reyes, sátrapas, caudillos o filántropos con el fin de fomentar el comercio y defender las caravanas de los ladrones, o bien para que sirvieran de lugares de descanso para los correos o para fines militares. En algunos casos, se construían para conseguir la gratitud de los hombres y la bendición de los dioses (Sarkis).

Inevitablemente con la mejora generalizada de las condiciones económicas y con la expansión del comercio, la hospitalidad privada y la hostelería pública se demostró que eran inadecuadas. Los alojamientos públicos comenzaron a aparecer durante el Imperio Romano, localizándose a lo largo de las rutas comerciales y de las principales vías públicas. (Sthele, Friedländer, Sarkis). La mayor parte de estos alojamientos eran de tercera clase puesto que en ellos se atendían solo a las clases más pobres. Los alojadores tenían una muy mala reputación; para la policía estaban considerados al mismo nivel que los ladrones y los jugadores profesionales pues eran mentirosos y tramposos, adulteraban el vino y robaban la avena del pienso de las caballerías de los huéspedes. Los alojamientos no eran a  menudo más que prostíbulos (Friedländer, Sarkis, Stehle). en los ligares comerciales más concurridos y en los centros de recreo del litoral había sin embargo hoteles bastante buenos. Por ejemplo, en Bernice, en el Alto Egipto, en el Mar Rojo, el mercado más importante para productos de la India y de Arabia, en el canal en Canobus y en Carura, en la frontera de Frigia y Caria, donde la primavera era cálida se podían encontrar hoteles de lujo para ricos (Friedländer, Stehle).

Con la decadencia y caída del Imperio Romano y con la consiguiente disminución del comercio, la demanda de alojamientos también disminuyó. Fue entonces cuando la hospitalidad privada volvió a imponerse, pero ahora lo hizo con un carácter diferente. Se basó en la ética cristiana y se centró en las instituciones monásticas, que llegaron a convertirse en el columna vertebral de la civilización, el comercio y la industria. Se consideraba como parte de las obligaciones de quienes se habían adherido al cristianismo el tomar la iniciativa de ofrecer a todos los extranjeros libre e indiscriminada hospitalidad (Ver Sarkis, pág. 32; Glücksmann: Das Gasttättenwesen, pp. 4-6; Dra. Johanna Kachel: Herberger und Gastwirtschaft in Deutschland bis zum 17. Jahrhunder. Vierteljahrschrift für Sazial und Wirtschaftgeschifte Band, 18-1, 1925, pp. 19 y sig.)

Desde la caída del Imperio Romano hasta los siglos X-XI, la caridad asumió diferentes formas “y cada monasterio se convirtió en el centro desde el que se irradiaba. Los monjes respetaban a los nobles, protegían a los pobres, cuidaban a los enfermos, redimían a los cautivos y consolaban a los que sufrían estuvieran donde estuvieran (Ver Lecky: History of European Morals, Vol. II, pag. 84)

Durante este periodo, la hospitalidad privada estaba protegida por los estatutos y se practicaba voluntariamente (Ver Glücksmann: Das Gaststättenwesen, p.6; Sarkis; Kachel, op. cit. pp. 6-19). Junto a esta hospitalidad privada y religiosa estaban también  los establecimientos que prestaban sus servicios mediante el pago de un precio a quienes lo desearan (Kachel, ob. cit. pag. 26).

Las Cruzadas dieron un fuerte impulso al comercio, y la decadencia de las instituciones religiosas estimuló la aparición de establecimientos que daban servicio de alojamiento mediante el pago de un precio. Desde los siglos XII y XIII vemos como la función hospitalaria de la iglesia pasa a manos seglares y, debido a la fuerte demanda (Kachel, pp. 33-34 y 43; Sarkis, pp. 60-61) unida a los abusos generalizados por parte de la nobleza, comerciantes, lisiados, mendigos, vagabundos y otros huéspedes, los monasterios y los particulares fueron gradualmente exonerados de la obligación de ser hospitalarios con unos y con otros (Johanna Kachel pp.43 y s.). Con el crecimiento de las ciudades y con el desarrollo de centros comerciales, culturales y religiosos se asiste a la apertura generalizada de alojamientos. Ya en el siglo XV las posadas eran un sector bien diferenciado de los establecimientos mercantiles (Kachel, pp. 48 y 68; ver también la voz “Hotel de la Enciclopedia de las Ciencias Sociales). Durante las centurias XVI XVII y XVIII, las posadas surgieron por doquier como consecuencia del desarrollo de la actividad comercial y de la industria bajo el sistema mercantilista. A fines del siglo XVIII, ya había posadas en todas las ciudades, pero tenían un nivel de calidad muy bajo. Keynes Moryson (Travels, Parte I, pp. 43 y 169) cita diferentes ocasiones en las que se vio obligado a compartir la cama con otros huéspedes. Mientras Keysler encontró buenas posadas en Suiza y en Milán, las que encontró en Turín y en Génova fueron muy malas (Keysler, ob. cit. vol. Y, pp. 145, 269, 349 y 387). Los comentarios de Arthur Young sobre las posadas de Francia no son muy favorables. Habiendo atravesado el Reino Unido, y habiendo estado en muchas posadas francesas, observó que, en general, éstas son bastante mejores en dos aspectos y peores en todos los demás que las de Inglaterra. “Hemos estado”, escribe,  “mejor en lo que se refiere a comer y beber pues nosotros hemos ido de Londres a las tierras altas de Escocia gastando el doble. Pero en Inglaterra  reconocemos que, si no tenemos en cuenta el gasto, pagando el doble, hemos estado mejor atendidos que en Francia; la comida francesa, en general, tiene grandes ventajas. Es verdad que ellos suelen pasar la carne si no se está al cuidado de ello, pero ponen tal cantidad de platos que si a uno no le gusta alguno es seguro que otros le agradarán. El postre en las posadas francesas no tiene rival en Inglaterra, pero los licores son despreciables. A veces comimos con mal vino, pero en general peor es el que ponen en Inglaterra. Las camas son peores en Francia; en Inglaterra son buenas solo en las buenas posadas aunque parece mentira que en Inglaterra les resulte tan cuesta arriba airear las sábanas, sin duda habrá que atribuirlo al clima. Aparte de estos aspectos, todo lo demás está por hacer. Usted no encontrará salas de comer en ellas; solo una habitación con dos, tres o cuatro camas. Los apartamentos están muy mal amueblados; las paredes encaladas o con papel de diferentes clases en las misma habitación; la tapicería está ajada, como si fuera un nido de polillas y de arañas; y los muebles son tan malos que en Inglaterra el posadero podría alimentar el fuego con ellos. Haciendo las veces de mesa, usted encontrará siempre una tabla sobre unos travesaños convenientemente pensada para que tenga espacio para las piernas al final (Ver Arthur Young: Travels in France during the Years 1787, 1788 y 1789, pp. 35 y 36; ver también Glücksmann: Das  Gaststättenwesen, pp. 40-41 y Starkis, p. 69).

Parece que, en general, en las posadas inglesas había bastantes cosas buenas en aquellos tiempos. Comercial e industrialmente, Inglaterra iba por delante del continente (Ver Glücksman, pp. 41-42, y Sarkis, p.69) Las posadas eran el centro de la vida social, política y comercial y llenaban bastante bien el vacío creado por la decadencia de la autoridad de los curas párrocos como consecuencia de la Reforma. Las posadas no eran solo frecuentadas por viajeros, eran también los lugares donde se hacían los negocios, se dispensaba justicia, se elegían a los miembros del parlamento, se reunía el concejo eclesiástico y donde los directores de las escuelas y de las organizaciones benéficas llevaban a cabo sus tareas (Ver Sarkis, pp. 61-62; ver también Richardson and Eberlin: The English Inn, Past and Present, pág. 75)

Gracias a las mejoras de los medios de transporte y de comunicaciones y al aumento de los viajes, las viejas posadas, las que existieron entre los siglos XIV y XVIII, se transformaron en establecimientos nuevos, es decir, en los hoteles de los siglos XIX y XX (Ver “Hoteles” en Enciclopedia de las Ciencias Sociales). El primer hotel de moderna concepción fue el “badische Hof”, construido en Daden, Alemania a comienzos de siglo XIX. Comparado con las antiguas posadas era un edificio bastante lujoso con columnatas en el hall de entrada. Tenía salones grandes y pequeños, unos para la música y las diversiones con escenario y piso móvil, un elegante comedor, biblioteca y sala de lectura, numerosas habitaciones bien ventiladas y un elegante baño de estilo romano con cabinas individuales. En un edificio anejo estaban las caballerizas y un hermoso jardín con terrazas, para el verano, fuentes de agua caliente y fría y muchas otras atracciones. Este hotel ofrecía a todos lo que el más exigente de los clientes pudiera desear; fue la transición de los viejo a lo nuevo, de las posadas del siglo XVIII a los hoteles del los siglos XIX y XX. Con el desarrollo del ferrocarril durante el siglo pasado aparecieron los llamados hoteles “término” en las estaciones, y en los empalmes otros establecimientos parecidos, como las casas de postas que habían sido construidas anteriormente en las estaciones terminales de los coches de ruta. (Ver Enciclopedia de las Ciencias Sociales), vol. 7, p. 474, voz “hoteles”). Otros hoteles de propiedad corporativa y controlada aparecieron durante los años cincuenta del siglo XIX. El primer hotel de este tipo de propiedad y controlado por una empresa fue el Grand Hotel construido en París en 1850. Más tarde apareció el Hotel du Louvre, construido por iniciativa de Napoleón III en 1855. Después le siguió el Kaizerhof en Berlín, en 1874 y el Frankfurter Hof en Frankfurt del Main en 1876 (Ver Glücksmann) En 1880 se inauguró el Ritz y su cadena de hoteles. Después de 1900 este sistema fue seguido por la organización de hoteles alemanes y de los Estados Unidos. Hacia la década de los cincuenta del siglo XIX Francia ejerció una influencia clara en las empresas hoteleras y desde la década de los ochenta, Estados Unidos, con sus hoteles gigantes de 500 habitaciones y más, llegó a ejercer  el liderazgo. (Ver Glücksmann). Mientras hoy un hotel europeo de 500 habitaciones se considera grande, el tamaño medio ha venido aumentando continuamente hasta conseguir que un hotel de 1.000 habitaciones o más no resulte inusual (Ver Enciclopedia de las Ciencias Sociales). La industria hotelera es hoy una de las industrias del billón de dólares y en muchos países europeos ocupa ya el primer puesto de la industria nacional como, por ejemplo, en Austria,  Francia, Italia y Suiza (Ver Enciclopedia de las Ciencias Sociales).

La industria turística y los hoteles

 

Es indiscutible que los hoteles constituyen uno de los elementos más importantes de la industria turística de un país. Un país puede tener en su territorio el máximo número de atracciones turísticas de las clases más diversas, pero sin buenos y confortables hoteles no es posible que aumente su turismo. Junto a las diversiones y a las atracciones  al aire libre, los turistas demandan instalaciones bajo cubierta de nivel aceptable. Es más, es frecuente que los turistas no juzguen los países de estancia temporal más que por sus hoteles. En este sentido se expresan dos expertos alemanes de nuestro tiempo: Haussler y Stradner. Los párrafos que siguen se refieren a la relación que existe entre hoteles e industria turística:

“La base de un turismo próspero es la industria hotelera eficiente ya que unos buenos alojamientos y una excelente gastronomía satisfacen las necesidades básicas de los turistas. Ni siquiera aquellos lugares que tienen abundancia de recursos naturales y culturales pero no cuentan con establecimientos en los que comer y alojarse consiguen desarrollar un turismo importante. Su aparición tiene lugar en relación muy estrecha con la aparición de estos establecimientos” (Xaver Häussler: Der Fremdenverkehr. Eine Studie über seine volkswirtschaftliche Bedeutung und seine Förderung unter besonderer Berüchtigung der Vorhältnisse im bayerischen Hochland. Universitätsverlag von Robert Noske. Leipzig, 1930)

A continuación consideramos el punto de vista de Joseph Stradner:

“El alojamiento y la comida juega en el turismo un importante papel. Así como la población de cada Land vive en él porque tiene donde hospedarse, del mismo modo los forasteros cuentan en su patria con idénticos servicios y tendrán pocos motivos para quejarse (...)

La buena voluntad se encuentra en cualquier parte, pero todavía falta en muchos sitios la comprensión de las necesidades del los forasteros” (Josef Stradner: Der Fremdenverkehr. 2ª edic., Legkam Verlag. Graz, 1917)

Con respecto a la provisión de alojamiento hotelero es bueno darse cuenta de que en absoluto existe un criterio estándar con el que los hoteles puedan adaptarse a todos los países, mientras que la demanda de los turistas varía por una serie de circunstancias de un lugar a otro, aunque existen estándares mínimos a los que los hoteles y restaurantes para turistas deben adaptarse, como confort, limpieza y buena cocina. En lo que concierne al nivel del hotel en relación con el turismo procede citar la opinión del Conde Max Wickenburg de Austria, quien escribe lo siguiente:

“Cuando los forasteros tienen que solicitar un alojamiento reservado debe ante todo exigir, y lo mismo da que se trate de un hotel o de una casa de veraneo, que sea limpio y de precio ajustado. El lujo en las instalaciones es innecesario como también lo es en los locales, y en habitaciones  que, en efecto, pueden estar equipados con espejos dorados y muebles tallados y tapizados de terciopelo, y, sin embargo, tener camas cortas y estrechas, como para razas de poca talla, razón por la cual de ningún modo cumplen sus objetivos”. (Ver Stradner, 1917)

En último análisis, cantidad y calidad en los alojamientos hoteleros vienen determinadas por la demanda. La demanda y la oferta de alojamiento hotelero de cualquier lugar son, como la demanda y la oferta de cualquier otro agente de producción o mercancía, fenómenos mutuamente interdependientes que inciden la una sobre la otra. O, como dice Alfred Marshall, el eminente economista inglés: “La producción de cualquier cosa, sea un agente de producción o una mercancía llega hasta el límite o el margen en el que se equilibran las fuerzas de la oferta y la demanda (A. Marshall: Principles of Economics. 8ª de. p. 526). La cantidad y su precio, la cantidad  de diferentes factores y agentes de producción utilizados para obtenerla, y sus precios se influyen mutuamente entre sí, de forma que si uno de ellos se altera por una causa externa, la perturbación se extiende a los demás”. La actividad hotelera puede compararse con cualquier otra actividad productiva que necesite una inversión relativamente grande y que, además, el ajuste de la capacidad de producción a las variaciones descendentes o contracciones de la demanda sea económicamente imposible. Esta actividad difiere de la mayoría de las actividades productivas tanto en la rigidez de la oferta como en el hecho de que por ser un servicio ha de ser consumida en el lugar de producción. El hotelero no puede seguir a los consumidores con su mercancía como hacen otros productores sino que tiene que esperar pacientemente a los consumidores. Este es el problema central de la industria hotelera, es decir, la incapacidad para ajustar la capacidad de producción a las variaciones de la demanda y, en segundo lugar, la incapacidad para seguir al consumidor con sus productos de un lugar a otro, trasladándose a otro lugar que tenga una demanda más conveniente por estar de moda en el turismo. Por ejemplo, después de que unos años antes de su enfermedad el último rey de Inglaterra visitara Bognor, en el sur de Inglaterra, por consejo de sus médicos, se dijo que el número de visitantes en dicho lugar se multiplicó por cinco (Bormann: Die Lhere vom Fremdenverkehr, p´43, Verlag der Verkehrwissenschaftlichen Lhermittelgesellschaft m.b. H., bei der Deurschen Reischsbahn, Berlin, 1931). Esto significa sencillamente que los visitantes que estaban acostumbrados a ir a otros lugares del litoral desearon ir a Bognor. Los hoteles de los núcleos existentes no pueden ser levantados y transplantados por sí mismos a Bognor Regis, como se llama ahora este lugar. este es el problema fundamental de la industria hotelera, que se agranda enormemente como consecuencia del hecho de que aproximadamente el 90% del capital invertido en una actividad hotelera es invertido en activos como edificios y equipamientos y mobiliario, como se desprende de la tabla siguiente, en la que se refleja la inversión de capital en 124 hoteles suizos (Ver Trangott Münch: Das Betriebswirtschaftlicher. Lehre  und Praxis. Orell Füssli Verlag. Zurich/Leipzig, 1930. pág. 226):

 

      tipos de activos

   inversión de capital

   % del total

 1. capital fijo

       (francos suizos)

 

     a) edif., suelo y

 

 

         equipamiento

     57.238.000

 

     b) Mobiliario          

     10.614.000

 

         subtotal

     67.852.000    

        92,78

 

 

 

  2. capital variable

 

 

      a) almacenes

       1.935.000

          2,65

      b) act. corrientes

       3.127.000

          4,28

      c) miscelánea

          212.000

          0,29

    T O T A L

     73.126.000

      100,00

 

De la tabla anterior se desprende que cerca del 93 % del capital se invierte en edificios, suelo y mobiliario, cuyos intereses tienen que ser pagados e imputados a la partida de amortización haya o no clientes en el hotel. Por eso, cada noche de una habitación de hotel no ocupada equivale a un aumento de los gastos fijos que han de ser amortizados con los ingresos obtenidos por las habitaciones ocupadas, o, alternativamente, por medio de un incremento de los costes del servicio por noche. El porcentaje de los gastos fijos en los gastos de funcionamiento del hotel por visitante varía en proporción inversa a la frecuencia de la ocupación, como muestra la tabla siguiente (Ver Glücksmann: Das Gaststättenwessen, pág. 144):

 

 

Coste del servicio hotelero por noche en función de la ocupación

 

tasa de

 Pro rata   

 Pro rata

 Pro rata 

  Pro rata

  Gastos

    Total

ocupación

participac.

participac.

participac.

  Total

 variables

 

en %

costes adm

intereses

amortizac.

 1,  2   y  3

 

   1  a   5

 

       1

      2

     3

      4

       5

 

 

   francos    

   francos

   francos

   francos

   francos

   francos

      100

      1,51

      0,83

     0,72

    3,06

     4,98

    8,04

        90

      1,67

      0,92

     0,80

    3,39

     4,98

    8,37

        80

      1,88

      1,04

     0,90

    3,82

     4,98

    8,80

        70

      2,15

      1,20

     1,03

    4,38

     4,98

    9,36

        60

      2,51

      1,38

     1,20            

    5,09

     4,98

  10,07

        50

      3,01

      1,66    

     1,44

    6,11

     4,98

  11,09

        40

      3,76

      2,08

     1,80

    7,64

     4,98

  12,62

        30

      5,02

      2,77

     2,40

   10,19

     4,98

  15,17

        20

      7,53

      4,15

     3,60

   15,28

     4,98

  20,26

        10

    15,06    

      8,30

     7,18

   30,54

     4,98

  35,52

 

 

 

 

 

 

 

        31,5

       4,78

      2,64

      2,28

     9,70

     4,98

   14,68

 

 

El incremento en la participación de los gastos fijos en los gastos de funcionamiento del hotel que ha de ser soportado por cada cliente se verá mejor si se considera que muy pocos hoteles tienen una tasa de ocupación superior al 50% anual. En 1912, cuando los cálculos de la tabla se hicieron, los hoteles suizos a los que se refieren los datos, tenían una tasa media de ocupación del 35 %. Los costes por cliente y día que corresponden al hotel fueron de 14,68 francos. Los ingresos medios por persona fueron, sin embargo, de solo 12,94 francos, lo que equivale a un déficit de 1,74 francos por día (Glücksmann, ob. cit. p. 144). La tasa de ocupación de todas las clases de hoteles, tanto de temporada como de todo tiempo para el conjunto de Suiza fue del 26,6 % en 1934. Si nos referimos a los hoteles de temporada, se obtienen tasas de ocupación mucho más bajas. Por tanto, la participación de los costes fijos es mucho más alta. Así, por ejemplo, en el caso de algunos núcleos de litoral en Sudáfrica, donde la temporada no supera los cuatro meses al año y solo dos de ellos pueden considerase que estaban llenos, la tasa de ocupación para esos meses raramente supera el 60 %, lo que significa que tomando el año completo la tasa es solo de un 20 %. En tales circunstancias, es realmente difícil que la explotación de un hotel llegue a dar beneficios. Hablando en términos generales, solo cuando se tienen en cuenta los gastos fijos en la explotación del hotel y la baja tasa de ocupación que se presenta se pone de manifiesto que la industria hotelera no es el lucrativo negocio que muchos erróneamente se creen que es. Los siguientes resultados referidos a la explotación de hoteles en Suiza, que es el país mejor situado con relación al turismo, y, en consecuencia, el país que tiene la más alta especialización en industria hotelera, disiparán cualquier idea errónea concerniente a la rentabilidad de la industria hotelera en general. (Ver Münch, Das Hotelunternehmen, p. 124)

 

 

 

Dividendos hoteleros medios

1917

  1918

  1919

  1920

  1921

  1922

  1923

  1924

  1925

  1926

  1927

   0,56

   0,35

  0,26

  0,24

  0,50

  0,59

  0,64

  1,25

  1,56

  2,41

  2,42

 

 

El porcentaje del capital total invertido en hoteles que no repartieron dividendos durante los años respectivos se ofrece en la tabla siguiente:

 

   1920

   1921

   1922

   1923

   1924

   1926

   1927

   1928

    95,99

   92,48

   92,13

   89,57

   71,56

   54,49

   61,72

   56,32

 

 

A continuación figuran los dividendos repartidos por las empresas que los pagaron en porcentajes:

 

   1920

   1921

   1923

   1924

   1925 

   1926

   1927

   1928

    5,92

    6,67

    7,49

    6,14

    4,39

   5,67

   6,39

    5,54

 

Sería difícil encontrar cualquier otra rama industrial sobre la que haya tan gran ignorancia y sobre la que el público en general, así como quienes deberían estar mejor informados, se comporten bajo el predominio de un malentendido más profundo. La rentabilidad de la industria hotelera es juzgada por la mayor parte de la gente, incluyendo las empresas de prospección de negocios, por el hecho de que cuando se intenta encontrar alojamiento en un hotel es difícil conseguirlo, olvidando por completo el hecho de que esto sucede solo en temporada alta (Glücksmann, Das Gaststättenwessen, p. 145). En todo el mundo existe una tendencia general hacia el exceso de oferta hotelera en relación con la demanda. Las empresas de prospectiva de negocios estiman la demanda de alojamiento hotelero en la temporada alta y teniendo en cuenta la opinión uniformemente expresada relativa a una supuesta insuficiencia de plazas, lo que conduce a un incremento en el número de hoteles con el resultado de la sobrecapitalización tan característica de la industria hotelera en tantos países. Este fenómeno, tan característico en la industria hotelera, ha existido siempre. Vemos, por ejemplo, que en países como Suiza se formulan quejas una y otra vez por la inadecuación del alojamiento hotelero a pesar de que relativamente hablando existe un exceso de oferta por la sencilla razón de que media docena de personas, que no tomaron la precaución de reservar habitación a tiempo, son incapaces de encontrar una solución alternativa en el último momento.

La sobreproducción relativa y la hipercapitalización son, pues, los problemas centrales que se han presentado en la industria hotelera en diferentes países. En Partenkirchen, un pequeño núcleo turístico del sur de Alemania, el número de hoteles aumentó de 22 a 36 entre 1921 y 1925, el 64 % de aumento en cuatro años, mientras el número de pernoctaciones por cliente disminuyó de 12,84 a 4,87, el 62 % (Glücksmann, Das Gasttättenwesen, p. 145)

En una encuesta de ámbito nacional, realizada en 1929por la Engineering-Economics Foundation de Boston, antes de la crisis económica mundial de  dicho año, por encargo del Presidente de la American Hotel Association, se analiza la situación hotelera como sigue: “Como en muchos otros sectores de negocios, la sobreproducción continua siendo el más grave problema de la industria hotelera en la actualidad. La sobreproducción es particularmente grave en el negocio hotelero debido al carácter perecedero del más importante producto de la misma, las habitaciones. Cada hotel se enfrenta con el problema de la venta de sus habitaciones esta misma noche. Si no lo consigue, esta noche nunca vuelve... Entre otros hechos significativos, la Engineering-Economics Fundation ha descubierto que el número de habitaciones de hotel ha mantenido un crecimiento continuo desde 1929 -el 47% exactamente. En 1920 había 1.070.000 habitaciones de hotel en los Estados Unidos mientras que en 1929 se estimaba que había 1.578.000. Durante este periodo, el número de huéspedes ha pasado de 1.097.820 a 1.233.385. Se advierte, por tanto, que en 1920 había 345.000 más habitaciones que huéspedes... Otro método utilizado por la Foundation para estudiar la situación consiste en calcular la tendencia de la tasa de ocupación hotelera. En 1918, la tasa era del 77,5 %, aumentó al 85 % en 1919 y al 85,5 % en 1920. Desde esta fecha, con la excepción de incrementos menores en dos años (1922 y 1926), la tasa disminuye regularmente hasta 1928, año en el que se llega al 67,6 %. La Foundation estima las deudas a los hoteles durante los últimos seis años en niveles muy altos. De 1921 a 1926, las deudas por impagos fluctuaron anualmente de  $ 2.234.104 a $ 7.128.900. En 1927 se alcanzaron los $10.982.263 y en 1928 los 13.153.899. Agregando las cifras de 1927 y 1928, las deudas resultan ser más altas que las de los seis años precedentes juntas (Ver The Present Economic Status of the Industry. Hotel Management, junio, 1929).

La situación de la industria hotelera en países como Suiza, Francia, Italia y España es más insatisfactoria aún, como consecuencia de la no deseada aparición de nuevos países competidores en turismo; las condiciones derivadas de la crisis de 1929 han hecho aun más difícil la situación. En Suiza, el estado ha prohibido el crecimiento de cualquier forma de industria turística. Italia ha legislado contra el alquiler de habitaciones en casas particulares por un periodo menor a una semana. También ha intervenido el estado regulando los precios para evitar una competencia desaforada a través de rebajas tarifarias. En Austria la posición de la industria hotelera, según se afirma, es más aguda por la desviación del turismo de Alemania a Austria.