Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de Venezuela

       

Renta Petrolera, Democracia y Economía de Mercado

Marcos Tulio Álvarez 
Economista UCAB 
marcostulio@economista.com
http://www.marcos-alvarez.com/

 

            A finales de la segunda década del siglo XX el petróleo ya se había convertido en la primera actividad económica del país, superando ampliamente la totalidad de las exportaciones no petroleras de la época.   En estos primeros años de la Venezuela petrolera, muchos consideraban al oro negro como un negocio efímero, entre ellos Alberto Adriani quien sostenía que la verdadera riqueza residía en la agricultura, especialmente en el café.

            Nuestro país se incorporó inicialmente a la actividad petrolera mundial como un mero rentista, ya que no estaba preparado para hacerlo como productor.  El descubrimiento de grandes yacimientos petrolíferos en un país atrasado y rural no representaba ninguna oportunidad para el nacimiento de una industria petrolera propiamente venezolana.  Eso vendría mucho después con la maduración de Venezuela como país petrolero.

            De esta forma, la legislación minera venezolana, basada en la tradición española que otorgaba el derecho de propiedad del subsuelo al Estado, permitió el establecimiento de una industria de enclave que poco a poco se iría convirtiendo en el principal motor de nuestra economía.  A medida que avanzaba la explotación petrolera, los políticos e intelectuales venezolanos discutían acerca del destino y uso de esta creciente renta.  Una de las opiniones más importantes fue sin duda la de Arturo Uslar Pietri, quien pensaba que esta renta no debía consumirse sino invertirse en la creación de nuevas riquezas para las generaciones venideras.  Esta es la esencia del famoso artículo “sembrar el petróleo” publicado en el Diario Ahora el 14 de julio de 1936.

            Más tarde, en 1958, el autor de las “Lanzas Coloradas” diría estas proféticas frases:

“Una gran parte de esa riqueza, en el pasado, se ha invertido en crear un Capitalismo de Estado, que, seguramente, es el más extenso y poderoso del mundo del lado acá de la Cortina de Hierro.  Ese Capitalismo de Estado tiene consecuencias graves.  Si sigue creciendo ilimitadamente, Venezuela va a llegar a ser un país, no ya de dependientes del petróleo, sino de dependientes del Estado, y ese capitalismo monstruoso del Estado, llegará fatalmente a convertirse, como en el pasado se convirtió, en una terrible máquina de tiranizar.  Nosotros tenemos que hacer todo un esfuerzo para que en el porvenir inmediato, una gran parte de esa riqueza que va a pasar por las manos del Estado, no vaya a engrosar, fortificar y extender el Capitalismo de Estado (...) sino que vaya, pura y simplemente, a fortificar esa clase media y a crear verdaderamente un capitalismo dentro de Venezuela que apenas en nuestros días está dando su primeros vagidos y que ha de ser forzosamente, una fuerza estabilizadora, liberal  democrática en el futuro inmediato del país”.

            El curso de la historia demostró que, en este punto particular, Arturo Uslar tenía razón.  Construimos un Estado monstruoso que aún en nuestros días es difícil desmontar.  Los venezolanos nos acostumbramos a las dádivas gubernamentales, al subsidio y a la protección arancelaria, no como una etapa intermedia de un país en desarrollo, sino como una política permanente.  La gran tragedia del modelo rentista reside en la abrupta caída que ha experimentado el ingreso fiscal petrolero por habitante, el cual no alcanza en nuestros días los niveles de principios de la década del 70.  Buena parte de la crisis económica, política y social venezolana tiene su origen en el agotamiento del capitalismo de estado y del rentismo petrolero.

            El reto que tenemos por delante es sustituir esta mentalidad rentista por una productiva, donde estimulemos una fuerte ética del trabajo que sea el pilar fundamental para superar el atraso y la pobreza.

 Econ. Marcos Tulio Álvarez A.

marcostulio@economista.com

http://www.marcos-alvarez.com


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