Observatorio de la Economía Latinoamericana


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352  

Economía de Bolivia

 

PODER SOCIAL COMO CUARTO PODER DEL ESTADO

Carlos Serrate Reich
Abogado constitucionalista
cserrate@cebac.com.bo

El hombre del tiempo actual mira con temor el tercer milenio. En realidad es sólo comparable a lo que vivieron los romanos sin tener conciencia del cambio que se avecinaba. El año 475 de Roma pasaba al año uno de nuestra era conocida sin que César Augusto se diera cuenta. El mundo de los dioses paganos daba paso al Imperio del Cristianismo que se prolongaría por dos mil años.

¿Cual será el cambio religioso que espera al hombre en el tercer milenio? En el año 600 apareció también Mahoma y el Islam crece frente al Vaticano católico, las iglesias ortodoxas y todas las corrientes cristianas. Las tendencias son el deísmo, el agnosticismo y el ateísmo gracias al avance de la ciencia pues ”en el cosmos no hay sitio para Dios”. Con el big bang se han caído o al menos reducido de gran manera las ideas y dogmas creacionistas. El cielo y el infierno han pasado a ser cuentos de hadas para los propios niños. Desde el siglo XX todos los milagros vienen de la ciencia.


Este artículo fue presentado como ponencia en el Simposio sobre Bolivia y el Nuevo Estado Nacional Boliviano que se realizó a través de Internet del 20 de junio al 30 de julio de 2007.

Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Serrate Reich, C.: “Poder social como cuarto poder del estado" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 83, agosto 2007. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/bo/


El hombre del tercer milenio mira con temor el futuro porque conoce su instinto egoísta que se mantiene inalterable desde el estado superior de la barbarie. Y porque ahora cuenta con el poder nuclear para sus guerras, además de su irresponsable y perversa relación con la madre naturaleza. Los objetivos de Desarrollo del Milenio son demasiado miserables y estrechos para recuperar la esperanza. Basados en la “ayuda” de los países ricos a los países pobres, cuando lo que la humanidad requiere es otro contrato social. Todo cambio verdadero debe seguir un proceso natural de abajo hacia arriba.

El enfrentamiento de civilizaciones es irreversible para la historia, será la constante del milenio y determinará los sistemas económicos, políticos, jurídicos y morales, cuya finalidad deberá encaminarse a mantener la supervivencia del hombre sobre la tierra, en condiciones de dignidad de vida y paz mundial. La meta inmediata de este siglo XXI es lograr constituir un nuevo orden económico internacional. El Iluminismo del siglo XXI deberá inspirar el humanismo social, volver a la democracia soberana y sustituir la dictadura de la burguesía por el Poder Social, como Cuarto Poder del Estado. El Poder Social comprende a toda la sociedad nacional representada en un Consejo de Estado elegido en reemplazo del actual Senado de la República, con cuatro senadores por departamento elegidos en sistema mayoritario a una vuelta, asignando dos a la primera mayoría y de uno a las siguientes segunda y tercera. Asamblea legislativa unicameral de elección uninominal. No se trata de un simple control social para anarquizar el nuevo Estado en una dictadura de la plebe, ni debe confundirse con la política social establecida en la Constitución.

Doscientos años después de Montesquieu, la separación, independencia, equilibrio y control recíproco de poderes obliga a institucionalizar, señalando sus específicas funciones, competencias y atribuciones, este otro poder real de la sociedad actual en el Estado, frente al capitalismo salvaje y la necesidad de regular el orden jurídico-político hoy configurado por el comportamiento desigual entre los individuos, la inequidad y el cáncer de la corrupción generalizada, entre otros.

El siglo XX incorporó a las masas y creó la revolución del conocimiento y las comunicaciones en su desarrollo tecnológico. Ya no es posible gobernar sin ellas, debidamente informadas por la radio a transistores en el campo y la televisión en las ciudades. Mientras, además, el ordenador y el nuevo iPhone avanzan sobre la clase media.

“La grandeza y majestad del tema” en palabras de Montesquieu, requiere un esfuerzo de comprensión y meditación. Desde 1747 en que formuló “El espíritu de las leyes” no han pasado 260 años en vano ni la sociedad se ha mantenido igual. Como era de esperar el libro en dos volúmenes fue condenado por sus herejías y prohibida la circulación en Francia, pues había sido editado en Ginebra. En 1750 se levantó la censura y en dos años se imprimieron veintidós ediciones siendo traducido a todos los idiomas europeos.

El libro titulaba “Sobre el espíritu de las leyes o sobre las relaciones que deben existir entre las leyes y la constitución de cada gobierno, las costumbres, el clima, la religión, el comercio, etc.” Y de esto se trata hoy en el país. Vivimos un evidente momento de cambio que hay que saber interpretar históricamente. Esto significa hacer una nueva Constitución; incorporar a la norma fundamental la realidad social, la cultura, la moral y costumbres de los habitantes. Porque las leyes, en definición del propio Montesquieu “en su sentido más general, son las relaciones necesarias que surgen de la naturaleza de las cosas”.

¿Quién teme a la Constituyente?


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