Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

 

Economía de Argentina

Inflación: Una mirada al pasado

Alfredo Félix Blanco (CV)
Universidad Nacional de Córdoba
afb2002@hotmail.com

Hace pocos días, cuando se conoció la variación registrada durante el mes de Marzo en el Índice de Precios al Consumidor, se instaló definitivamente la sensación de que la inflación está de nuevo con nosotros.

Un crecimiento de precios del 1.5 % en relación a febrero, que implica cerrar el primer trimestre de 2005 con un 4 % de inflación, trajo al presente a todos los fantasmas de un pasado de inestabilidad económica que amenaza con volver a Argentina.

Si el comportamiento que el índice ha tenido en este primer trimestre se mantuviera, las estimaciones del gobierno de no superar el 10 % de inflación anual obviamente se estrellarían contra una realidad de mas del 15 % durante el año 2005. Los esfuerzos que deberán realizarse para intentar morigerar, en los próximos meses, la tasa de inflación y llevarla al nivel de las previsiones oficiales serán sin dudas muy importantes.

Las reacciones de los argentinos ante la posibilidad de volver a un clima de inestabilidad se han dividido entre aquellos que recuerdan con angustia la experiencia argentina anterior a los noventa y los que han olvidado, o no han vivido, durante los periodos de inflación en Argentina.

Es muy probable que así como hace algún tiempo se buscaba con ansiedad en los medios de comunicación la cotización del dólar en el mercado negro, o mas recientemente el indicador del riesgo país, vuelvan los tiempos en que el tema que concite la atención pública sean las estimaciones sobre la evolución de los índices de precios.

Es que la estabilidad de precios fue el principal logro de la aplicación del régimen de convertibilidad y, aunque en una evaluación integral del programa de los noventa los costos hayan sido elevadísimos, ese éxito no debe ser subestimado.

Mas allá de las estrategias y resultados que finalmente obtenga el actual gobierno para controlar este “renacimiento” de la inflación, puede resultar un ejercicio interesante formular algunas consideraciones sobre ese proceso de desequilibrio macroeconómico que tanto temor provoca.

La inflación, que se define como el crecimiento persistente del nivel general de precios, no es un rasgo que haya surgido en las economías capitalistas modernas. Algunos ejemplos nos revelarán la antigüedad de este fenómeno que hoy preocupa nuevamente a los argentinos.

Allá lejos y hace tiempo:

En el siglo VI antes de Cristo, en Lidia (hoy territorio de Turquía) bajo el reinado de Creso (el acaudalado monarca por el que surgió la expresión “Rico como un Creso”) se acuñó el “Stratero”. Esta fue la primera moneda de la historia que llevó un sello real y se difundió rápidamente como medio de cambio. Casi tan antigua como la moneda acuñada es el problema de la variación de los precios que desvalorizaba al dinero, pero los casos más conocidos se verificaron en el Imperio Romano.

Ya en la era cristiana, tres emperadores romanos de la dinastía de los Claudios (Calígula, Claudio y Nerón) enfrentaron los problemas derivados de pérdida de valor de sus monedas por la inflación.

Años después, en el 301 d. C., el emperador Diocleciano fue quizás el primer gobernante de la historia que aplicó un plan antiinflacionario; plan que no fue otra cosa que el antecedente mas remoto de las estrategias de control de precios tantas veces utilizadas posteriormente.

El Edicto de Precios de Diocleciano (“Edictum de maximis pretiis rerum venalium”) fijaba precios máximos para más de mil trescientos productos y también establecía el costo de la mano de obra para producir esos artículos. A pesar de que la pena para quienes violaran el edicto era bastante más dura que una multa o una clausura del comercio (“…si alguno tiene la osadía de actuar contra lo dispuesto en esta norma, sea condenado a pena capital…”), el edicto fracasó. Mercado negro, desaparición de productos de los mercados y persistencia en la subas de precios fueron los resultados obtenidos.

Posteriormente, ya en el siglo XVI, la llamada “revolución de los precios” que se produjo vinculada al descubrimiento y extracción de metales preciosos del “nuevo mundo” generaron un abundante debate sobre cuales eran las causas de aquella inflación.

En 1568 Jean Bodin, un autor mercantilista francés, formuló por primera vez en la historia del pensamiento económico una “teoría” de la inflación. Bodin adjudicaba el fenómeno, fundamentalmente, a la expansión monetaria que se había producido por la disponibilidad de cantidades extraordinarias de oro y plata provenientes de la explotación de las minas de las colonias de América.

Que el siglo XX fue y será…

En el siglo XX el fenómeno de inflación ha afectado, en algún momento de la historia, a prácticamente todas las economías del mundo y su versión más extrema, la hiperinflación, registra casos muy famosos.

La hiperinflación no es otra cosa que la aceleración de la tasa de crecimiento de los precios a niveles en los cuales los agentes económicos se desesperan por “desprenderse” del dinero y ello lleva a la pérdida definitiva de todas las propiedades de la moneda (no sólo como depósito de valor sino también como unidad de medida y como medio de cambio).

Un rasgo saliente de los procesos hiperinflacionarios es que la gravedad de los mismos, al destruir el dinero, tienden a su autoextinción y son de duración relativamente corta (sólo excepcionalmente han subsistido mas de un año, o año y medio) y las consecuencias de este fenómeno sobre la estructura social son catastróficas.

En el cuadro se presentan algunos ejemplos de hiperinflaciones que se registraron en el siglo XX en economías no latinoamericanas y que hasta las últimas décadas del siglo pasado se consideraban los “casos clásicos” de estudio en las escuelas de economía.

Los datos muestran muy claramente la ferocidad que tuvieron dichos procesos, en particular la segunda hiperinflación húngara (Años 1945/46) que registró un promedio mensual de crecimiento de casi el 20.000%.  

La inflación en Argentina:

La economía argentina tuvo variaciones de precios claramente superiores a las verificadas a nivel internacional, a partir de mediados del siglo pasado. Más precisamente, puede decirse que Argentina desde 1949 (luego de la crisis de su Balance de Pagos del año anterior) comenzó a padecer un proceso de inflación crónico que perduró por muchas décadas. Dicha historia puede dividirse sintéticamente en varios periodos.

1948-1974: La tasa promedio de inflación (medida por el entonces denominado Índice de Costo de Vida) fue de aproximadamente un 28% anual, aunque registraba bruscas fluctuaciones. Así por ejemplo en 1958 fue del 31.6 % y en 1959 saltó a un 113.7%, cayendo a un 27.3% en 1960.

1975-1985: desde el “Rodrigazo” (Junio de 1975) hasta el lanzamiento del Plan Austral la inflación en Argentina se manifestó con tasas de crecimiento elevadísimas que superaban los tres dígitos anuales.

1985-1989: Anunciado en junio de 1985, cuando la inflación de aquel primer semestre ya llegaba al 303.9 %, el Plan Austral logró estabilizar la economía sin provocar efectos recesivos. El tránsito desde una tasa mensual del 30.5% en junio a sólo 1.7% en Febrero de 1986 fue un éxito muy significativo del programa implementado.

Sin embargo la alegría duró poco tiempo y nuevamente los precios comenzaron a crecer. La experiencia que le siguió al Austral (el Plan Primavera) fracasó y Argentina comenzó a transitar un camino con un destino final hasta entonces desconocido: la hiperinflación.

La hiperinflación:

En 1989 se produjo el primer incidente hiperinflacionario que disparó el crecimiento de los precios a niveles nunca antes registrados. Hasta ese momento, los argentinos creían que las hiperinflaciones eran sólo patologías del proceso económico que estaban asociadas a situaciones muy especiales como las guerras o circunstancias equivalentes.

Las hiperinflaciones “clásicas” parecían tener su origen en causas vinculadas a la carga que significan para una economía los conflictos bélicos o las posteriores reparaciones exigidas a los derrotados.

En rigor de verdad fueron varios los países latinoamericanos que experimentaron procesos similares hacia fines de los ochenta y comienzos de la década de los años noventa. Nicaragua en 1988/89 registró una tasa anualizada del orden del 14.000%, Bolivia en 1985 y Perú en 1990 se aproximaron al 8.000% y Brasil en 1993 vio crecer sus precios alrededor de un 2700%.

América Latina conoció entonces un fenómeno económico que parecía pertenecer a otros tiempos y a otras latitudes.

Argentina también vio “explotar” su sistema de precios y “morir” a su moneda. La variación anual de los precios al consumidor llegó en 1989 a mas del 3000%. La evolución mensual del proceso que se muestra en el cuadro indica claramente la aceleración del crecimiento de precios en dicho año.

En el mes de julio de 1989, el incremento del índice de precios al consumidor alcanzó un 196,60 %. Se fue Alfonsín y la llegada de Menem al gobierno morigeró las tasas de inflación, pero no por mucho tiempo.

Después de haber bajado a un 6.5% en Noviembre, en Diciembre creció un 40.1%, en Enero de 1990 un 79.2% y en Marzo del mismo año ya superaba el 95%. Aunque poco recordados, Menem enfrentó dos picos hiperinflacionarios (y tres cambios de Ministros de Economía) hasta la puesta en marcha del Plan de Convertibilidad.

Desde la puesta en vigencia de la Convertibilidad la estabilidad de precios caracterizó la evolución de la economía argentina, aunque dicha política económica generó efectos negativos en otros aspectos. El juicio evaluativo de dicho periodo ha sido formulado en una nota especifica publicada con anterioridad (“Argentina y los noventa: La otra década perdida”. Suplemento Debates. 5/12/04).

La crisis del 2001, que no puede ser interpretada con independencia de las decisiones adoptadas en los noventa, y el camino elegido con posterioridad han conducido a la economía a la situación actual.

Una sociedad desgarrada por la exclusión social, con una injusta distribución del ingreso, con un crecimiento económico que se asienta más en incrementos de utilización de la capacidad instalada que en nuevas inversiones, y que cuando está saliendo dificultosamente del “default” parece que deberá enfrentarse a una vieja conocida: la inflación.

El debate que ya se ha abierto convocará una vez mas a diferentes aproximaciones teóricas para analizar las causas que explican la inflación y consecuentemente las medidas que se aconsejarán para combatirla serán variadas.

Monetaristas, Neokeynesianos, Institucionalistas o Estructuralistas son sólo algunas de las corrientes de pensamiento que inspirarán diagnósticos diversos de un fenómeno que, debería acordarse, es una perversa enfermedad de la economía que castiga más duramente a los sectores que menos tienen. La lucha contra la inestabilidad de los precios debe ser una tarea de hoy, inmediata, no hay tiempo que perder, porque no existe la inflación “buena”. El peor destino que puede pensarse para la economía argentina es una vuelta al pasado de inestabilidad, porque si en algo puede coincidirse con el famoso y controvertido economista Friedrich A. Hayek (Premio Nóbel 1974) es en que:

“Todas las inflaciones son tan terriblemente peligrosas precisamente porque mucha gente, economistas inclusive, creen que, cuando es pequeña, es inocua y hasta beneficiosa.”  


Nota publicada en: SUPLEMENTO DEBATES. LA MAÑANA DE CÓRDOBA. (10/04/05)  


Para citar este artículo recomendamos utilizar este formato:

Alfredo Félix Blanco: "Inflación: Una mirada al pasado" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 42, mayo 2005. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ar/

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