Origen biológico de la sociedad



Los enfoques individualistas y sistémicos no son necesariamente contradictorios o incompatibles. La teoría evolucionista de Charles Darwin es un programa de investigación en el que se combinan ambos esquemas de forma totalmente coherente: la evolución de las especies es el resultado de interacciones sistémicas entre individuos y grupos de individuos que compiten por su supervivencia individual.

La aplicabilidad de la teoría darwinista al estudio de la sociedad humana fue evidente para muchos autores (K. Marx, Herbert Spencer) desde su publicación. Muchos grandes economistas han utilizado el modelo de la evolución darwinista de las especies como analogía de fenómenos sociales y económicos o, con mayor profundidad, considerándolos causados por mecanismos idénticos.

Los sociobiólogos, E.O. Wilson a la cabeza, sugieren que las estructuras que vertebran la sociedad humana, el sistema jurídico y económico entre ellas, podrían tener un origen biológico y proceder por evolución de las correspondientes estructuras en las sociedades de los primates de los que descendemos. De hecho, al estudiar el comportamiento animal se descubren algunas actitudes que prefiguran el derecho, las leyes y la organización económica de los humanos.

Por ejemplo, la defensa de los derechos de propiedad sobre la tierra parece ser la forma en que se manifiesta en la especie humana la territorialidad tan común entre los restantes mamíferos y muchas otras especies. Uno de los atributos necesarios de la propiedad es la publicidad, el que "los otros" puedan reconocer que se encuentran ante una propiedad ajena. Como sabemos, los animales territoriales etiquetan su territorio mediante marcas olfativas, visuales y sonoras al igual que nosotros lo hacemos mediante letreros. Además no sólo saben interpretar las etiquetas dejadas por otros, sino que su comportamiento varía totalmente si están en un territorio propio o en uno ajeno. 

El experimento paradigmático sobre esto es el efectuado por el biólogo Niko Tinbergen , que obtuvo el Premio Nobel en el año 1973. Tinbergen introdujo dos peces territoriales en una misma pecera. Cada uno de ellos estableció su territorio en esquinas opuestas. Pasado un tiempo el biólogo introdujo cada pez en un tubo de vidrio transparente y paseó ambos tubos por toda la pecera. Cuando estaban en el territorio de uno de los peces, el "propietario" se mostraba agresivo mientras que el "intruso" intentaba salir de ese territorio por todos los medios. Pero bastaba que los tubos se desplazaran al otro extremo de la pecera para que los papeles se invirtieran. 

La explotación eficiente de los recursos de un territorio por los animales en un grupo requiere una organización de las relaciones entre los individuos que se verá reforzada si existe un sistema de premios y penas  y unos especialistas que los otorguen e impongan. Ese sistema y esos especialistas en la sociedad humana está formado por el sistema jurídico-penal, pero existen también sistemas similares en otras especies.

El biólogo Trivers describe una serie de comportamientos a los que llama "agresión moralista" y que pueden ser considerados un esbozo del sistema judicial. De la misma forma que en el seno de una misma familia de animales el padre o la madre intervienen para impedir que las disputas entre la prole sobrepasen cierto nivel, se puede encontrar ese tipo de comportamiento en grupos sociales más complejos en los que un individuo dominante interviene para dirimir disputas entre individuos subordinados jerárquicamente. La "agresión moralista" se ha encontrado principalmente entre primates tales como papiones y chimpancés. Ese tipo de comportamiento puede ser considerado un esbozo de coerción judicial.

 Se han descrito también relaciones más complejas a las que podríamos llamar "cuasi-contractuales". Por ejemplo, en los nidos de una especie de abubillas de Africa, se encuentran unos individuos de la misma especie pero que no pertenecen a la familia propietaria del nido. Estos individuos "trabajan" para el nido: lo defienden de los intrusos, cazan, limpian y alimentan a las crías. El pago a sus servicios se puede producir de dos formas. Cuando un "trabajador" decide tener familia, se llevará algunos de los jóvenes que ha ayudado a criar para que trabajen para él. La otra forma de pago es "mortis causa": cuando el fundador del nido muere, el trabajador de mayor antigüedad pasa a ocupar su puesto.

Indudablemente se produce un salto cualitativo importante de la territorialidad o la agresión moralista al sistema de leyes, de propiedad privada y de aplicación de la justicia que vertebra la sociedad humana. Sin embargo los sociobiólogos sugieren en base a estos y muchos otros casos que si físicamente no se ha producido ruptura evolutiva entre la anatomía de los primates de los que descendemos y nuestra anatomía, debemos suponer que también nuestro sistema jurídico-económico ha surgido como evolución de los comportamientos sociales de nuestros predecesores. Esta idea, como toda la sociobiología, está siendo fuertemente contestada en el campo académico, pero indudablemente representan una superación de las irreales propuestas de Hobbes y Rousseau del origen del Derecho como un contrato social entre salvajes que pasan a ser civilizados por ese acto. 

El respeto escrupuloso de los derechos de los demás, el sometimiento voluntario a la autoridad de la ley es algo que nos diferencia del resto de los seres vivos. Eso es lo que permite que seamos los únicos animales que podemos realizar transacciones comerciales. Podemos realizar esas transacciones incluso cuando se produce un retraso en el tiempo entre el momento de la prestación y el de la contraprestación, es decir, podemos incluso establecer contratos.

Pero conviene evitar el error de creer que toda o gran parte de la vida económica actual está sometida a las reglas del Derecho. De hecho, entre nosotros sigue imperando, querámoslo o no, el sistema que Ghiselin llama de "Economía Natural", las mismas leyes que imperan sobre los animales, eso que en lenguaje llano se llama "La Ley de la selva". Hay varias razones por las cuales seguimos bajo esas mismas leyes de los animales: Primero, , siempre es posible eludir la Ley; segundo, , aunque no lo hagamos tenemos que prever que otros la eludan; tercero, , la Ley tiene lagunas; y cuarto, , podemos intentar redefinir la Ley a nuestro favor.

Respecto al primer punto, no sólo podemos eludir la Ley sino que de hecho la mayoría de los ciudadanos estamos bordeándola continuamente. La falta de medios de los agentes de la policía municipal abandona al tráfico automovilístico a las leyes de la Economía Natural: el más atrevido llega antes ¿Hay algún lector que no se haya saltado nunca un semáforo? ¿Cuántos hay que intentan ocultar algunos de sus ingresos para rebajar su contribución fiscal? 

Pero aún suponiendo que existiese un individuo absolutamente cívico y escrupulosamente respetuoso de la Ley, tendría que actuar teniendo en cuenta que los demás no son tan escrupulosos y tomar medidas defensivas frente a ellos. Las medidas de seguridad para evitar los robos en el vehículo propio representan un alto porcentaje del precio de los automóviles. A pesar de ello los robos no se evitan, tan sólo sobrevive el mejor protegido. De nuevo las leyes de la Economía Natural. 

La Ley tiene lagunas y contradicciones. Algún economista ha sugerido que las empresas sólo pueden obtener beneficios extraordinarios cuando descubren y explotan una laguna legal. Si analizamos el incansable esfuerzo regulador del ministerio de economía o del banco central de nuestro país, observamos que gran parte de la normativa que emiten consiste en impedir actividades "alegales".

Y finalmente la lucha para redefinir la Ley a nuestro favor: en el ayuntamiento, para conseguir licencias de construcción o la recalificación de nuestro solar urbano; en el congreso nacional, para retrasar un proyecto anticontaminante que nos obligaría a cerrar la fábrica. Es de nuevo una lucha sometida a las leyes de la economía natural; sus reglas se diferencian muy poco de las de la competencia animal.