Contribuciones a la Economía


"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

 

LA HISTORIA ECONÓMICA EN LA HISTORIOGRAFÍA LATINOAMERICANA:
DILEMA O CAMBIO DE LA RETÓRICA A LA CLIOMETRÍA

 

Jorge Enrique Elías Caro
jelias@unimagdalena.edu.co

 

Resumen: Este escrito, pretende analizar ¿cuál es? y ¿cómo ha sido?, el papel que ha jugado a través de los tiempos, los distintos métodos y metodologías para trabajar la historia y qué importancia ha tenido cada una de ellas, dentro de la historiografía latinoamericana, especialmente la historia económica.

Dicho análisis está encaminado en comprender las distintas modalidades que se han empleado para hacer historiografía de corte económico, haciendo para ello un recorrido desde la Retórica, la Pragmática y otras, hasta llegar a las más modernas, en especial, la Cliometría.

Palabras clave: Historia Económica, Historiografía, Latinoamérica, Cliometría, Métodos y Metodologías.

Abstract: This writing, tries to analyze which is? and how has been? , the paper that has played through the times, the different methods and methodologies to work history and what importance has had each one of them, within the Latin American historiography, specially economic history.

This analysis is directed in including/understanding the different modalities that have been used to make historiography of economic cut, doing for it a route from the Rhetoric, Pragmatic and the others, to arriving at most modern, in special, the Cliometría.

Key words: Economic history, Historiography, Latin America, Cliometría, Methods and Methodologies.

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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Elías Caro, J.E.
: "La Historia Económica en la Historiografía Latinoamericana: Dilema o Cambio de la Retórica a la Cliometría" en Contribuciones a la Economía, enero 2008 en http://www.eumed.net/ce/2008a/


Cuando una persona en particular, en determinadas circunstancias, pretende esbozar en un discernimiento conciso y preciso los hechos históricos y, en suma, a partir de ellos desea comprender la correlación de las variables de cierta problemática, no en forma de texto sino en contextos sociales, políticos, económicos, demográficos y culturales, surge el dilema: ¿En cuál escuela o tendencia historiográfica lo hace?.

De la misma manera, si desea esclarecer ciertos eventos del pasado y del presente y, sobre todo, poder dilucidar el futuro, desde una clara dinámica del conocimiento, empleando para ello una perspectiva holística, sistematizada y organizada, y sin utilizar los fáciles atajos que brindan las actuales modas, en la estrecha relación que tiene la historia con las demás ciencias sociales, incluso carentes de fundamentación teórica y crítica social; parafraseando a Guerra Vilaboy (2003) “sin lesionar el verdadero sentido de la labor del historiador...y de su legitimación ideológica1”; la incertidumbre surge entonces, ¿Desde qué óptica o corriente metodológica se resuelve?.

Porque, como dijera Brito Figueroa (1972) en la introducción de su libro: “La Historia Económica y Social de Venezuela”, “Algunas explicaciones son necesarias sobre el criterio que nos guió en la selección de las cuestiones consideradas como estructurales y sobre la metodología utilizada en el proceso de recopilación de materiales, elaboración de hipótesis y presentación de resultados”2.

Y más aún, cuando en la frase celebre de Christopher Hill, se nos da una luz del significado que tiene la historia, no sólo para entender el pasado, sino para comprender el devenir del presente y de las potenciales generaciones futuras: “La historia tiene que ser reescrita en cada generación porque, aunque el pasado no cambia, el presente si lo hace; cada generación se hace nuevas preguntas sobre el pasado y encuentra nuevas áreas de sintonía conforme vuelve a vivir nuevos aspectos de la experiencia de sus predecesores”3

De allí que sea importante este escrito, porque en él se pretende analizar ¿cuál es? y ¿cómo ha sido?, el papel que ha jugado a través de los tiempos, los distintos métodos y metodologías para trabajar la historia y qué importancia ha tenido cada una de ellas, dentro de la historiografía latinoamericana, especialmente la historia económica y, más aún, cuando al estudiar la historia económica y social, es hacer una remembranza histórica que recuerda la inmensa importancia e influencia que tienen y han tenido algunas variables socio-económicas sobre el desarrollo y crecimiento de las ciudades y regiones e incluso sobre la evolución misma de la civilización humana4.

Por eso, en este artículo se pretende analizar las distintas modalidades que se han empleado para hacer historiografía de corte económico, haciendo para ello un recorrido desde la Retórica, la Pragmática y otras, hasta llegar a las más modernas, en especial, la Cliometría.

Claro está que para poder dimensionar dichos conceptos, en primera instancia se hace imperioso, comprender qué es aquello que consideramos historia y en segunda medida, qué entendemos por historias o escritos de carácter históricos. Así las cosas, el término “historia” presenta muchos propósitos y ciertos problemas porque acorde con lo preceptuado por José Gaos (1981), Luis González (1988) y Patricia Escandón (2002), como vocablo en castellano es un concepto polifacético5. Siendo que en un sentido meramente lato, sus definiciones por estar tan expandidas se extienden a tantas generalidades.

Más aún, cuando los diccionarios la definen como: 1) Relación o narración de acontecimientos pasados en diversos aspectos. De acuerdo con la forma de los hechos puede ser narrativa, si se limita al relato de los hechos; pragmática, si se extraen enseñanzas de ella y genética, si buscan las causas de los hechos que los han producidos. 2) Conjunto de sucesos referidos por los conquistadores; 3) Obra histórica compuesta por un escritor; 4) Relación de cualquier género de aventura o suceso; 5) fábula, cuento o narración inventada6. Así mismo, y en otros términos, “historia” es: 1) la totalidad o el conjunto de los acontecimientos que ha vivido la humanidad en el pasado, 2) la disciplina que se ocupa de su estudio y 3) los testimonios escritos que dan cuenta de ese acontecer7.

De ahí que se vislumbre en un lenguaje simple, lo que para este artículo es “historia”. Y no es más, que “lo sucedido, el conocimiento de lo sucedido y lo registrado sobre lo sucedido”8, hecho que al tratar de comprenderlo se oscurece por la semántica misma que la impregna, por eso, según Escandón (2002), cada vez que se tiene duda sobre algo o sobre un hecho, siempre es posible recurrir a los sinónimos para vencer la dificultad.

En ese orden de ideas, se puede decir que historia es un término para designar la rama del conocimiento que se ocupa de ella y sobre esa base, acorde a Gaos (1981) y Escandón (2002), se puede llamar Historiografía “al cuerpo de escritos que registra los hechos y los aconteceres”, así también queda claro que la realidad histórica o lo histórico, es una mera sucesión de acontecimientos y acciones humanas en el tiempo, por tanto, es el objeto o la materia prima tanto de la historia como de la historiografía.

Así las cosas y siguiendo con el hilo conductor de los primeros párrafos de este escrito, al referirnos al holismo (el todo), la sistematización y la organización, es oportuno no dejar inadvertido, cómo es, que de acuerdo a la teoría de la retórica, se instituye con estas características un tema de sentido histórico con pertenencia y pertinencia. O sea, con pasión y dureza verbal, aún haya sido como fuente de recursos orientada al propósito de argumentar y persuadir, que al expresar de Van Dijk (1979), actúa como “precedente de la ciencia de un texto”, en tanto que estaba orientada en describir y determinar las funciones específicas9.

Pues, en el siglo XVI cuando surgen las primeras narraciones, sobre la conquista de América y los dominios de los territorios españoles en Indias, comienza la proliferación de escritos histórico-políticos por todos los acontecimientos que sucedían, con el día a día10. Como ocurre con Bernardino Vásquez de Tapia en Relación de Méritos y Servicios; Álvar Núñez Cabeza de Vaca en Naufragios y los Comentarios; Pedro de Alvarado en Cartas de Relación de Guatemala y los relatos del fray Alonso Ponce, la narración del fray Agustín de Morfi y de muchos más misioneros jesuitas en América. Autores que al analizar sus ocupaciones, en esta lista como se aprecia, y al decir de Escandón (2002) se incluyen exploradores, soldados, funcionarios, religiosos, pero ninguno historiador.

No obstante, hubo excepciones de personas que trabajaron un estilo diferente de narrar los acontecimientos, los cuales ya lo hacían con un sentido pragmático, Verbigracia de ello, Fray Bartolomé de las Casas, en su obra titulada “Historia de las indias”, se expresaban los actos de comunicación e intenciones comunicativas antes referenciadas “con apasionamiento discursivo”. Sin embargo, en su perspectiva y en su época, sería uno de los pioneros en profesar el discurso retórico11 de una manera más amplia y de no limitar su uso al humanismo radical12, como en su momento dado, era la tendencia13.

Por ello, para muchos autores esta metodología está preñada más bien de sentido novelístico y pictórico que de investigación histórica seria y rigurosa, básicamente debido a la carencia de fuentes reales que evidencien los acontecimientos; es el caso de Ernesto Restrepo Tirado (1929), quien en el prólogo de su libro la Historia de la Provincia de Santa Marta, tajantemente manifestara “La obra está basada exclusivamente en manuscritos que reposan en el Archivo de Indias de Sevilla. Todos auténticos y en su mayor parte inéditos. Dejo a un lado los relatos, muchos de ellos fantásticos, que traen los cronistas, sin decirnos las fuentes de donde los han sacado. Aquí todo está comprobado, no hay fábulas, ni tradiciones; es la historia escrita por quienes actuaron en ella, que he compilado en cinco años de activa labor y que presento.... Marta”14.

Circunstancia con la cual muchos autores e investigadores ulteriores se identificarían, es el caso de Pedro León (1973), Santa Arias (1990) y (1991), Walter Mignolo (1981), Enrique Pupo Walker (1982) y (1985), Francisco Esteve Barba (1964) y Benito Sánchez Alonso (1944), quienes15 al tenor de Urdapilletas (2002), utilizan cómo género la Retórica ligada a la Pragmática. Relación que posteriormente vendría a socavar el principal derrotero o carta navegación para escribir textos de corte histórico, ya que en ella “se regulaban algunas pautas de escritura, procedimientos heurísticos, objetos discursivos y propósitos”16.

En ese contexto ideológico y de método, algunos preceptistas de la historia y retóricos, lo denominaron “partes’ del discurso; éstas son: el exordio, la descripción, la digresión, la oración, el elogio, el discurso, el juicio, el pronóstico, y la sentencia. En donde, ya la retórica en ese sentido como dijeran Ch. Perelman y L. Olbrechts (1989) en el Tratado de la Argumentación. La nueva retórica y Updapilleta (2002), empieza a definirse como una técnica (arte) que apoya a las diversas disciplinas para forjar la estrategia en la construcción argumental (y persuasiva) de sus discursos inscritos frente a la opción de públicos diversos17.

Luis Cabrera de Córdoba en el año de 1611, vislumbra las primeras aproximaciones de esta metodología, en su publicación: “De la historia para entenderla y escribirla”18, por medio de la cual, enfatiza que el “exordio” es equiparable a lo que en el presente se denomina “introducción” o “prólogo”; la “descripción” es aquella que tiene el sentido que se le concede, que de acuerdo con Urdapilletas (2002) y Escandón (2002), al oponerla a la narración, sin duda alguna, aclara que es una de las tareas principales del historiador19. La “digresión”20 tiene como finalidad proporcionar claridad y ornamento a lo que se escribe, además, invitaba a la mesura y a la redacción planteada con sentido de moderación. Cuando se habla de ornato lo que se quiere decir es que la digresión, lo que perseguía en su época, era hacer referencia a una redacción con cierta responsabilidad y refinamiento, frente a la afectación de escribir bajo esquemas de argot popular o en el ejercicio cotidiano y coloquial del idioma o la lengua.

Es claro hasta ahora que las “partes” que integran un recuento histórico, de una u otra manera, se articulan en la unidad textual con las estrategias empleadas para su redacción, con los objetos y, por supuesto, con un conjunto y amalgama de discursos, más aún, cuando en el “elogio” se reseña un evento histórico de importante magnitud y de corte fotográfico pero ampliado y decorado, con los hechos que hicieron ilustres tal suceso. Ejemplo de lo anterior, se podría citar con los grandes héroes del pasado, que gracias a la manera como los autores, por el hecho de detallar la historia con cierta tonalidad y como se mencionara anteriormente con particularidad novelesca, y de filigrana, implícitamente hacen remontar de forma pictórica al lector, en un suceso amplificado de alabanza que catapulta inmediatamente a la fama, a la persona o hecho que se describe en la redacción21.

El “juicio’, sin temor a dicotomías, “era la evaluación de los hechos que se relatan”22, sin embargo, es bueno aclarar que siempre se hacía en el plano de las motivaciones y competencias de los sujetos que dieron lugar a las acciones o acontecimientos23. Es decir, la cautela del historiador en el arsenal expresivo empleado en su discurso retórico, siempre utilizaba conjunciones de eventos sociales, de asuntos públicos, y de gobierno, hechos que de alguna manera u otra, tenían incidencia en la fama y el honor de estos.

Máxime cuando dicha cautela estaría no sólo en el argüido acostumbrado sino en favor de alguna fortaleza de ánimo. Por eso, es menester, su habilidad persuasiva y ¿por qué no historiográfica? Pues, su bastón no sólo estaba en la habilidad o capacidad de narrar o registrar acontecimientos, sino también, “para explicar las causas de las que surgieron las circunstancias temporales y espaciales y la manera de cómo se llevaron a cabo los hechos en relación con el fin perseguido”24. Además, porque ese diagnóstico, sin lugar a dudas, es una de las partes esenciales para hacer historia ya que en él se consigue la claridad de las cosas.

El “discurso” sirve de comparación de las cosas, “para elegir lo más útil u honesto; es oración que diversas cosas juntas, confiere entre ellas lo que tienen, para mostrar la mayoría o igualdad, comparando semejantes a semejantes y contrarios a contrarios”25, por ende, en el discurso, siguiendo a Urdapilletas (2002), tiene asiento la ejemplaridad y la estrategia polémica de cuño político contenida en el genus demonstrativum.

Condición similar ocurre con el “pronóstico” porque también tiene su propio matiz, que hace que posea un talante político tanto por su orientación temporal hacia el futuro como por la materia que toca, es el caso del Estado y la guerra (Urdapilletas, 2002, 199).

“Con este discurso se pasa al querer prevenir en lo futuro con madura prudencia, argumentando de las cosas del estado presente y del exemplo de las passadas, lo que sería en lo porvenir” 26.

En consideración de lo anterior, la tarea del historiador, vista desde la preceptiva histórica, consiste en localizar los acontecimientos que reúnan las condiciones de ser historiables y luego plantear sus articulación discursiva, suministrando para ello, “algunas pautas que regulan la correlación de los eventos en el marco de una unidad y una coherencia temporal y causal organizadas en una narración que faculte” (Urdapilletas, 2002, 199), si así se pretende, el seguimiento e interpretación de los acontecimientos o bien, que dé cabida a otro nivel de intenciones, de objetivos, expresados en términos de pragmática de la historia, tal y como son sancionados por la tradición histórica del momento, por tanto, esos objetivos pretenden “mover los ánimos del lector” y su razón, en suma, de persuadirlo, porque a la postre termina mostrándosele documentalmente ese acontecer27.

Más aún porque, hasta lo ahora expuesto, se evidencia claramente que las “partes” que integran el texto histórico, de una u otra manera, se articulan en la unidad textual con las estrategias, con los objetos y con un conjunto de discursos al interior de una estrategia integral de escritura28.

Ahora bien, este contexto ya aplicado específicamente a la historia económica, como dijo Brito Figueroa (1972) presenta fundamentales cuestiones consideradas como estructurales, por cuanto en la metodología utilizada en el proceso de recopilación de materiales, elaboración de hipótesis y presentación de resultados, estas obras requieren, en consecuencia, investigaciones orientadas a indagar fenómenos con una visión de conjunto y de ninguna manera destinada a estudiar personalidades de dilatada o mediocre significación, en el contexto de los fenómenos considerados como estructurales (Brito Figueroa, 1972, 1).

Postura a la que nos acogemos, claro está, dejando bien especificado que nuestro interés en este tópico es sólo de sentido profesional y de especialización, por tanto no debe confundirse, con lo que Brito Figueroa (1972) denominó como: “la infantil posición que pretende reducir a cero grado el papel de la personalidad en la historia”. No obstante, el hecho real de nuestra preocupación como historiador se circunscribe, por ahora, a los fenómenos globales.

En este sentido, esta posición de principio justifica la metodología teoría, método y técnicas cuyo espíritu estará siempre presente en el proceso de trabajo, recopilación y selección de materiales, formulación de hipótesis, y presentación orgánica de los resultados (Kula, 1977, 5-57; Bejarano, 1994, 16-32). De ahí que ningún fenómeno, pueda estudiarse sin conocer su Historia completa en una unidad de tiempo-espacio, sin considerar las causas que lo originan29 y los elementos que concurren a producirlo como consecuencia de un proceso de desarrollo interno, de las influencias exógenas y de los fenómenos que con él coexisten30.

Pues en ese sentido y en primer término, conviene aclarar que considerando igualmente sus antecedentes en fenómenos anteriores y la posibilidad de transformación en nuevos fenómenos, en juicio apriorístico, una investigación histórica concebida con estas magnitudes y realizada en estos términos, deberá estar en condiciones de profundizar en el conocimiento de la realidad histórica seleccionada como área de estudio (Brito Figueroa, 1972, 3).

Términos y espíritu metodológico que permiten investigar diversos tipos de fenómenos que se consideran estructurales en la realidad histórica. Fenómenos que podrían ser: la población, la cultura, la política, la economía misma y la estructura social31, reconstruidos a través de las evidencias históricas cuando se trata de periodos desaparecidos o reconocidos por la oralidad y tradición en la viva realidad contemporánea, utilizando en este caso el instrumental técnico y los elementos propios de las ciencias sociales, es el caso de la Antropología, la Sociología y, por supuesto, de la Economía, pero sin acudir a los fáciles atajos que brindan las actuales modas y la tecnología, claro y sin olvidar el carácter historiográfico básico y fundamental en las investigaciones históricas32.

Así las cosas, la labor actual del historiador que selecciona como objeto de estudio sus problemas relacionados con la economía contemporánea, es una tarea realmente difícil, si se impone estudiar esos problemas precisamente con espíritu histórico porque se trata de un área de estudio influida e interferida por los intereses fundamentales de la realidad histórica en cuyo contexto existe el historiador del presente, unidos por los complejos y sutiles hilos de la vida cotidiana que inciden directa e indirectamente en su labor intelectual (Brito Figueroa, 1972, 4).

Y más, cuando el escribir historia, es desentrañar con criterio de síntesis y visión de conjunto, los elementos de cambio de la sociedad contemporánea. Labor intelectual que cada día que pasa se dificulta aún más porque ella presupone un previo trabajo de recopilación de material informativo totalmente disperso y el cual, cuando se trata de datos sobre estructura social: “es necesario acumular por vía de la investigación directa, que en razón del carácter limitado de las muestras seleccionadas tiene que considerarse como aproximación a un tema”33, siendo para este caso un proceso científico de la historia y básicamente no por la simple dependencia en cuanto a los instrumentos fundamentales de la riqueza de las naciones sino por el dominio absoluto de algunos monopolios sobre todos los niveles de la vida económica-social de Latinoamérica, como caso que nos corresponde. Hecho que da origen a una nueva metodología contemporánea de escribir historia, la cual se denomina Cliometría; método del que más adelante en profundidad trataremos.

Por lo anterior, la historia no es un conjunto de tesis a demostrar pero en todo trabajo historiográfico, en cualquier obra de historia aplicada, precisamente por tener carácter de obra histórica, en concordancia con Brito Figueroa (1972), “es necesario constatar el hilo conductor teórico, reflejado en la capacidad de abstracción del historiador”.

De ahí que la historia no sea la Política, sin embargo, el historiador, “hombre de su tiempo, factor histórico individual de los problemas sociales de su tiempo y de su sociedad, no puede eludir la comprensión del presente para penetrar con más fuerza y certezas en la explicación del pasado”34. Por cuanto, no puede aislarse de las pugnas sociales de su tiempo con la aspiración de que, actuando de esta manera asegura: “el neutralismo ético como básica condición del historiador profesional” (Brito Figueroa, 1972, 5), condición adversa, puesto que el historiador es y tiene que ser neutral en el desarrollo de sus investigaciones, así estas contradigan sus propias hipótesis de trabajo. No obstante lo anterior, el historiador tiene también que comprender su Presente35.

Cómo dijera, Marc Bloch (1971), en su libro “Apología de la Historia o el Oficio del Historiador”:

“La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero sería vano agotarse en comprender el pasado si no se sabe nada del presente”.36

Además, en razón de que el historiador, inclusive en contra de su voluntad, necesariamente pisa terreno polémico, porque su labor esclarecedora: “se vuelve contra los agrupamientos sociales, instituciones y personas económicas y socialmente beneficiados por ese mundo subyacente de monopolios internacionales, especialmente los de Latinoamérica, que impulsan conscientemente el cultivo de un tipo de historia alienada y orientada a explicar, pero sobre todo a justificar una situación que aspiran a presentar como eterna e inevitable37.

Por eso, al tenor de Brito (1972) la situación se complica en el caso de la Historia Contemporánea, “porque el objeto de estudio es el propio presente del historiador, que condiciona su existencia e influye en su trabajo intelectual, limita o enriquece su capacidad de penetración en la realidad social y su capacidad de elaboración sobre esa realidad, cambiante y aparentemente contradictoria para el historiador que no realice serios esfuerzos para comprender con criterio de síntesis y una visión de conjunto la raíz de los problemas económicos-sociales, cuyas consecuencias apenas se sienten en la superficie”.

Hechos que a la luz de la lógica, con facilidad, el cultivo de este tipo de historia se difunde y se desarrolla en Latinoamérica, en razón de tener una condición imperante de área interferida por los monopolios internacionales, en especial los norteamericanos38. Fuera de lo anterior, el cultivo de esta historia se ha proliferado porque también en Latinoamérica con mucha facilidad, hasta hace poco, y todavía lo es en grado sumo, una especie de tierra de nadie en el campo de las actividades intelectuales, “donde se puede penetrar impunemente con esa historia alienada sin mínimos requisitos en cuanto a preparación profesional, para producir obras que si algo tienen de positivo es el de ayudar a los estudiantes a comprender cómo NO debe escribirse la historia, según... publicación”39.

A lo sumo, esos requisitos mínimos es necesario recordarlos, por cuanto se relacionan con la metodología propia del historiador. En primer lugar, como dijera textualmente Brito (1972), con el método histórico y en segundo lugar, con las técnicas de investigación, ya que el primero obedece a un carácter teórico y las segundas a un carácter instrumental, herramientas y estrategias con las cuales debe escribir un historiador moderno, pues, como escribiera Marc Bloch (1971) son su material fundamental de trabajo. Así las cosas, los documentos, que constituyen la materia prima, son datos producidos por una realidad que el historiador reconstruye haciéndolos hablar40.

De ahí que para poder hacer hablar los documentos, el historiador de tendencia económica no contaba con instrumentos, nada más que la teoría, las técnicas y la capacidad de abstracción. No obstante, si se tiene en cuenta un criterio de relatividad, éste es más dilatado que en otras ciencias, porque de acuerdo con lo preceptuado por Kon (1962): “el proceso de reconstrucción del pasado partiendo de un presente, es constante, y su desarrollo plantea nuevos interrogantes”41. De la misma manera Kula (1977) en la presentación de su libro problemas y Métodos de la Historia Económica, hace alusión: “Este libro tiene como finalidad presentar una serie de aspectos de los problemas y los métodos de la historia económica, desde la situación en la cual se halla en la actualidad esta ciencia…”.

Además de tener la “capacidad de penetrar en el sentir interior y en la vida espiritual, la pupila abierta a todas las manifestaciones de la cultura, considerada como producto histórico, y el criterio de la totalidad, son guías metodológicas que el historiador no puede olvidar en el instante de reconstruir los fenómenos o procesos objeto de sus investigaciones” 42.

Por eso al hablar de historia económica, se deben no solamente esbozar los capítulos económicos sino la interacción de los problemas de economía, cultura, población y estructura social, de modo que el interés no sea el fenómeno económico en particular ni el demográfico en especial ni las formas de organización social como problema específico sino las líneas de desarrollo de todos estos fenómenos; en cuanto coexisten en un espacio y tiempo determinados y contribuyen a configurar la fisonomía de la totalidad de las partes, tratando siempre de descubrir lo típico y peculiar de la dinámica de esos fenómenos en cada uno de los periodos objeto de estudio; especificidades que a la postre son uno de los fines de la ciencia histórica y no de una de las llamadas ciencias sociales especiales43.

En cuanto a lo anteriormente planteado, Covarrubia (2005) plantea:

“La historia económica como disciplina no ha escapado a los avatares de las demás ciencias sociales y en particular de la ciencia económica, con las cuales comparte problemas epistemológicos comunes. La renovación metodológica ha supuesto abandonar una visión positivista firmemente arraigada en la creencia que ésta resultaba la manera adecuada de dotar de criterios de validez a las teorías. Esta renovación ha tenido impacto en las diferentes corrientes de investigación histórica, permeabilizando los estudios y orientándolos hacia la búsqueda de un complejo de variables más alambicado en el cual basar las explicaciones sobre los procesos históricos, asumiendo como factores relevantes aspectos como las motivaciones detrás de las conductas y la influencia de las mentalidades” 44.

Paradójicamente, la nueva historia económica surgida a mediados del siglo XX tuvo en el desarrollo de la Cliometría una respuesta representativa del positivismo que abandonaban otras corrientes y un método alternativo al enfoque marxista de Historia Económica, y más cuando la historia como historia es una de las ciencias más antiguas, en cambio la historia económica, según Kula (1977) y Bejarano (1994) es bastante reciente, no sólo como disciplina independiente, sino también, y quizás lo más importante, como esfera de interés científico45.

Tres científicos son considerados como los verdaderos creadores de la escuela histórica: Bruno Hildebrand (1812-1886), Wilhen Roscher (1817-1894) y Karl Knies (1821-1898), que crearan realmente como dijera Kula una “escuela”, no obstante esta designación tuvo muchos detractores, entre ellos connotados investigadores, entre ellos Joseph Schumpeter.46

En ese orden de ideas, la Cliometría se sustenta en la formalización de modelos contrastables, haciendo uso de herramientas estadísticas y de teoría económica estándar (Kalmanovitz, 2004), que dan cuenta de los procesos de evolución y cambio económico de largo plazo. Esta corriente ha confrontado diversas limitaciones y ha recibido variadas críticas, siendo una de ellas no considerar los aspectos institucionales (Bejarano, 1994, 6-36).

Kula (1977), al respecto argumenta: “La estadística constituye un método, pero la aplicación de la estadística a la historia plantea una serie de cuestiones transcendentales que de otra manera pasarían inadvertidas. Diremos también que el método estadístico no resuelve todos los problemas de la historia económica, sino que algunos de ellos pueden solucionarse por mediación de este método”.

Esta limitación ha venido a ser subsanada con el desarrollo del neoinstitucionalismo, situación que ha venido siendo planteada con lujo de detalles por Douglas North47. Asumiendo, al igual que la Cliometría, el principio de la necesidad de explicar la historia económica dentro de modelos formales, el neoinstitucionalismo, no obstante, aporta una visión renovada del crecimiento económico48. Para ello, toma un concepto amplio de instituciones, incluyendo en el análisis las leyes y las normas formales e informales. Además, interrelaciona variables del ámbito microeconómico (costo-beneficio, maximización de utilidades) con las decisiones de política y de política económica (definición de derechos de propiedad, eficacia de las instituciones financieras) 49.

De ahí que este artículo esté dedicado a indagar sobre la problemática de la renovación metodológica en boga y a explorar los alcances y las limitaciones de estas corrientes historiográficas modernas, pues como dice Kula (1977), las nuevas tendencias en la historia económica podrían entrar en los apartados siguientes: a) tendencia al razonamiento con categorías globales, de economía social, contraria al análisis de las instituciones, b) tendencia a la concepción cuantitativa, para conseguir orientaciones de orden a las magnitudes y proporciones, c) tendencia al descubrimiento del mecanismo funcional del sistema económico investigado, y por tanto a la confirmación de la reproducción y mutua dependencia, d) tendencia al máximo aprovechamiento de las conquistas de otras ciencias sociales y en primer lugar de la economía, la etnología, la demografía, las estadísticas, etc., y e) tendencia al más extenso aprovechamiento del saber sobre la heterogeneidad de los sistemas socio-económicos que existen actualmente en el mundo50.

Adolfo Meisel y Salomón Kalmanovitz, son algunos de los autores que se han atrevido a tratar los temas de la Cliometría en Latinoamérica51, para solidarizarse con apologías. Mientras tanto hay otros autores que en su defecto la han criticado, es el caso de Fontana (1992), Hobsbawm (1998), Sánchez (2004) y Covarrubia (2005). Perspectivas que dan pie para que se insinué que la historia económica moderna, ha sufrido dos grandes cambios en la segunda mitad del siglo XX52.

El primero de esos cambios fue la aparición de la Cliometría la cual introdujo el análisis econométrico de series largas de las cuentas nacionales, organizadas de acuerdo con modelos económicos para dar cuenta de los procesos de crecimiento de largo plazo, de la rentabilidad social de inversiones en infra-estructura o de la productividad de diversas formas de producción o de sectores específicos (Kalmanovitz, 2004).

La segunda transformación, más reciente, surge de recurrir a las instituciones para explicar los cambios históricos y el comportamiento económico de las sociedades donde se comenzaron a resolver preguntas sobre el papel de la revolución democrática en Europa, las instituciones parlamentarias y fiscales así creadas y el impacto de estas sobre el desarrollo económico de largo plazo, del impacto de la depredación de los excedentes sociales o de la inseguridad de los derechos de propiedad en la inversión o de los incentivos creados para la acumulación de capital por modelos corporativos de desarrollo económico (Kalmanovitz, 2004).

Teniendo en cuenta que Cliometría, por denominación proviene etimológicamente de “Clio”, musa griega de la Historia, y “metría”, medición, se deriva entonces que es una metodología de análisis que utiliza la Estadística y la Econometría para el estudio de la Historia económica53. Así pues, Hobsbawm (1998) crítica y deja claro que en la utilización de la Cliometría “Los economistas necesitan reintegrar la historia y esto no puede hacerse por el sencillo procedimiento de transformarla en econometría retrospectiva”54.

Pues, de acuerdo con Hobsbawm (1998), Kalmanovitz (2004) y Sánchez (2004), en un contexto de relaciones entre las dos disciplinas, la economía y la historia se reconocen como conflictivas, y más cuando, Hobsbawm conceptúa: “Veo poca relación entre la construcción de modelos de economías posibles o imaginarias y la historia, que es lo que realmente sucedió. Más que analizar las teorías, lo que a veces hacen los económetras es describir como sería el mundo si las teorías fuesen correctas”55.

Ya que, según Lloyd (1986) y (1993), Aplebby, Hunt y Jacob (1999) y Sánchez (2004), las teorías de la historia han constituido su propia Nueva República del Saber56, donde se pueden sintetizar grandes coordenadas:

1) El mundo que describe la ciencia está separado del lenguaje y sin embargo inextricablemente ligado a él; 2) una cosa son los registros del pasado y otra su interpretación, hay que aceptar la imprecisión e imperfección del conocimiento histórico; 3) el pasado se reconstruye con base en huellas documentales que no se pueden eludir como si fueran meros discursos. El objeto inmediato del pensamiento en un juicio verdadero, es la realidad; 4) hay que vincular palabras y objetos usando palabras; 5) no se puede ignorar la subjetividad del investigador, pero se deben construir estándares de objetividad, que no es neutral y acepta el cuestionamiento permanente; 6) se admite la existencia de una realidad objetiva, atribuyendo a la memoria la capacidad de verificar la existencia de un pasado y ninguna manipulación puede evitarlo; 7) la narración histórica es necesaria en tanto lo intelectual reclama exactitud y desea significación; 8) el lenguaje se construye de acuerdo con la experiencia la cual genera un lenguaje compartido57.

Condicionantes que al concepto de Hobsbawm (1998) y Sánchez (2004) hacen que las limitaciones de la Cliometría “son serias... cuádruples”. En primer lugar, en la medida que se proyecta sobre el pasado una teoría esencialmente histórica, su relación con los problemas más generales de la evolución histórica no está clara o es marginal... En segundo lugar, la selección de un aspecto de la realidad económica al que puede aplicarse tal teoría quizá dé una imagen falsa.... El tercer defecto de la Cliometría es que necesariamente tiene que apoyarse no sólo en datos reales, que a menudo también son fragmentarios y poco dignos de confianza, sino también y en gran parte en “datos inventados o supuestos”...

Estos procedimientos tienen otro inconveniente que constituye el último de los defectos de la Cliometría58. Me refiero al riesgo de incurrir en circularidad al argüir del modelo a los datos, en la medida en que estos no se hallen disponibles de forma independiente. En resumen, la Cliometría puede criticar y modificar la historia producida por otros medios pero no produce respuestas propias. “Su función en la feria de ganado de la historia se parece más a la del inspector de pesas y medidas que a la del ganadero que cría los bueyes”59.

Además de lo anterior, porque esa famosa modernidad historiográfica no es tan moderna como los norteamericanos, europeos y algunos latinoamericanos pretenden hacer ver, pues sólo estos publicaron sus obras en la segunda mitad del siglo XX, verbigracia de ello, Robert Fogel, sólo hasta 1964, fue cuando publicó la primera edición de “Railroads and American Economic Growth: Essays in Econometric History”, investigación que trata sobre el cálculo del costo beneficio de la inversión hecha en los ferrocarriles de los Estados Unidos durante el siglo XIX, concluyendo que los ferrocarriles no habían jugado un papel tan importante en el crecimiento económico de los Estados Unidos como se había creído, porque habían medios de transporte alternativos, como la red de canales y de carreteras existentes60.

Así mismo, Simón Kuznets, quien en 1966, con su edición en inglés de: “El crecimiento económico moderno”, impresa en español sólo hasta 1973, a través de una investigación financiada por el National Bureau of Economic Research (Kalmanovitz, 2004), estableció criterios para analizar los países con base en las categorías de producción, asignación de recursos, distribución del ingreso, consumo y relaciones externas (los flujos de conocimiento, personas y capital entre países) 61.

En este análisis la producción se relacionaba con la población y las categorías de producto o ingreso per cápita pasaron a ser la vara de comparación de la riqueza entre países62. Especificando además que la relación entre insumos y producto daba una idea de la productividad de los factores y el remanente, que era fundamental, se le tildaba como la productividad total de los factores. La distribución se refería a los ingresos del capital, del trabajo y de la tierra.

En el argüido de Kalmanovitz (2004): “La idea era la de elaborar series largas de las cuentas nacionales, que a su vez habían sido deducidas de las categorías keynesianas de consumo, ahorro e inversión, de distintos países para poder hacer comparaciones informadas. El crecimiento moderno se refería a un patrón de acumulación de capital rápido y sostenido a lo largo del tiempo”.

Posteriormente Fogel y Engerman, en 1974, publican el tan afamado y atrevido libro sobre la rentabilidad de los esclavos63, muy utilizado en las referencias bibliográficas cuando de Cliometría se trata, “Time in the Cross: The Economics of American Negro Slavery”; obra que hizo que la Cliometría, en el difuso concepto de historia económica para algunos economistas no historiadores, se convirtiera en una metodología historiográfica para hacer y escribir historia económica, sin saber que José Antonio Saco en 1875, con su libro: “Historia de la esclavitud desde los tiempos más remotos hasta nuestros días”, sólo por citar ese ejemplo, se deja claro, como nos referimos en párrafos anteriores, que la modernidad de la Cliometría en su metodología, especialmente con eso de la esclavitud, no es tan moderna como se cree, pues, como dice Arturo Sorhegui (2007):

“Fue Saco en el siglo XIX, y no los cliometristas norteamericanos en el XX, el primero en señalar que la esclavitud nunca fue irrentable, aunque esta aseveración resulta parcial, habida cuenta que el problema no era el de la rentabilidad, sino el de su capacidad para adaptarse a los nuevos giros de un mercado que se buscaba dominar. Tuvo la primicia en señalar que los primeros que trajeron esclavos a América no lo hicieron desde el África, sino desde la propia España, donde abundaban desde la época del medioevo. Y fue un innovador al considerar que en América las conspiraciones, alzamientos y asesinatos cometidos por esclavos, era el resultado de brotes de rebeldía ya espontáneos, ya provocados por el llamamiento de los blancos” 64.

Siendo así que, a pesar de que Latinoamérica ha tenido sus propios exponentes de una verdadera, auténtica y bien concebida historia económica como corriente historiográfica, los historiadores modernos latinoamericanos se dejan llevar no sólo de las transformaciones o cambios que brinda la modernidad (modas), y los fáciles atajos que se han venido referenciando, sino que se dejan arrastrar por unas banales teorías de la historia, de enfoque norteamericana y europeas, enriquecidas de capitalismo65 y carentes de un enfoque holístico, sistematizado y ordenado, de metodologías integrales y correlaciónales propias, adaptadas a nuestro contexto y de una retrospectiva seria que permita prospectar hacia un futuro, hechos más próximos a la realidad y no como actualmente acontece, que se encuentran totalmente desdibujados.

NOTAS Y CITAS

1. GUERRA VILABOY, Sergio (2003) “Cinco siglos de historiografía latinoamericana”, Editorial Félix Varela, La Habana Cuba, Pp. 194.

2. BRITO FIGUEROA, Federico (1972) “Historia Económica y Social de Venezuela”, Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del libro, La Habana.

3. Tomada de la presentación del libro de Sergio Guerra Vilaboy, Op Cit.

4. United Nations Conference for Trade and Development UNCTAD (2001). El transporte marítimo en 2001. Boletín de Transporte, No. 21, Publicaciones de UNCTAD de puertos y transporte marítimo, New York and Geneve, pp. 14.

5. GAOS, José (1981) Notas sobre la Historiografía, en Históricas. Boletín de Información del Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, número 6, mayo-agosto, pp. 23; GONZALEZ, Luis (1988) El oficio del historiador, Colegio de Michoacán, Guadalajara, México. Pp. 50; ESCANDON, Patricia (2002). Cartas, Diarios y Memoriales del Periodo Colonial como Material Historiográfico. Anuario de Estudios Latinoamericanos Nro. 33, Hispanoamérica Colonial, Fuentes, Cultura e Historiografía. Primera Edición. Centro Coordinador y Difusor de Estudios de Latinoamérica. Universidad Nacional Autónoma de México. México D.F. Pp. 204-205.

6. Diccionario Pedagógico Universal. Editorial Prolibros. Bogotá D.C 1997, Pp. 596

7. Escandón. Op. Cit. Pp. 204.

8. Ibíd.

9. VAN DIJK, Teun (1979) La ciencia del texto; Un enfoque interdisciplinario, Editorial Paidos. Barcelona España. Pp. 19.

10. URDAPILLETAS MUÑOZ, Marco (2002), Deslindes en Torno a la Retórica de las Crónicas. A Propósito de La Historia de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas. Anuario de Estudios Latinoamericanos Nro. 33, Hispanoamérica Colonial, Fuentes, Cultura e Historiografía. Primera Edición. Centro Coordinador y Difusor de Estudios de Latinoamérica. Universidad Nacional Autónoma de México. México D.F. Pp. 188 y Disertación de Tesis Doctoral, denominada “Las Casas Historiador”, Universidad Autónoma de México.

11. Es bueno recordar, que la retórica junto con la gramática y la dialéctica, formó parte del Trivium, por consiguiente es una disciplina integrada al sistema de enseñanza que utilizaron los cristianos en occidente, básicamente en la época de la colonia, en el proceso de la cristianización de las Indias, aunque según estudios adelantados sobre la retórica por Marco Urdapilleta, establecen que fuera del alcance de la enseñanza de la retórica que en principio estaba encaminada a mostrar la “verdad cristiana”, su campo de acción siempre fue más amplio, por cuanto, también trabajaban la poesía y la epístola hacia el siglo XI.

12. Urdapilletas, Op cit. Pp. 188.

13. Es tanto la narración de los hechos históricos tipo novela o fábula, que hasta los autores griegos, romanos y del Renacimiento, plantearon la definición de la retórica como “el arte de persuadir y de convencer, hechos”. Primordialmente por la condición de hacer ver los eventos como reales. Así mismo, se le denominó “la técnica de la deliberación y de la discusión”, por las controversias que se suscitaban alrededor de sus narraciones. Tomado textualmente de Ch. Perelman y L. Olbrechts (1994) Tratado de la Argumentación. Editorial Gredos. Madrid España.

14. RESTREPO TIRADO, Ernesto (1929) Historia de la Provincia de Santa Marta. Instituto de Cultura de Colombia. Subdirección de Comunicaciones Culturales, División de Publicaciones y Academia de la Historia de Colombia. Bogotá D.C. Pp. 13.

15. Para ello se recomienda Ver: ARIAS, Santa (1990) Retórica e Ideología en la Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas. Disertación de tesis doctoral. Universidad de Winsconsin y (1991) en “La Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas: Estrategias de Poder y Persuasión” en Confluencia, Revista Hispánica de Cultura y Literatura, Vol. 7, Num. 1.; ESTEVE BARBA, Francisco (1964) Historiografía Indiana. Editorial Gredos. Madrid; MIGNOLO, Walter (1981) El Metatexto Historiográfico y la Historiografía Indiana, en revista Modern Language Notes, num. 92-2, John Hopkins University Press, Baltimore y (1982) Texto y Contexto Discursivo, el Problema de las Crónicas Indianas, en Texto y Contexto en la Literatura Hispanoamericana, Madrid; PUPO WALKER, Enrique (1982) La vocación Literaria del Pensamiento histórico en América. Desarrollo de la Prosa de Ficción: Siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Editorial Gredos. Madrid; y (1985) en La Florida del Inca Garcilaso de la Vega; Notas sobre la Problematización del Discurso Narrativo Histórico en los Siglos XVI y XVII, en Cuadernos Hispano-americanos, núm. 417.; LEON, Pedro (1973) Algunas Observaciones sobre Pedro Cieza de León y la Crónica del Perú, Editorial Grados, Madrid.; SÁNCHEZ ALONSO, Benito (1944) Historia de la Historiografía Española, Vol. 2. Consejo Superior de investigaciones Científicas. Madrid.

16. Urdapilletas, Op cit. Pp. 188.

17. PERELMAN, CH. Y OLBRECHTS, L (1989). Op. Cit. Y Urdapilleta. Op. Cit. Pp. 192.

18. Obra que posteriormente fue editada por Santiago Montero Díaz (1948), en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid, Pp. 109.

19. ESCANDON, Patricia (2002). Cartas, Diarios y Memoriales del Periodo Colonial como Material Historiográfico. Anuario de Estudios Latinoamericanos Nro. 33, Hispanoamérica Colonial, Fuentes, Cultura e Historiografía. Primera Edición. Centro Coordinador y Difusor de Estudios de Latinoamérica. Universidad Nacional Autónoma de México. México D.F. Pp. 203-216 y también ver, Urdapilletas, Op cit. Pp. 197-198.

20. En los últimos trabajos de Historia, sus autores hoy en día evitan la digresión, ya que se escribe sin moderación y elegancia alguna.

21.MONTERO DIAZ, Santiago (1948) Edición y Estudios Preliminares de la Obra De la Historia; para entenderla y escribirla de Luis Cabrera de Córdoba. Instituto de Estudios Políticos, Madrid. Pp. 109.

22. Urdapilletas, Op cit. Pp. 198.

23. Ibíd.

24. Ibíd.

25. Luis Cabrera de Córdoba (1611). De la historia para entenderla y escribirla, en Santiago Montero Díaz, Instituto de Estudios Políticos de España, Madrid, 1948, P. 109.

26. Ibíd.

27. Urdapilletas (2002) Op. Cit. Pp. 199.

28. Ibíd.

29. KULA, Witold (1977) Problemas y Métodos de la Historia Económica- Ediciones Península. Serie <universitaria. Historia /Ciencia / Sociedad 100. Barcelona. Pp. 5-57. Así mismo ver el trabajo de BEJARANO ÁVILA, Jesús Antonio (1994) Historia Económica y Desarrollo, La Historiografía Económica Sobre los Siglos XIX y XX en Colombia. CEREC, Bogotá. PP. 6-36.

30. Brito Figueroa (1972). Historia Económica...... Op Cit. Pp. 1-2

31. Ibíd.

32. Ibíd. Ver también a Jesús Antonio Bejarano y Witold Kula-.

33. Ibíd.

34. Ibíd.

35. Ibíd.

36. BLOCH, Marc (1971). Apologie pour l’Histoire ou Métier d’Historien, Paris, Pp. 13. Este libro también fue impreso en edición Cubana, bajo el título “Apología de la Historia o el Oficio del Historiador”, Editorial de las Ciencias Sociales, La Habana Cuba.

37. KON, I. S (1962) El Idealismo Filosófico y la Crisis del Historicismo, Buenos Aires. Pp. 341. Así mismo ver los trabajos de: GRAS, N. S (1938) Business and Capitalism, p. VII y LAFFON-MONTELS, M. (1938) Les Etapes du Capitalisme de Hammourabi á Rockefeller, Paris Pp. 38.

38. BRITO, Historia. Op Cit. Pp. 4.

39. Ibíd. Pp. 6. Para ello se recomienda ver también el trabajo de Germán Carrera Damas, Sobre el Discurso Histórico en Revista de Historia Nro. 3 Pp. 19-31.

40. BLOCH. Apología. Op. Cit. y BRITO, Historia. Op Cit. Pp. 6.

41. KON. El Idealismo. Op. Cit. Pp. 341.

42. Ibíd. Ver también a BRITO. Historia Op. Cit. Pp. 6

43. Ibíd. Pp. 7

44. COVARRUBIAS M., Isaías (2005). Un breve (y arbitrario) recorrido por la historiografía económica. Revista Electrónica Contribuciones a la Economía. Octubre 2005. http://www.eumed.net/ce/

45. KULA. Problemas. Op. Cit. Pp. 11 y BEJARANO, Historia. Op. Cit. Pp. 9-15.

46. SCHUMPETER, Joseph (1954) History Of Economic Analisys. New York.

47. NORTH, Douglas (1971). Historia Económica, en enciclopedia de las ciencias sociales. Madrid ediciones Aguilar. Volumen 5.

48. Ibíd.

49. COVARRUBIAS. Un breve,,,, Op. Cit.

50. KULA, Problemas... Op. Cit. Pp. 9

51. FONTANA, Joseph (1992) La historia después del fin de la historia. Reflexiones acerca de la situación actual de la ciencia histórica, Barcelona, Crítica. MEISEL ROCA, Adolfo (1998) La Cliometría En Colombia: Una Revolucion Interrumpida, 1971- 1999. Trabajo preparado para la reunión anual de LACEA, Buenos Aires, 22 al 24 de octubre 1998. KALMANOVITZ, Salomón (2004). La Cliometría y la historia económica institucional: reflejos latinoamericanos. Revista Electrónica Contribuciones a la Economía. Octubre 2005. http://www.eumed.net/ce/. SANCHEZ, Ricardo (2004) Una musa en apuros. A propósito del texto de Salomón Kalmanovitz, "La cliometría económica institucional: reflejos latinoamericanos. Texto presentado en el Seminario Proyecto de Tesis, que dirige el Doctor Heraclio Bonilla, en el Doctorado de Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Revista Espacio Crítico Nro. 1. Segundo Semestre 2004. COVARRUBIA (2005). Un Breve... Op. Cit.

52. KALMANOVITZ (2004). La Cliometría... Op Cit.

53. Enciclopedia Virtual Wikipedia.

54. HOBSBAWM, ERIC (1998). Sobre la Historia. Capítulo 5 ¿Ha progresado la Historia?. Barcelona, 1998

55. Ibíd.

56. SANCHEZ (2004) Una Musa... Op. Cit

57. APPLEBY, Joyce, HUNT, Lynn y JACOB, Margaret. (1999) La Verdad sobre la Historia. Santiago de Chile : Andrés Bello, Ver también: LLOYD, Christopher (1986). Explanation in Social History. Oxford, Basil Blackwell, del mismo autor. (1993) The Structures of History. Oxford, Basil Blackwell.

58. HOBSWANM (1998) Sobre... Op Cit. y SÁNCHEZ (2004). Una Musa. Op Cit.

59. HOBSBAWM, ERIC (1998). Sobre la Historia. Capítulo 5 ¿Ha progresado la Historia?. Barcelona, 1998 Pp. 124-127.

60. FOGEL, Robert. (1972) Los ferrocarriles y el crecimiento económico de los Estados Unidos, Tecnos, Madrid.

61. KUZNETS, Simón. (1973) El crecimiento económico moderno, Editorial Aguilar, Madrid.

62. KALMANOVITZ, (2004) La Cliometría... Op. Cit

63. FOGEL, Robert y STANLEY, Engelman. (1974) Tiempo en la cruz, la economía esclavista en los Estados Unidos, Siglo XXI, Madrid.

64. SORHEGUI, Arturo (2007) La Historiografía Colonial Cubana y la Modernidad. Revista Clío América, Universidad del Magdalena, Sem. Julio-Diciembre, Santa Marta. Pp. 124-132.

65. Ibíd.

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