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"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

El Desarrollo local de las Cooperativas de Trabajo Asociado en un Entorno Global

Rubén J. Cuñat Giménez (CV)
rjcunyat@florida-uni.es
Departamento Dirección de Empresas
Florida Universitaria

RESUMEN: La globalización genera distancias sociales y medioambientales. Ante el incremento del número de personas que compran y producen para los mercados globales, las relaciones económicas, que son fuente de cohesión en las comunidades locales, se debilitan. El desarrollo económico local puede mantener las redes económicas locales y la cohesión social. La defensa de la economía local en plena era de la globalización puede parecer anacrónica. Sin embargo, el rescate de la identidad local actúa como mecanismo social de defensa de las regiones. La creación de pequeñas empresas cooperativas cuenta con un importante potencial para el desarrollo local y constituye un modelo específico de empresa que trata de combinar la eficiencia económica con la racionalidad social.

Palabras Clave: Globalización, desarrollo local, eficacia, excelencia.


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Cuñat Giménez , R.J.  “El Desarrollo local de las Cooperativas de Trabajo Asociado en un Entorno Global" en Contribuciones a la Economía, septiembre 2006. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/


El desarrollo local ante la Globalización

El desarrollo económico consiste en generar, dentro de una economía local o regional, la capacidad necesaria para hacer frente a los retos y oportunidades que pueden presentarse en una situación de continuo cambio económico, tecnológico y social. Este cambio provoca transformaciones estructurales que evolucionan hacia formas superiores. La conceptualización del mismo y su implantación será distinto según la zona geográfica en la cual se lleve a cabo, por lo que habrá que estudiar diferentes oportunidades y problemas de cada país, región o localidad en particular, surgiendo así el concepto de desarrollo local (Sanchis, 1999).

Las cooperativas de trabajo asociado favorecen el desarrollo local al ser empresas que se encuentran particularmente ligadas al territorio, ya que éstas están vinculadas directamente a las personas que la integran, y éstas lo están al territorio (García-Gutiérrez, 1991). De esta forma podemos justificar la cooperativa como una fórmula idónea para el desarrollo del potencial endógeno de una zona (Morales, 1998).

Las cooperativas muestran una clara orientación hacia los mercados regionales/locales, incluso dentro del ámbito de la producción industrial, contribuyendo a ofrecer una alternativa directa al paro y cubrir determinados servicios y productos que la empresa de capitales o el sector público no pueden satisfacer o que los proporcionan a un mayor precio y/o menor calidad (Westlund y Westerdahl, 1996).

La defensa de la economía local en plena era de la globalización puede parecer anacrónica. Sin embargo, el rescate de la identidad local actúa como mecanismo social de defensa para las regiones (Enríquez, 1995). Tal como señalan Ekins y Newby (1998) estas economías adquieren una especial importancia con la globalización por los siguientes motivos:

1) Los mercados globales no son capaces de incluir a todos. La competencia global genera ganadores y perdedores; y a falta de economías locales activas, los perdedores se verán apartados de cualquier actividad económica y emergerá una subclase desempleada y marginada.

2) La globalización genera distancias sociales y medioambientales. Ante el incremento del número de personas que compran y producen para los mercados globales, las relaciones económicas, que son fuente de cohesión en las comunidades locales, se vuelven menos fuertes. El desarrollo económico local pueden mantener las redes económicas locales y la cohesión social.

3) La globalización induce la homogeneización cultural. Una economía local activa contrarrestaría estos elementos.

4) La globalización crea vulnerabilidad económica. La especialización que ésta favorece hace a los entes económicos más vulnerables a la reestructuración económica frente a cambios de la demanda de los mercados. Una base económica local fuerte puede dar estabilidad en tiempos de crisis y ofrecer oportunidades para el desarrollo de nuevas actividades y la emergencia de ventajas comparativas.

Esta situación obliga a desarrollar teorías territoriales del desarrollo local, que según Vázquez (1999) defienden la superioridad estratégica de las pequeñas empresas en los procesos de desarrollo. Estas teorías (Friedman y Weaver, 1979; Stöhr y Tödtling, 1979; Sach, 1980; Stöhr y Taylor, 1981) se basan en la idea de que cada territorio es el resultado de una historia que se ha configurado dentro de un entorno institucional, económico y organizativo, lo que le otorga una identidad propia y le capacita para dar respuestas estratégicas a los desafíos de la globalización.

De esta forma, Stöhr y Taylor (1981) defienden estrategias de desarrollo desde abajo (bottom-up), que ofrezcan oportunidades de mejora a las personas, grupos sociales y comunidades locales, y permitan movilizar sus capacidades y recursos.

La creación de pequeñas empresas cooperativas cuenta, siguiendo a las teorías territoriales del desarrollo, con un importante potencial para el desarrollo local (Gutiérrez, 2003).

La Cooperativa como Modelo de Desarrollo Local

La globalización ha hecho que actualmente los territorios compitan entre sí, a escala internacional, y busquen ventajas competitivas mediante la valorización de sus recursos y la diferenciación de sus actividades productivas. Por ello, las ciudades y regiones se ven obligadas a emprender caminos de desarrollo endógeno que les permitan mejorar su posición competitiva, y, al mismo tiempo, generar estrategias de desarrollo local (Vázquez, 1997).

Las empresas cooperativas se constituyen como un modelo específico de Empresa que trata de combinar la eficiencia económica con la racionalidad social. Al mismo tiempo su carácter personalista favorece su consideración como instrumento de capacitación y formación, donde el aprendizaje proveniente de la acción empresarial es potenciada por el impulso común que da el proceso de decisión democrática. Su objetivo central, dar servicio a sus miembros y al entorno que las rodea, favorece notablemente el conocimiento de las necesidades locales y la forma de satisfacerlas (Navas, 1994).

La fuerza de las cooperativas reside principalmente en el compromiso de los individuos, en sus raíces locales y en las oportunidades que crea de movilizar a la gente en pro de objetivos concretos y comunes (Westlund y Westerdahl, 1996).

En un mundo global, donde el cliente ha visto incrementado su poder, las empresas necesitan cada vez mayores dosis de creatividad para generar la capacidad de innovación necesaria que les permita, no solo satisfacer, sino sorprender, entusiasmar e ilusionar al cliente. Las ideas son, por consiguiente, más necesarias que nunca también desde el punto de vista para sobrevivir y desarrollarse. Así, el factor humano se ha situado como eje fundamental de la moderna administración empresarial, ya que la persona es la única fuente depositaria de las ideas, de la creatividad que hace posible la mejora continua y la innovación. No hay que olvidar que la creatividad es la capacidad de generar ideas, mientras que la innovación es la capacidad de ponerlas en práctica (Vargas, 2001).

La proximidad de las cooperativas a su entorno y su misión de contribuir al desarrollo sostenible de sus comunidades mediante políticas aprobadas por sus socios, tal como figura en el séptimo de los principios cooperativos, las sitúa como modelos que encajan, se complementan y son necesarios en un entorno global.

Las sociedades cooperativas se preocupan por conseguir el desarrollo sostenible de la comunidad en la que se mueven. Este aspecto genera riqueza sobre el entorno, que a su vez, repercute en la propia empresa. A esto hay que añadir que, en un alto porcentaje de sociedades cooperativas, sus socios se muestran en disposición de realizar labores no remuneradas en la empresa; contribución en jornadas, conferencias, ferias, etc.; y producción respetuosa con el medio ambiente (Marín y Vaca, 2003).

Su contribución a la integración social es otro de los aspectos resaltables de estas empresas. En muchos casos, éstas ayudan a los marginados, inmigrantes, desfavorecidos, enfermos o discapacitados a mejorar sus condiciones de vida, a acceder a un puesto de trabajo, a obtener unos servicios asistenciales mínimos. Esta labor asistencial se amplía con otra aún más importante si cabe, de prevención, formación e información de los problemas que acechan a jóvenes, las enfermedades, la drogadicción, etc. (Mozas y Rodríguez, 2000).

Por otra parte su reducido tamaño hace que puedan actuar con eficacia en los mercados por las siguientes causas (Ballestero, 1993):

1) Espíritu del círculo de calidad. El número reducido de trabajadores favorece la comunicación entre ellos. Los socios están en contacto permanente unos con otros, se comunican sugerencias para mejorar la calidad de los productos o servicios, reducir costos, aumentar la facturación o conseguir altos índices de logro. En esta situación la experiencia de cada socio trabajador se canaliza adecuadamente y no se pierde.

2) Ahorro de costos administrativos. Cuando la dimensión de una empresa sobrepasa ciertos límites estos costos suelen aumentar. Si estos costos no son compensados con las economías de escala los resultados de explotación se pueden deteriorar seriamente. De esta forma, una cooperativa que opere en sectores poco sensibles a las economías de escala (servicios, talleres, restaurantes, etc.) se verán libres de una carga pesada de origen dimensional.

3) Compañerismo compatible con los necesarios ajustes laborales. Los socios trabajadores, por su corto número y su continuo trato laboral, suelen tener relaciones positivas de compañerismo que favorece la cooperación, la intercomunicación y el aprendizaje. En estas situaciones es raro que aparezcan actitudes de “proteccionismo irracional” hacia el amigo, si este proteccionismo pone en peligro la supervivencia de la empresa. Mientras en las grandes organizaciones el sentimiento de riesgo colectivo (posibilidad de que la empresa quiebre) se puede diluir entre una masa de trabajadores y puede favorecer actitudes individualistas contrarias a la supervivencia y crecimiento de la empresa.

4) Flexibilidad para la aplicación de cambios estratégicos. En las empresas capitalistas los cambios de estrategia pueden afectar a numerosos grupos, que se resistirán si no participan de ellos. En las empresas sociales el riesgo también está presente; aunque las resistencias se debatirán antes de la puesta en marcha del cambio dentro a las asambleas de socios. Este hecho provocará el que los cambios introducidos tengan el apoyo e implicación del colectivo de trabajadores una vez decididos.

Excelencia del Modelo Cooperativo en un entorno global

Munuera y Rodríguez (1998, pag. 59) afirman que “el éxito empresarial asociado a la satisfacción de uno solo de los grupos participantes en la empresa puede desembocar en el final de la misma. Una empresa necesita adoptar una perspectiva múltiple que permita reconciliar las divergencias y conflictos de intereses dados los diferentes objetivos de los grupos participantes. Satisfacer cuando menos en una zona de tolerancia o banda de resultados a todos y cada uno de ellos es condición necesaria para lograr la supervivencia a largo plazo de la empresa”.

Si trasladamos este planteamiento al caso de una sociedad cooperativa, la consecución de este equilibrio necesario con los grupos participantes en la misma (internos y externos) puede ser más fácil de conseguir, dadas sus peculiaridades. Por una parte, por efecto de la doble condición de propietario y trabajador. Por otro, la identidad del cooperativismo sintoniza con valores que están fuertemente arraigados en la sociedad actual, tales como la democracia, la igualdad, la equidad, la solidaridad, etc. Esto es importante, en cuanto que la empresa no puede ser ajena a lo que la sociedad siente, desea o espera. En los mercados se compran y venden productos de los que cada vez tiene más importancia el aspecto intangible, que son los valores que lo acompañan, y las sociedades cooperativas añaden a sus bienes y servicios unos valores que comparte la sociedad actual (Vargas, 2001).

Vargas (2001) identifica en las cooperativas una serie de características que las acercan al calificativo de excelentes. Estas características son las siguientes:

• Compromiso de los trabajadores con la empresa. En estas organizaciones el individuo participa en la toma de decisiones, es informado de la marcha del negocio y participa en los resultados. Esta situación genera en las personas un fuerte sentido de pertenencia, ya que perciben a la empresa como algo propio (Aranzadi, 1998).

• Orientación a la persona. Al tratarse de una forma societaria marcadamente personalista, el factor humano prima sobre el factor capital.

Fortaleza de la cultura de la empresa. La existencia de un claro esquema de valores ampliamente compartidos y aceptados orienta el comportamiento de los cooperativistas, a título individual y colectivo, en una misma dirección.

• Condición democrática de sus líderes. El modelo de líder que actualmente se espera no es el tradicional que carga sobre sus hombros el peso de la empresa, sino aquel que es capaz de crear el ambiente adecuado para que cada integrante de la organización soporte su parte de la carga (Williams y Cothred, 1977). La empresa cooperativa, por la condición democrática de sus dirigentes y por la cualidad de sus servidores, está en disposición de asumir, mejor que cualquier otra empresa, ese nuevo papel del liderazgo (Aranzadi, 1998).

• Las empresas cooperativas son organizaciones dinamizadoras de economías locales, que cuentan con dos armas muy valiosas generadoras de ventajas competitivas, como son la flexibilidad y la capacidad de innovación (Gaspar, 2003).

• La orientación hacia el cliente. Las cooperativas trabajan para conseguir el desarrollo sostenible de sus comunidades, tal como promulga su séptimo principio (Rodrigo, 1995).

• Interés por la continua formación de sus socios y trabajadores, lo que queda reflejado en el quinto principio cooperativo.

• La cooperación. La cooperación de las empresas es una de las claves de la estrategia de las empresas excelentes. En las sociedades cooperativas constituye uno de los valores compartidos más arraigados y además está recogido en el sexto principio cooperativo (Rodrigo, 1995).

No obstante, no basta que haya unos principios muy bien elaborados y aprobados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI). Se trata de que estos principios y los valores que subyacen en ellos se vivan en la cooperativa, y para lograrlo es necesario contar con una declaración escrita de la misión de la empresa, que sea elaborada, aprobada, compartida y aplicada por todos los trabajadores de ésta (Aranzadi, 1998). Las causas de ineficiencia que se contemplan en algunas cooperativas tienen lugar cuando éstas lo son solo de nombre, esto es, en las que –durante el proceso de creación o después- se han ido violando alguno de los principios cooperativos (Coque, 2003).

BIBLIOGRAFÍA

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