El análisis microeconómico y el turismo

 

El aspecto más destacable de Furió (2001) es su aparente sometimiento del estudio de la economía del turismo al análisis microeconómico, lo que se desprende del mero recurso al pensamiento de Carl Menger, lo que no quiere decir, como veremos, que el autor aplique realmente al estudio de la economía del turismo el análisis microeconómico con todas sus consecuencias.

 

Antes de seguir adelante creo conveniente recordar las propuestas de Menger sobre los bienes a las que se acoge Furió. Según Menger, existen dos clases de bienes, económicos o no: Los que llama “bienes de primer orden” y también “bienes directos”, que son los que proporcionan la inmediata satisfacción de una necesidad (un lápiz, una manzana, una corbata), y los que llama “bienes de órdenes superiores” y también “bienes indirectos”, que son los que se emplean para elaborar o producir los primeros. Es evidente que Menger está aludiendo con ello a lo que llamamos proceso de producción, pero, como dice el ya citado F. Hayeck, “aunque (Menger) siempre fue claro, su comprensión es laboriosa, y cabe dudar de que sus doctrinas hubieran tenido una influencia tan grande en la forma en que él las presentó”. Por esta razón, no tiene nada de extraño que hoy casi ningún economista (a no ser los miembros de la escuela austriaca que Menger fundó), recurren a la clasificación de los bienes que acabamos de ver. Por basarse en el proceso de producción, la clasificación de Menger parece ser de carácter objetivo pero esta apariencia es engañosa o al menos discutible ya que por basarse en el consumidor no cabe duda de que hay que considerarla como subjetiva. Partir del sujeto como fundamento del análisis económico es, como se sabe, la gran aportación de la llamada revolución marginalista.

 

Cuando se dispone de un cúmulo tan grande de bienes tan desmesurado como el de las sociedades industriales avanzadas, por emplear la expresión furiesca, se impone clasificarlos con criterios objetivos (forma, estado, técnica de producción, color, sabor, procedencia, naturaleza, etc.). La clasificación subjetiva de Menger terminó por caer en desuso y en su lugar se impuso la que propusieron en los años treinta Fisher y Clark, a pesar de sus indudables inconvenientes. Hoy se utilizan catálogos en los que figuran cada vez más productos, a efectos analíticos, fiscales, comerciales y estadísticos. Estos catálogos nada tienen que ver con las propuestas clasificatorias de Menger. Por ello resulta cuando menos singular, y hasta un tanto pintoresco si se quiere, que el Dr. Furió haya recurrido, de repente e inesperadamente, a la vieja, obsoleta e ineficaz clasificación subjetiva de los bienes que propuso Menger en 1871. El esquema que el Dr. Furió ofrece en la figura 1 de su trabajo sobre la “naturaleza de los bienes”, inspirado en la clasificación de Menger, resulta absolutamente prescindible porque nada aporta a la economía en general ni a la economía del turismo.

 

El aspecto más destacado del trabajo de Furió es el aparente sometimiento que hace del estudio del turismo al análisis microeconómico convencional. Se desprende lo que digo de su recurso al pensamiento de un economista tan destacado como el austriaco Carl Menger (1849 – 1921), uno de los tres fundadores del marginalismo junto con el francés Leon Walras (1834 – 1910) y el inglés William S. Jevons (1835 – 1882). Los tres, aunque por separado, pusieron las bases de la economía neoclásica en el concepto de utilidad marginal (de ahí el nombre), la noción que desde fines del siglo pasado con el paréntesis del keynesianismo, se comporta todavía como uno de los grandes ejes del análisis económico moderno.

 

El sometimiento, al menos aparente, del trabajo de Furió (2001) a la escuela austriaca de economía, caracterizada por sus aportaciones a la microeconomía y por su consecuente alejamiento de la macroeconomía de los clásicos y los keynesianos, me lleva a preguntar si tan inesperado cambio obedece a que mi crítico quedara convencido del razonamiento que desarrollé en Muñoz de Escalona (1996). Si hago esta pregunta no es por mera retórica sino porque es evidente que una respuesta del Dr. Furió en este sentido es de todo punto necesaria para el debate. Si la respuesta fuera positiva, el debate quedaría cerrado puesto que ya no haría falta convencerle de que su trabajo de 1995 constituye cuando menos una desenfocada interpretación de mis propuestas. Pero la respuesta podría ser negativa, algo que, en un pensador tan críptico como es el Dr. Furió, no descartaría en absoluto. De ser positiva, quedaría reconocido el error de su crítica de 1995. De ser negativa, es evidente que todavía estaría necesitado de recibir nuevos razonamientos por mi parte.

 

Como, si no media declaración expresa, no es posible saberlo con certeza, me atrevería a conjeturar que el Dr. Furió quedó convencido con mi respuesta de 1996 y, en consecuencia, admite que la aplicación del análisis microeconómico al turismo es imposible si se mantiene el enfoque de demanda o sociológico. Me baso para suponerlo así en que, con su decisión de aplicarlo recurriendo a la clasificación mengeriana de los bienes, está reconociendo implícitamente que hay que cambiar el enfoque de demanda o sociológico por el enfoque de oferta o económico. En otras palabras: que el Dr. Furió reconoce, aunque sin decirlo, que una de las anomalías de la literatura del turismo es la falta de identificación objetiva de la oferta turística y que, por consiguiente, procede aceptar mi postulado aunque, una vez más, sin decirlo abiertamente. No otra cosa podría deducirse de su inesperada propuesta de concebir el turismo como un bien mengeriano de primer orden o inferior. No obstante, hay que rechazar esta precipitada conclusión por lo que se dirá a continuación.


febrero 2005

Francisco Muñoz de Escalona
Producción y consumición de turismo: ¿diacronía o sincronía?