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"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

 

ECONOMÍA y ECONOMISTAS, ¿ESTAMOS EN EL CAMINO CORRECTO?

Miguel R. de Arriba Escolá
Universidad Tecnológica de Honduras
marriba en miguel-de-arriba.com

En los tiempos actuales, al principio del siglo XXI, nos encontramos con la problemática ética de la pobreza y la desigualdad, pero ahora globalizadas y aumentadas hasta límites difícilmente digeribles para preservar la paz en la aldea global.

Ante esta situación, el sistema económico neoliberal dice que los dos males citados, pobreza y desigualdad, no son culpa del sistema. Hayek, por ejemplo, dice que la justicia social carece de sentido.

La concepción ética que subyace a la noción clásica de la competencia se delata en la preocupación de los economistas clásicos por «the condition of the people» (la suerte de las gentes), o el problema social, que la revolución industrial estaba generando ante sus ojos. Así, Adam Smith opinaba:

"Los sirvientes, obreros y trabajadores de diversas clases componen con mucho la mayoría de toda sociedad política desarrollada. Pero lo que mejora las condiciones de la mayoría nunca puede considerarse como un inconveniente para el conjunto. Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz, si la mayoría de sus miembros son pobres y miserables".

Y Robert Malthus años después afirmaba:

"Si un país sólo puede ser rico por medio de una carrera de salarios bajos, yo estaría dispuesto a decir: abajo con esa riqueza".

¿Les suenan conocidas esas frases en el contexto actual?.

Pero hagamos un poco de historia sobre la economía.

Creo que debemos remontarnos a Aristóteles, y me gusta hacerlo pues a diferencia de muchas personas que le niegan el pan y la sal pienso que la filosofía está en la base de todo el conocimiento humano desde el momento que nos hacemos la pregunta mágica ¿por qué? y buscamos respuestas a la misma.

Aristóteles sólo distingue entre dos "modos de adquirir", la adquisición doméstica y la adquisición comercial, pero las características que atribuye a la primera de ellas van más allá del ámbito puramente doméstico ya que entre sus agentes incluye tanto al jefe de familia como al Estado.

Una lectura detenida del capítulo que el filósofo griego consagra a las diversas formas de "adquisición de bienes" en su "Política" nos permite construir el siguiente esquema.

"MODOS DE ADQUIRIR", según ARISTÓTELES

  Dimensiones

Adquisición doméstica

Adquisición comercial

  Objeto   Reunión de medios indispensables a la existencia   Acumulación de dinero
  Tipo de riqueza   Bienes físicos   Dinero
  Fundamento último. Origen   La naturaleza   El "arte" (contrario a la naturaleza. Lo más contrario a la naturaleza)
  Carácter   Limitado   Ilimitado
  Actividad   Trabajo: agricultura, pesca, ganadería, bandolerismo (pillaje, guerra)   Comercio
  Causa final (valor)   De uso: coincidencia entre el sentido de la actividad y su fin   De cambio: ruptura entre el sentido de la actividad y su fin
  Calificación moral   Moral: "vivir como se debe"   Inmoral: preocupación exclusiva "por vivir"
  Valoración social   Estimada   Execrada (condena de la usura)
Agentes Jefe de familia, Estado Comerciantes

Fte.- Carlos Prieto (UCM)

Es por ello, que la palabra economía proviene del griego oikonomia (oikos: casa, nomos: ley).

En este punto, quiero dirigir la vista del amable lector hacia el cuadro inserto arriba y concretamente a la "valoración social" correspondiente a la "adquisición comercial", pues eso tiene relación con el primer párrafo de este escrito y demuestra a las claras que no hay nada nuevo bajo el sol.

Desde la Antigüedad hasta el renacimiento las cuestiones económicas adquirieron gradualmente mayor importancia con la aparición de formas de organización más complejas que las del régimen primitivo de las comunidades domésticas.

En esa nueva fase, debido a la ampliación de las dimensiones del mundo económico y a la consolidación de la figura política del Estado-Nación, la economía pasó a ser considerada mucho más que el simple conocimiento de la administración de la comunidad doméstica del citado Aristóteles.

Es en el siglo XVIII cuando la economía se desarrolla e ingresa en su fase científica. En 1758 y 1776 se publican dos importantes obras: Tableau Economique, de François Quesnay, y An inquiry into the nature and causes of the wealth of nations, de Adam Smith. Tras esas obras, los pensadores económicos se dedicaron al descubrimiento y análisis de las teorías y las leyes que rigen los tres aspectos de la actividad económica: producción, distribución y consumo de las riquezas.

El siglo XVIII inglés es testigo de un fenómeno hasta ese momento desconocido en la historia: el de una revolución industrial que a la vez que incrementa la riqueza de la nación multiplica el número de pobres e indigentes hasta unas cifras difícilmente soportables tanto en términos morales como políticos para las clases dominantes. Y si el problema era tanto moral como político se requería una respuesta que abordara a un mismo tiempo los dos planos.

Esa respuesta vino de la mano de un tipo de reflexión que terminará siendo una nueva ciencia: la economía política.

El punto de partida no era sólo la existencia de una pobreza masiva, sino también el de su carácter persistente: "decenio tras decenio el nivel de vida de los pobres trabajadores no mejoraba en absoluto, cuando no empeoraba". Ahora bien, si este fenómeno era persistente a pesar del incremento de la riqueza y del "sistema de socorros" establecido por la Ley de Speenhamland de 1795, es que tenía unas causas ineludibles humanamente. Las causas sólo podían de ser orden natural; la sociedad tenía que formar parte de la naturaleza. Y si la naturaleza física se hallaba regulada por leyes inquebrantables por el hombre, lo mismo habría de suceder en la sociedad. Sólo quedaba una cuestión: descubrir esas leyes al igual que Newton había descubierto las de la naturaleza física. Ese fue el objetivo del esfuerzo pensador del momento.

Las premisas naturalizadoras de lo social dieron su fruto. Su muestra más evidente fueron la Ley de la población de Malthus y la Ley de los rendimientos decrecientes de Ricardo, que "hacen de la fecundidad humana y de la fertilidad del suelo los elementos constitutivos del nuevo territorio cuya existencia ha sido descubierta". Sólo son la punta del iceberg de ese "nuevo territorio" de la naturaleza, pero el territorio quedaba ya descubierto. De su exploración se encargará una nueva ciencia, tan nueva como aquél: la economía política. Así, si había pobres y su situación no mejoraba, nadie tenía la culpa y la política nada podía hacer; su existencia formaba parte de la naturaleza social ordenada. Esta es la base del neoliberalismo y de la afirmación de Hayek que ponía al principio.

Es evidente que desde que a mediados de los años setenta se inicia una nueva etapa en la historia del capitalismo mundial capas importantes de la población cada vez más numerosas contemplan cómo sus condiciones de trabajo y de vida se deterioran: el paro alcanza cifras políticamente insostenibles, el trabajo de quienes logran o mantienen un empleo se intensifica, la posibilidad de trazar un itinerario de vida y alcanzarlo se torna una utopía, la delincuencia -síntoma de descohesión social- no deja de crecer, países enteros ven cómo su economía -y con su economía sus condiciones de trabajo y de vida- se halla sometida a profundas crisis originadas por movimientos, al parecer "incontrolables", de especulación financiera mundial.

Hay que añadir de inmediato, para una mejor comprensión de la economía y con ello una mejor comprensión de si estamos en el camino correcto, que ésta no es una disciplina aislada y autónoma sino que se le puede aplicar lo dicho por José Ortega y Gasset: "Yo soy yo, y mis circunstancias".

Efectivamente, a la economía la rodean una serie de circunstancias que la condicionan de una forma indiscutible. Kenneth Boulding lo resumió de la siguiente forma: "Los problemas económicos no tienen contornos bien delineados, se guían perceptiblemente por la política, por la sociología y por la ética, así como hay asuntos políticos, sociológicos o éticos igualmente derivados de posturas económicas".

Dicho lo anterior, en este punto quiero dejar muy claro que este modesto trabajo, que seguramente no encontrará adhesiones entusiastas del 100% de los que lo lean, como es natural por la indiscutible libertad de pensamiento que tenemos los seres humanos, lo hago desde mi vertiente de economista, pero también desde la de filósofo pues me interesa llegar al porqué de la pobreza y la desigualdad que enfrenta el género humano y es claro que eso tiene raíces económicas y también éticas.

También incluiré mi inclinación religiosa y en ese aspecto hay que decir que la Iglesia, desde la Edad Media, no condenaba el comercio en sí, sino los abusos que podrían sobrevenir de él.

Tomás de Aquino hacía notar que "comerciar por simple amor al comercio es vergonzoso, porque aumenta el interés por el lucro sin límites" y, además, que "el comerciante debe buscar el lucro no como fin, sino sólo como una remuneración a su trabajo".

El Papa León XIII en la encíclica Rerum Novarum (1891) dice: "... el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores. Hizo aumentar el mal la voraz usura, que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada, no obstante, por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Añádase a esto que no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios". ¿Alguna duda?. ¿les parece conocido lo descrito en 1891 con lo que ocurre en el 2004?.

Por si quedaban dudas, Pío XI en la encíclica Quadragesimo Anno (1931) dice: "Salta a los ojos de todos, en primer lugar, que en nuestros tiempos no sólo se acumulan riquezas, sino que también se acumula una descomunal y tiránica potencia económica en manos de unos pocos, que la mayor parte de las veces no son dueños, sino sólo custodios y administradores de una riqueza en depósito, que ellos manejan a su voluntad y arbitrio. Dominio ejercido de la manera más tiránica por aquellos que, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan también de las finanzas y señorean sobre el crédito, y por esta razón administran, diríase, la sangre de que vive toda la economía y tienen en sus manos así como el alma de la misma, de tal modo que nadie puede ni aun respirar contra su voluntad. Esta acumulación de poder y de recursos, nota casi característica de la economía contemporánea, es el fruto natural de la ilimitada libertad de los competidores, de la que han sobrevivido sólo los más poderosos, lo que con frecuencia es tanto como decir los más violentos y los más desprovistos de conciencia. Tal acumulación de riquezas y de poder origina, a su vez, tres tipos de lucha: se lucha en primer lugar por la hegemonía económica; se entabla luego el rudo combate para adueñarse del poder público, para poder abusar de su influencia y autoridad en los conflictos económicos; finalmente, pugnan entre sí los diferentes Estados, ya porque las naciones emplean su fuerza y su política para promover cada cual los intereses económicos de sus súbditos, ya porque tratan de dirimir las controversias políticas surgidas entre las naciones recurriendo a su poderío y recursos económicos".

Creo que en los dos textos anteriores no sobra una sola palabra y son esclarecedores de la estremecedora situación que estamos viviendo.

Para finalizar con la visión de la Iglesia, citaré a Juan Pablo II en su encíclica Centesimus Annus (1991) en la que dice: "Da la impresión de que, tanto a nivel de naciones como de relaciones internacionales, el libre mercado sea el instrumento más eficaz para colocar los recursos y responder eficazmente a las necesidades. Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son solventables con poder adquisitivo y para aquellos recursos que son vendibles, esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas. Además, es preciso que se ayude a estos hombres necesitados a conseguir los conocimientos, a entrar en el círculo de las interrelaciones, a desarrollar sus aptitudes para poder hacer valer mejor sus capacidades y recursos. Por encima de la lógica de los intercambios equivalentes y de las formas de justicia que los regulan, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su dignidad. Este algo conlleva inseparablemente la posibilidad de sobrevivir y de participar activamente en el bien común de la humanidad".

 

Pero volvamos a nuestra pregunta inicial... ¿estamos en el camino correcto?.

A mi entender... NO.

¿Por qué esta aseveración rotunda de mi parte?

Observemos un esquema explicativo de la metodología usual que se usa en la economía publicado en Introducción a la Economía de José P. Rossetti.

 

Observemos en concreto los rectángulos de color verde y rojo y nos daremos cuenta de que hay que validar constantemente nuestras teorías con la realidad y en el caso de que éstas no sean correctas hay que reelaborarlas de acuerdo con la realidad. ¡Pues bien!, la realidad nos indica que el modelo actual... ¡ha fracasado sin paliativos!; y no querer verlo, ("no hay peor ciego que el que no quiere ver" dice el refrán), constituye una sinrazón que nos puede llevar a la catástrofe que ya Keynes previno cuando escribió: "Se quiere resolver el problema del desempleo a costa de la eficiencia y de la libertad (aquí quiero explicitar que "libertad" no se refiere a democracia sino a "laissez faire, laissez paser", [dejar hacer, dejar pasar] o libre mercado). Es cierto que el mundo no soportará por mucho más tiempo el estado de desempleo que, aislado por unos cuantos intervalos de exaltación, es una consecuencia inevitable del capitalismo individualista de nuestro tiempo".

Esto que escribe Keynes en 1936 entronca directamente con lo expresado por los Papas, años 1891, 1931 y 1991, que he trascrito más arriba.

El meollo de la cuestión está, a mi entender, en lo que parece hemos olvidado y que Su Santidad Juan Pablo II nos recuerda en su encíclica Centesimus Annus : La DIGNIDAD del ser humano.

Esa dignidad nos da unos derechos, sobrevivir y participar, que no pueden estar supeditados de ninguna forma a la voluntad mezquina y avarienta de unos pocos. El ser humano no puede estar supeditado a la economía; es la economía la que debe estar supeditada al ser humano y actuar como un instrumento que favorezca su desarrollo y no que lo coarte creando un ejército de excluidos. En este punto concuerdo, así mismo, con el imperativo kantiano sobre la preservación de la vida.

El peor problema del neoliberalismo, que no el único, es el pertinaz olvido del "yo soy yo y mis circunstancias" que lo lleva a aplicar de una forma reiterada y tozuda la misma solución a los males económicos... PRIVATIZACIÓN y DEVALUACIÓN DEL ESTADO. Para él sólo existe un mal y una medicina a nivel global; el problema es que la realidad ha demostrado sin lugar a dudas que esa premisa es falsa. Hay diversas enfermedades y hay diversas medicinas para curarlas.

Este hecho lo menciona Joseph Stiglitz, Premio Nóbel de Economía y que como vicepresidente que fue del Banco Mundial, conocedor de primera mano de los entresijos de las corporaciones financieras supranacionales. El Sr. Stiglitz ha dicho "... que, en lugar de comportarse como estudiosos y entrar en debates serios y contrastados, los intereses políticos de los analistas económicos del FMI les hace chocar constantemente con la realidad, ya que están demasiado ocupados en violentarla para adaptarla a ideas preconcebidas".

Pero no sólo es él, el que duda, sino que John Kenneth Galbraith, también Premio Nóbel, dijo "que el Fondo Monetario Internacional salva a los banqueros y ejecutivos responsables de la crisis y urge la restricción presupuestaria a expensas de los trabajadores y el público en general".

¿Pero porqué opino así?. Volvamos hacia atrás a los padres de la criatura: Hayek y Friedman.

Hayek niega la esencia de los seres humanos cuando niega a la razón la capacidad de poder llegar a la certeza tal y como demostró Descartes. La razón es la cualidad que nos diferencia a los seres humanos del resto de la Creación, es intrínseca a nosotros, nace con nosotros (Aristóteles) y la que nos ha permitido ir desentrañando sus misterios; sin embargo, Hayek niega la omnisciencia en los seres humanos, pero se la otorga a los precios cuando afirma "que el mercado genera un sistema de precios que se acomodan sólo mediante el libre juego de la oferta y la demanda sin ninguna decisión voluntaria individual".

Hayek considera innecesario cualquier intento de racionalizar la racionalidad del mercado e incurre en la falacia naturalista.

El intento de identificar o reducir lo “bueno” a lo que es “natural” se denomina en filosofía “falacia naturalista”. Esto es: se dice que algo es bueno porque es natural. Todas las éticas han incurrido en este tipo de falacia que consiste en justificar la bondad de algo por el mero hecho de considerarlo “natural”. Evidentemente las definiciones de lo que puede ser o dejar de ser “natural” son muy heterogéneas y van desde lo relacionado con la misma naturaleza y/o Dios, hasta criterios hedonistas, metafísicos, nacionalistas o lo que se quiera. En definitiva, se trata de identificar con lo “natural” lo que cada uno propugna y así justificarlo.

Esto nos conduce a situaciones peligrosas ya que nos puede llevar a introducir juicios de valor a partir de juicios de hecho como ocurriría con el siguiente ejemplo:

"Es un hecho que los terroristas atacaron las torres gemelas (algo "natural" para ellos), por lo tanto, debe aceptarse (es "bueno" para ellos) que las derribaran.

Esa barbaridad ética es comparable a la expuesta por Friedman cuando dijo: "Si el fin no justifica los medios, ¿qué lo hace?". Con esa afirmación, se puede justificar todo.

Ahora bien, el mercado, al que tanto Hayek como Friedman le otorgan cualidades omniscientes, está constituido por los seres humanos y el libre juego de la oferta y la demanda es sólo conceptual y teórico, pues es evidente que en las leyes de la oferta y la demanda subyacen el egoísmo, la avaricia y, para desgracia de los anteriores, la racionalidad.

Teóricamente existe un punto de equilibrio en el mercado que es aquel en el que se produce la intersección de las curvas de la oferta y la demanda. Ese punto indica la cantidad de un bien que los consumidores quieren comprar y los productores quieren vender a un precio determinado. Sin embargo, y dados el egoísmo y la avaricia que ambos autores defienden, es evidente que alguien tarde o temprano intente ganar más lo que romperá las condiciones de competencia perfecta sin la que es imposible alcanzar ese equilibrio.

Pero en la economía neoliberal si las consecuencias son contrarias a los hechos, se culpa a cualquier cosa menos al modelo. Finalmente, es conocido por todos que los gurús del sistema repiten hasta la saciedad... ¡es cuestión de tiempo!... ¿pero cuando llegará ese tiempo? es la pregunta que se repiten miles de millones de seres humanos.

Los errores del sistema son innumerables y la dura realidad ha dejado al descubierto los mismos y sus terribles consecuencias en todo el mundo. La más evidente y demoledora es el avance inexorable de la pobreza a nivel mundial (y eso a pesar de la implementación de la "estrategia de reducción de la pobreza", que no es sino un nombre rimbombante para esconder el manejo de fondos que sólo sirven para, como decía Galbraith, salvar a banqueros y empresas, cubrir presupuestos deficitarios y llenar los bolsillos de los corruptos... todo menos reducir la pobreza) pues en eso sí que el neoliberalismo ha conseguido una globalización efectiva. Me remito a los fríos números: más del 25% de la población vive con un dólar al día y muchos más con menos; el 20% más pobre recibe sólo el 1% del ingreso mundial, mientras el 20% más rico recibe más del 80% del mismo. La teoría del "derrame" a funcionado a la perfección... ¡lástima que no ha sido el derrame de todos ricos, sino el de todos pobres!. Es evidente para cualquier observador imparcial que la injusta distribución de la riqueza ha alcanzado niveles nunca vistos.

La "sabiduría" u "omnisciencia" del sistema preconiza que para abaratar costos los empresarios eliminan puestos de trabajo y aumentan la productividad (palabra repetida hasta la saciedad aunque muchos desconocen su significado), eso produce como resultado que disminuye el número de consumidores y el poder adquisitivo. Esto produce una consecuencia obvia... no hay recuperación económica. Los cambios tecnológicos han contribuido con su parte en el problema a pesar de que se produjeron, en principio, para mejorar el nivel de vida de la gente.

Gráfica de elaboración propia

Ante la situación de desempleo, las mujeres (y esto no quisiera que se tomase desde un punto de vista machista pues soy un convencido de la igualdad de sexos ya que el hombre y la mujer formamos un solo género, el género humano) y los jóvenes e incluso los niños, que deberían estar formándose, salen en busca de trabajo para ayudar a la familia. Pero esto hace que cada vez sea más difícil encontrar empleo, lo que convierte a la situación en un círculo vicioso.

Para romper ese círculo, el sistema nos ofrece otra "regla de oro": la "flexibilidad laboral", que permite contratar empleados temporalmente con lo que se "ahorran" los costos de jubilación y servicios sociales.

Por supuesto, a lo anterior hay que añadir el debilitamiento del Estado al objeto de salvaguardar la "libertad", ¿o será más bien el libertinaje?, del sistema. Ahí están las quiebras producidas en los últimos tiempos de grandes empresas como Enron, Worldcom, Parmalat, etc. que demuestran el grado de falta de control y por contra el grado de poder e independencia de las mismas, que ha llevado a R. Rorty a decir que el 1% de la gente rica de los EEUU está cada vez menos interesado en el futuro de su país que en invertir en una economía global eficiente y productiva que necesita expandirse constantemente a naciones cada vez más empobrecidas.

Claro que entonces surge la pregunta clave para la mayoría de los ciudadanos... ¿si el Estado no sirve, para qué lo mantenemos con nuestros impuestos?.

Pero el Estado sirve, claro que sirve.

En la filosofía hegeliana, la moral se refiere a la conciencia individual, mientras que la ética se refiere a una moral social. La respuesta de la ciencia económica al reto de la ética se encuentra en la economía del bienestar.

Cuando la economía se desequilibra en lograr el bienestar se impone definir un poder institucional económico representativo de la colectividad y motivado por la búsqueda del bien común que no es otro que el Estado.

Para generar crecimiento económico de forma duradera hacen falta inversión de capital para la producción, transferencia de tecnología y oportunidades en el intercambio comercial. Sin embargo, la inversión se concentra en los sectores especulativos y no en los productivos.

También hacen falta medidas económicas expansivas, que son las que ponen en funcionamiento los países más desarrollados mientras aconsejan a los otros una serie de medidas recesivas, que sólo consiguen agravar la situación.

No hay que olvidar una cuestión de importancia capital... la educación.

Tal como señala Chomsky, en los países en desarrollo a los que se dirige inversión, los altos ejecutivos de las empresas provienen de los países que efectúan dicha inversión; la dirección intermedia es ocupada por mano de obra local formada en las universidades locales y que representan el 15% de la población económicamente activa (PEA). Eso significa que el sistema no necesita que entre el 45 y el 75% de la PEA tenga una educación que vaya más allá de la primaria. Ellos son los que conforman el ejército de desempleados y subempleados que ofrecen a dicho sistema una reserva de mano de obra barata.

Si no hay un cambio de rumbo, no está lejano el día que se cumpla: La sociedad camina hacia una sociedad libre, pero una sociedad libre que no es capaz de ayudar a los muchos que son pobres no puede tampoco salvar a los pocos que son ricos”