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"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

 

 

 

LOS MODELOS ECONÓMICOS DEL TURISMO

Francisco Muñoz de Escalona

Dr. en Economía del Turismo

Ex Investigador del CSIC. España

mescalona@iservicesmail.com

 

 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Muñoz de Escalona, Francisco: "Los modelos económicos del turismo" en Contribuciones a la Economía, agosto 2004. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/


 

 

 

1. Introducción

 

Mi exposición consta de dos partes. En la primera formulo el modelo tradicional, al que podemos considerar como un modelo de promoción del turismo, el cual viene siendo utilizado desde hace más de un siglo. Expondré su  evolución en el tiempo y más tarde procederé a su evaluación a la luz del análisis económico. En la segunda parte, aplico el análisis económico a la formulación de un modelo alternativo, modelo al que podemos considerar como un modelo de producción de turismo. Destacaré las ventajas en comparación con el primero a los efectos del análisis y de su aplicación en la práctica empresarial.

 

2. El modelo tradicional de turismo

 

Los antecedentes del modelo tradicional o de promoción del turismo tienen cerca de dos siglos. Este modelo se basa en el sentido común como demuestra la frase del protagonista de Rojo y negro, novela de Stendhal publicada en 1831:

 

Rentar es la razón suprema que lo decide todo en esta pequeña ciudad que os parece tan bonita. El forastero que llega, seducido por la belleza de los frescos y profundos valles que la rodean, se figura en un principio que sus habitantes son sensibles a lo bello; no hacen más que hablar de la belleza de su país: no puede negarse que hacen un gran caso a ella; pero porque atrae a los forasteros cuyo dinero enriquece a los fondistas, cosa que, gracias al mecanismo del impuesto, produce renta a la ciudad.

 

Siete años más tarde, el mismo escritor publicó Memorias de un turista, novela en la que el protagonista hace este comentario:

 

Beaucaire[1] es una ciudad pequeña y muy fea; dicen que no hay nada tan triste fuera del tiempo de la feria. Se alquilan las casa, los patios, las barracas de un año a otro, y el alto precio de los alquileres basta a los de Beaucaire para vivir todo el año.

 

Las dos frases ponen de manifiesto que desde hace bastante tiempo se sabe que las bellezas naturales, las ferias, los monumentos y las competiciones deportivas, entre otras cosas singulares, atraen visitantes a un lugar, que los visitantes gastan su dinero en el lugar visitado y que esos gastos incentivan el sistema productivo del lugar aumentando el bienestar de la sociedad. A todo aquello que atrae a los visitantes se le llama recursos turísticos. Hay lugares que tienen recursos turísticos y otros que no los tienen. Solo los lugares con recursos turísticos pueden aspirar a tener visitantes y a beneficiarse de sus gastos. Los lugares que no tiene recursos turísticos no pueden hacer nada para conseguir visitantes. Según los expertos, estos lugares no tienen potencial turístico.

 

A finales del siglo XIX se cayó en la cuenta de que a un lugar no le basta con tener recursos turísticos. Si un lugar aspira a aumentar los beneficios que reportan los visitantes tiene que conseguir que aumenten las visitas y para ello tiene que mejorar la accesibilidad, invirtiendo en caminos y en servicios de transporte, y la hospitalidad, invirtiendo en inmuebles para alojarlos y alimentarlos. Tanta importancia se le dio a los hoteles, a los restaurantes y al transporte que estos tres servicios terminaron por materializar la llamada oferta turística. Los recursos turísticos pasaron a un segundo plano y hasta en cierto modo se olvidaron ya que nada podía hacerse para tenerlos si no se tenían.

 

Por tanto, el primer modelo de explotación del turismo parte de la base de que solo si un lugar tiene recursos turístico puede aspirar a tener visitantes, pero para tenerlos en volumen creciente tiene que hacer continuas inversiones en accesibilidad, transporte y hospitalidad. Los agentes del modelo son el gobierno y los empresarios. Mientras de las inversiones en accesibilidad  se ocupa el gobierno, los empresarios se hacen cargo de las inversiones en hospitalidad. Las competencias en transporte suele detentarlas el gobierno pero son los empresarios los que se hacen cargo de ellas en base a la firma de contratos de explotación.

 

El modelo tradicional de promoción del turismo lo ha resumido muy bien el escritor brasileño  Carlos Heitor Cony en el cuento titulado “Los tiempos de Marcelino”, que fue publicado por el diario español El País el domingo 25 de agosto de 2002, pg. 14 y paso a resumir.

 

El precio del café caía, la deuda externa aumentaba y las heladas y la sequía dañaron las cosechas de café y de caña de azúcar de la República Federativa do Brasil. El Ministerio de Hacienda había perdido la esperanza de aumentar los ingresos de la nación. Todo estaba perdido porque ni siquiera era posible aumentar los impuestos. Un buen día, al ministro, que era un notable economista graduado en Harvard y profesor visitante de las universidades de la Sorbona y Nanterre, propuso como solución del problema explotar el turismo. ¡Cómo no se le había ocurrido antes a nadie! El ejemplo de Italia y de España, incluso del pobre y cercano Uruguay, mostraba el mapa del tesoro porque es evidente que gran parte de la renta de esos países procede del turismo.

 

La idea en realidad no era suya sino de un diputado de la mayoría parlamentaria que apoyaba al gobierno, un oscuro graduado en derecho y ex portero de un club de fútbol de tercera división. Su plan para explotar racionalmente el turismo y conseguir los ingresos que se necesitaban no podía ser ni más sencillo ni más factible. El gobierno se encargaría de construir soberbios hoteles y lujosas ciudades para que los turistas disfrutaran de las indudables bellezas naturales del país. También financiaría los gastos de la propaganda nacional e internacional. Los gastos de los turistas llenarían las pronto las arcas de la nación solucionando el problema a cambio de contemplar parlanchines papagayos y mariposas multicolores.

 

El plan de turismo salió a concurso público y fue ganado por una empresa inmobiliaria que se dedicaba a construir y vender inmuebles desde 1913. En su accionariado entró a formar parte, sin desembolso alguno, el diputado al que se le ocurrió la idea.

 

El gobierno, en efecto, corrió con los gastos de un ambicioso plan de publicidad sobre los objetivos, la urgencia, la necesidad y la importancia del plan turístico brasileño y las ciudades se llenaron de carteles y folletos. También creó la Comisión de Fomento del Turismo desde la que el padre de la idea, convertido ahora en el Gran Oráculo del Turismo, se dedicó a impartir su doctrina por todos los medios a su alcance. Con el fin de aumentar sus ya indiscutibles conocimientos sobre la materia, el gobierno lo envió al extranjero para que estudiara la experiencia de otros países. El diputado visitó la Riviera francesa, Barcelona, Capri y Orlando, entre otros famosos destinos turísticos y año y medio más tarde emitió un informe en el que afirmaba que el turismo es una importante fuente generadora de divisas en Roma, París, la Costa Azul y Palma de Mallorca, que en Portugal y Grecia, el turismo aporta más bien pocas divisas y que en Libia y Uganda, la aportación de divisas del turismo es más bien nula.

 

El plan de fomento del turismo propuso la construcción de un hotel–ciudad (un resort en terminología norteamericana) junto a la Cascada de Paulo Afonso, pero la oposición lo rechazó. Eso era demasiado porque la Cascada de Paulo Afonso tenía que ser protegida. Los debates en el parlamento fueron enconados, pero, finalmente, el gobierno ganó la batalla cuando hizo saber que el plan de promoción del turismo incluía la construcción de escuelas, piscinas, iglesias, guarderías, cines, discotecas, casinos, museos, aeropuertos, lagos artificiales y grandes avenidas arboladas. Si el plan se ponía en marcha pronto abundarían los coches de lujo por las nuevas carreteras y el país se vería visitado por una multitud de mujeres con pantalón corto y de hombres con bermudas y cámaras de video al hombro.

 

Tan solo faltaba una cosa: Construir la Cascada de Paulo Afonso. Para facilitar que lo permitiera la oposición, el gobierno invitó a sus diputados a viajar con todos los gastos pagados a Miami, Punta del Este y Melburne. A su vuelta, todos estaban convencidos de la necesidad de construir un gran hotel – ciudad en la Cascada de Paulo Afonso.

 

El cuento delinea de forma tan irónica como lúcida los principales elementos del modelo tradicional o de promoción del turismo. Han sido tantos los lugares que al aplicarlo han invertido grandes sumas en transportes y hospitalidad que ya no basta y no ha habido más remedio que resaltar el papel de los recursos turísticos. El escritor brasileño lo recoge incluyendo en el plan las inversiones en una cascada junto a las inversiones en hoteles y aeropuertos. La nueva versión del modelo de promoción del turismo se distingue de la pionera en que incluye los recursos turísticos en la oferta turística pero dándole un carácter complementario porque la accesibilidad, el transporte y la hospitalidad son la oferta turística por antonomasia, es decir, constituyen la oferta turística básica.

 

En el modelo tradicional juegan un papel muy destacado los gastos de promoción del lugar de referencia y el sistema de comercialización que se utiliza. Hay otros elementos que juegan un papel destacado en el modelo tradicional. Me refiero al índice de precios relativos, a la proximidad del destino turístico a los países emisores, a las diferencias naturales y culturales entre el lugar de destino y los lugares emisores y a la riqueza y prosperidad de los emisores más próximos.

 

En resumen, el modelo tradicional de promoción de turismo consta de seis grandes grupos de elementos que cito de mayor a menor posibilidad de manipulación:

 

1. Oferta turística básica

 

2. Promoción y publicidad

 

3. Comercialización

 

4. Oferta turística complementaria

 

5. Localización

 

6. Nivel de prosperidad de las economías vecinas

 

La política aplicada por España refleja especialmente bien el modelo tradicional en cada una de sus fases evolutivas. España tiene un valioso y pintoresco patrimonio natural y cultural, está muy cerca de países con alta densidad de población con un patrimonio natural y cultural muy diferente y, durante los siglos pasados, un alto nivel de vida y de precios. Hasta mediados del siglo pasado con esto bastaba para que España pudiera aspirar a recibir turistas extranjeros, aunque todavía no en número suficiente como para poder vivir de los beneficios reportados. Fue a principios de los sesenta cuando España decidió hacer del turismo uno de los pilares más importantes de su economía. Para ello solicitó el asesoramiento técnico de uno de los miembros más conspicuos de la Asociación Internacional de Expertos Científicos en Turismo (AIEST), el economista y profesor suizo Kurt Krapf y, siguiendo sus consejos, puso en marcha una política de oferta materializada en cuantiosas inversiones públicas en accesibilidad, transporte y comunicaciones, desgravó las inversiones privadas en hoteles y restaurantes y propició líneas de créditos muy favorables. La creciente prosperidad económica de los países vecinos, reflejada en altas tasas de motorización, junto al diferencial de precios existente entre España y sus vecinos, fueron factores que coadyuvaron significativamente desde el lado de la demanda a esta política de oferta. Ambas políticas, la de oferta y la de demanda, fueron bien engrasadas por medio de campañas de promoción en ferias temáticas y de publicidad a través de folletos y carteles murales, diarios, revistas, radio y televisión así como con la creación del impactante slogan Spain is diferent con el que se reflejaba de un modo claro y sintético la desemejanza entre España y los países vecinos que podía incitar a visitarla.

 

Los resultados de la aplicación de esta política fueron tan positivos que desbordaron las  expectativas más optimistas hasta el punto de que los expertos tienen desde hace varias décadas al turismo por la principal industria española. Los recursos más destacados fueron las soleadas playas del litoral levantino y meridional cuya accesibilidad aumento por medio de la construcción de carreteras, autopistas y aeropuertos y sus núcleos de población se cubrieron de hoteles y restaurantes.

 

En los años ochenta España era ya unos de los países del mundo que más flujo turístico recibía. Desde entonces la economía española vive inmersa en una frenética fiebre inversora en infraestructuras y en equipamientos orientados al turismo. La oferta hotelera creció tanto que excede desde hace quince años el litoral mediterráneo quedó materialmente cubierto por una losa de cemento que arruinó el medio ambiente.

 

A mediados de la década de los ochenta los expertos empezaron a hablar de agotamiento del modelo turístico. Se referían con ello al estancamiento e incluso decrecimiento de dos indicadores:

 

·        la tasa de ocupación de los hoteles

 

·        el gasto medio por visitante y día.    

                                                                     

Los expertos diagnosticaron que había que cambiar el modelo pero en realidad la política aplicada consistió en más de lo mismo, es decir, en más inversiones en infraestructuras de transporte y equipamientos hoteleros pero ahora de mayor calidad. Las inversiones en carreteras normales se cambiaron por inversiones en autopistas y las inversiones en hoteles se cambiaron por inversiones en hoteles de lujo y en grandes resorts. La aspiración a la mejora de la calidad se convirtió así en un desideratum basado en el diagnóstico de que la solución de las crisis del turismo en los destinos maduros se encuentra en añadir valor al producto buscando la Calidad Total. Se pretendía con ello cambiar la tendencia decreciente del gasto medio por visitante y día que ha convertido a España en un destino para turistas de escaso poder adquisitivo. Se puso en marcha también una política de diversificación de la oferta para romper la excesiva especialización de España en turismo de playa abriendo la oferta a otras formas de turismo, entre las que cabe citar el turismo de salud, el turismo urbano, el turismo cultural, el turismo de aventura, el turismo deportivo y el turismo rural. Había que ofrecer nuevos productos turísticos y no limitarse a ofrecer solo turismo de sol y playa. Fue así como se le dio el mismo peso a las inversiones

 

 

·        Culturales

-         en ciudades históricas

-         en grandes urbes

-         en villas rurales

-         en explotaciones agrarias

 

    

·        Naturales

-         paisajes bucólicos y singulares

-         zonas montañosas abruptas

-         comarcas con recursos protegibles

-         cañones fluviales

-         humedales con avifauna

 

Se superó por fin la antigua y falsa creencia de que un lugar solo consigue visitantes si tiene la incentivación aportada por la Naturaleza o por la Historia y gracias a ello en España se comenzó a hacer inversiones en incentivación artificial, es decir, en

 

 

Los expertos españoles tratan la crisis del turismo con criterios diferentes pero en el fondo son similares. Clasificaré a los expertos en turismo en dos grandes grupos. Ambos miden el turismo en función del número de turistas, pero mientras para los que pertenecen al grupo hegemónico basta con este indicador para enjuiciar la situación del “sector” (porque son partidarios del llamado desarrollo sostenido, el modelo de crecimiento que no tiene en cuenta sus límites) los que pertenecen al grupo menos numeroso sí tiene en cuenta los efectos del turismo sobre los recursos naturales y culturales (porque son partidarios del llamado desarrollo sostenible, el modelo de crecimiento que tiene en cuenta sus límites). Los calificativos sostenido, sostenible y sustentable tienen significados lingüísticamente sinónimos pero están cargados de intencionalidades radicalmente opuestas.

 

El diario madrileño El País, haciéndose eco de la aparición en España de la nueva crisis del turismo, publicó el día 28 de julio del año pasado el análisis de dos expertos. Uno de ellos, Antonio Serrano, catedrático de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Valencia, milita en el segundo grupo de expertos como pone de manifiesto el título de su trabajo: ¿Realmente sostenible? El otro, Juan Costa Climent, entonces Secretario de Estado de Comercio y Turismo y hoy ministro de Ciencia y Tecnología, titula su trabajo Un sector de futuro, título que lo adscribe al primer grupo. Ambos títulos tienen el acierto de reflejar los planteamientos de los expertos de cada grupo. Un día después, El País publicó el editorial titulado Turismo en baja, en el que se combinan argumentos de los expertos adobados con ideas propias. Los tres autores aceptan sin pestañear que el turismo “es una de las actividades económicas más importantes en España” basándose en que, según el INE, el turismo aportaba en 1999 el 12% del PIB y el 10% de los puestos de empleo. Estos datos son repetidos una y otra vez por todos los expertos españoles hasta el punto de que es el lugar común con el que todos comienzan sus trabajos.

 

Antonio Serrano critica en su artículo la estrategia que se viene siguiendo en España desde los años sesenta, la que cifra el éxito del turismo en el crecimiento constante (sostenido) del número de turistas. Se trata de una estrategia de cantidad que prioriza los intereses del sector inmobiliario aun a costa de  la ocupación intensiva del suelo que comporta y del deterioro inevitable del patrimonio natural y cultural. Frente a la estrategia de la cantidad, Serrano aboga por la estrategia turística de la calidad, orientada a turistas con alto poder adquisitivo, basada en una política de ordenación y gestión del territorio que evite los efectos perniciosos del turismo y consiga lo que llama recursos finalistas implantando a nivel nacional una ecotasa como la que aplica se aplica en las Islas Baleares combinada con aumentos en el impuesto de bienes inmuebles transmisible a los turistas. Pero Antonio Serrano omite los efectos de su estrategia sobre

 

§         la reducción en el número de turistas en España

 

§         el aumento del déficit de la balanza comercial

 

§         la disminución del empleo

 

Juan Costa, por su parte, se muestra partidario en su artículo del llamado Sistema de Calidad Turística Española, que fue elaborado en el Ministerio de Economía con la colaboración de tres mil empresas del sector (hoteles, agencias, casas rurales, estaciones de esquí, balnearios y restaurantes), y del Plan Integral de Calidad Turística Española (PICTE), implantado a fines de 1999. Recientemente, el gobierno de España ha creado una figura más, el Sistema de Calidad Turística en Destinos (SICTED) como ampliación de los Planes de Excelencia Turística. Costa cree defender con ello el modelo de desarrollo sostenible sin percatarse de que es incompatible con la estrategia de cantidad que late en sus planteamientos, ya que se ufana de que el número de turistas internacionales crece continuamente (sostenidamente) en España hasta el punto de que es ya, según sus palabras, “el segundo país más visitado del mundo”. Pero Juan Costa  no se pronuncia en absoluto sobre el crecimiento de los costes medioambientales que tendrá que soportar España si se siguen priorizando a corto plazo los intereses empresariales y posponiendo la conservación del patrimonio natural y cultural.

 

Los dos expertos arriman el ascua a su sardina sin darse cuenta de que una política de turismo inteligente está obligada a conjugar las dos visiones, la cualitativa y la cuantitativa. Por un lado, no hay turismo si no es masivo. Por otro, no hay patrimonio cultural y natural que resista una progresiva masificación de visitantes.

 

En general, tanto los políticos como los expertos olvidan que España no es ya aquel país de los años sesenta que necesitaba compulsivamente el chorro de divisas aportado por los emigrantes y por los turistas extranjeros. Con el desarrollo de su planta productiva y la mejora de la productividad, España pudo prescindir en los años ochenta de las remesas de los emigrantes. España no es ya un país de emigrantes sino todo lo contrario, un país de inmigrantes. El proceso seguido durante el último tercio del siglo XX debe continuar si queremos minimizar la dependencia de la economía española de las remesas de los turistas. El modelo a imitar por España en materia de política turística es Suiza, un país que fue en el siglo XIX y siguió siéndolo durante buena parte del XX el país turístico por excelencia. Hoy Suiza sigue teniendo altos ingresos por turismo pero las divisas obtenidas no son vitales para su economía porque cuenta con otras fuentes de ingresos más sólidas.

 

Cuando España siga el ejemplo suizo dejará de preocuparle las crisis del turismo medidas por el indicador de la ocupación hotelera, un indicador de cantidad. Será entonces cuando podrá aspirar a recibir visitantes extranjeros con alto poder adquisitivo conservando al mismo tiempo su patrimonio natural y cultural.

 

Pero hay un aspecto que suele pasar inadvertido a muchos expertos y resalta con acierto el editorialista de El País. Según él, “uno de los principales problemas del sector es su excesiva dependencia de los tour operadores europeos”. Pero, en la medida en que el autor del texto Turismo en baja concibe el problema desde la óptica imperante entre los expertos del turismo, para quienes un turoperador no es más que un mero intermediario entre la oferta (localizada en el país visitado) y la demanda (radicada en el país de residencia del turista), no advierte que no se trata solo de que haya una excesiva dependencia, como si una dependencia menor fuera aceptable, sino de que los turoperadores son las empresas que realmente producen turismo si sustituimos el enfoque teórico con el que tradicionalmente se concibe esta actividad, el enfoque de demanda, por un enfoque de oferta. Utilizando este enfoque resulta que el turismo se nos aparece como una actividad productiva que, paradójicamente, se localiza fuera de los convencionalmente llamados países turísticos. El editorialista de El País, haciendo suyos los argumentos de Antonio Serrano, cree que en España “falta una política turística que estimule la inversión en desarrollo hotelero, en infraestructuras y servicios y, al mismo tiempo, que se preocupe por coordinar las iniciativas de las comunidades autónomas y las empresas”. Es decir, cuando podía pensarse que el editorialista defienden el modelo de desarrollo sustentable se desliza implícitamente hacia el modelo contrario y que critica puesto que, como es obvio, la adecuada defensa y la conservación de los recursos naturales y culturales es incompatible con el continuo crecimiento de las inversiones en infraestructuras camineras y en equipamientos hoteleros que saturan el territorio y atentan contra el medio ambiente.

 

La solución del problema no depende solo de la ordenación y gestión del suelo como cree Antonio Serrano y refuerza el editorialista. Sostenido o sostenible, cantidad o calidad, cualquiera que sea la opción tomada, la solución del problema pasa por que en España haya turoperadores propios que pongan en el mercado internacional una oferta de turismo producido en España que

 

 

 

 

Si un país turístico tuviera turoperadores tal vez no habría que pedir, como ha hecho el secretario general de la OMT en la reciente reunión de Cancún de la OMC, que se favorezca la justa liberalización de los que llama servicios turísticos a fin de contribuir a la erradicación de la pobreza en los países en vías de desarrollo, a los que la misma OMT intenta convencer de que el turismo, concebido como ella lo concibe, contribuye al desarrollo. Franco Frangialli creía antes de conocer su estrepitoso fracaso que la cumbre de Cancún era el momento adecuado para implantar lo que ha llamado liberalización turística de rostro humano, consistente en “dar prioridad a la mitigación de la pobreza, al comercio justo y al desarrollo sostenible de triple dimensión”. Frangialli apremió a los asistentes de Cancún a “mejorar considerablemente su forma de enfocar un fenómeno intersectorial tan complejo como el turismo”. La OMT pregona que su misión es prestar asistencia a este proceso promoviendo la eliminación de las barreras que obstaculizan el crecimiento turístico porque perturban el normal abastecimiento de las empresas turísticas. La OMT afirma que defiende a los países pobres que han optado por prepararse para recibir turistas de los países ricos abogando por la liberalización del comercio de servicios turísticos para que se proporcionen:

 

 

 

 

Ignora tanto la OMT como su secretario general que sus loables pretensiones se consiguen mejor concibiendo el turismo desde la oferta y dotando a los países que luchan contra la pobreza de fábricas productoras de turismo y no solo de abastecedores parciales de las mismas, localizadas en su totalidad en los países ricos. Para ello hay que cambiar el enfoque de demanda y con ello el modelo tradicional del turismo.

 

Ángel Laborda, director de coyuntura de la FUNCAS, acaba de publicar en El País del domingo 27 de julio de 2003 (suplemento Negocios) el artículo titulado De Turismo. Laborda vuelve a repetir el archisabido lugar común de que el turismo, “con una cuota del 12% del PIB español, representa la primera industria nacional”. Según el mito inveterado, “el turismo es la primera actividad de la economía española y uno de los motores del crecimiento de la última fase cíclica expansiva”. Laborda olvida (¿intencionadamente?) que el turismo, concebido con enfoque de demanda, no es una única rama industrial sino un heterogéneo conjunto de ramas industriales. De esta forma, no solo repite una vez más este manoseado lugar común sino que cae en otro, no por menos manoseado menos propagandístico. Para Laborda, entre los factores que ayudan a explicar “la fuerte demanda turística desde mediados de los noventa” se encuentra en el hecho de que hay “una demanda de servicios de ocio en aumento, independientemente de la fase cíclica por la que se atraviese”.

 

Habría que preguntar al autor si la fase cíclica a la que se refiere afecta a la economía española o a la economía de los países de los turistas. Es evidente que cuando en turismo hablamos de demanda nos referimos implícitamente a la economía de los países en los que residen los turistas. ¿Cómo se puede decir entonces este experto que una depresión en las economías consumidoras de turismo no afecta a las ventas de las economías de los llamados países turísticos? El mismo Laborda reconoce más adelante que “desde el año 2000, los resultados que está registrando el sector han dejado de ser los que se obtuvieron años atrás” ya que el “ritmo de crecimiento de la demanda turística empezó a desacelerarse notablemente durante el año 2000. Por un lado desaparecieron alguno de los factores que la habían impulsado en los años anteriores a lo que se une la desaceleración económica internacional”

 

Entonces ¿en qué quedamos? ¿Es el turismo algo tan singular, complejo, bizarro y enigmático, como sostienen los expertos, que puede soportar falacias del calibre de que es la primera industria mundial y que no depende en absoluto de las  fases del ciclo económico de los países emisores?

 

Me he detenido en el ejemplo español porque son muchos los que siguen creyendo en Chile que España es el modelo a seguir para planificar la industria del turismo en Chile y porque si algo urgente hay en materia de turismo es la crítica científica de su actual corpus teórico ya que no es posible resolver bien ningún problema si antes no se ha planteado correctamente.

 

El modelo tradicional de economía del turismo tiene dos variantes

 

Para exponer las dos variantes del modelo teórico tradicional me baso en mi libro “El turismo explicado con claridad” (www.librosenred/elturismoexplicadoconclaridad.asp )

 

Variante aplicada hasta 1991

 

 En la Doctrina General del Turismo hay elementos que pertenecen a numerosas disciplinas entre las que se encuentra la economía. En realidad, el modelo tradicional de economía del turismo es un submodelo del modelo general. Para formularlo me baso en materiales tomados de los manuales al uso y de las principales obras publicadas durante el siglo XX.

 

El modelo describe la conducta del sujeto demandante y consumidor y está constituido por los siguientes elementos básicos:

 

·                   La demanda del turismo se basa en las vacaciones

 

·                   El demandante realiza un desplazamiento de ida hasta el lugar en el que pasará las vacaciones utilizando medios de transporte propios o de pago

 

·                   En el lugar de vacaciones realiza una estancia más o menos prolongada y aloja en establecimientos de pago, especialmente hoteles o similares

 

·                   En dicho lugar o en su entorno, el demandante realiza diferentes actividades de tipo recreativ0, deportivo, cultural o de simple descanso, generalmente onerosas aunque sin excluir las gratuitas

 

·                   Agotado el tiempo de estancia previsto, e demandante realiza un desplazamiento de vuelta o regreso al lugar de partida o de origen utilizando medios de transporte propios o de pago

 

La literatura especializada dedica una extraordinaria atención al elemento motivacional expresada a través de lo que notas diferenciales con las que se trata de distinguir a un turista de un noturista. En la literatura pueden encontrarse muy variadas notas diferenciales siendo las más frecuentes la extranjeridad del sujeto y las vacaciones.

 

Implícitamente, en la literatura especializada se suele llamar turismo a alguno de estos elementos y por este orden:

 

·                 El establecimiento hotelero

 

·                 El viaje o desplazamiento de ida y vuelta en un medio de transporte

 

·                 Las vacaciones en un lugar diferente al de residencia

 

El modelo se configura de acuerdo con las siguientes especificaciones básicas:

 

Lugar de referencia: El lugar en el que se aloja el sujeto durante un periodo de tiempo relativamente corto y realiza actividades vacacionales. Es el lugar con respecto al cual se formula el modelo. Lo llamo lugar de referencia, pero los expertos lo llaman unas veces país receptor, otras, destino turístico, expresión que toman de la economía del transporte, y otras “espacio turístico”.

  

Lugar de residencia habitual: El lugar en el que tiene su domicilio el vacacionista. Los expertos lo denominan país o lugar emisor.

 

Sujeto: El turista, la persona que se desplaza fuera de su lugar de residencia hacia el lugar de referencia para realizar actividades vacacionales. Ejerce la función de demandante y gasta en el llamado destino el pecunio ganado fuera de él para hacer frente a los gastos derivados de sus vacaciones. El sujeto es siempre un consumidor final, nunca un productor puesto que esta condición queda en suspenso durante su tiempo de estancia en el lugar de referencia puesto que está de vacaciones.

 

Motivo: La condición de consumidor final, o su equivalente, la de productor que sale de su residencia para disfrutar unas merecidas vacaciones, es el correlato de la no admisión en el modelo de otros motivos de desplazamiento que no sean los relacionados con la voluntad soberana o autónoma del sujeto, es decir, los que surgen de la aspiración a satisfacer una necesidad de naturaleza caprichosa y ociosa, nunca vital, negociosa o comprometida con el cumplimiento de alguna obligación impuesta en virtud de alguna norma. Las propuestas de algunos expertos para abrir el turismo a todos los motivos (noción amplia) no se tuvieron en cuenta. La noción de turista y turismo que utiliza el modelo es, por tanto, la más estricta.

 

Objeto: Objeto o materia del turismo es la denominación que se da a todo lo necesario para llevar a cabo el viaje de vacaciones, es decir, el transporte y el alojamiento, y para realizar las actividades en el país de referencia. La noción de objeto se toma en sentido amplio: el país receptor en su totalidad, como contenedor de lo que motiva al sujeto o algunos de sus elementos, tales como el patrimonio, natural o cultural, y los bienes y servicios que se ofrecen en el país de referencia. El objeto así configurado cumple en el modelo la función económica de la oferta. Como la concepción utilizada conduce a un conjunto generalizado de elementos tangibles e intangibles, con o sin precio, localizados en el lugar de referencia, el modelo se ve obligado a tomar como objeto una selección predeterminada de ese conjunto: ciertos recursos naturales y culturales, generalmente los de cierta relevancia, ciertos equipamientos públicos con o sin precio y ciertos bienes y servicios, generalmente con precio, tales como transporte, alojamiento, comida y recreo. Se impone utilizar una predeterminación consensuada como solución al problema de la indeterminación de la oferta llamada turística.

 

Tiempo: El sujeto es un consumidor final no residente en el lugar de referencia del modelo. El periodo de tiempo que el sujeto pasa en dicho lugar debería está horquillado por límites mínimo y máximo. El tiempo mínimo de estancia se fija en veinticuatro horas, aunque si el sujeto pernocta en el lugar de referencia puede ser incluso menor. Si la estancia no cumple alguno de estos dos requisitos, el sujeto no cabe en el modelo por carecer de la condición de turista (sería un excursionista). El límite máximo se fija exógenamente al modelo ya que se acepta el que establecen las autoridades gubernativas del país de referencia en materia de política de inmigración. Por regla general se fijan tres meses. Fuera de este plazo, el sujeto tampoco entra en el modelo por carecer de título de permanencia legal en el país de referencia.

 

Distancia: El lugar o país emisor y el lugar o país receptor han de estar alejados uno de otro pero el modelo no fija la distancia mínima que debe haber entre ellos. Su fijación queda al criterio del analista con tal de que sea significativa.

 

Otros elementos: Hay otros elementos que cumplen funciones relevantes en el modelo. Entre ellos está la publicidad genérica tanto del lugar de referencia como un todo, de algunos componentes o de algunos de los bienes y servicios ofrecidos en él, y la promoción, un conjunto de complejas actuaciones basadas en el marketing, algunas muy agresivas, destinadas a que el objeto (la oferta) sea lo mejor conocido posible por el sujeto (el demandante). El elemento más relevante es la figura del intermediario entre el sujeto que se desplaza y gasta (el que compra) y el objeto por el que se desplaza, el país que receptor o algunos de sus elementos (los que venden u oferentes).

El modelo tiene formato microeconómico o sectorial pero su peculiaridad radica en que también es de naturaleza macroeconómica y global, o, si se quiere, multinacional o multiespacial, ya que desborda los límites de la economía del lugar de referencia puesto que el sujeto demandante pertenece a un sistema económico y el objeto ofrecido a otro, el de referencia del  modelo. Esta singularidad geoeconómica refleja claramente las peculiaridades del modelo como modelo presuntamente económico. El modelo se construye para un país o lugar geográfica y económicamente delimitado, pero sus dos funciones básicas se identifican con referencias mixtas, económicas y geográficas. La oferta es interior o endógena al lugar de referencia del modelo mientras que la demanda es exterior o exógena al mismo.

 

Variante aplicada desde 1991

 

Las raíces más lejanas de esta versión arrancan en 1937, año en el que el Consejo de la Sociedad de Naciones se mostró interesado en el turismo hasta el extremo de encargar a  un comité de expertos internacionales en estadística una definición de turista internacional que fuera operativa a efectos estadísticos. Quince años más tarde, la comisión de expertos de la ONU, consciente del fuerte reduccionismo inherente a la noción de turista, decidió formular el concepto de visitante internacional, noción que pretende ser más amplia que la de turista como esta es más amplia que la de excursionista.

 

La variante post Ottawa’91 del modelo convencional de economía del turismo responde a las siguientes características:

 

Lugar de referencia. El lugar visitado, como en la versión anterior, pero ahora se fija en función del entorno habitual del turista, noción que ya estaba en la literatura del turismo antes de Ottawa’91

 

Entorno habitual.  Algo más que el mero lugar de residencia del sujeto. Además de fijar el espacio geoeconómico en el que una persona es un consumidor final residente, la noción de entorno habitual funciona como nota diferencial para distinguir a un visitante (turista) del resto de los viajeros de una localidad, según la OMT, organismo que admite sin complejos que este concepto fundamental del modelo es difícil de definir en términos precisos. De acuerdo con la OMT, el entorno habitual se define siempre con respecto a una persona y está delimitado por los alrededores de su hogar, lugar de trabajo, centro de estudios y otros lugares frecuentemente visitados por el sujeto. La identificación del entorno habitual se lleva a cabo combinando dos criterios:

 

·        la frecuencia con la que el sujeto visita un lugar

 

·        la distancia a la que se encuentran el lugar visitado del hogar, del trabajo,     centro de estudios u otros lugares frecuentemente visitados por el sujeto

 

El conjunto formado por los lugares que cumplen ambos criterios define el entorno habitual de cada persona. No creo que haya que decir que su identificación presenta serios problemas en la práctica, lo que limita la utilidad del concepto para los fines estadísticos a los que aspira el modelo

 

La OMT da al concepto de entorno habitual carácter económico pero es evidente que más que económico es geoeconómico porque incluye el territorio o espacio por partida doble, el entorno habitual y el lugar de referencia. Una vez identificado el entorno habitual, el lugar de referencia del modelo tiene que estar fuera de él, por lo que las dificultades de identificación del entorno habitual se trasladan a la identificación del lugar de referencia, razón por la que la identificación se deja a criterio del analista

 

Sujeto. El visitante turista, un consumidor final cuya singularidad radica en que se encuentra de viaje hacia o en un lugar fuera de su entorno habitual

 

Motivo. Formalmente, cualquiera (ocio, trabajo, negocio, hospitalización, estudios) con tal de que la visita no esté relacionada con la obtención de remuneración en el lugar de referencia, aunque, en la práctica, se limite a las vacaciones

 

Objeto. El elemento material del modelo sigue siendo en la nueva versión del modelo un abigarrado conjunto de bienes y servicios. Para identificar los componentes, el modelo aplica un pseudo enfoque de oferta a fin de disponer de  una lista de productos, advirtiéndose que se hace con carácter “experimental” y “provisional”. En la que no todos los componentes tienen la misma importancia porque el nivel y estructura del consumo de un individuo se modifica cuando está lejos de su entorno habitual. La composición de la lista de bienes y servicios que constituyen el objeto del modelo no solo varía en función del sujeto sino también  en función de los lugares visitados. El lugar visitado sigue teniendo en esta variante la consideración de producto turístico, el llamado por Sessa “macroproducto turístico” (los hoteles son para este experto el “microproducto turístico”). Las dificultades que obstaculizan la elaboración de la lista de bienes y servicios  que componen el objeto (oferta turística) son, pues, casi insalvables. Como la variante no abandona el enfoque de demanda, la única solución posible para solventas la indeterminación de sus componentes que de él deriva es la predeterminación por consenso entre expertos. Es así como se propone una lista de productos característicos del turismo, aquellos productos que, en la mayoría de los países, en caso de ausencia de visitantes, dejarían de existir en cantidad significativa, o para los cuales el nivel de consumo se vería sensiblemente disminuido. Junto a esta lista se propone otra lista complementaria, los llamados productos conexos al turismo, una categoría residual (¿?) formada con los identificados como productos específicos del turismo en un país que no aun no son reconocidos como tales a nivel mundial.

 

La variante post Ottawa’91 del modelo introduce explícitamente la novedad de los bienes de consumo duradero, de los que contempla dos categorías:

 

·        los de finalidad únicamente turística, es decir, los utilizados “casi exclusivamente” fuera del entorno habitual, como “maletas, tiendas de acampada, sacos de dormir, caravanas y equipos deportivos”

 

·        los de finalidad múltiple, utilizados tanto fuera como dentro del entorno habitual, como “vehículos y cámaras fotográficas”

 

Los ejemplos aportados aclaran poco, si es que aclaran algo, ya que no existe ningún bien de consumo duradero que no sea de finalidad múltiple. Dicho de otro modo, que todos los productos de consumo duradero tienen o pueden tener finalidad turística y finalidad noturística, por lo que, una vez más, debemos admitir que el criterio de demanda no basta para distinguir un producto de otro, lo que equivale a decir que la sombra de la indeterminación de la oferta sigue planeando en la nueva variante del modelo.

 

Lo más novedoso de esta versión es que se reconoce que la oferta turística se puede localizar tanto fuera como dentro del entorno habitual del visitante pues los visitantes pueden realizar sus compras no solo en el país de referencia o visitado sino también antes y después del viaje, en su entorno habitual e incluso fuera del contexto de un viaje específico. Una singular peculiaridad del modelo que responde a la característica que ya destaqué, la de ser un modelo globalizado, lo que supone una anómala distorsión doble, temporal y espacial, en la oferta bienes y servicios adquiridos por los que son (o serán en el futuro) visitantes del país de referencia.

 

La nueva variante reconoce también explícitamente que el turismo no está constituido por una única rama industrial sino por varias, aunque sin establecer el criterio para saber cuales son. La OMT define sin complejos tautológicos una industria característica del turismo como un grupo de establecimientos cuya finalidad productiva principal es una actividad característica del turismo.

 

La nueva variante contempla la posibilidad de que los llamados “paquetes” vendidos por los turoperadores sean considerados como productos turísticos aunque sintéticos (sic) y completamente nuevos (sic), independientemente de sus componentes. De aceptarse esta posibilidad, los componentes de un paquete serían considerados como consumo intermedio del turoperador y este pasaría a ser considerado como un fabricante. Pero la posibilidad se rechaza de plano porque, primero, de ser así, los compradores no estarían adquiriendo servicios turísticos sino un producto sintético y nuevo, y, segundo, los servicios turísticos “comercializados de esta forma” (nótese que subliminalmente, haciendo referencia a los intermediarios comerciales, se niega la misma posibilidad que se plantea aceptar) no se considerarían como adquiridos directamente por los visitantes. Aunque resulta incomprensible científicamente hablando, la nueva versión rechaza esta posibilidad no por alguna razón de carácter científico sino debido a la función de defensa de los intereses de la industria turística que cumple la OMT ya que la consideración del “paquete” como producto llevaría a una infravaloración (económica) del turismo.

 

Tiempo. La estancia mínima del visitante sigue fijada en 24 horas o en una pernoctación caso de que no se cumpla el periodo mínimo. Caso de no haber pernoctación o de estar menos de 24 horas en un lugar fuera de su entorno habitual, el visitante no será turista sino excursionista, y no será considerado como sujeto del modelo. El límite máximo es fijado, ahora endógenamente, en un año sin interrupción. Si se supera este límite, la persona deja de ser visitante para convertirse en residente. También se admite que será residente y no visitante la persona que haya trasladado su hogar fuera de su actual entorno habitual aunque aun no se haya cumplido un año. Nada se establece con respecto al cambio de lugar de trabajo o centro de estudio. Pero se sobreentiende que, como ambos lugares forman parte de la definición de entorno habitual, al cambiar los lugares de trabajo o de estudio también cambia el entorno habitual. Por consiguiente, la persona que viaja a unos lugares que han pasado a formar parte de su entorno habitual no se considera en ellos visitante sino residente.

 

Distancia. La aplicación del concepto de entorno habitual resuelve el problema de tener que fijar un criterio de distancia, criterio que no se establece en la versión anterior del modelo. Dejar la fijación de una distancia mínima al criterio del analista impedía usar eficazmente la versión pre Ottawa’91 del modelo para fines estadísticos ya que no garantiza la total comparabilidad entre países de los datos obtenidos. En la nueva versión basta con que la persona salga de su entorno habitual para que sea considerada visitante.

 

Otros elementos. No hay cambios significativos con respecto a la versión anterior. Sorprende, sin embargo, que no se haga referencia al mercado ni a los precios. Personalmente pienso que la ausencia de elementos tan fundamentales en un modelo económico no equivale a profesar su inexistencia. La publicidad y la función de las agencias de viajes y de los turoperadores sigue siendo la misma, la intermediación entre la oferta y la demanda, una vez rechaza la posibilidad de que el llamado “paquete” sea un producto turístico. Ambas figuras son asimiladas a las empresas mayoristas (turoperadores) y minoristas (agencias) que actúan en el mercado de otros productos.

 

 3. Hacia un modelo alternativo

 

Un ejercicio de introspección puede ayudar para evidenciar los mecanismos que una persona pone en marcha cuando toma decisiones y realiza las actividades que conducen a su ejecución en el marco que le es propio a la economía, el delimitado por la satisfacción de las necesidades. Si, en su entorno inmediato, dispone la persona del bien o servicio apto para satisfacer su necesidad, procede a consumirlo o utilizarlo. Si el bien no es adecuado para satisfacer la necesidad, lo transforma a fin de darle la utilidad de la que carece, y luego lo consume. A la transformación de un bien en otro diferente se le llama en economía, como ya he explicado, producción o actividad productiva. Evidentemente, la fase de producción es previa a la de consumición, tanto en el caso de los bienes como de los servicios. Con respecto a los bienes, nadie lo discute. Pero, con respecto a los servicios, los especialistas sostienen que la producción y el consumo son sincrónicos. Que el consumidor participa de la producción porque si el primero no está físicamente presente, el productor no produce. Dado que los expertos en turismo predeterminan la oferta como un conjunto de bienes y servicios, pero sobre todo de servicios a partir de la aplicación del llamado marketing de servicios al turismo a partir de la década de los setenta, sostienen que los servicios turísticos  se producen al mismo tiempo que se consumen. Ya he tratado esta doctrina, en el capítulo VI, como una de las anomalías del modelo convencional. Es evidente que confunden la fase de producción con la fase de venta o salida de la producción. Puede acontecer que, en el entorno inmediato de una persona no haya un bien o servicio apto para satisfacer sus necesidades, pero que se encuentre disponible fuera de su entorno, en un lugar distinto y distante. En tal caso existen dos posibilidades:

 

a) Que el bien o servicio sea transportable. En este caso, si la persona insiste en satisfacer la necesidad, antes de consumir  o usar el bien, tendrá que realizar una actividad intermedia, telecomprarlo (importarlo) a su poseedor, el cual lo televende (exporta) a quien lo necesita. La institución económica que se ocupa de esta actividad intermedia, que equivale a un proceso productivo intermedio para satisfacer la necesidad derivada de la original, se conoce como comercio internacional, regulada por leyes específicas y realizadas por empresas especializadas.

 

b) Que el bien o servicio no sea transportable, bien físicamente, por tratarse de un inmueble, o económicamente, por tener costes de transporte (desutilidades) que superan el excedente del consumidor. En este caso, si la persona insiste en satisfacer la necesidad, antes de consumir o usar el bien se desplaza al lugar en el que se encuentra para proceder a consumirlo o utilizarlo. Realiza pues una actividad productiva intermedia para satisfacer la necesidad derivada de la original. La institución económica que se ocupa de la satisfacción de la necesidad derivada se llama turismo y también industria del turismo, concebida, ahora sí, como el conjunto de establecimientos productivos que se dedican a producir el mismo tipo de producto con idénticas técnicas de producción. En definitiva, el turismo queda configurado como un sector vertical ya que responde a un enfoque de oferta. Ahora la oferta turística ha quedado identificada por criterios objetivos y materiales, no teniendo que recurrir, por tanto, al expediente de la predeterminación.

 

Conviene poner de relieve una vez más que, en los dos casos, la satisfacción de una necesidad ha generado la aparición de una necesidad nueva, derivada de la original. El proceso tendente a la satisfacción de la necesidad original lleva a dar un rodeo consistente en la realización de una actividad intermedia o instrumental, el output de las empresas especializadas en comercio de importación / exportación, en el primer caso, o el de las empresas especializadas en la preparación de desplazamientos de un lugar a otro, en el segundo caso. En ambos se da un alargamiento o rodeo del proceso conducente a la satisfacción de la primera necesidad. El alargamiento o rodeo equivale a una actividad productiva intermedia o instrumental.

 

Las empresas especializadas en comercio internacional surgieron muy pronto en la historia. No ha sucedido lo mismo con las empresas especializadas en planificación (producción) de desplazamientos para las personas que tienen necesidad de consumirlos para satisfacer una necesidad.

 

La primera empresa especializada en esta actividad fue fundada en la ciudad inglesa de Leicester en 1845 por Thomas Cook. Su ejemplo fue imitado por empresarios de países europeos y americanos de un modo tan espectacular que hoy existen en casi todos los países de mundo empresas similares a la que fundó Cook. Son las llamadas agencias de viajes y turoperadores estudiadas en el capítulo V. Antes de que existieran estas empresas y de que se desarrollaran, si una persona tenía que recurrir al desplazamiento para satisfacer una necesidad no tenía otra opción que planificarlo ella misma.

 

Desde la aparición y desarrollo del modo de vida sedentario, el hombre ha tenido que producir los planes de desplazamiento de ida y vuelta que tenía que consumir (realizar) para proceder a satisfacer necesidades con bienes o servicios no transportables. Hoy se ha perdido la memoria vital de esta situación milenaria. A partir de mediados del siglo XIX, la situación cambia y aparece la alteroproducción de planes de desplazamiento circular. A pesar de que ya hay alteroproducción en esta rama, la autoproducción sigue siendo hegemónica.

 

El esquema expuesto se puede enriquecer tanto como se quiera para adaptarlo a los infinitos matices de la realidad. El bien o servicio que satisface la necesidad puede encontrarse en diferentes lugares alternativos. Incluso puede ser una incógnita el lugar en el que se encuentra, lo que origina sucesivas necesidades derivadas así como acciones intermedias (nuevas necesidades y nuevas actividades productivas) para facilitar la satisfacción de la necesidad original.

 

Se abren así perspectivas preñadas de incidencias, conocidas o incógnitas, en todo o en parte. La insistencia en satisfacer la necesidad, a pesar de los obstáculos que la dificultan, constituye un indicador expresivo de la profundidad con la que el sujeto la siente.

 

El concepto de necesidad puede usarse en su más amplio sentido y contemplar una gama muy amplia, incluyendo desde las más estrictas obligaciones (instintivas o imperativas) a los más puros caprichos, pasando por convencionalismos sociales de cualquier tipo.

 

A medida que la acción principal: satisfacer la necesidad, lleva al sujeto a intercalar acciones instrumentales en cadena, está claro que se aleja de la espontaneidad inicial. En definitiva, en el segundo caso, el sujeto tiene que realizar una acción de naturaleza singular y radicalmente distinta a las demás, concretamente planificar racionalmente acciones intermedias encaminadas a satisfacer la necesidad original, es decir, tiene que ordenar y ensamblar otros bienes y servicios para desplazarse al lugar en el que podrá, por fin, consumir o utilizar el bien o servicio que necesita.

 

La teoría económica enseña que el conjunto de acciones tanto directas como intermedias o auxiliares que, aisladamente o en sociedad, lleva a cabo un sujeto para satisfacer sus necesidades biológicas o culturales, recibe el nombre de producción, un término ciertamente polisémico, como ya he dicho, pero que en economía ha llegado a ser suficientemente preciso para los fines del análisis. También enseña la teoría económica que la satisfacción de las necesidades recibe el nombre de consumo, o consumición, si preferimos esta palabra como más adecuada para designar el consumo final, también llamado improductivo, para distinguirlo del consumo intermedio, llamado productivo, el que tiene lugar en el seno de actividades extractivas, transformadoras o de servicio.

Si ha quedado claro lo dicho hasta aquí, estamos en la pista que conduce a la consideración del turismo como un producto objetivamente identificado. Si la planificación racional de las actividades preparatorias de los desplazamientos desde un lugar para satisfacer necesidades en otro la consideramos como una actividad productiva no tiene nada de extraño que la llame turismo o producción de turismo.

 

La observación de la realidad nos dice que en turismo se practica mayoritariamente la modalidad de la autoproducción. La alteroproducción de turismo está aun poco desarrollada, en general, aunque hay países con cierto desarrollo de la alteroproducción de turismo. Pero, así como en las demás ramas productivas la especialización es tan intensa que los productores han expulsado a los autoproductores del proceso productivo, hasta el extremo de que estos tienen que acudir al mercado para adquirir lo que necesitan limitándose al consumo, en el turismo aun no ha tenido lugar este proceso de especialización. Si la epistemología sensorialista ha llevado a la concepción del turismo que tiene la gente, los empresarios y los expertos, me apoyaré en la intuicionista para, por medio de la introspección, acceder al conocimiento del turismo. La introspección sostenida por la intuición permite simular las actuaciones que una persona se ve obligada a hacer si siente una necesidad cuya satisfacción requiere realizar un desplazamiento circular.

 

El resultado de la introspección lo expondré formulando lo que llamo esquema técnico de desplazamiento circular (ETDC), un constructo teórico que consta de los siguientes elementos:

1.      La necesidad o necesidades a satisfacer por el sujeto (propósito o motivación del desplazamiento circular).

2.      El lugar donde se encuentra el sujeto que siente la necesidad (la residencia habitual) y decide desplazarse al lugar o lugares en los que se localizan los recursos adecuados para satisfacerla (territorio del desplazamiento o itinerario)

3.      Periodo de tiempo de ausencia del lugar de residencia habitual del sujeto  o diferencia entre la fecha prevista del regreso y la fecha de salida. (cálculo de la dimensión temporal del desplazamiento circular)

4.      Los medios o recursos con los que el sujeto espera satisfacer la necesidad o necesidades que le impulsan a desplazarse. Estas necesidades son las que llamaremos originales por ser las que impulsan al desplazamiento circular. Sin ellas no se concibe el desplazamiento.

5.      Los medios o recursos instrumentales, complementarios o auxiliares de los que se sirve el sujeto. Entre ellos distinguimos:

-            caminos y vías e instalaciones auxiliares (puentes, terminales)    

-            medios de transporte artificiales (tracción animal o mecánica)

-            medios de comunicación y de mensajería

-            medios de alojamiento

-            medios de alimentación

-            medios de orientación portables (mapas y guías)

-            medios de orientación fijos (señalización)

-            servicios de información (oral o escrita)

-            servicios de guía

-            servicios de protección

-            otros servicios (sanitarios, bancos, comercio en general, etc.) 

Los medios citados en el punto 5 forman parte de lo que se denominan viáticos, avituallamiento o intendencia, un conjunto de medios materiales o, en su caso, monetarios o de pago, que ha de portar el sujeto para hacer frente a la cobertura de las necesidades, previstas o imprevistas, derivadas de la necesidad original y que pueden presentarse durante el desplazamiento.

 

Además de los seleccionados como básicos, en los desplazamientos circulares pueden utilizarse otros elementos, pero creemos que los cinco citados reflejan los imprescindibles para definir un ETDC. El elemento marcado con el número 1 hace referencia al sujeto. Es el elemento subjetivo del desplazamiento circular. Los elementos marcados con los números 4 y 5 constituyen los elementos objetivos, susceptibles de ser mercadeables.

 

 Si los elementos marcados con el número 5 no son mercancías, el sujeto se ve obligado a arbitrar los procedimientos para dotarse de ellos. En otras palabras, tendrá que recurrir a su autoproducción.

 

Los elementos marcados con los números 2 y 3 son híbridos de sujeto y objeto. Como el marcado con el 4, éstos son imprescindibles para identificar el desplazamiento circular. Los elementos 2 y 3, es decir, el territorio a recorrer y el tiempo a consumir, determinan el presupuesto de coste del desplazamiento, la asignación de utilidades. En una economía monetarizada, el presupuesto de costes adopta la forma de precio estimado del desplazamiento circular, del que, en definitiva, dependerá que se lleve o no a cabo.

 

Un desplazamiento circular es una combinación operativa de estos cinco elementos. Sus casi infinitas combinaciones identifican la amplia gama de desplazamientos posibles. 

 

El lugar donde reside habitualmente el sujeto o lugar de salida (que es también el de llegada si el desplazamiento es circular) y los lugares de llegada/salida intermedios son infinitos en la práctica, tanto en el mar como en tierra firme. La conquista del espacio a la que estamos asistiendo desde hace medio siglo está abriendo la posibilidad de que estos lugares se encuentren también fuera de nuestro planeta, algo de lo que ya empieza a hablarse como proyectos técnicamente viables y, tal vez pronto, económicamente rentables a precios asequibles para minorías significativas.

 

Lo mismo puede decirse de los demás elementos, en primer lugar los medios o servicios básicos, a los que llamaremos incentivadores, los que sirven para satisfacer la necesidad original que provoca el desplazamiento.

 

Si añadimos los medios o servicios complementarios, los que sirven para satisfacer las necesidades derivadas de la primera y a los que daremos el nombre de facilitadores. El vocablo facilitación puede resultar extraño a algunos por no figurar en el Diccionario de la Real Academia Española. Sin embargo, J. Corominas y J. A. Pascual  (ver la voz hacer en su Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, Gredos, Madrid, 1980) lo consideran un derivado culto de facción, acción, obra, voz tomada del latín factio –onis, manera de hacer. Facilitador, pues, es aquí aquello que, mercancía o no, hace fácil algo (sin duda una expresión redundante), en este caso un desplazamiento, circular o lineal.

Los cuatro primeros elementos están siempre presentes en un ETDC. No se concibe un ETDC sin ellos. En cambio, los citados en quinto lugar, los facilitadores, pueden faltar en un ETDC sin que su ausencia lo imposibilite. De hecho, en el pasado remoto e incluso en el presente, existen casos de desplazamientos circulares en los que están ausentes algunos elementos facilitadores.

 

Las denominaciones dadas a los elementos de un ETDC marcados con los números 4 y 5 reflejan la función que cumplen en el desplazamiento circular. Los elementos incentivadores son aquellos que se corresponden con la necesidad original, la motivadora del plan de desplazamiento, mientras que los facilitadores son los que hacen posible (fácil) la satisfacción de la necesidad original.

 

No todas las épocas han contado con las respuestas que la nuestra ha logrado dar tanto a los elementos incentivadores como a los facilitadores. La abundancia de unos y otros es hoy tan grande que el sujeto que necesita planificar un desplazamiento circular tiene ante sí incontables posibilidades de elección.

 

Antes de realizar un desplazamiento circular se planifica asignando los elementos (utilidades) que identifican un ETDC como el instrumento o herramienta imprescindible para satisfacer la necesidad original.

 

Puedo expresarlo así: Cualquier desplazamiento circular o lineal exige ser preparado por medio de  un conjunto más o menos complejo de acciones previas.  Dicho conjunto de acciones previas es un plan, proyecto o programa. La idea es siempre la misma, cualquiera que sea la palabra que utilicemos: la ejecución de una serie de tareas para asignar operativamente recursos escasos para contar con un instrumento ordenado a la satisfacción de una necesidad con bienes o servicios distantes y no transportables o cuyo coste de transporte no es racionalmente soportable. Sin la elaboración de este producto intermedio no es posible consumir o utilizar el bien o servicio que satisface la necesidad original.

 

Cuando un desplazamiento se hace con cierta frecuencia, es decir, cuando es repetitivo, su preparación puede convertirse en refleja o inconsciente. Cuando es singular o poco frecuente y el lugar o lugares donde se localizan los recursos que se espera que satisfagan la necesidad original están alejados del lugar de residencia del sujeto, la preparación puede incluir tareas de cierta envergadura para cuya ejecución se requiere poseer habilidades o técnicas especiales. Entre estos extremos hay infinidad de situaciones posibles.

 

Las tareas preparatorias del desplazamiento están siempre presentes con mayor o menor claridad, cualquiera que sea la modalidad de desplazamiento de que se trate. El proyecto o plan de desplazamiento puede ser muy vago en numerosas ocasiones, sobre todo cuando hay abundancia de medios facilitadores. En general, el plan de desplazamiento suele  estar muy poco detallado cuando quien lo realiza es el sujeto que piensa desplazarse (autoproducción), hasta el extremo de que no cabe descartar que el plan no esté explícitamente bien formulado con antelación, sobre todo, como digo, en situaciones de abundante oferta de elementos facilitadores, máxime si, además, los incentivadores están localizados a escasa distancia. En este caso, el plan puede ser impreciso y sometido a importantes modificaciones durante su ejecución.

Cuando la oferta de servicios facilitadores era inexistente, escasa o de pésima calidad los desplazamientos circulares no planificados o con planes insuficientemente detallados no eran posibles o resultaban caros y arriesgados, más de lo que ya de por sí son.

 

Recordemos que caben dos opciones en la satisfacción de cualquier necesidad, la elaboración de satisfactores  por el sujeto que siente la necesidad (autoproducción) o la elaboración por sujetos diferentes (alteroproducción), dependientes del primero (servidores, asalariados o no) o independientes (trabajadores por cuenta propia con o sin fin de lucro)

 

Si la sociedad de referencia dispone de un sistema productivo basado en una avanzada especialización del trabajo y cuenta con la institución que le es consustancial, el mercado, el número de sujetos que se proponen hacer desplazamientos circulares es significativo y creciente, y una parte de ellos opta por encargar a otros sujetos la elaboración de planes de desplazamiento. En estas condiciones, no tarda en surgir el tipo de empresa especializada dedicada a elaborarlos con fines de lucro. El conjunto o grupo de empresas (el “sector”) concurre en el mercado para ofrecer sus catálogos de proyectos o planes de desplazamiento circular  (producción, oferta) aptos para su posterior realización (consumición, demanda)

 

La alteroproducción de planes de desplazamiento circular se practica desde hace mucho tiempo, aunque, de un modo apreciable y significativo desde hace relativamente poco. La oferta de servicios facilitadores ha potenciado la autoproducción. No está lejos el tiempo en que vuelva a ser hegemónica la alteroproducción. Los planes de desplazamiento circular alteroproducidos han de tener un nivel de acabado suficiente si aspiran a funcionar en el tráfico mercantil como productos terminados tanto para el consumo intermedio (industrial) como final (familiar o personal)

 

Las empresas especializadas en esta línea de producción no harán otra cosa que lo que hubieran hecho sus clientes si  éstos hubieran optado por elaborar el proyecto de desplazamiento por sí mismos: seleccionar la variante de los elementos identificadores de un ETDC. Del mismo modo que el autoproductor calcula el presupuesto de gastos del desplazamiento circular, la empresa mercantil calcula los costes y estima un precio del producto ofrecido que el mercado se encarga de ajustar. Así mismo, elige el sistema de comercialización y distribución a adoptar y trata de recuperar los costes de producción, a ser posible de un modo excedentario, de manera que los ingresos rebasen los costes y la actividad empresarial reporte los beneficios que hacen viable el negocio. Se comporta como cualquier empresa productora de bienes o servicios que se ofrecen en el mercado.

 

Las empresas que deciden elaborar planes de desplazamiento circular para el mercado se ven obligadas a llevar a cabo un proceso productivo en el que están presentes los siguientes elementos:

 

·        diseño del ETDC a niveles sucesivos, desde el estudio previo al proyecto ejecutable pasando por las fases de anteproyecto y proyecto técnico.

·        Ensamblaje, de acuerdo con el proyecto ejecutable (última fase del diseño), de factores de producción idóneos (facilitadores e incentivadores)

 

·        Selección de la modalidad de comercialización, directa o por medio de intermediarios mayoristas y minoristas

 

Formularé ahora la hipótesis, conjetura o postulado básico que buscamos. Doy al postulado el significado que se desprende de la siguiente frase: “Aristóteles consideraba los postulados como proposiciones no universalmente admitidas, esto es, no evidentes por sí mismas. (...) Con Euclides, la noción de postulado recibió una formulación que ha sido vigente durante muchos siglos: el postulado es considerado (...) como una proposición de carácter fundamental para un sistema deductivo que no es (como el axioma) evidente por sí mismo y no puede (como el teorema) ser demostrada” (José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Alianza, Madrid, 1982)

 

Postulado: Turismo o producto turístico es  un plan de desplazamiento circular, redondo o de ida y vuelta.

 

Si se acepta esta propuesta como postulado puedo decir que estamos en presencia de un producto, un servicio en este caso, elaborado con técnicas de producción específicas y con factores de producción o insumos igualmente específicos, los servicios auxiliares del turismo (servicios incentivadores y servicios facilitadores)

 

El turismo queda clasificado en el sector servicios como tantas veces se repite en la literatura convencional a pesar de no tener bases para afirmarlo. Aceptando el postulado, la inserción del turismo en el sector de servicios se hace con bases objetivas. Parafraseando a Piero Sraffa, el turismo es un servicio que se produce con otros servicios.

 

Lo dicho puede tomarse con el sentido de una definición del turismo, pero es más acertado considerarlo como descripción o, si se quiere, como simple equivalencia, siempre, naturalmente, con carácter provisional, como corresponde a su carácter de postulado.

 

 En virtud del postulado, si se acepta, para identificar con precisión un producto turístico, deja de ser necesario recurrir al sujeto que se desplaza y sus motivaciones específicas, a la distancia recorrida y al tiempo empleado. El turismo queda así identificado objetivamente, como cualquier otro producto o servicio.

 

¿Podemos considerar resuelto el enojoso y ya secular problema de encontrar una identificación  precisa de la noción de turismo, alejada al mismo tiempo tanto de la noción vulgar como de las casi infinitas definiciones propuestas por los estudiosos durante los ciento veinte años que tiene la literatura especializada?

 

Parafraseando a Johan Huizinga (Homo ludens, 1937, Alianza, Madrid, 1968) diré que no hay que dar, de entrada, una respuesta afirmativa a la pregunta. En ciencia nunca basta con la intuición, por importante que ésta sea y aunque constituya el punto de partida. Hay que comprobar si el postulado se comporta correctamente para alcanzar los fines que nos hemos propuesto, identificar objetivamente el turismo como una única actividad productiva. Si lo consigo podré estudiar el turismo de acuerdo con el postulado, es decir, considerando el turismo como un producto objetivamente identificable en función de sus componentes o insumos y de una tecnología específica (la ingeniería turística) y aplicar el herramental de la microeconomía.

 

Propongo estudiar y tratar el turismo como un producto como los demás, es decir, identificado en función de sus características objetivas, al margen de las pautas de comportamiento del consumidor (sujeto).  La propuesta pone las bases para aplicar el análisis económico al estudio del producto definido como un plan de desplazamiento circular o un programa de visita o de estancia temporal y llamarlo abreviadamente turismo o producto turístico. De acuerdo con la teoría económica, se puede formular una siguiente expresión matemática representativa de la función de producción de turismo: T = F (i, f, w, k, t), en la que llamo: T, al volumen de producción de turismo; w, al trabajo; k, al capital;  (i) y (f), a dos inputs que explico a continuación.

 

Como ya he dicho, un programa de estancia temporal es un conjunto de actividades personales (individuales o colectivas) relacionadas con los recursos naturales o culturales (en su sentido más amplio posible): Observación, estudio, recreo, culto, reposo, deporte, juego, compras, aventura, salud, negocio, curiosidad, formación, gestión, visitas, amor, amistades, etc. Los servicios que permiten estas actividades son llamados por mí servicios incentivadores (i)

 

Un programa de estancia temporal se relaciona con seres vivos (personas) que necesitan comer, beber, dormir, informarse, trasladarse, cambiar monedas, tener compañía, guías personales, escolta de seguridad, mapas y otros muchos bienes y servicios. Los servicios que hacen posible satisfacer estas necesidades son llamados por mí servicios facilitadores (f)

 

Ambas denominaciones aluden con precisión a las funciones que ambos grupos de inputs cumplen en el proceso de producción de turismo. En la producción de turismo hay otro inputs de relieve. Me refiero a la tecnología (t), a la que también podemos llamar ingeniería turística.

 

Después de lo dicho podemos responder a la pregunta que figura en el título de esta ponencia: los turoperadores, ¿son intermediarios o productores? Como ya hemos visto, la teoría convencional, al no considerar a estas empresas productoras de alguno de los muchos productos a los que se llama turísticos, no tiene otra opción que considerarlas como intermediarias o meras comercializadoras. La decisión carecería de consecuencias si los expertos renunciaran al uso del análisis económico. Al no renunciar a él, caen irremediablemente en las graves anomalías científicas que ya hemos visto.

 

Una gran parte de los contenidos científicos son materia de consensos entre expertos. Los planteamientos que acabamos de hacer en este apartado creemos que tienen la propiedad de ajustarse relativamente bien a los esquemas del análisis económico. Por tanto, si aceptamos que la realidad estudiada, un determinado tipo de empresa, mercantil o no, su estudio cae de lleno en el campo de interés de la economía. El enfoque de oferta del que parte la propuesta realizada nos lleva al convencimiento de que, definido como propongo, el turismo tiene más similitudes que desemejanzas con los demás productos  (bienes o servicios) obtenidos en un sistema económico y puede ser estudiado razonablemente bien con el herramental que convencionalmente se utiliza en el estudio de cualquier actividad productiva. Además de autoproducción, muy importante todavía en este sector, también existe la alteroproducción, con o sin afán de lucro, forma de producción que está llamada a tener una considerable expansión en el futuro. Propongo llamar turoperadores (operadores o productores de tur) solo y exclusivamente a las empresas que producen programas de estancia temporal  (o planes de desplazamiento de ida y vuelta). Mi última propuesta no es más que la consecuencia lógica de las anteriores y es coherente con la etimología implícita en el anglicismo (operador - productor - de turismo, es decir, en el significado que le doy al término, de planes de desplazamiento  de ida y vuelta)

 

La economía del turismo que propongo es de carácter microeconómico y empresarial centrada en el análisis de la rentabilidad de proyectos de inversión y en la gestión racional de la empresa resultante, incluyendo estudios de eficiencia, tecnología, productividad de los puestos de trabajo creados, catálogo de productos, innovación y fórmulas de comercialización más convenientes.

 

 

 

 


 

[1] Beaucaire es la capital del cantón de su mismo nombre. Está en la orilla derecha del Ródano frente a Tarascón y a 21 km. de Nimes. En 1217, Raimundo VI, conde de Tolosa, instituyó la feria que se celebra entre el 22 y el 28 de julio. En el siglo XVI llegó a ser una de las más importantes de Europa. Algún año reunió la cifra de 300.000 visitantes, algunos procedentes de Asia y África. Poco a poco, con la mejora de las comunicaciones, la feria ha ido perdiendo capacidad de atracción. Hoy es solo un pálido reflejo de lo que fue.