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"Contribuciones a la Economía" es una revista académica con el
Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas
ISSN 16968360

 El paradigma austriaco y el estudio del turismo

 

Francisco Muñoz de Escalona

Ex – Científico Titular del CSIC

mescalona@iservicesmail.com

 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Muñoz de Escalona, Francisco: "El paradigma austriaco y el estudio del turismo" en Contribuciones a la Economía, diciembre 2004. Texto completo en http://www.eumed.net/ce/


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Antecedentes

 

Se habla de turistas desde la primera mitad del siglo XIX. Con este neologismo se empezó ya entonces a hacer referencia a quienes salían de viaje para volver a su domicilio por motivos autónomos. Con el aumento espectacular de los servicios de transporte por ferrocarril y, paralelamente, de los servicios de hospitalidad en cada vez más países y ciudades, hacia mediados de dicho siglo crecía tanto el número de turistas que hubo necesidad de un “nuevo” neologismo, esta vez turismo, derivado de tur (viaje circular) al que se añadió el sufijo –ismo. Con el nuevo vocablo se empezó a designar el fenómeno social consistente en el flujo masivo y creciente de viajeros circulares que llega a ciertos lugares previamente seleccionados por los mismos viajeros. Desde aquellos ya lejanos años, nuevas clases sociales siguen engrosando año tras año este flujo y surgen nuevos lugares a visitar, muchos de ellos especialmente planificados para recibir un flujo creciente de visitantes.  

 

Los primeros escritos con reflexiones sobre los flujos turísticos aparecieron alrededor de los años ochenta del siglo XIX. Uno de los primeros estudios realizados fue la ponencia que el austriaco Joseph Stradner presentó en las Primeras Jornadas de Delegados para el Fomento del Turismo en Los Alpes Austriacos, celebradas en Graz los días 13 y 14 de abril de 1884. Paul Bernecker, también austriaco, sostiene en una obra de 1957 que Stradner aportó la primera definición conocida de turismo en la citada ponencia, pero no especificó que definió lo que en alemán se conoce como Fremdenindustrie, una expresión que, traducida literalmente al castellano, designa a la industria de los forasteros. La traducción que hicieron los estudiosos ingleses y de idiomas romance de esta palabra alemana es “industria del turismo”, expresión que es menos precisa que la original, dando así lugar a la grave e indeseable confusión, aun no superada, que se urdió entre “turismo como conjunto de viajeros” y “turismo como conjunto de medios de todo tipo pero especialmente empresariales que se ocupan de facilitar los viajes”. Los académicos trasladaron esta confusión al Diccionario de la Real Academia Española al añadir a la primera acepción, la de los hablantes, la segunda, tomada de la jerga de los expertos.

 

Stradner, ciertamente, puso los cimientos del estudio del turismo en 1884 pero ocupándose de los problemas de los medios que facilitan los viajes, es decir, de los medios de transporte y de hospitalidad, sobre todo, de estos últimos, los hoteles y los restaurantes, delimitando así la materia por el conjunto formado por los establecimientos dedicados a la prestación de los citados servicios, los cuales son considerados como imprescindibles por los forasteros para visitar realmente el lugar que les interesa visitar. Dado que los visitantes pueden aumentar significativamente los gastos en los lugares que visitan, los empresarios y las autoridades de esos lugares ponen en marcha las inversiones orientadas a incentivarlos y a hacerlos posible facilitándolos. En pocas palabras, esta es la concepción del turismo o flujo de forasteros (Fremdenverkehr en alemán) que ya se tenía a fines del siglo XIX y que aun sigue en vigor. Stradner añadió a su definición las siguientes ideas esclarecedoras:

 

En lugar de transportar el producto hasta los consumidores traslada a los consumidores hasta los lugares de producción. Esto es así porque el consumidor viaja para satisfacer necesidades con bienes no transportables. Tales bienes son el aire, las montañas, el clima… La industria turística, por tanto, transforma circunstancias de baja utilidad en bienes económicos (…) Así como el comercio de exportación es viable cuando existe un mercado consolidado en el que vender, igualmente la industria turística lo es cuando atiende un flujo de forasteros creciente año tras año. (citado por Paul Bernecker: Die Stellung des Frendemverkehr in Leistungsystem der Wirtschaft, Viena, 1957, p.5)

 

Este enfoque indudablemente empresarial fue mantenido por Stradner hasta que einte años más tarde publicó su obra más conocida: Der Frendemverkehr, eine Volkswirtschafliche Studie. En ella decidió centrar sus investigaciones no en la industria que venden bienes y servicios a los forasteros a los forasteros que adquieren bienes y servicios en los lugares donde se producen. En la obra citada Stradner definió a los forasteros o turistas como

 

Aquellos que de motu propio se detienen en un sitio fuera de su lugar de residencia y que con su presencia en ese país no persiguen ningún propósito económico sino solo buscar la satisfacción de una necesidad de lujo (ver Luis Fernández Fuster: Teoría y Práctica del Turismo, Madrid, 1967)

 

Stradner ya no retomaría su primera aproximación al estudio del trismo desde la industria sino que la cambió interesándose por el estudio de los consumidores o turistas, apoyando con ello la línea investigadora que estaba llamada a ser hegemónica en manos de los profesores universitarios que se interesaban por el estudio del nuevo fenómeno. En poco tiempo, junto a los que continuaron estudiándolo desde la industria, se desarrollaron estudios desde los consumidores. Dicho de otro modo: mientras unos estudios se centran en “los medios que facilitan los viajes”, los segundos ponen el acento en “los flujos de viajeros”. Entre 1910 y 1940 convivieron las dos tendencias. Pero en 1942, los profesores de la Universidad de Berna Walter Hunziker y Kurt Krapf las fundieron en la obra que publicaron en Zurcí el año citado. Con las aportaciones de los gestores hoteleros configuraron la teoría de lo que llamaron “elemento material” del turismo y, con las aportaciones de los profesores de Universidad, lo que llamaron “elemento subjetivo” del turismo. Mientras el elemento material encarna la “oferta de bienes y servicios”, el elemento subjetivo encarna la “demanda de bienes y servicios”, a los que se llamó turísticos porque satisfacen las necesidades de los turistas. Con estos mimbres se desarrolló lo que llamamos economía del turismo pero no se advirtió que entre las necesidades de los turistas figuran muchas otras que son comunes a los residentes y a los demás viajeros, circulares o no.

 

Sin embargo, hay que tomar con precaución las analogías que acabamos de sugerir porque los profesores suizos pusieron sumo cuidado en que no se confundiera el corpus teórico que construyeron en 1942 con la ciencia de la economía. Ellos insistieron con claridad en que si bien en el estudio del turismo se podían distinguir los dos elementos citados, el más destacado era el subjetivo. Para ellos, lo que denominaron doctrina general del turismo (Allgemeine Fremdenverkehrslehre) estaba entre la economía y la sociología pero más próxima a la segunda que a la primera. Para que no cupieran dudas aclararon que la doctrina general del turismo era en realidad una sociología de la cultura. La nueva disciplina parte siempre del estudio del sujeto humano (In Mittel der Mann, en el centro, el hombre). Años más tarde, Kurt Krapf siguió defendiendo este enfoque al escribir el trabajo con el que ganó en 1954 una cátedra en la Universidad de Berna. Su título, “La consumición turística” (ver la obra citada en www.eumed.net/cursecon/libreria/2004/kk traducida de la versión francesa que en los años sesenta hizo el Prof. René Baretje por el autor de este trabajo)

 

Declaración de intenciones

 

Los estudios de turismo tienen hoy ya una antigüedad de al menos ciento veinte años, periodo de tiempo durante el que han seguido evolucionando y adaptándose a las modas científicas de cada momento. Hoy ya no se habla de doctrina general del turismo sino de otras denominaciones diferentes, desde la supuesta nueva ciencia a la que se aspiraba en las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado, la turismología, hasta las posturas de los años siguientes que aceptaban la existencia de diferentes ciencias interesadas en el estudio del turismo (la economía, la sociología, la geografía, la antropología, la psicología….) para llegar a la postura que parece aceptarse mayoritariamente en la actualidad, la de un corpus unitario y plural en el que confluyen las aportaciones de las diferentes ciencias, no solo de las sociales, ya citadas, sino también de las naturales o biológicas (por ejemplo, la ecología, y los diferentes híbridos que resultan de combinar esta nueva y ya pujante ciencia con las demás ciencias)

 

En estas circunstancias, puede parecer un disparate mayúsculo mi intención de estudiar si los vestigios de aplicación de la economía que sin duda existen en esa multiforme y al mismo tiempo unitaria materia que cultivan los expertos en turismo responden a las aportaciones de la llamada Escuela Austriaca de Economía, una escuela que tiene solo trece años más que los estudios del turismo, y que también nació en Viena, para después extenderse por todo el mundo. Aun así, a pesar de todo lo que se ha dicho sobre la economía y su limitada capacidad para estudiar el turismo,  parto de que, en mi opinión, hubo en el pasado claras aplicaciones del análisis económico al turismo y hoy quedan todavía suficientes vestigios como para que no sea del todo descabellado plantearse si las que hubo y las que aun hay responden al paradigma austriaco y en qué medida, y, caso de que esta medida no fuera clara o completa, si es posible determinar si se aplican o se aplicaron otros paradigmas de la economía al estudio del turismo.

 

Dicho lo que antecede debo añadir que, como economista formado entre fines de los cincuenta y principios de los sesenta, mis conocimientos del paradigma austriaco son escasos y que trataré de suplir mis deficiencias en la materia acudiendo a tratadistas tan autorizados como Carl Menger, Friedrich Hayek e Israel M. Kirzner entre los extranjeros, y Gabriel J. Zanotti y Jesús Huerta de Soto, entre los de habla española.

 

Para las referencias al turismo y a las aplicaciones de la economía que puede haber en esta materia me apoyaré en autores estudiados por mí desde 1985 hasta el presente y que en su momento citaré.

 

En primer lugar debo exponer los fundamentos del paradigma austriaco. Después detallaré las aplicaciones más destacables del análisis económico al estudio del turismo. A continuación trataré de identificar a qué paradigma responde cada una de ellas para terminar respondiendo a las preguntas que laten en las intenciones que acabo de especificar.

 

La escuela austriaca o vienesa de economía

 

Principios de Economía Política de John Stuart Mill se publicó en 1848. Esta obra clausura la gran tradición clásica y abre una larga etapa, casi un cuarto de siglo de estancamiento del pensamiento económico (a pesar de que en 1867 se publicó el primer volumen de El Capital, de Karl Marx). Se dice que hubo que esperar a 1871 para que se abriera una nueva etapa de nuevas aportaciones a la teoría económica con la aparición de las obras del matemático británico y gran viajero William Stanley Jevons (Teoría de la Política Económica) y la del profesor universitario austriaco Carl Menger (Fundamentos de Economía Política). Tres años más tarde empezó a publicarse la obra del ingeniero de minas y periodista francés León Walras (Elementos de Economía Política Pura) finalizada en 1877. Los tres economistas citados se propusieron criticar la teoría del valor de la escuela clásica basada en el trabajo. Para ello se basaron en el concepto subjetivo de utilidad. Aquí nos limitaremos a exponer las aportaciones de la escuela austriaca o vienesa, cuyos miembros prefieren usar la expresión “paradigma austriaco” para distinguirse del que llaman “paradigma neoclásico”.

 

Según Israel M. Kirzner, uno de los economistas actuales que profesan el paradigma austriaco, durante las tres últimas décadas del siglo XX ha tenido lugar un espectacular resurgimiento del pensamiento económico de la Escuela de Viena, que, aunque tiene su origen en la obra citada de Carl Menger en 1871, alcanzó su desarrollo con los trabajos de Eugen Böhm – Bawer y Friedrich von Wieser. Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, ya en el siglo XX, siguieron desarrollando las ideas de los economistas citados.

 

La idea central de esta escuela es su aportación a la llamada revolución marginalista basada en la teoría del valor subjetivo con la que se recogen las ideas desarrolladas en 1854 por Hermann H. Gossen. Las que Mises llamó en su honor  leyes de Gossen son dos. La primera es un postulado que recoge una característica del psiquismo humano según la cual, la intensidad del deseo de un bien disminuye monótonamente con el aumento de la cantidad poseída hasta anularse una vez alcanzado el punto de saturación o saciedad. Dicho de otro modo: la utilidad que una cantidad de un determinado bien tiene para el hombre disminuye al aumentar la cantidad poseída porque la progresiva saturación de la necesidad hace que cada unidad adicional incremente la utilidad pero cada vez menos. Por consiguiente, la utilidad de esa última unidad poseída, la llamada utilidad límite o frontera, también conocida como utilidad marginal, es la que establece el valor que el bien tiene para el sujeto que lo posee. A mayor cantidad menos valor. Y viceversa: a menor cantidad, mayor valor.

 

El italiano Galiano (1750) y el británico Jeremy Bentham son los padres de la llamada escuela hedonística basada en el concepto de utilidad, término que se refiere al placer que experimenta el hombre cuando consigue poseer el bien que desea o necesita. La experiencia del placer ya experimentado en el pasado hace que el hombre guíe su comportamiento buscando el placer que espera que le reporte la posesión de bienes. Jennings llamó placer esperado a este móvil de la conducta humana.

 

La utilidad de un bien es la capacidad que para un sujeto tiene ese bien para satisfacer sus necesidades o deseos y por esta razón equivale al concepto de “valor de uso” de ese bien que debemos a Aristóteles. Los griegos se percataron de que en el concepto de valor de un bien intervienen dos elementos:

 

·        una cualidad intrínseca del bien (elemento objetivo)

·        una aceptación del bien por quien está interesado en él (elemento subjetivo)

 

Este `planteamiento fue olvidado o rechazado por quienes se empeñaron en explicar el valor solo en función del primer elemento. Entre las teorías del valor basadas en el elemento objetivo tenemos la de los mercantilistas, para quienes el valor radica en los metales preciosos, y la de los economistas clásicos, que sostuvieron que la fuente del valor se encuentra en el trabajo. Los tres pensadores que iniciaron la revolución marginalista o neoclásica elaboraron una nueva teoría del valor basándola en el elemento subjetivo del pensamiento aristotélico.

 

La segunda ley de Gossen no es un postulado como la primera, sino un teorema, que establece que la máxima satisfacción que reporta al sujeto el consumo de un bien, se obtiene asignándolo entre todas sus aplicaciones posibles de manera que se igualen las utilidades marginales de cada aplicación.

 

Con motivo del 125 aniversario de la Escuela Austriaca, un “austriaco” español, Jesus Huerta de Soto, publicó en la Revista de Economía Aplicada un artículo titulado “La escuela austriaca moderna frente a la neoclásica” en el que expone las principales características diferenciadoras entre las dos escuelas que en el panorama académico actual luchan por conseguir la hegemonía en materia de pensamiento económico. A pesar de la expansión que según Kirzner ha conseguido la escuela austriaca durante los últimos años no cabe la menor duda de que hoy sus partidarios se tienen por heterodoxos habida cuenta de la hegemonía indudable de que goza el paradigma neoclásico en numerosos países entre los que se encuentra España. A continuación expongo esas diferencias resumiendo el citado trabajo del Prof. Huerta de Soto.

 

Acción frente a decisión: Los austriacos crearon y cultivan la praxeología, ciencia propuesta por Mises, teoría de la acción humana o ciencia de la conducta vista desde sus implicaciones formales. Para los praxeólogos de la escuela austriaca toda conducta humana parte del libre albedrío y es intrínsecamente racional porque siempre aplica medios escasos a usos alternativos previamente jerarquizados. La teoría de la acción se presenta como siendo más amplia que la teoría de la decisión del paradigma neoclásico porque integra el sistema de fines y medios en cuyo seno tiene lugar la asignación económica que es lo que, de modo exclusivo, estudian los neoclásicos. Para los austriacos, el sujeto de la escuela neoclásica es un autómata porque reacciona de un modo pasivo a los acontecimientos mientras que el paradigma austriaco parte del hombre real, el que busca continuamente nuevos fines y medios en un proceso de aprendizaje sin fin. Los austriacos ven la economía como una ciencia parcial dentro de una ciencia global a la que dan el nombre de praxeología.

 

Subjetivismo frente a objetivismo: El paradigma austriaco se basa en el empresario, una figura que no se tiene en cuenta por el paradigma neoclásico. La función empresarial ocupa el centro de la realidad económica para los austriacos mientras que para los neoclásicos es un factor de la producción que se asigna como un factor más de acuerdo con los costes y los beneficios esperados, lo que implica caer en el error de suponer que se dispone de información en el presente, antes de que haya sido creada por la propia función empresarial. Por otra parte, para los economistas austriacos el riesgo es un coste más de la producción y por tanto no tiene nada que ver con el beneficio empresarial puro, mientras que los neoclásicos consideran el beneficio como el premio de la asunción de riesgos.

 

Error empresarial puro frente a racionalización a posteriori: Los austriacos creen que cuando hay expectativas de ganancias aun no explotadas pueden cometerse errores empresariales puros y en esta posibilidad justifican que puedan obtenerse beneficios empresariales puros. Para los neoclásicos nunca existen errores empresariales ya que se basan en una racionalización de las decisiones tomadas y por esta razón no tienen en cuenta los beneficios empresariales puros. Para estos los beneficios son el pago de los servicios de un factor de la producción o la renta derivada de la asunción del riesgo.

 

Información subjetiva frente a información objetiva: La percepción subjetiva de la información ocupa un lugar destacado en los planteamientos austriacos, que consideran a los empresarios como generadores continuos de nueva información para su acción mientras que los neoclásicos tratan la información de una forma objetiva. La información significa para los austriacos conocimiento práctico y relevante subjetivamente interpretado y para los neoclásicos es algo objetivo y almacenable que se compra y se vende en el mercado.

 

Proceso empresarial de coordinación frente a modelos de equilibrio: Los economistas austriacos entienden el concepto de la competencia como un proceso y un asunto de rivalidad mientras los neoclásicos lo estudian como algo estático por medio de modelos de equilibrio general (L. Walras) o parcial (A. Marshall). Para los austriacos, el problema económico fundamental no es la maximización de una función objetivo conocida sometida a restricciones también conocidas sino el que surge en situaciones reales, donde los fines y los medios son muchos y compiten y la información está dispersa entre quienes continuamente la están generando sin que conozcan todas las alternativas existentes.

 

Economía integrada frente a macro y microeconomía: Para los austriacos no tiene sentido separar la micro de la macroeconomía porque los problemas económicos han de ser estudiados conjuntamente y de forma interrelacionada mientras que los neoclásicos presentan la economía dividida artificialmente en compartimentos estancos dedicados a dos disciplinas distintas que tratan por separado sin percatarse de que no es posible entender unas relaciones mecánicas entre agregados económicos sin conexión alguna con la acción humana.

 

Costes subjetivos frente a costes objetivos: Para los austriacos, el coste es siempre el valor subjetivo que quien lleva a cabo una acción da a los resultados de las acciones alternativas a los que renuncia (coste de oportunidad). Para ellos, son los precios de los bienes de consumo los que determinan los costes en los que los empresarios están dispuestos a incurrir para producirlos, mientras que los neoclásicos conciben los costes de los factores como variables independientes de sus modelos.

 

Formalismo verbal frente a formulación matemática: Los austriacos siguiendo a Menger prefieren expresar sus teorías utilizando el lenguaje verbal mientras que los neoclásicos prefieren el formalismo matemático para reflejar los estados de equilibrio. Los austriacos creen que de esta forma no tienen en cuenta la realidad subjetiva ni la creatividad empresarial a la que tanta relevancia conceden los austriacos para quienes los neoclásicos relacionan con sus modelos de ecuaciones hechos no simultáneos como si fueran simultáneos, es decir, sincronizan lo que es esencialmente diacrónico. En definitiva, para los austriacos, los neoclásicos suponen que el actor es capaz de valorar de forma simultánea la utilidad de todos los bienes a su disposición ignorando que cada acción es secuencial y creativa cuando lo cierto es que los bienes no se valoran a la vez igualando su supuesta utilidad marginal sino uno después de otro en etapas distintas y sucesivas. El razonamiento matemático puede captar bien lo sincrónico pero no tiene capacidad para captar correctamente la diacronía de la vida económica según los austriacos. Debemos resaltar que esta diferencia es una de las que separan a dos escuelas que nacieron de la coincidencia espontánea de los fundadores de la revolución marginalista y que aceptaron durante bastante tiempo la segunda ley de Gossen que Jesus Huerta de Soto rechaza con lo dicho.

 

Deducción frente a inducción o especulación teórica frente a empirismo: Para los austriacos, como el actor no puede hacerse con toda la información que necesita porque es subjetiva, está dispersa y en continua generación, la contrastación empírica de las teorías económicas resulta inviable. Por la misma razón, los austriacos niegan la posibilidad de la predicción cuantitativa del futuro a la que tan aficionados son los neoclásicos junto con su aceptación del empirismo que tanto combinan en sus modelos econométricos. Como mucho tan solo están dispuestos a aceptar lo que llaman predicciones tendenciales o cualitativas. Menger criticó duramente a la escuela historicista alemana de Schmoller por sostener que la vida social solo puede ser objeto de estudio por medio de la observación de cada caso particular en sí mismo por ser imposible formular teorías comprehensivas de validez general. La polémica entre ambos pensadores fue tan fuerte por este motivo que Menger y sus seguidores vieron cerradas las puertas de las universidades alemanas. Fueron los historicistas alemanes los que llamaron austriacos a Menger y seguidores, apelativo despectivo del que estos decidieron apropiarse como seña de identidad.

 

Liberalismo a ultranza frente a intervencionismo estatal moderado: La revolución marginalista fue liderada por pensadores declaradamente no marxistas. Ya se ha dicho que la teoría subjetiva del valor que propusieron es una respuesta a los problemas teóricos y prácticos que se derivaban de la teoría objetiva del valor de los clásicos incluido Marx, que la hizo suya: la teoría del valor – trabajo. Quiere decirse que el paradigma austriaco y el neoclásico tienen raíces comunes ya que en el origen hubo coincidencia en la aceptación del modelo basado en la mano invisible de Adam Smith que asumieron Ricardo y Mill. No obstante, con la separación entre ambos paradigmas post clásicos, mientras los neoclásicos aceptan algún grado de intervención estatal en la economía, sobre todo después de la incorporación de los post keynesianos, los austriacos llevan la propuesta del laissez – faire hasta sus últimas consecuencias lógicas. El pensamiento de los austriacos es de filiación escolástica y católico-romana mientras que los neoclásicos son de filiación reformista – luterana. Para los austriacos, la pobreza del mundo se explica por los altos grados de intervención estatal existentes tanto en las grandes potencias económicas del  mundo como en los grandes organismos internacionales como el FMI o el GATT. En sintonía con esta premisa, los austriacos parten de los actores individuales para llegar por agregación a la sociedad, mientras que los neoclásicos aceptan partir de la sociedad para llegar a los actores individuales, pero sin desdeñar un enfoque individual, si bien no tan radicalmente como los austriacos. Es otra forma de explicar el rechazo que los austriacos sienten frente a la división de la economía en macro y microeconomía que practican los neoclásicos.

 

¿Se estudia la economía del turismo desde el paradigma austriaco?

 

El turismo empezó a estudiarse solo unos años más tarde de la insurgencia de la revolución marginalista. Esta revolución surgió en 1871 y el turismo se estudia desde 1884. Esta coincidencia da pie a esperar que alguna de las especificidades de la revolución marginalista se pudiera encontrar en la literatura del turismo, aunque además habrá que indagar si en ella existen más planteamientos de lo que más tarde se bifurcó en los dos paradigmas actuales algo irreconciliables, el austriaco y el neoclásico, entre los que es evidente que hay también grandes zonas de coincidencia. El hecho de que la literatura del turismo tenga su origen en los países alpinos y más concretamente en Austria y Alemania, debe ser tenido en cuenta de un modo destacado por si a la coincidencia temporal se une una coincidencia espacial que bien podría haberse reflejado en que el turismo se viera más influido por Menger y sus seguidores (los austriacos) que por la escuela neoclásica, que prefiere a Jevons y Walras más que a Menger.

 

No obstante, antes de tratar de averiguar si hay en el turismo influencias del paradigma austriaco habrá que averiguar si para estudiar el turismo se aplica o no el análisis económico.

 

Es posible que algún lector se extrañe de esta precaución. Si es así es porque debe estar absolutamente convencido de que el turismo no solo se estudia aplicando el análisis económico sino que puede estar igualmente convencido de que se abusa de su aplicación. Los que así piensan creen que los estudios del turismo adolecen de lo que llaman peyorativamente economicismo. Por tanto, primero hay que averiguar si el análisis económico se aplica al turismo y, si así fuera, indagar después desde qué paradigma económico se aplica.

 

En el apartado dedicado a los antecedentes se ha dejado constancia de que los primeros estudiosos del turismo se interesaron por las llamadas industrias de los forasteros y, entre ellas, por las dedicadas a prestar servicios de transporte y servicios de hospitalidad, pero sobre todo de las últimas. No obstante, al cabo de algunos años, este objeto de estudio fue sustituido por el estudio de los forasteros. Dicho de otro modo, la atención hacia los forasteros o turistas ocupó el lugar que ocupaba la atención hacia las empresas dedicadas a atender sus necesidades de servicios de transporte y hospitalidad a las que finalmente se acabó por llamar empresas turísticas por esta razón.

 

La mayor parte de la literatura especializada en el estudio del turismo se dedica desde hace casi un siglo al estudio de los turistas, especialmente de los motivos que les mueven a abandonar su residencia habitual, el volumen de la renta que dedican a los gastos que realizan fuera de la misma y otros muchos aspectos como la edad, el sexo, la clase social, la forma de viajar y el grado de satisfacción alcanzado. Si vemos a los turistas como consumidores que realizan gastos fuera de su residencia habitual es evidente que si demandan determinados bienes y servicios ha de haber empresas que los produzcan y se los ofrezcan para obtener beneficios con lo que nada tiene de particular que los estudiosos del turismo piensen que el estudio del consumo de los turistas y de la producción de lo que demandan ha de hacerse aplicando el análisis económico, aunque  nunca exclusiva ni prioritariamente debido a que la supuesta complejidad del turismo aconseja aplicar también otros métodos.

 

La pregunta a la que hay que responder es si, en efecto, se aplica el análisis económico al estudio del turismo aunque solo sea de un modo no exclusivo. Quien conozca la línea de investigación que cultivo desde hace casi veinte años sabe que mi respuesta es que al estudio del turismo se aplica, entre otros métodos, el macroeconómico de un modo correcto, y que la aplicación que se hace del método microeconómico es inadecuada en la medida en que no es posible aplicarlo al heterogéneo conjunto de ramas productivas al que se da el nombre de oferta turística. Por esta razón, como el enfoque de demanda que convencionalmente se aplica al estudio del turismo no permite identificar un solo producto al que poder llamar turístico, el análisis microeconómico se aplica a tantas ramas productivas como se cree que configuran el llamado sector turístico (restaurantes, hoteles, empresas de diferentes modos de transporte, de diferentes servicios de diversión, recreo y cultura de masas sin olvidar los llamados destinos, considerados también como productos específicos)

 

Por consiguiente podemos decir que se da la extraña paradoja de que el estudio del turismo adolece de economicismo cuando lo cierto es que el análisis microeconómico que se aplica o es inadecuado o brilla por su ausencia.

 

Reconocida esta realidad, veamos ahora hasta qué punto esta peculiar forma de aplicar el análisis económico al estudio del turismo responde al paradigma austriaco o al paradigma neoclásico. Para constatarlo seguiremos punto por punto las diferencias entre ambos paradigmas expuestas en el punto anterior.

 

Acción/decisión: El perfil de la peculiar economía presente en los estudios del turismo no se presta a evaluar si responde más a la acción que a la decisión. El turista visto como un consumidor fuera de su entorno habitual toma una decisión, pasar unos días en un destino determinado, y ejecuta una acción, desplazarse y estar a/en ese lugar, por lo que hay que suponer que los expertos aceptan la racionalidad de la acción y la asignación de medios a fines adaptándose con ello a las prescripciones de los dos paradigmas en litigio.

 

Subjetivismo/objetivismo: La literatura del turismo adopta la perspectiva subjetivista, como ya hemos visto en los antecedentes, desde el momento en que sustituyó la industria turística por el turista como realidad desde la que se estudia el fenómeno. K. Krapf lo reconoció así al situar al turista como paradigma del consumidor. Junto con W. Hunziker, insistió en que el hombre es el centro del estudio del turismo, una materia situada para ellos entre la sociología y la economía pero más cerca de la primera que de la segunda. Por consiguiente, es el paradigma austriaco el aplicado al estudio del turismo de acuerdo con este punto.

 

Error empresarial puro/racionalización a posteriori: Las peculiaridades de la economía que se aplica al estudio del turismo no permiten enjuiciar con claridad qué paradigma se sigue al hacerlo. En principio me decanto por pensar que se aplica el paradigma neoclásico por su clara hegemonía frente al austriaco.

 

Información subjetiva/información objetiva: Podemos repetir el comentario anterior por las mismas razones. La hegemonía del paradigma neoclásico determina que sea este el que se aplique de un modo generalizado al estudio del turismo.

 

Proceso empresarial/modelos de equilibrio: Las obras publicadas que aplican la economía al estudio del turismo se decantan por el uso de modelos pero también resaltan la importancia de las funciones que realizan los empresarios, por lo que en este punto tal vez pudiera decirse que la aplicación de la economía se lleva a cabo desde los dos paradigmas.

 

Economía integrada/economía dividida: En este punto es evidente que la economía se aplica al turismo desde el paradigma neoclásico ya que, como ya apunté, destaca con claridad el tratamiento macroeconómico que de él se hace. En cuanto a la microeconomía, si bien es cierto que se aplica al turismo también lo es que se hace de un modo forzado en la medida en que tal aplicación es inviable por no identificar una única rama productiva sino un conjunto de ramas heterogéneas.

 

Lenguaje verbal/lenguaje matemático: Las obras de economía del turismo siguen la onda de las últimos años y emplean con harta frecuencia el lenguaje matemático. En la medida en la que la función más estudiada es la de demanda, la aplicación de modelos econométricos altamente avanzados es habitual, sobre todo entre los investigadores más prestigiosos. Es cierto que también se utiliza el lenguaje verbal, pero es evidente que las revistas de primera línea prefieren los trabajos que emplean las matemáticas, cuanto más avanzadas mejor. Por consiguiente, en este punto, hay que decir que al turismo se aplica preferentemente el paradigma neoclásico.

 

Deducción y teoría/inducción y empirismo: En lo que concierne a este punto hay que distinguir entre los estudios anteriores a 1970 y los posteriores. Los que preceden a 1970 apostaron por la especulación y la deducción que preconiza el paradigma austriaco, aunque lo cierto es que se decantaron más por hacerlo en el campo de la sociología que en el de la economía. El desembarco que los expertos en marketing y los geógrafos realizaron en los centros dedicados a la investigación del turismo provocó un cambio sustancial en la medida en que rechazaron la especulación teórica del pasado y abrazaron el empirismo y la inducción propios del paradigma neoclásico. Los especialistas en marketing que estudian el turismo exhiben una clara actitud antiteórica compartida por los geógrafos por distintas razones. Lo cual no quiere decir que se corrigiera la antigua inclinación al campo de la sociología, presente en el turismo tanto antes como después de 1970. Todo ello ha llevado a algunos estudiosos a creer que el estudio del turismo tiene que avanzar a golpe de encuestas ya que acumulando información sobre la realidad lograremos finalmente desentrañar su supuesta complejidad. Para ellos la teoría no solo no es necesaria sino que es contraproducente.

 

Liberalismo radical/intervencionismo controlado: El turismo es el único campo de negocios privados en el que el empresariado no solo es partidario de un alto grado de intervencionismo estatal sino que incluso exige continuos y crecientes grados de intervención de las autoridades públicas. Se explica esta paradójica actitud en la misma concepción de demanda del sector, la que, como ya he dicho, conduce a llamar productos turísticos a los bienes y servicios producidos por un conjunto muy heterogéneo de actividades productivas. Los geógrafos ayunos de conocimientos económicos y más economistas de los que cabría esperar dicen que el sector turístico es “transversal” o “diagonal” en lugar de decir, lisa y llanamente, que es horizontal por estar concebido desde un consumidor que se quiere peculiar, el turista, a pesar de que no lo es, y, de serlo, lo es solo espacial o territorialmente. Los mismos turisperitos, actuando como valedores de los intereses empresariales, defienden, con entusiasmo más propio de propagandistas que de científicos, que el sector público invierta en grandes obras públicas, en mejoras urbanas y en prestaciones de servicios de masas, en general gratuitos, y en el fomento de visitas por medio de la organización de eventos de gran magnitud y gastos en propaganda de los llamados destinos, considerados por ellos como macroproductos turísticos. Por consiguiente, está fuera de duda que en este punto la economía aplicada al estudio del turismo se hace desde el paradigma neoclásico, mejor dicho, se encuentra a años luz del paradigma austriaco ya que tampoco los neoclásicos son intervencionistas, al menos los no pos keynesianos.

 

Hemos analizado muy sucintamente la literatura económica del turismo de acuerdo con las diferencias que Jesus Huerta de Soto ve entre los paradigmas austriaco y neoclásico. El balance de esta aplicación parece inclinarse más hacia el paradigma neoclásico que al austriaco. Sobre esta conclusión no me cabe la menor duda. Pero creo que debo seguir aportando otros datos que pueden servir de complemento para confirmar aun más la conclusión.

 

 

Estudios de caso: El ejemplo de dos autores de la escuela austriaca

 

Termino este trabajo con el análisis crítico de las aportaciones a la economía del turismo de dos autores de la escuela austriaca. Ambos hicieron aportaciones al estudio del turismo desde la economía aunque separadas por casi un siglo. El primero es Hermann von Schullern zu Schrattenhofen y el segundo Elíes Furió Blasco. No ha sido difícil elegirlos porque, entre el conjunto no desdeñable de estudiosos del turismo de los que algo puedo decir por conocer los estudios que realizaron, tan solo ellos aplican o intentan aplicar el paradigma austriaco. Paso a exponer sus aportaciones.

 

Hermann von Schullern: Nació en Innsbruck (Tirol) el 24 de julio de 1861 y murió en la misma ciudad el 14 de abril de 1931. Hijo de Antón von Schullern y hermano de Heinrich von Schullern. Entre 1879 – 83 estudió derecho en la Universidad de Innsbruck y en 1884 se doctoró en Derecho en Klagenfurt, Bozen. En la Universidad de Viena fue discípulo de Carl Menger. Friedrich Hayek lo destaca entre los más brillantes discípulos que tuvo Menger en la presentación que escribió para los Grunsätze der Volkswirtschaflehre del maestro común. En el anexo I incluyo algunos datos sobre su vida y su obra. Los comentarios que hago a continuación los he tomado de mi tesis doctoral Crítica de la Economía Turística: Enfoque de oferta versus enfoque de demanda (1991) que puede verse en www.eumed.net/tesis/fme En el anexo I de la tesis puede consultarse la introducción de la obra de Schullern sobre el turismo que se cita en el párrafo siguiente.

 

En 1889, Schullern publicó su primera obra teórica, Untersuchungen uber Begriff der Grundrente (en colaboración con Böhm - Bawer), en la que desarrolló con brillantez los principios de la utilidad marginal aplicados al concepto de renta. Pero aquí nos interesa este economista austriaco en los dos sentidos de la palabra porque en 1911 publicó en Jena una obra dedicada al estudio del turismo titulada Fremdenverkehr und Volkswirtschaft (Turismo y Economía). Este extenso artículo que se publicó en el Jahrbuch für Nationalöconomie und Statistike y está dedicado al análisis de los flujos de turistas que llegan a Austria, Baviera, Italia y Suiza por países de origen utilizando datos desagregados por regiones, comarcas y ciudades de los países citados y, cuando la fuente lo permite, por duración de la estancia. Debemos destacar el hecho de que Schullern utiliza datos de turistas nacionales, esto es, del mismo país que está estudiando, una práctica no frecuente en una época en la que no era fácil eliminar del turista su connotación de extranjero, algo que tardó en hacerse, al menos en la práctica, pero que en este autor responde a su propia concepción teórica del turismo. Por ello, el trabajo de Schullern presenta la factura de los estudios que hoy calificaríamos como de economía aplicada del turismo. Sin embargo, no es esto lo que en este momento nos interesa del estudio que comentamos sino su introducción, de carácter teórico.

 

Von Schullern comienza su trabajo haciendo referencia a la existencia de dos posturas contrapuestas entre los estudiosos del turismo. En primer lugar cita la dominante, que consiste en considerar al turismo como "una fuente de riqueza y, por tanto, de creciente bienestar, para aquellos países hacia los que se dirige, razón por la cual, dice, sólo puede ser correctamente estudiado desde el punto de vista económico". En segundo lugar, se refiere a "las escasas voces que se atreven a destacar los aspectos sombríos del turismo", como el aumento del coste de la vida para la población residente y ciertos aspectos relacionados con la moral. De acuerdo con la primera postura, los círculos de expertos sostienen, afirma Von Schullern, que el fomento del flujo turístico se está convirtiendo, cada vez más, en una tarea de la economía, por lo que conviene fomentarlo, puesto que, al parecer, ya en aquellos años "existen comarcas y ciudades concretas cuyo bienestar y prosperidad se atribuye en primer lugar al turismo". En cuanto a la postura minoritaria, la que intenta destacar el lado negativo del turismo, Von Schullern afirma que "no nos debe de extrañar que estas voces encuentren escaso eco, pues la vaguedad y oscuridad con que, por regla general, se expresan, explica que sean objeto de rechazo y que se tachen de vulgares, mezquinas e, incluso, de reaccionarias", y que, por ello, han quedado "completamente desprestigiadas y acalladas".

 

Estos comentarios de Von Schullern ponen de manifiesto que, en su época, ya había quedado consolidada la creencia de que el turismo tenía que ser estudiado por la economía debido a que la idea dominante era la que veía en él un eficaz instrumento de desarrollo de la riqueza y del bienestar, tanto que quienes sustentaban que sus efectos eran negativos quedaron, dice, pronto desprestigiados y silenciados([1]).

 

El interés de la obra de Von Schullern que estamos comentando no radica sólo en este testimonio sino en que niega a ambas posturas el estar basadas en trabajos científicos mínimamente serios, es decir, en "análisis económicos del turismo que tengan en cuenta todas las relaciones que realmente los determinan (...) prescindiendo de prejuicios". En su opinión, "solo se han realizado observaciones absolutamente perogrullescas y superficiales consideradas como suficientes para formular afirmaciones supuestamente de validez general sobre una materia de tanta importancia" como el turismo.

 

Conscientes del lamentable estado en que, a su juicio, se encontraba la investigación en materia turística que se hacía en su tiempo, Von Schullern se propone llevar a cabo una investigación modesta pero sin prejuicios, tendente a conocer los hechos de la actividad productiva, comercial y social que se originan o motivan por el turismo, destacando los que han de ser considerados como los que lo condicionan y determinan. Dicho de otro modo, Von Schullern propone que una investigación del turismo debe hacerse sin preocuparse por aportar argumentos a favor o en contra del turismo y proponiéndose como tarea sólo la identificación de los factores determinantes de las corrientes turísticas y de los efectos que las mismas pueden provocar en el espacio concreto hacia el que se dirigen. Se trata, como es fácil constatar hoy en día, de un consejo que sigue teniendo hogaño el mismo valor que antaño y la misma necesidad de que se ponga en práctica con el debido distanciamiento científico.

 

Con posterioridad a estas reflexiones, Von Schullern se dedica a poner las bases necesarias para formular una definición de turismo que sea lo más precisa posible. Empieza tratando de perfilar el verdadero sentido que tienen los vocablos "turista" y "turismo" (en alemán Fremder y Fremdenverkehr).

 

A partir de este momento, el autor desarrolla un razonamiento en el que combina las características que ha de tener un sujeto para poder ser considerado como turista, iniciando con ello la línea de investigación prioritaria para los estudiosos del turismo durante el periodo de tiempo que alcanza hasta le década de los sesenta. Debemos al italiano Alberto Sessa la crítica que consiguió superar la hegemonía de este planteamiento gracias a su tesis sobre el turismo de congresos publicada en 1968.

 

Con el fin de distanciarse de las nociones vulgares de turista y de su opuesto, el residente, Von Schullern recurre al referente de la localización de la actividad económica como complemento de la localización de la vivienda permanente. Pero esto no le resulta suficiente debido a que es posible encontrar personas que residen en una localidad y tienen su actividad económica en otra. En tales casos, "¿en cual de las dos es residente?, ¿en las dos?" se pregunta el autor, para responder a continuación diciendo que "las condiciones de residente y turista no son realidades completamente opuestas", una interpretación que a él le resulta perfectamente válida, pero que a parece incongruente con el considerable esfuerzo desplegado para ofrecer una distinción nítida entre ambas figuras y definir una como contrapuesta a la otra, como hace la noción vulgar, pero en base a procedimientos científicos. Consciente de haber llegado a una solución tan mediocre, Von Schullern reconoce con honestidad: "Nuestra definición de turista, que no consideramos como la única posible y correcta, pero sí como la más útil para nuestros fines, tiene en cuenta estas consideraciones".

 

Cuando el autor ha creído que los elementos de su definición han quedado suficientemente aclarados se pregunta una vez más: "¿Qué es entonces el turismo?". Y añade que, aunque "todo el mundo piensa en esencia lo mismo, sin embargo, no resulta fácil encontrar una definición correcta del concepto, en general puede ser suficiente con decir: Turismo es el conjunto de todos aquellos procesos, sobre todo económicos, que ponen en marcha las llegadas, las estancias y las salidas de turistas a y desde una determinada comunidad, región o estado y que se relacionan directamente con ellas". (El subrayado es nuestro).

 

Von Schullern ha de ser considerado como uno de los primeros estudiosos del turismo que, además de destacar la existencia del turismo interior con significación idéntica al internacional, puso de manifiesto la trascendencia de las salidas junto a las llegadas, resaltando el hecho de que el turismo fuera un término que solo se viniera usando en sentido "activo" o "positivo" ("receptor" se dice hoy), lo que supone olvidar un factor muy importante entre todos los que han de ser considerados en el análisis. Pero debemos aclarar que no se trata sólo de estudiar el turismo "receptivo" de un espacio concreto y el "emisor" de los espacios de donde procede el primero, sino tanto el "receptivo" como el "emisor" del mismo espacio de referencia, "como hacemos con las exportaciones y las importaciones para construir la balanza comercial", dice Von Schullern, lo que es radicalmente distinto.

 

Para finalizar nuestro análisis de la concepción que Von Schullern nos da del turismo debemos detenernos en evaluar el enfoque desde el que la elabora. Si nos atenemos a sus propias declaraciones, diremos que Von Schullern estudia el turismo desde el punto de vista de lo que él mismo llama economía política y no desde el punto de vista de la economía privada. Dicho de otra forma, que hace su análisis desde la macroeconomía y no desde la microeconomía (sectorial o empresarial). Esta es la razón de que procure dar una definición de turista capaz de permitir una cuantificación, esto es, que su definición está marcada por las necesidades del recuento estadístico, una finalidad que se mantendrá ya hasta nuestros días, recogida por los organismos internacionales que se ocupan del turismo (la UIOOT desde 1925 a 1975 y, a partir de 1975, la OMT), elevada ya a criterio universalmente aceptado. Se trata de conseguir estadísticas comparables internacionalmente y de ahí la necesidad de aplicar criterios homogéneos que permitan la agregación de datos([2]).

 

Como hemos visto por las frases que hemos tenido el cuidado de subrayar, son muy numerosas las citas y referencias que Von Schullern hace a la economía. No obstante, es curioso constatar que, al definir el turismo como un conjunto de procesos se sale de los límites de la economía, cosa que no evita por el hecho de que afirme que los procesos más importantes son los de naturaleza económica. Al generalizar el turismo a todos los procesos o relaciones, Von Schullern inicia una tradición que aún sigue en vigor hoy en día, y que es aceptada por todas las escuelas de expertos en turismo. Esta tradición se justifica, como hemos dicho, por la creencia de que el "fenómeno turístico "es extraordinariamente complejo y, por tanto, no es posible agotarlo desde el punto de vista económico”.

 

Sin embargo, es cierto que, aunque Von Schullern acepte un concepto de turismo que va más allá de lo meramente económico, en la práctica su estudio responde al modelo convencional de los estudios económicos aplicados al turismo. Puesto que concibe la llegada de turistas a un país como un instrumento generador de riqueza y bienestar, de acuerdo con la tendencia dominante a la que hacía referencia al comienzo de su trabajo, debido a que "el turista aporta dinero" al país al que se dirige, cree que es preciso poder aportar una serie de características que nos permitan dilucidar en que grado cumplirán esta importante característica. Por ello se preocupa de conocer no solo el número de turistas sino la duración de su estancia. Pero tampoco esto lo considera suficiente: "No sólo debemos tener en cuenta el volumen de sus necesidades y su poder adquisitivo sino, también, todas sus pautas de comportamiento y su modo de vida, las dos primeras características desde un punto de vista económico y las dos restantes desde el punto de vista cultural y moral si se nos permite decirlo así". Se constata así, con sus propias palabras, que este autor desborda los límites de la economía y penetra en el campo de lo que hoy conocemos como sociología y psicología social.

 

De esta forma, Von Schullern puso, en nuestra opinión, las bases del análisis de la demanda turística que hoy se practica y que, como decimos, son unas bases  eminentemente sociológicas, lo cual no es óbice para que la profesen los economistas que se dedican a estudiar el turismo.

 

Para finalizar, diremos que, en razón de lo expuesto, no podemos estar de acuerdo con el citado Alberto Sessa (1968, p. 8) cuando clasifica la concepción del turismo de Von Schullern entre las de carácter económico. Para nosotros, repetimos, su teoría tiene una utilidad estadística, imprescindible para apoyar la elaboración de los datos necesarios para estudiar la demanda, pero no sólo con los métodos de la economía sino, además, con los de la sociología, al menos a nivel teórico, puesto que en la práctica, no dispone de datos que le permitan tener en cuenta "las pautas de comportamiento y las formas de vida" de los turistas.

 

En definitiva, Von Schullern se caracteriza por un tratamiento del turismo que aporta formulaciones teóricas de indudable importancia en el proceso de formación conceptual que estamos estudiando. Pero junto a ellas, sigue profesando, en gran parte, el descriptivismo característico de la noción vulgar de turistas, y ello a pesar del gran esfuerzo que realizó para matizarla, lo que le llevó a superar tanto la nota de extranjeridad como la necesaria ausencia de las motivaciones de lucro, una cuestión que adquiriría años más tarde marcados tintes polémicos.

 

En lo que concierne a las intenciones de este trabajo, queda claro que Schullern destaca la necesidad de estudiar el turismo aplicando el análisis económico, pero también ha quedado de manifiesto que lo hace mezclando los dos paradigmas pues si bien aplica un enfoque subjetivo al poner el énfasis de su investigación en el turista también la lleva a cabo de un modo agregado, es decir, macroeconómico.

 

Elíes Furió Blasco: A pesar de ser contemporáneo y español conozco menos datos de la vida de este autor que de Schullern. Solo puedo decir que es valenciano y que se doctoró en economía en la Universidad de Valencia con la tesis titulada Turismo y Territorio. Interrelación entre la función del turismo y el territorio a partir del enfoque de enlaces.

 

Quizás la característica más destaca de este economista como estudioso del turismo sea su insistente interés en investigarlo en el contexto de las modernas preocupaciones ciudadanas por la conservación del medio ambiente. Si lo incluyo en este trabajo sobre el paradigma austriaco y su aplicación a la economía del turismo no es por esta razón sino porque en 2001 publicó en Revista de Estudios y Perspectivas en Turismo el artículo titulado Análisis Económico del Turismo: El Turismo como un bien mengeriano de primer orden”, lo que le convierte, como ya dije, en uno de los raros estudiosos del turismo que deben ser tenidos en cuenta a la hora de averiguar hasta qué punto se estudia dicha materia desde el paradigma austriaco.

 

El citado artículo del Dr. Furió lo sometí a crítica en “Consumición y Producción de turismo: ¿Diacronía o sincronía?”, un artículo que escribí en 1997 y no pudo ser publicado en su momento, para continuar el debate iniciado por Furió con un artículo que publicó en 1995 descalificando mi consideración del turismo objetivamente identificado como un plan de desplazamiento circular. El citado artículo acaba de ser enviado a la misma revista en la que se publicó en 2001 el de Furió y se encuentra actualmente sometido a evaluación previa a su eventual publicación. No voy a repetir los razonamientos que desarrollo en el artículo citado. En el caso de que fuera rechazado, lo que no es descartable, lo enviaría a esta revista de Cuestiones de Economía para su publicación. Pero desde ahora digo que parte de su contenido forma parte del tema aquí tratado.

 

Ahora solo diré que, a pesar de que el Dr. Furió dedica bastante espacio e interés a la clasificación de los bienes que propuso en 1871 Carl Menger, no por eso aplica realmente al estudio del turismo el paradigma austriaco. El empleo que hace de la clasificación mengeriana no le sirve para llevar a cabo una investigación conceptual del turismo a la luz de la escuela austriaca sino para dar a su trabajo un aire de originalidad que no tiene ya que repite los planteamientos convencionales sin evitar caer en la falta de identificación de la oferta turística. La aplicación por Furió del enfoque de demanda convencional, le impide considerar la función de producción de turismo que, sin embargo, podría haber llegado a formular si se hubiera dado cuenta de que está implícita en la clasificación de bienes de Menger.

 

Conclusión

 

En consecuencia, la respuesta a la pregunta sobre si la economía del turismo se estudia desde el paradigma austriaco es: no. Ni siquiera los dos autores que podrían haberlo aplicado, uno por ser discípulo directo de Carl Menger, y otro porque, a pesar de que se basa en la clasificación del fundador de la escuela austriaca de economía, sus trabajos responden a las peculiaridades convencionales ya comentadas. En el caso del Dr. Furió, además, su mezcla de planteamientos económicos con los geográfico-territoriales y con los biológico-ecologistas, lo distancian no solo del paradigma austriaco sino incluso del neoclásico.

 

El autor del presente trabajo viene proponiendo un cambio de paradigma en la investigación del turismo desde el enfoque de demanda o sociológico al enfoque de oferta o económico, y, dentro de este último, al paradigma que se viene llamando neoclásico ya que con él propone subsanar el grave defecto del inexistente análisis microeconómico del turismo, puesto que el análisis macroeconómico se lleva a cabo adecuadamente.

 

Para ningún estudioso del turismo con una visión completa del panorama de la literatura del turismo es un secreto que esta materia adolece de graves deficiencias teóricas. Burn y Holden en “Tourism: A New Perspectiva” (1995) están convencidos de que los estudios del turismo son enigmáticos y atrevidos (enigmatic). Farrell y Twining-Ward en “Reconceptualizing Tourism” (2003) reconocen sin ambages que al estudio del turismo le falta una teoría básica propia y que ni siquiera ha sabido aprovechar los avances que han tenido lugar en las ciencias de las que depende su estudio a falta de la ansiada (y utópica en mi opinión) ciencia propia. Entre los expertos españoles citaré a Ezequiel Uriel y a Vicente M. Monfort. En “El Sector Turístico en España” (2001), declaran estar convencidos de que el sector turístico es de una gran complejidad, algo que achacan, entre otras causas, nada menos que a la ambigua delimitación del área de análisis y a la heterogeneidad de los subsectores involucrados. Pero, sorprendentemente, nada hacen para evitarlo. Ni siquiera citan a quienes, al menos, hemos realizado un diagnóstico de la situación y propuesto una fórmula de solución, que, curiosamente, ni siquiera ha merecido ser citada por quienes no pueden alegar que la desconocen, lo que agrava su actitud pasiva: constatan el problema, aportan causas, conocen un diagnóstico y una propuesta de solución que no citan y, para colmo, no se esfuerzan en hacer propuestas propias. Dan la impresión de que piensan que el problema es irresoluble por intrínseco a la materia estudiada. Pero no lo dicen.

 

El problema del estudio del turismo no es, en absoluto, el de saber si los aspectos económicos son tratados desde el paradigma austriaco o desde el paradigma neoclásico sino si es tratado adecuadamente desde la economía. Como decía el economista italiano Mafeo Pantaleón (1857 – 1924) solo hay dos escuelas de economía, la de los que saben economía y la de los que no saben economía. Las supuestas diferencias entre las escuelas austriaca y neoclásica obedecen a posturas de militancia de grupo solo aceptables en la medida en que pueden coadyuvar al avance del análisis económico, una meta que a veces olvidan unos y otros a pesar de que es la única meta legítima.


 

 

ANEXO

 

 

 

Nota sobre la vida y la obra de Hermann von Schullern

 

Nació en Innsbruck (Tirol) el 24 de julio de 1861 y murió en la misma ciudad el 14 de abril de 1931

 

Hijo de Antón von Schullern y hermano de Heinrich von Schullern.

 

1879 – 83, estudiante de derecho en la Universidad de Innsbruck

1884, doctorado en Derecho en Klagenfurt, Bozen

1884 – 1885, ejercicio de la profesión de abogado

1985, ayudante en la Universidad de Innsbruck gracias a la influencia de Böhm – Bawerk, destacado representante de la Escuela de Viena (paradigma austriaco)

1889  profesor de la Universidad de Innsbruck en Economía política

1892  profesor en la Universidad de Viena de Economía Política

1895  profesor de Política Económica

1889 – 1990 conferenciante de la Academia de Comercio de Innsbruck

1890  colaborador de K. Th. Inamas von Sternegg. Funcionario y más tarde miembro de la Comisión Central de Estadística, de la Academia Oriental y de las Fuerzas Armadas

1898  catedrático de la Universidad de Viena

1899  catedrático de la Escuela Técnica Superior de Brünn y más tarde decano de la  misma

1901 – 1915  Jefe del departamento de Economía Política y Estadística de la Escuela Superior de Agronomía de Viena. De 1903 a 1905 fue decano de este centro Durante este periodo ejerció como asesor jurídico del Ministerio de Agricultura. En 1904 llegó a ser  consejero del ministerio

1915   catedrático de Política Económica de la Universidad de Innsbruck de la que  un año más tarde fue decano

1918   Director de la Oficina de Reconstrucción de Zonas Devastadas por la Primera  Guerra mundial de la ciudad de Görz

 

 

Principales obras:

 

1889: Untersuchungen uber Begriff der Grundrente (en colaboración con Böhm -   

          Bawer)

1891 Die theoretische Nationalökonomie Italiens in neuester Zeit

1895 Über einige Familien des tirolischen Beamtenadels

1908 Das Kolonat in Görz und Gradisca

1911 Grundzüge der Volkswirtschaftslehre

1911 Frendemverkehr und Volkswirtscahft (artículo citado en este trabajo)

1918 Bemerkungen zur österreischschen Vermögensteuer

1919 Deutschtirol, ein selbständiger Staat?

1924 Agrarpolitik

 


     ([1]) En 1961, K. Krapf se pregunta "si el turismo será capaz de aportar su concurso a la gran obra de ayuda a los países en vías de desarrollo", una pregunta que nos resulta especialmente ociosa, habida cuenta de que el interés que desde muy pronto se sintió por el turismo se explica en el convencimiento de su positiva aportación al desarrollo de la economía del lugar visitado.

     ([2]) Sin embargo, a pesar de los grandes esfuerzos que en este sentido se vienen realizando, sobre todo por la UIOOT y su heredera la OMT, aún no se dispone de series verdaderamente homogéneas sobre el turismo.